lunes, 25 de marzo de 2013

La camarita

La camarita
Los chicos se visten de negros motas,
Para celebrar el 25,
Sus papis lo registran todo por una camarita,
Todo el tiempo pensando en función de sus camaritas,
Esto tengo que filmarlo; aquello también
Como cuando salgo de vacaciones
Para ver el mundo por una pantallita.
Y ojalá que todo salga bien,
No sea cosa que falle la camarita,
Y no puedan guardar para siempre en sus retinas
El recuerdo imborrable de ese momento
En el que vieron a sus hijos a través de sus camaritas.

Los asesores de Feinmann

Los asesores de Feinmann y de 678
Un médico le aseguró al marido de mi primo que sus problemas testiculares no se resolverían en el urólogo, sino en la bañera, con un buen baño de espuma.  El marido de mi primo creyó en su médico de cabecera lo que nunca creería en su verdulero habitual. Para eso es médico y ha estudiado, te dice; aunque tal vez venda más fruta que el mismísimo verdulero.
Casi todos tienen un periodista preferido, un periodista de cabecera, un periodista habitual. La gente cree en su periodista con una ceguera negra, total. Aquello que refutarían en el verdulero, aunque sea el tipo con más sentido común del barrio, no lo refutan en Lanata o en Grondona. Para eso son periodistas, te dicen. Para eso han estudiado, arriesgan
El proctólogo más prestigioso del hospital donde se atiende la mujer de mi prima no tiene dudas sobre los periodistas: esa gente está bien informada. ¡Caray!, digo yo, y ¿de dónde sacaste eso? De los diarios, me informa. Además, continúa, son gente preparada ¿Preparada para qué?, lo interrogo. Bueno…  ya sabés…, reflexiona, para saber lo que está pasando.
Pero el hombre de a pié, ese hombre común y corriente que va a la verdulería y que no tiene tiempo de detenerse a pensar en altas cuestiones; ese hombre que escucha que hablan de él llamándolo “hombre común” y “hombre de a pié” y no se indigna, tampoco sospecha que muchos de esos patanes llamados periodistas son gente muy vulgar y crédula, como ellos mismos, y que probablemente tengan mucho menos sentido común que mi verdulero de cabecera.

Eduardo Feinmann se hizo famoso en estos días en que nos han elegido al cardenal Bergoglio para que presida el geriátrico. Este periodista impresentable dijo a los cuatro vientos que Bergoglio no era papable y que le “indignaba” cuando escuchaba que los medios daban esa posibilidad ¿Cómo es posible que se haya equivocado tanto? ¿Cómo pudo afirmar tan categóricamente algo así? Una posibilidad es suponer—como las mayorías de las gentes—que Eduardo estudió el caso en cuestión y que arribó a una conclusión. Pero “estudiar” es un verbo que comporta una acción muy ardua y exigente, y yo estoy seguro que Eduardito no consultó tomos, encíclicas vaticanas, ni leyó diarios en italiano, ni se dio a la tarea de examinar la historia reciente del pontificado o las últimas acciones de Benedicto XVI. Feinmann hizo lo que hacen casi todos los periodistas: recurrió a sus asesores, a sus contactos, como un buen abogado. Pero resulta que estos contactos de Eduardo no son gente desinteresada, sino más bien todo lo contrario: Monseñor Aguer o Esteban Caselli, dos hombres claramente enfrentados con Bergoglio, y que son la derecha más conservadora de la Iglesia, entre otros. Son personas que tienen diversos voceros en la prensa, como es el caso de Carlos Pagni, del diario La Nación, lo cual se deja ver no más uno lee algunos artículos. No obstante lo cual, Pagni sabe con quién está tratando y Eduardito no. Y en eso va la principal diferencia. El primero sabe donde está parado; el otro es un hombre de a pié. (Y quizás en eso resida la principal seducción que ejerce Eduardo sobre cierto tipo de consumidor televisivo que instintivamente lo ve como a un par.)
Pero esto de andar corriendo de un lado para otro para buscar pescado no es propiedad exclusiva de la derecha o de la izquierda, sino del periodismo como profesión. Jorge Lanata y Alfredo Leuco fueron despedidos de la flota de periodistas militantes kirchneristas  de una manera muy sutil: sus contactos oficialistas les vendían pescado podrido, información falsa. De la noche a la mañana se cambiaron de vereda. Y es que los periodistas tienen la necesidad de creer ciegamente en sus contactos de la misma manera que la gente cree en esos periodistas, o en sus abogados.
Distinta fue la actitud de los periodistas de 678, comandados por Orlando Barone.  En los días previos a que se hiciera pública la intención del gobierno argentino de recuperar YPF, llovieron los rumores que aseguraban esa intención. Estos rumores venían principalmente desde medios españoles que se hacían eco de algunos alcahuetes vernáculos. Badía Barone y compañía  defendieron con uñas y dientes que la intención aludida era un invento y una propaganda desestabilizadora. Como intelectuales orgánicos que son, era esperable: Ellos decían lo que les decían que tenían que decir. Pero lo que realmente me conmovió fue la reacción de algunos de estos periodistas cuando se supo la verdad. Entre líneas, daban a entender que estaban desconcertados con la información que les bajaban. Pero nadie se bajó del carro, como Jorge y Alfredo. Y por otra parte, la verdad los alegró tanto que bien podían sacrificar sus propias credulidades.
Quizás la verdad sobre el periodista y el intelectual militante la haya dado Feinmann, pero el bueno, no el otro. Yo creo entender lo que sugiere en El flaco, el libro que le dedicara a Néstor. Un periodista militante—y asesor en su caso—puede construir el futuro o estar enterado con certeza de lo que viene. Por dar un ejemplo que ya toqué en otro momento: una agenda periodística que insista sobre los bebés abandonados por sus madres en la puerta de los hospitales; sobre Carolina Píparo que perdió su embarazo en un asalto; sobre mujeres que son prendidas fuego o sobre el derecho de la mujer sobre su cuerpo, son todas campañas que tienden a predisponer a la opinión pública con relación al tema del aborto, subliminalmente, de forma indirecta. Un intelectual orgánico ya sabe que la mano viene por ahí, y también puede tener el privilegio de poder diseñar el camino a seguir, al menos en parte. Yo noto que algunos buenos periodistas—por oficio o porque tienen buenos contactos—saben que el tema de fondo, al menos en este caso, es el tema del aborto. Ellos también van a saber apreciar si el tema cae en el olvido—verbigracia, Carolina Píparo—como una señal de tregua por la asunción de su Santidad Francisco. Pero la mayoría de los periodistas, entre los que se cuenta Feinmann, el malo,  no tienen ningún problema en mostrar su ingenuidad, creyendo como una profesión de fe, que lo de Carolina es un simple caso de inseguridad o  comprando fruta sin siquiera verle la cara al verdulero.
                                                                                          Marzo 2012
Nota: Por supuesto un mismo tema tiene varias facetas. El persistente tema de los bebés abandonados en los hospitales se dio en Canal 13 en sintonía con el tema de los hijos ilegítimos de la señora de Noble, dando a entender por elevación que un bebé sin su madre igual merece una familia. ¿Cuántos de los periodistas que hablaban del primer tema advirtieron las implicancias con temas tan pesados como los desaparecidos o el aborto? Otro ejemplo macabro lo encontramos recientemente. Speedy, que tiene intereses comunes con el Grupo Clarín, sacó una campaña publicitaria agresiva que toma como eje la preocupación de los padres por lo que hacen sus hijos por Internet, con una propaganda que muestra a un padre castrador que vigila lo que hace o publica su hija por la Web. Casualmente tanto la agenda de Clarín como la de Canal 13 pusieron como tema central en sus agendas al grooming, que es el acoso sexual a adolescentes por Internet. ¿Casualidad? Claro que no. Así como hay periodistas que se dan cuenta del tongo, también hay de los otros. Y yo creo que estos últimos son la mayoría.