domingo, 27 de noviembre de 2011

La tortuga muere muy lentamente (Cuento)

                    La tortuga muere muy lentamente
                                                                                  A Alberto Merola
El olor era insoportable, penetrante, se sujetaba a las paredes, reptaba bajo la puerta y se adueñaba de la casa. A ese baño solo entraba la abuela, unas dos veces al día. La dieta de la vieja era idéntica a la de los otros, los que iban al otro baño, pero el olor que despedían sus excrementos era diferente, un asco. Aunque nadie se animaba a entrar a ese baño, no había dudas: las deposiciones eran expulsadas, porque se escuchaba la cadena, y aunque lo ideal hubiera sido que la vieja permanezca indefinidamente en el baño para no abrir la puerta, estaban obligados a soportar el olor cuando salía. Cierto que le habían enseñado a cerrar la puerta tras de ella, pero la abuela lo olvidaba con frecuencia. Entonces era Hugo, su hijo, el que se encargaba de clausurar ese recinto, mientras que la vieja, con paso lento, casi arrastrando los pies, como una serpiente, retornaba al catre para acostar su larga vida.
Hugo cocinaba para todos: su mujer su hijo su madre. Lo hacía porque amaba la cocina, no a su familia. Se había acostumbrado a que los otros tres miembros fueran suyos, su propiedad, como parte de su propio cuerpo. Solo los consideraba en la medida en que se avenían a sus caprichos. Es por eso que todos, después de comer, decían lo delicioso que les resultaba la comida, y en cierto modo estaban obligados a repetir el plato, por si las dudas, porque Hugo tomaba como un insulto el “no quiero más”. No era un hombre violento, pero todos aceptaban su liderazgo.
En la mesa poco se hablaba. Seguramente les venía esa costumbre de mejores épocas, en que tenían sirvienta. Ella debía estar junto a la mesa, parada, y no debía escuchar cosas que no le incumbían o para las cuales no tenía competencia. Le habían destinado ese baño que ahora usaba la abuela. Así, la costumbre había hecho su parte, y en la mesa solo se hablaba de cosas sustanciosas, importantes, al menos para Hugo. Faltaba mayonesa para la cena, y su hijo corría al almacén ni bien terminaba el segundo o tercer plato; sobraba fideos, y entonces su mujer pedía fideos para la cena. Podemos decir que la puerta de la heladera se abría y se cerraba incesantemente, y lo que nunca faltaba en la heladera era lechuga, lechuga para la tortuga.
La tortuga de la abuela era la única concesión que hacía Hugo. Vivía encerrada en el baño oloroso y sucio. Hasta allí le hacía llegar la comida la abuela, dos veces por día. A la tortuga esto del olor parecía no interesarle, y su vida podemos suponerla dichosa. Asimismo, la vida de la vieja se resumía en viajar a la verdulería todas las mañanas, por la obligación que se había impuesto con la tortuga y porque su hijo la obligaba a mantener satisfecha a la heladera.
Hugo descubrió que su madre había muerto porque faltó verdura fresca. Salieron para cumplir con los protocolos impuestos por la vieja. La taparon la enterraron la olvidaron. (En realidad hacía tiempo que la habían olvidado, pero estaban obligados a recordarla una o dos veces al día.) Nadie notó en los días sucesivos que en la heladera la lechuga, que siempre había tenido asistencia perfecta,  ahora faltaba más de una vez. El olor pútrido desapareció por completo, aunque nadie se atrevió a entrar en el baño de la abuela.
No habían pasado dos semanas cuando un olor especial despertó las narices de la familia de Hugo. Era un olor putrefacto, pegajoso, tan horrible como el que despedía la abuela, pero de otra naturaleza. No hay idioma, ni siquiera el que emplean los franceses que viajan en el subte, que pueda describir tan horrible visitante del olfato. Se revisó toda la casa. La culpable era la tortuga, que encontraron en avanzada descomposición en el suelo del baño. El hijo de Hugo pronto limpió todo y pronto se olvidaron de la tortuga como antes se habían olvidado de la vieja.
Por una de esas raras coincidencias del destino, no dio el sol cuatro vueltas cuando se presentó otro muerto en el otro baño. A papá Hugo un infarto lo sacó de esta vida en pleno proceso excretor. Tenía la cabeza caída, como si la estuviera ocultando, y estaba frío como un reptil. Esas últimas eses de papá fueron la señal de alarma: tenían el mismo olor que las de la vieja, y fue su hijo el responsable de limpiarle el culo por última vez.  Dijeron que lo recordarían por siempre, lo taparon con tierra y tiraron la cadena de la memoria, y ya nunca lo recordaron.
La mujer de Hugo, luego del entierro, habló con el hijo de Hugo y le transmitió una decisión irreversible: se iba de casa para no volver. Le dio la espalda y salió corriendo como una chita. Nunca más se supo de ella. Ni siquiera yo, que se todo de esta historia, puedo saberlo. Pero tengo una conjetura: nunca dejó de correr.
El hijo de Hugo volvió a la casa y abrió la heladera. Como no sabía cocinar tuvo que comer las verduras crudas. La lechuga le resultó deliciosa. Con los días la casa empezó a ganar suciedad, pero esto parecía no importarle al hijo de Hugo, quizás estuviera pensando en contratar una sirvienta en algún momento. Utilizó ambos baños y no tuvo miedo ni asco.
Al quinto día un vecino le golpeó la puerta. Un olor nauseabundo parecía salir de su casa. El hijo de Hugo, sin siquiera abrir la puerta, le contestó que eran cosas que se imaginaba el otro, que no sentía nada, que en su casa el mal olor era solo un recuerdo, y ni siquiera eso. 
Durante unas dos semanas el hijo de Hugo no intentó abandonar la casa. La hallaba confortable y acaso un refugio. Pero cuando en la heladera no hubo más comida tomó la decisión de al menos llegar hasta la verdulería. Puso la mano en el picaporte y la puerta no se abrió. Recordó que había cerrado con llave. Metió la llave en el tambor, dio dos vueltas y empujó. La puerta no se movió. Y es que la puerta para el hijo de Hugo jamás se volvería a abrir, al menos desde adentro.
                                                                                  Noviembre 2011

domingo, 20 de noviembre de 2011

Catarata de ignorancia

Catarata de ignorancia
Recientemente se han dado a conocer las siete maravillas naturales el mundo, entre las que se encuentran las cataratas del Iguazú. Por supuesto estamos contentos y no es para menos. Le conviene al turismo, le conviene al gobierno, les conviene a los misioneros y a los potenciales turistas. Pero detrás de todo esto hay cosas inconfesables por parte del gobierno y de los medios, y yo aquí estoy para llenar ese silencio.
En primer lugar me llamó la atención las ausencias, entre las siete seleccionadas,  del gran cañón del Colorado y de las cataratas Victoria. Para comprender estas inexplicables omisiones basta con dar a conocer el modo en que se ha votado por las ganadoras (por Internet) y las políticas de estado llevadas a cabo para que la gente vote.
En nuestro país se hizo una débil campaña con afiches que invitaba a la población a votar por nuestras cataratas. Esto en Brasil- con quien compartimos la maravilla- ya es un clásico. Ellos hace muy poco, con una política particularmente agresiva, lograron coronar al Cristo redentor de Rio de Janeiro como una de las siete maravillas construidas por el hombre moderno, lo cual a mí me pareció una exageración.  El gobierno brasilero, en atención a las próximas Olimpiadas de Rio 2016 y al Mundial de Fútbol 2014, incrementó hasta la saturación ese requerimiento en su pueblo en el caso de las cataratas. Ergo: como los brasileros tienen una población mucho mayor que la nuestra y fueron estimulados con mucho ardor para que voten, las cataratas han sido elegidas. Y eso hubiera sido así independientemente de lo que nosotros hagamos. Podemos hacer la plancha tranquilos- por ejemplo en el río Iguazú-. Las cataratas han sido seleccionadas porque son brasileñas, no porque son argentinas. (Aunque, hilando fino, sabemos que siendo ahora una de las siete maravillas naturales del mundo, y como el mundo es ancho y ajeno, pertenecen al orbe en su conjunto y a ningún país en particular.)
Pero qué es lo que pasó con el Gran cañón y con las cataratas Victoria. Desde que clavaron la bandera los Estados Unidos pueden reclamar a La Luna como una de sus bellezas naturales, pero no sería una de las bellezas de este mundo, por cierto. Precisamente por estos logros trascendentales y por otros no menores— EEUU corona un deportista todos los días, EEUU es noticia en todos los diarios del mundo todos los días, EEUU tiene miles de películas filmadas en el Gran cañón o en Monumental Valley que se distribuyen por todo el mundo— es que EEUU no necesita hacer una campaña por Internet para coronar maravillas. Y sumemos esto: más de la mitad del encendido de Internet se da en ese país y son virtualmente los clientes turísticos más apetecidos. (Todo lo cual hace más que obvio que somos nosotros los que tenemos que salir a buscarlos a ellos y no ellos a nosotros.)
Belleza natural reclamada por EEUU
                                               
¿Y qué hay de las cataratas Victoria? Las cataratas en cuestión son propiedad de Zambia y de Zimbaue, que creo que son dos países. Respuesta: Si no tienen electricidad, ¿cómo van a votar por internet?
No obstante lo cual, me gustaría formular algunas apreciaciones sobre estas cataratas, apelando a tu ignorancia.
Las cataratas Victoria son unos 18 metros más altas que las del Iguazú (108 de altura máxima frente a los 80 metros de la nuestra.) Pero son más estrechas por casi mil metros menos (1730 ellos; 2700 nosotros) Las del Iguazú son famosas porque en sus inmediaciones hay un mar de naturaleza (léase vegetales.) Las Victoria son famosas porque en sus alrededores se da un mar de naturaleza (léase grandes animales.) Livingstone descubrió las cataratas africanas recién en 1855, cuando las nuestras ya eran motivo de turismo hace tiempo, y las bautizó con el nombre de su reina. Las cataratas Victoria tienen un enorme puente histórico (es de 1905) que vuela junto el abismal salto de agua; las nuestras no tienen ningún valor agregado por el hombre, lo cual podría entenderse como algo a favor, o no. Las del Iguazú están llenas de turistas permanentemente, y estamos— se deja ver— empeñados en incrementar el número de visitantes. En las Victoria no hay tanta visita. El salto más importante de las misioneras se llama “La garganta del diablo”; el fondo de las cataratas africanas se llama “La piscina del diablo”. Y así podríamos seguir con las comparaciones estériles hasta que se sequen las dos cataratas.
Todo esto es cuestión de gusto y no hay nada que hacer. Pero si usted sigue mis argumentos quizás descubra algunas cataratas, como Livingstone.
Por empezar el lector tiene que saber una cosa: nadie va de vacaciones donde no conoce. Alguna foto ha visto, alguien lo asesoró sobre lo que va a encontrar, sobre lo que tiene que hacer. Hay intereses creados sobre lo que usted debe conocer y lo que no debe conocer. “Primero lo nuestro” se nos dice sin pudor para estimular el turismo en nuestro país (o lo que es igual: para inhibir el turismo afuera.) Y es por eso que nadie lo informa sobre las Cataratas Victoria. Su ignorancia al respecto es importante. (Aunque probablemente ya el lector las haya visto: recuerdo más de un artículo periodístico que habla de las cataratas del Iguazú y que iba acompañado de una foto de las cataratas Victoria. Tanto se le parecen.)
Ubicación del Pantanal
                                            Localización geográfica del Pantanal

Pero si la ignorancia sobre lugares remotos es importante, mucho más importante es mantenerlo en la ignorancia sobre las bellezas que se encuentran a la vuelta de casa.
No muchos de mis compatriotas saben ciertas cosas. Hay tres grandes esteros o pantanos en el mundo. Nosotros tenemos el estero del Iberá, que es el más pequeño.  No muy lejos de allí, casi enfrente, se encuentran los esteros del Ypoá, en Paraguay, completamente libre de turismo, donde usted puede encontrar con mayor facilidad a una boa que a un humano. Pero, sin dudas, el pantano más increíble del mundo se encuentra en la triple frontera de Brasil, Bolivia y Paraguay: allí hay de todo. Se lo conoce como El pantanal o Pantano de Cuiabá, es más grande que las tres provincias argentinas de la Mesopotamia juntas, y si yo fuese gobierno, por lógicas razones de proximidad, me encargaría de alimentar su ignorancia.
¿Y qué me dice de los glaciares? Seguramente usted no entiende porque uso el plural. Le enseñaron que solo hay uno: el Perito Moreno. No se preocupe, a los chilenos les enseñaron lo mismo: hay un solo glaciar, el San Rafael.
Estas maravillas naturales están peligrosamente cerca de nuestra frontera. Pero también hay de las otras, las maravillas hechas por el hombre. ¿Qué me cuenta de Chuquicamata? (Foto a tu derecha) Es la mina a cielo abierto más grande del mundo, y como todo lo que se encuentra en Chile está a un pasito de nosotros. Espectáculo tan increíble no he visto en mi vida. Sobre el desierto más hostil del mundo, bajo los crepúsculos más increíbles y diáfanos han creado un cráter de 1250 metros de profundidad. Es como un gran cañón del Colorado de color terroso, lleno de laberintos surcados por hombres y camiones, que desde la cima y a la distancia se contemplan como insectos, como hormigas a las que les hubieran barrido el hormiguero e intentaran escapar hacia abajo, infinitamente, porque la profundidad de la mina se incrementa minuto a minuto. Son 1250 1251 1252 metros de belleza.
Y de las maravillas construidas por el hombre con domicilio muy cercano a la Argentina la represa de Itaipú, hasta ayer nomás la más grande del mundo, a solo 16 KM de la frontera, es un caso que merece un párrafo aparte.
Las cataratas Saltos del Guairá (foto a la izquierda) ya no existen. La construcción de Itaipú hizo crecer el nivel de las aguas del Paraná y las tapó. Solo nos quedan las fotos. Siete saltos de 40 metros que constituían las cataratas más importantes de América, después de las del Iguazú, y por encima de las del Niágara. Hoy están bajo las aguas, pero cuando las aguas bajan se pueden apreciar ciertos saltitos de uno o dos metros en el interior de la enorme laguna que creó la represa: los últimos estertores de una belleza enferma. Y aunque parezca increíble yo tengo ganas de ir a visitarlas.[1]
Pero si tenemos los ojos vendados a lo que tenemos cerca de la frontera, ¿Qué decir de lo que tenemos cerca de nuestra casa (léase Buenos Aires.)? Por empezar les quiero dar un ejemplo menor, pero conmovedor para su ignorancia: la Catarata del arroyo Pavón. (Foto derecha) Quedan a escasos 300 KM, apenas se pasa a la provincia de Santa Fe, cerca de la localidad del mismo nombre. Son 9 metros de caída, no hay turistas, hay buena pesca e incluso se puede dar un buen baño.
Con la excepción de los escritos de Claudio María Domínguez, los argentinos no contamos aún con bellezas hechas por el hombre. Por eso es que dejé para el final los mejores ejemplos de maravillas naturales argentinas.
El porteño suele veranear en el mar y pasar el invierno en las sierras, lo cual es la consecuencia lógica de que en Buenos Aires no haya ninguna de las dos cosas. Pero hay más. Se eligen estos dos lugares no porque sean los mejores, sino porque son los más cercanos. A ningún polaco, por caso, se le va a ocurrir visitar las cierras de Córdoba. Todo esto no guarda ninguna novedad, pasa en todos lados. Lo realmente novedoso es que no vean como una singularidad planetaria las tres maravillas que tienen (tenemos) al alcance de los ojos, acá mismo; un enorme mar dulce (el Río de la Plata); uno de los deltas más grandes del mundo y la soberbia majestuosidad de la pampa.[2] Tengo para mí que muy pocos han votado por estas tres maravillas, y que los que lo hicieron son extranjeros, quizás polacos.
Ya voy a escribir in extensum sobre nuestro ancho río: hoy alcanza con decir que en sus aguas están las aguas de las cataratas del Iguazú, las del Moconá, las del Itaipú y del Guairá, las del Pavón, las aguas de los esteros del Iberá, del Ypoá y del Pantanal. Sobre su cuenca están asentadas dos de las ciudades más grandes del mundo, y creo yo no pasa eso con ninguna cuenca en el planeta. Una de ellas es la Reina del Plata. La otra—cosa que pocos porteños saben—es la ciudad más grande del hemisferio sur: San Pablo. (Paris tiene el Sena; Roma tiene el Tiber; Florencia tiene el Arno y San Pablo tiene el Tiete, su río por excelencia. El Tiete es un afluente izquierdo del Paraná y el Paraná vierte sus aguas en el Plata. Todas las inmundicias que arrojan los paulistas a su río llegan al nuestro.) Todas estas maravillas de nuestro extraño río son acaso más intelectuales y de delectación más difícil y por tanto menos masiva. Pero yo las prefiero.[3]
Con el delta pasa algo parecido a lo que sucede con Chuquicamata, crece de día en día. Cuando llegó Solis se conjetura que no existía, y en 400 años dicen que está destinado a desaparecer. Cierto que al lado del los otros grandes deltas, el del Tigris- Eufrates, el Nilo y el Ganges, no tiene historia. Pero tiene cosas interesantes: la casa de Sarmiento y la de Lugones son las más conocidas. Pero hay otras, más domésticas: la casa del campeón de lancha Daniel Scioli. La casa se la compró Scioli al almirante Massera: yo lo sé…[4] Podemos adicionarle alguna batalla librada con éxito por William Brown (Juncal) y poco más. Pero por supuesto la singularidad mayor, lo que lo hace único,  es su falta de historia.
A la pampa quisiera algún día dedicarle un libro. Desde Darwin hasta José Bao se le ha tirado chorros de tinta. Es, y no tengo dudas, nuestra mayor distinción. Sarmiento escribió profusamente sobre La Pampa y aún no la conocía. Y es que pensar en argentina es un poco pensar en La Pampa; esa habitación sin asientos para los pájaros, como la definió magistralmente Jules Huret, atendiendo a que en la Pampa, originalmente, no había árboles; esa excusa de Estrada y de Borges; ese suburbio del mar.
Yo hubiera votado por la Pampa.
Sin embargo, voté por las cataratas. Lo hice con el sentido político, que es el sentido del tacto. No con el sentido del corazón, que es el gusto.
Noviembre 2011




[1] Ypoá, Cuiabá, Paraná, Uruguay, Iguazú, Guaira, Moconá, Itaipú, yaciretá se diría que el turismo y el idioma Guaraní van de la mano.
[2] Sobre otro ejemplo de lo que tenemos enfrente de los ojos y no podemos ver precisamente por eso mismo, El prepucio de Durkheim, en este blog.
[3] Sobre mis preferencias turísticas me remito a La ciudad bajo el volcán, en este blog.
[4] Con esto no digo nada en particular; solo indico una coincidencia histórica.

sábado, 12 de noviembre de 2011

Los Animales Mágicos

Los Animales Mágicos (y los espejos de colores)

El sol siempre salió de día y las estrellas iluminaron la noche. Al otoño siempre sucedió el invierno, la primavera y el verano... y el otoño. Los ciclos naturales no son novedosos.
Pero en la baja Edad Media la naturaleza podía ser alterada. La experiencia inmediata indicaba irrefutablemente que los animales poseen dos ojos, que los perros no vuelan. Un hombre cualquiera posiblemente en toda su vida abandonara su comarca. Los viajes eran patrimonio de unos pocos. La experiencia nunca fue tan inmediata. Pero alguien, habiendo peregrinado a Tierra Santa, podía afirmar que en los mares lejanos existían cerdos de cinco patas con branquias. ¿Qué podía decir ante esta afirmación nuestro amigo que nunca dejó su comarca? ¿Qué podía decir si casi con seguridad nunca conoció el mar? Seguro que su sorpresa y su escepticismo estarían más en la información sobre una porción de agua tan enorme, que posee abundante sal, ese aderezo que sólo alguna vez se llevó a la boca.
Era un mundo cerrado, con caminos escasos y cortos, casi sin puentes, caminos por donde no transitaban libros, ni personas, ni monedas, ni ideas, aunque probablemente sí cerdos con branquias. Y lo más perturbador para las modernas mentes: no había imágenes. A lo sumo en alguna iglesia podía encontrarse un Cristo, cuya mismas representación, por el hecho de ser excluyente,  hablaba fuerte de su existencia. Acaso algunas gárgolas incrustadas en la fachada de la iglesia reforzaban la idea de animales así concebidos. Pero el resto era la nada.
La imagen era la imaginación. Y la imaginación todo lo podía.   Si la observación directa indicaba que no habia novedades, las cosas podan ser de otra manera en lugares remotos. (Y los lugares remotos se ubicaban a tan solo 50 o 100 kilómetros.) Dragones, pájaros grifos, unicornios, pigmeos con cuernos, gigantes azules, todo era posible. Castillos encantados, ciudades sin enfermedades, países bajo las olas, parajes infernales escondidos en algún bosque u hombres sin cabeza conviviendo en las profundidades de los montes Pirineos[1].
La irrealidad y la realidad – probablemente en ese orden—se tocaban y confundían. Las propiedades del infierno y el paraíso eran detalladas con precisión, y estos llegaban a cobrar visos de realidad irrefutable, siendo solo la extensión de un imaginario que todo lo abarcaba, lo profano y lo sagrado. Los ungidos de Dios y los inclinados al demonio, los visionarios y los curanderos, los que apelaban a martirizar el cuerpo y los fabricantes de prodigios y maravillas, todos eran confundidos y superpuestos. Así, como no creer en milagros que transmitía la fría letra, cuyo agente era un judío muerto hace ya tanto? Como no creer en la edad de Matusalén y en la multiplicación de los panes, en la cura del ciego y del cojo, habiendo cantidad de milagros semejantes a la vuelta de la comarca?
Dante, que solo constituye un residuo de esta mentalidad porque era un hombre de la civilizada Italia del norte, que ya estaba entrando en los tiempos modernos, y un letrado hombre de ciudad, es un comentario obligado a esta altura. Sus monstruosas visiones del infierno son un tanto ingenuas para nosotros, que desde Robert Hooke conocemos con precisión la arquitectura de una cucaracha y de un piojo. Lo suyo era una limitación natural en su tiempo que consistía en fusionar un perro con una cabra y adicionarle dientes de jabalí y patas de gallina. Por supuesto, toda descripción de lo desconocido parte de lo que se conoce, y Dante no conocía lo que son los peces abisales, que son asquerosos pero asquerosos de verdad, y probablemente tampoco tenia interés en el reino animal. Entre el Apocalipsis de Juan y la Comedia no hay gran diferencia en lo que fauna exótica respecta.
Y es que lo monstruoso es cuestión de costumbre: los nenes de hoy se ríen de las boberías que a nosotros nos daban miedo; los inventos de Giger (Alien o Depredador) son demasiados antropoides para un paladar acomodado al terror; los malayos comen insectos hasta que se hartan y los entomólogos no se asustan de nada. En el film Sweeney Todd de Tim Burton se cortan tantas cabezas que uno pasa del susto a la risa.
Pero no todos fueron crédulos en la Edad Media. Seguramente muchos no le creyeron a Brunetto Latini cuando describe con exactitud a ese animal que hoy conocemos como cocodrilo. El autor mismo parece asombrarse de su hallazgo.  Y podemos imaginar la descripción de otro argonauta que nos cuenta de un animal de patas largas y cuello que supera los dos metros de largo, amarillo, de ojos dulces como un camello, que hoy sabemos existe. O de ese otro cerdo sin pelos, de larga trompa, pesado y enorme, que asusta con su misma presencia y que para colmo nunca va solo, bueno con los hombres de extraños pueblos que saben someterlo y aplicarlo al paseo y a la guerra. No es fácil creer cosa semejante, tampoco en la Edad Media. Isaac Asimov  nos cuenta sobre el simio berebere, ese al que el poeta romano Ennio llamo “la mas vil de las bestias” porque se parecía al poeta Ennio.

“En la época medieval, cuando el carácter único y la supremacía del hombre se convirtieron en un dogma inatacable, la existencia del simio resultaba mas irritante. Se le identificaba con el diablo. Después de todo el diablo era un ángel caído y deformado, y bien podía el simio ser creado a su imagen, de la misma manera que el hombre habia sido creado a la imagen de Dios.”2

Luego Asimov nos cuenta sobre el terremoto que, ya en la modernidad, resulto de los primeros europeos que se vieron cara a cara con un orangután y un gorila.
No es difícil imaginar el impacto que causaron ya en el XIX las primeras representaciones de dinosaurios y de otros bichos extintos. A ningún medieval se le hubiese ocurrido la representación de un Stegosaurus o de un Argentinosaurus, esa bestia de 40 metros y 80 toneladas. El mito musulmán del ave Roc, que maravilló a Marco Polo y al escritor de Las Mil Y Una Noches, parece una cría del Quetzalcoatlus por su tamaño. ¿Quién podía concebir estas maravillosas creaciones de Dios haya por el XIII?3
Muchas islas del Atlántico eran inexistentes. Entre ellas hubo dos que, al menos en el nombre, como se sabe, tuvieron fortuna: Antilla y Brasil, que con el tiempo llegaron a señalar lugares reales. Y otras no tuvieron fortuna; como las Afortunadas, la de Los Muertos y hasta el mismísimo Paraíso, que finalmente Colón cree encontrar en la desembocadura del Orinoco, durante su tercer viaje. Incluso islas fabuladas, que en realidad, se afirmaba, eran el lomo de alguna bestia en reposo, como el Zaratán musulmán del siglo IX, la ballena de San Brandán (que por sus implicancias religiosas parece prefigurar a Maby Dick), o el Kraken, dado a conocer por el obispo de Brergen, Noruega. 4
En el fabuloso (en todo sentido) El Imperio Español, de Hugh Thomas se describe el primer encuentro entre culturas. Describe (lo malo del libro es que es meramente descriptivo) lo que intercambiaron los conquistadores con los indios.
Y acá es importante aclarar una cosa. Los indios nunca habían visto espejos de colores, y si yo hubiese sido ese indio jefe le hubiera dado a Don Cristóbal hasta el culo con tal de poseer uno. Pero el almirante, pese a su larga travesía, no le pidió otra cosa que comida. El jefe, obnubilado con los espejos (imagino que nunca había visto su rostro con tanto detalle) quería más. Colón, que ya estaba saciado y no tenía tanto apuro, pidió que le traigan en a su presencia algún otro ofrecimiento. El indio dio una orden y uno de los suyos trajo una hembra. Colón era muy religioso (o exquisito) y negó ese manjar a los suyos y a él mismo. Entonces fue que le trajeron dos cosas: Un loro y un pedazo de algodón. Quieren, aquellos que no razonan con rectitud, que los visitantes se impresionaron con el bicho. Es verdad que repetía todo lo que le decían. Era un pajarraco que habla y que aprendía el castellano con mayor rapidez que los indios y que los lactantes. Pero, quienes piensan así olvidan que todo era posible para esas mentes medievales. Todo era distinto en esas tierras. Lo único raro hubiera sido encontrarse con algo ya conocido. Por eso estoy seguro que se llevaron una sorpresa con el algodón.


                                                                                                          Noviembre de 2oo8



[1] Enumerados en La revolución burguesa en el mundo feudal: José Luis Romero; Primera parte, Cáp. 4.
2 Issac Asimov, Mirar a un mono largo rato. En El secreto del universo y otros ensayos.
3 Borges, en su Libro de los seres imaginarios, pasa revista a varias creaciones, como el Fénix o el Unicornio. Pero a Jorge Luis lo que menos le importa es esta clase de bichos fabulosos. Propende irresistiblemente hacia las criaturas metafísicas de Swedemborg o Condillac, las poblaciones especulares (Animales de los espejos-El doble), las creaciones “literarias” (el Golem), o las sutilezas (Los seres térmicos.) Este tipo de vida puede ser compendiado en un tercer grupo, porque son imaginados, pero también son patrimonios demasiado humanos.
4 En el “bestiario” de Borges este cifra sus esperanzas de que el Moby Dick haya sido prefigurado por un bestiario anglosajón, El códice de Exeter. Pero esto es desde todo punto de vista inaceptable. La historia de San Brandán, un religioso que sucumbe a la ballena, es la más popular de todas las enumeradas por el escritor, y desde ya que debió ser la más famosa para Melville. En la enumeración que principia el texto no hay mención de este códice. Parece tener nuestro escritor un apuro de originalidad, y es conocida la falta de predisposición de Borges hacia la iglesia de Roma. (Ver El Zaratán, en El libro de los seres Imaginarios.) En su afán de originalidad, Georgi minimiza al Kraken frente al Zaratán (Ver El Kraken) y omite incluir al Moby Dick en su bestiario.

La ciudad bajo el volcan

La ciudad bajo el volcan
Solo unos pocos  tienen acceso a P...., la ciudad más pacifica del mundo. Quiero confesarles porque quiero conocer P..., porque la juzgo un tesoro de la humanidad que los intelectuales aun no valoran, e incluso quiero hablarles de porqué no valoro en absoluto a los intelectuales.

El fuego renovó Londres y Chicago. Los terremotos barrieron San Francisco y Tokio, y nuevas ciudades con el mismo nombre crecieron es sus lugares. Katrina le dio una paliza a las preservadas viviendas del centro de Nueva Orleáns. Algo más puede decirse sobre Berlín o Dresde, que fueron reducidas a cero por los bombardeos y que renacieron de sus plomos. O sobre Buenos Aires, que en los anos treinta sufrió un lifting del que hoy nadie se arrepiente. Y podemos agregar alguna pequeña ciudad como Federación, en Entre Ríos, que fue sumergida por una represa y vuelta a edificar en sus inmediaciones. Todas ellas salieron del otro lado de los incendios, de los terremotos, de los huracanes y maremotos, de las bombas, de las inundaciones, de las profundas innovaciones como ciudades nuevas y a la vez con pedigrí, con historia. Es más: cada uno de los percances que padecieron alimento el fondo común de la historia de cada una de estas ciudades.
Hay motivos sobrados para que ciertas ciudades no desaparezcan, para que se recreen en caso de desaparecer. Troya fue fundada infinidad de veces. Los fundadores no eran tercos. La volvían a fundar en el mismísimo lugar por un determinismo geopolítico que dice que las ciudades están donde tienen que estar, y no donde quieren estar. Todas las culturas dejaron a Constantinopla, a Bizancio, a Estambul sobre el estrecho del Bósforo, haciendo abstracción de los frecuentes terremotos que coinciden en ese estrecho (y paradójicamente hoy sabemos que ese estrecho es producto de los sismos.) Sarmiento manifestó que la única salida que tenia el federalismo, para que Buenos Aires dejara de ser el centro del país, era cambiar el curso de los ríos Paraná y Uruguay, que desembocan en sus inmediaciones. – En realidad es Buenos Aires la que esta en las inmediaciones de esos ríos—.
Pero no todas las ciudades que desaparecen vuelven a aparecer. Y algunas retornan después de una enormidad, con identidad poco alterada. Acaso el ejemplo mas intelectualizado sea el de Pompeya y Herculano, sepultadas por la lava en el 79 y preservadas intactas hasta el día de hoy, al menos hasta que venza la última tregua con el Vesubio.1 De alguna manera estas ciudades permanecen sepultadas porque no cumplen su función de tales. No obstante nos proporcionan una mirada insoslayable sobre la cotidiana vida de la Roma antigua. Y—obviamente— son el ágape de los arqueólogos y de los intelectuales.
¡Y cómo no serlo! Los intelectuales, en general, mueren por el pasado. Para ellos es más importante conocer las ruinas de Roma, un imperio que se extinguió hace mil quinientos años, que conocer la ciudad de Nueva York, que es la ciudad imperial de la actualidad, algo así como la capital del mundo. Y es que, como buenos intelectuales, prefieren “reconocer” antes que “conocer”
Claro que esto es cuestión de gustos, pero cuando un gusto se generaliza hay algo que anda mal. En primer lugar es mentira que la gente vaya de vacaciones a dónde no conoce. Lo mismo pasa con los intelectuales: van a conocer (reconocer) lo que han leído. Se maravillan con Pompeya. Todo está tan silencioso e imperecedero. Las columnas, los teatros, los templos. Se encuentran los moldes en yeso de las últimas posiciones asumidas por las víctimas. Una madre le cubre la cara a su hijo. Un anciano parece resignarse a la muerte. Los perros y los gladiadores permanecen encadenados. Y muchos toman naturalmente la posición fetal que tan bien nos protege. Pero estos intelectuales, por un inherente deseo de mediatizar los hechos, necesitan románticamente pensar en el pasado: Como Séneca, que abjuraba de los circos y del teatro, y, en el fondo, de todo lo romano, para exaltar a otros pueblos, preferentemente más antiguos, idealizados hasta la demencia.2

En P.... es diferente. En P.... vive gente. Al menos vive la poca gente que se anima. Quienes trabajan en P... lo hacen a desgano. Son muy bien pagados, sin dudas, pero tampoco van a deslomarse trabajando cuando la oferta laboral es casi nula. Los trabajadores de P... no viven en P... Quienes viven en P... no trabajan. Quizás algunas veces al ano se dedican a cosechar la tierra. De lo otro, de lo material, no les falta nada. Nada les impide abandonar P... Los obreros que trabajan en la ciudad los impelen para que se marchen. Ellos resisten como el primer día. Y es que P... es hermosa, tiene todo.

Cuentan que el primero que reportó la existencia de Pompeya enterrada fue el célebre arquitecto Domenico Fontana. Pero cuando la escueta comunidad intelectual de siglo XVI lo interrogó sobre el asunto, Fontana indicó que se trataba de un malentendido: el que se había hecho eco del hallazgo era un campesino bruto que el arquitecto casualmente tenía como obrero. Pero la historia más verosímil dice otra cosa. Sacó a la luz pinturas eróticas y esculturas de Príapo, que los romanos solían tener en los jardines.3 Parece que Fontana decidió tapar lo encontrado por temor a que se difunda lo que su época seguramente no hubiera aceptado.
Hoy, igualmente, el lupanar de Pompeya está a la vista de todos. Enormes pinturas pornográficas reciben al visitante. Pero el intelectual pone cara de concentración, como si las prostitutas fueran casa del pasado.

Nadie quiere visitar P...,. Quienes llegan lo hacen como temerarios y terminan por quedarse a vivir. O, en otros casos, terminan por frecuentar tanto P... que sus habitantes los toman mas como familiares que como turistas. Los que salen informan que no hay gente más hospitalaria ni más limpia. La ropa es lavada por todos sus habitantes no menos de dos veces al día, en el río de P, que es de un agua cristalina. La basura es sacada puntualmente a las ocho de la noche, y en esa tarea se discrimina los plásticos de los vidrios, los papeles y cartones de los desechos orgánicos. Los muertos, cuando los hay, son incinerados y expulsados al espacio.

No hace mucho, los arqueólogos han encontrado un hotel en  Pompeya. No difiere mucho del lupanar. La diferencia es que las prostitutas, esclavas griegas en su mayoría, eran asignadas por largo plazo a los clientes. Lo que impresionó al incauto intelectual que gusta de estas cosas es que el mismo albergaba a la intelectualidad de la época. (Porque los intelectuales están creídos que todo cambia, menos ellos mismos.)
A decir verdad,  no creo que exista una clase de hombres que se llamen intelectuales. Muchas veces los que así se llaman confunden la capacidad de asombro—que considero un rasgo que debe poseer el intelectual—con el asombro estúpido, que es ese que nace precisamente de la falta de intelección, de la suposición de que todo intelectual es inteligente, lo cual es a todas luces falso. Los verdaderos, por lo menos aquellos que merecen mi estima, están de paseo por la ciudad de P…***

Chernóbil, en el extremo norte de Ucrania, es una vieja ciudad que se hizo célebre por estar cerca de la central atómica que explotó en 1986. La explosión no hizo mucho daño a esta gente: apenas trajo algún hijo con dos cabezas, producto de la radiación,o algún rabo entre las nalgas de un bebé. La historia de Chernóbil, en los últimos cien años, así lo demuestra. En 1933 fue víctima del holomor, como se conoce al genocidio ucraniano, impartido por Stalin, que consistió en matar literalmente millones de seres por inanición. Menos de diez años después llegaron las alemanes y se quedaron un par de añitos, y no hace falta decir de lo que son capaces. Comparativamente, como se ve, lo de la central nuclear no fue nada.
Nadie construyó tantas ciudades en toda la historia como lo hicieron los soviéticos. Levantaban ciudades en cuestión de días. De modo que cuando hicieron la central atómica, que se encuentra a varios kilómetros de Chernóbil, alguien tuvo la genial idea de levantar una nueva ciudad para los más de 20 mil operarios, junto al depósito de plutonio. Y la población inicial para esta nueva sería transplantada desde Chernóbil.
Y así, en 1970 nacía Prípiat, la P… de que les hablaba. La ciudad se llenó de torres de departamento, escuelas, comisarias, iglesias, y todo lo que supone una ciudad. A 16 años de su fundación tenía cerca de 50 mil habitantes. Pedirle personalidad a una ciudad planificada y recién construida era una petición irracional. Pero el plutonio le tenía reservado otra cosa a Prípiat.
Hoy Prípiat está dentro de la zona de exclusión de la vieja central atómica. El acceso está restringido a técnicos que reparan el daño y a los residentes que, a pesar de la férrea mano del comunismo, nunca quisieron abandonar su ciudad. Hoy Prípiat es un fantasma, pero con personas. No son más de cincuenta. Cincuenta fantasmas. Gustan de narrar su resistencia ante la expulsión obligada. Afirman que el plutonio no hace nada, o que la medida preventiva de sacarlos de allí fue exagerada. Como aún respiran y se los ve sanos, parece que tienen razón.
El plutonio es la lava del siglo XX. Es lo que va a dejar intacto a Prípiat por 25 milenios. Mucho más intacto y mucho más tiempo que Pompeya.
En 1991 se dio un hecho que nadie previó y que aún aturde: cayó la Unión Soviética. Los monumentos, los emblemas, y todo el modo de vida comunista fueron destruidos. Pero en Prípiat todo siguió igual. Como los vecinos son escasos para ciudad tan grande, no pudieron evitar que líquenes y hongos se aferren a muchas construcciones (lo cual a mi paladar lo torna más bello.)
Hoy Prípiat es un museo del extinto régimen. Incluso tiene un hotel, que es frecuentado por los pocos, poquísimos que se le animan. Son locos, son intelectuales. Los de verdad. Y lo más notable: podemos estar razonablemente seguros que será la joya arqueológica dentro ¡de 250 siglos¡
Ya hoy sorprende el mobiliario intacto de los 80. Y solo han pasado 22 años.
Quiero conocer Pripiat.
                                                                                                          Noviembre 2oo8



1 El tema es complicado. La ciudad que Nápoles bien pudo haber sido bautizada como Pompeya, y así Pompeya nunca haber desaparecido totalmente, como se da en el caso de Federación o Buenos Aires. Todo se reduce a un problema de nomenclatura. Un caso significativo es el de la ciudad más vieja de nuestro país. Santiago es el producto del tercer traslado de la ciudad de Barco, que efectúa Francisco de Aguirre, siguiendo órdenes de Valdivia. Francisco, que era un rana bárbaro, tuvo la genial estrategia de rebautizar Barco como Santiago, y así entrar en los libros de historia. Definitivamente, el nombre es lo más importante.
2 En realidad séneca era más romano que los acueductos y sabía que le hablaba a sus compatriotas cuando estas cosas decía. Pero fue tan radical en sus dichos que solo le quedó un amigo, Lucilio.
3 La representación de Príapo, dios vulgar de la fertilidad, es la de un enano feo con una poronga más larga que su cuerpo.
*** Si es una persona desprejuiciada ya habrá notado que toda mi aversión no es más que un recurso literario. Es lo que Nietszce y otros hacían con su propio grupo. Yo lo llamo conductismo literario.

Prólogo a Los Ineptos



Mi trilogia de Los Ineptos fue publicada por Ediciones Deveret bajo un sesudo prologo de Adrian Fernandez. Luego yo correspondi a Adrian-creo- con un prologo a su libro La luz en la cuchara. Casi casi Los Ineptos fue publicado percedido de este, mi prologo:

No quería escribir un prólogo, pero me obligaron. Como se trata de gente de adentro—de adentro mio—no me pude negar, y acá estoy. Los prólogos siempre revelan algo y estorban el sentido crítico. Si va a continuar leyendo, piense una cosa: mis personajes quizás no estén de acuerdo conmigo. Y es mi deseo que usted tampoco.
                                                        
Poco importan mis ideas políticas. Lo que reflejan estas obras no es neserariamente lo que pienso. Si tuve que sacrificar algun pensamiento al respecto lo hice sin piedad. La obra me fue llevando. De alguna manera yo también sucumbí al mecanismo.
Y esto se hace evidente en Antes de Mayo. Jamás comulgué con esa historia que factura miles. La que dice que todos nuestros males fueron engendrados hace 200 años, condicionando fatalmente nuestro presente, y hasta nuestro futuro. Esa historia, que supone que la Argentina de hoy ya existía en 1806 o en 1810, paradójicamente, niega la existencia del tiempo.
Antes de Mayo no es una obra de historia, es una obra de teatro. El aficionado a la ciencia de  Clio notará que ciertas situaciones, que a primera vista parecen imverosímilies, no lo son tanto, y otras, que parecen verosímiles, son del todo falsas. Antes de Mayo es una obra de teatro que se masturba pensando en la historia.
¿A qué remite Los Amigos del Intendente? ¿A cierto costado del aparato peronista? ¿A la instrumentación de las cajas P.A.N. durante el alfonsinismo? ¿A la compra de votos? Por otra parte: ¿Ser pobre tiene su beneficio? ¿Hay más pobres que pobreza? Poco importa. A las obras las engrandece el tiempo, y si el tiempo hace meritoria esta humilde pieza, no será por cosas tan puntuales. ¿A que signo político pertenecía Ricardo III? ¿Importa  en quién pensaba Alfred Jarry cuando construyó su Ubú rey?  Alfred Jarry está muerto y Ubú rey está vivo.
La primera de las obras es la que más me gusta. Es mi deseo que sea representada sin ningún anclaje en el tiempo ni en el espacio. La juzgo semánticamente muy rica y prefiero no agregar más.
Estas obras, independientes entre sí, no están ordenadas inocentemente. Las dispuse, futuro- presente-pasado, y sugiero que así sean leidas.
A Carlos y a Adrian les estoy agradecido hasta la obecidad. A Carolina, Jorge y Oscar porque cumplieron con sus roles de manera extraordinaria. Pero los agradecimientos masivos pierden fuerza. Por eso este libro va dedicado, en agradecimiento por lo que me dio, a una sola persona.

                                                                                  Puerto Madero, abril de 2009

domingo, 6 de noviembre de 2011

Un ladrillo en la pirámide del tiempo.

Un ladrillo en la pirámide del tiempo.

     Soy dueño de una biografía del Che Guevara escrita por Pierre Kalfon. Es barata y tiene muchas páginas. Movido por el escepticismo decidí abrir ese ladrillo de la biblioteca. Una biografía del Che podía ser barata, pero no podía tener muchas páginas. La esencia de su vida (y la de todos) podía descansar eternamente en un par de hojas. La esencia de su pensamiento (me mostraba escéptico pero optimista) podía beneficiarse con alguna carilla. Está claro que una biografía puede ignorar los pensamientos, en fin de cuentas estos se materializan en las acciones, pero eran demasiadas hojas, demasiadas acciones para que las pudiera recordar el mismísimo Che Guevara. Yo mismo no puedo recordar setecientas páginas de mi vida a menos que las recree o sea, a menos que las vuelva a crear y las presente como mi vida. Por lo tanto, pensé que si Pierre Kalfon, pretende relatar la historia del Che Guevara (o la de todos) tendría que relatar cosas demasiado vulgares, demasiado obvias, que en fin de cuentas es lo que hacen todas las biografías. Por ejemplo que el Che tenía un lugar para nacer, que tuvo papá, que tuvo mamá y que por lo tanto tuvo abuelos.
     Pero cuando abrí el libro fue como un ladrillazo en la cabeza.  Por vía materna el Che desciende de Martín José de la Serna, un héroe de la conquista del desierto, y de José Martín de la Serna, quien fundó la ciudad de Avellaneda. Esto le daría algún prestigio a don Ernesto Guevara, prestigio que no necesita. Pero lo verdaderamente asombroso viene por vía paterna. Sus ascendientes fueron Hugo de Lynch, quien comandó la caballería de Guillermo el conquistador en la batalla de Hastings en 1066. Sus descendientes fueron dueños absolutos de la isla de Irlanda y marcharon en la tercera cruzada hacia oriente. Varias generaciones después encontramos a Charles Lynch, plantador y hombre de leyes del estado de Virginia (EEUU) que se hará tristemente célebre dando su nombre al linchamiento.36 Para mi sorpresa el Che era descendiente de todos estos notables personajes.37
     Estuve pensando el asunto y llegué a conclusiones que me dejaron perplejo como Arquímedes el día de su muerte.

     Lo normal es que usted tenga papá y mamá, por feo que usted sea. Eso es lo normal. La ciencia pronto nos dará hijos sin padre, sin madre, sin ambos, pero como a nosotros nos interesa el pasado, eso es lo normal. Entonces sus progenitores son dos. Sus abuelos son 4. Sus bisabuelos son 8. Sus tatarabuelos son dieciséis. Y ahora empezamos a caer vertiginosamente. Sus ancestros que siguen en orden son 32, luego 64, 128, 256, 512, 1.024, 2.048, 4.096, 8.192, 16.394, 32.768, 65.536, 131.072, 264.144, 524.288, 1.048. 576.  Estas son 20 generaciones. Si queremos llegar a la época de Guillermo el conquistador tenemos que sumar 10 más a la lista. Sigamos: 2.097.152, 4.194.304, 8.388.608, 16.777.216, 33.554.432, 67.108.864, 134.217.729, 168.435.458, 336.870.916, 673.741.832.37' Si señor 673.741.832, usted tiene más abuelos allá por el 1066 que los habitantes que actualmente pueblan la tierra. ¿ Esto constituye una imposibilidad lógica?
La trampa está en una especie de incesto colectivo. Mucho antes de llegar a la época de Guillermo usted y yo hemos compartido muchos abuelos, por lo tanto a nadie debe enorgullecer tener ancestros tan notables, lo único notable sería que un perro sea ancestro suyo pero no Hugo de Lynch, que seguramente es abuelo del Che Guevara y probablemente suyo y mío. También es probable  (altamente probable) que el mismo Guillermo sea nuestro abuelo. Y si llevo mi genealogía a los tiempos anteriores probablemente Julio Cesar o Alejandro Magno sean abuelos míos. Pero cuando los abuelos se multiplican pierden todo valor y uno no los puede querer a todos. La mayor fatalidad es que nuestros nietos no nos van a querer a nosotros, por muchos que tengamos.
     Como verá, la biografía del Che (y la de todos nosotros) es de lo más vulgar.





36 Capítulo 1, en el apartado Una familia patricia.
37 Nunca entendí porqué se habla de descendiente y no de ascendiente. Imagine una pirámide en la cual están representadas las sucesivas generaciones (figura 1) Los primeros hombres ocuparían unos pocos ladrillos en la cúspide, mientras nosotros ocuparíamos la multitud de ladrillos alojados en la base. De esta manera hablamos de “descendientes” porque estamos construyendo la pirámide de arriba hacia abajo, cuando lo lógico es al revés, como se construye cualquier edificio. Si yo dibujo una pirámide y le pido que ubique en la misma el futuro y el pasado con total seguridad usted ubicará el futuro arriba y el pasado abajo,(figura 2) lo cual demuestra que la pirámide generacional no se ajusta al sentido común. (Compare las dos figuras) Claro que la pirámide generacional bien entendida implica otra infracción al sentido común, (figura 3) dado que es una pirámide puesta de cabeza, aunque yo encuentro muy sensato ir ensanchando la base por arriba. Esta nueva manera de ver las cosas nos ubica en una posición de apertura con relación al futuro y dejamos de estar en la incómoda posición entre el suelo (que en una pirámide convencional sería un futuro opresivo) y el peso de nuestros ancestros. Si adhiere a mi razonamiento tendrá que rendirse a la evidencia: su abuelo es descendiente de usted. La respuesta al problema de no poder invertir la pirámide (problema que nosotros no tenemos) está más en los ancestros que en una imposibilidad, llamémosla así, de ingeniería. Nuestros ancestros valoraron religiosamente a sus ancestros y se consideraron descendientes de aquellos, casi por una cuestión de respeto. Ensayo otra respuesta: los árboles genealógicos se dibujan de arriba para abajo y  eso refuerza el sentido de involución que presenta la tabla generacional. Sospecho que todo esto fue definido por la Edad Media: Si se espera el fin de los tiempos y a esto le sumamos la idea de tiempo como manifestación de la caída, no hay más nada que decir. (Tengo una segunda sospecha, este es el argumento más verosímil.)
Quizás se pregunte porque una nota tan extensa al pié de la página y no en el cuerpo del texto, sobre todo teniendo en cuenta que aquí esta la clave del título. Bueno; yo lo encuentro tan sensato como la construcción de una pirámide invertida comenzando por el vértice que descansa en el suelo y continuando indefinidamente ensanchando la base hacia arriba.
Figura 1                                       Figura 2                                  Figura 3                                         Ascendientes                                        Futuro                  Ascendientes/ nosotros/ futuro
  Descendientes         Pasado   Descendientes/ pasado /abuelos.
                                                                                                                                            
37' Este es el argumento de mayor peso a la hora de entender la convención de la pirámide generacional