Los nombres siameses
La señora Catania pensó un nombre para su hijo, próximo a nacer. Juan Kadel le pareció un hermoso nombre, el primero vulgar, el segundo rebuscado. Con el tiempo, él elegiría como quería que lo llamen
Finalmente dio a luz gemelos. Eran muy pero muy parecidos, al punto que la madre los confundía de tan iguales que eran, ( si es que acaso los bebes no son todos iguales.) No queriendo ponerles un segundo nombre, quizás porque ya había tenído un segundo hijo que no esperaba, los bautizó Juan y Kadel.
Juan y Kadel mostraron la misma facilidad para aprender a hablar y para las primeras letras. Tenían inclinación por los mismos juegos y, cuando jugaban a la pelota con los chicos del barrio lo hacían para el mismo equipo con el propósito de no confundir a los otros, y en cuanto a la habilidad también se mostraban idénticos.
Todos estaban admirados de tanto que se parecían.
En el colegio no tenían problemas, cuando venía la jota de Juan enseguida venía la Ka de Kadel, la misma profesora los confundía y ninguno era más brillante que el otro. Se parecían tanto que no tenían necesidad de intercambiar identidades ante un apuro académico, pues lo que uno sabía también lo sabía el otro.
Se casaron jóvenes, con mujeres semejantes, y con el tiempo llegaron a intercambiarlas. Eligieron la carrera de arquitectura para poner un estudio en conjunto y para poder dedicarse a las mismas obras. Ganaron. Perdieron. Todo en idénticas proporciones y a un mismo tiempo.
Como no podía ser de otra manera ambos murieron cuando el auto en el cual viajaban se prendió fuego. Sus cuerpos quemados tuvieron la misma suerte que la de sus cuerpos hidratados; eran irreconocibles. Por el reloj que portaba uno de ellos se pudo saber la hora exacta del siniestro, pero lo intercambiaban con asiduidad y bien podría ser el reloj de uno o de otro, el cual marcaba la hora en que murieron ambos. Fueron enterrados en el mismo cajón, que entre los dos lograban llenar, y bajo la misma lápida, que decía Aquí descansa Juan Kadel Catania.94
94 En la primera oración del último párrafo hay una coma que falta. No es un error, es adrede, y se presta a la ambigüedad, pues lo ineluctable puede ser tanto la muerte de cualquier persona o la de ambos hermanos en el mismo accidente. No obstante, no hay tal ambigüedad, dado que ambas interpretaciones son exactas y se pueden dar al mismo tiempo, como las vidas y las muertes de Juan y Kadel.
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