Era un preso político. Ya había obedecido en el ejercito como para soportar la obediencia a los carceleros. La primera era por la patria; la segunda por... por él, por nada. Suponía que la patria era un organismo más noble y elevado, digno de todo sacrificio. Allí, lo trágico era la incertidumbre. Le habían dado cinco años, pero las contingencias propias de la política le decían que esa cifra se podía reducir considerablemente.
Y fue así. En un año estuvo libre. Sintió el placer de desplazarse en auto por la campiña, de lavarse los dientes a cualquier hora, de dar su pensamiento a cualquiera sin ser censurado. Como podía ir donde quería sin pedir permiso, eligió como primer destino la casa de los Hanfstaengl. Era nochebuena, y la elección seguramente revestía un deseo de intimidad, de apertura emocional, que solo Helene podía ofrecerle. Ella notó que su natural torpeza para desplazarse se había incrementado con el aislamiento. Afectuosa, lo sentó en un sillón y dejó que hable por sí solo. Era nochebuena, y quizás la conmemoración religiosa lo condujo a la reflexión sobre asuntos penitenciarios.
__ No se puede imaginar lo feo que fue. Aún cuando ya había abandonado la cárcel__ dijo, mientras se sacaba el sobretodo__ tenía la impresión de que en cualquier momento sentiría que una mano se apoyaba en mi hombro. En estas horas he pedido permiso para cualquier cosa que quisiera hacer, como bajar del coche o para entrar en un baño público.
Un silencio le hizo recordar otras groserías del encierro.
__ Alguien me vigilaba constantemente a través de la mirilla de la puerta de la puerta de la celda.__ continuó.__ es una sensación horrible. Sospecho que en este mismo momento me vigilan.
Helene le tiende unos biscochos.
__ Usted sabe que hice una huelga de hambre durante dos semanas... Ellos trataron de usar eso como pretexto como para calificarme de loco y transferirme a un asilo.
Helene estaba sentada en un amplio sofá, frente a él. De repente, Hitler cayó de rodillas y apoyó su cabeza sobre el regazo de ella.
__ Si sólo tuviera alguien que cuide de mí.
__ Mire; eso no puede ser__ dijo Helene, y le preguntó porque no se casaba.
__ No puedo casarme porque mi vida está dedicada a mi país__ respondió él.
Conclusiones: 1) Las cárceles nada enseñan porque los pensamientos de los hombres obedecen más a la política que a las rejas.
2) Alemania entre 1933-45, que se esperaba que fuera un imperio que duraría mil años, fue una cárcel que bien o mal se derrumbó en un corto lapso. ¿Habrá aprendido el pueblo alemán? Sí, pues 3) ha encontrado alguien que cuide de él, las democracias occidentales y la buena pedagogía, que nunca se corresponde con una prisión.
Nota: lo que está en bastardilla es un extracto literal de Hitler, biografía de John Toland, quien extrae la anécdota, que aquí se adultera con otros fines, de Hitler’s secret conversations y de una entrevista con Helene Hansftaengl que él mismo mantuvo.
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