domingo, 26 de abril de 2020

Criptograma chino-morse


Les vengo a ofrecer un criptograma fácil (una escritura cifrada) basada en el código Morse, esa idea que ya lleva más de cien años y que posibilitaba una comunicación más fluida en tiempos en los cuales el telégrafo empezada a achicar el mundo y que hoy prácticamente nadie usa.
El código Morse asigna puntos y líneas para cada letra del alfabeto, del siguiente modo:
Morse binario | Ciencia | EL PAÍS

Si tenemos que escribir, ¨hola¨, sería como sigue: 



Mi idea es que cada letra en el código que supere los dos caracteres, por cuestiones meramente procedimentales que ya veremos, se escriba en dos líneas. Por ejemplo, ¨hola¨ quedaría escrito así:



Luego será cuestión de practicar la escritura, que la haremos de arriba hacia abajo, como en chino, en columnas.  En el siguiente ejemplo hay una palabra por columna y cada letra va debajo de la que le sigue. Dice: ¨oíd mortales el grito sagrado¨:



Una vez que ya asimilamos esto, que con poca práctica nos resultará una pavada, sólo nos resta disfrazar los puntos y las líneas. En el siguiente ejemplo dice exactamente lo mismo que en el anterior, pero le he endosado un mamarracho que simula ser chino. Vean:



Siempre cuiden de no introducir en el mamarracho que adjuntan lineas y puntos que nos pueden confundir. Mi método es hacer cualquier mamarracho libre y luego, si hay ambigüedad en una línea o punto, lo tacho con una pequeña línea en vertical. (Noten que no hay líneas verticales ni diagonales en el Morse). 

Por supuesto, si lo desean, pueden escribir más de una palabra por columna o inventarse un símbolo para las puntuaciones o, en fin, hacer lo que quieran.
Dejo otros dos criptogramas que he parido en este blog. Besos.


sábado, 25 de abril de 2020

No a las redes


Cuando una persona pierde el trabajo y lo publica por las redes lo habitual es que le encajen un emoticón de asombro, de tristeza, de dolor. Pero más repercusión causa otra cosa.  
En estos tiempos me he borrado de Facebook, de los grupos de Wassap,  de otras redes sociales y he dejado de publicar en este blog después de más de quinientas publicaciones y casi una década. He recibido, especialmente desde mi ausencia en Facebook, una catarata de mensajes alarmistas que anunciaban mi suicidio social, mi sinrazón de ser, mi locura. Irse de las redes es hoy un pecado, al menos para las mayorías, esas que creen que un argumento ad populum no es una falacia. Por otra parte, al abandonar este blog he recibido quejas, que yo traduje como piropos de esos amigos y esos lectores incondicionales que te leen para putearte la mayor parte de las veces.
En el caso de los grupos de wassap (me fui de todos), me han preguntado la razón. Alegaron que siempre son útiles, que siempre en algún momento pueden salvarme. Como contraargumento recordé un artículo que compartí con ustedes hace tantos años. Imaginen que pierden una lapicera. La empiezan a buscar. La lapicera no aparece. Buscan bajo el sofá, la biblioteca, la cocina. Nada por aquí, nada por allá. A la hora de buscar, aparece. Se alegran y satisfechos la besan. Bien. Ahora piensen. Estuvieron laburando una hora por una lapicera que sale 15 pesos. ¿Cuánto te pagan en tu trabajo por una hora? ¿No era mejor ir a comprar una lapicera a los 10 minutos de buscarla? Ahorrabas tiempo y guita. Revisar grupos de wassap por una semana para encontrar algo valioso es lo mismo.
Por supuesto que estoy en contra de las redes por otros motivos, todos ellos meditados, y que la pandemia y el encierro me terminaron por confirmar.  Pero por sobre todas las cosas, ahora que hace un tiempo que me fui, puedo asegurar que soy más feliz.  Y la felicidad se justifica sola. No hay que analizarla. Salvo en un punto. Tengo más tiempo para mí mismo. Incluso para mi blog. Por eso soy más feliz.  Porque puedo perder la lapicera.