miércoles, 31 de diciembre de 2014

Sólo vemos lo que podemos ver




Sólo vemos lo que podemos ver

           
Daniele Da Volterra, Descendimiento de la cruz
La anécdota es conocida, y voy a recrearla para no aburrir al lector. Miguel Ángel se estaba muriendo. Junto a él se encontraba Daniele Da Volterra, que era como de la familia. Había sido su discípulo, su amante y su modelo. Su rostro ha sido reconocido en varias obras del maestro. Por supuesto, Miguel Ángel le pasaba plata. Y ahora, en el final, Daniele se había transformado en su enfermero. Entre esputo y esputo, le secaba el sudor de la frente, lo peinaba, lo afeitaba, lo lavaba. Siempre fue muy sucio don Miguel, de modo todo esto lo padecía grandemente. Pero ese día estaba resignado, el poderoso cardenal Ghislieri, viejo enemigo del artista, pasaría por su domicilio a pedirle un favor. Según le habían adelantado unos buchones, que nunca han de faltar, el prelado no veía con buenos ojos los desnudos de la Capilla Sixtina, en especial los del Juicio Final. Cuando anunciaron su llegada, Daniele le estaba cambiando la ropa al maestro, que frecuentemente quedaba con manchas de sangre, víctima de los esputos. La entrevista fue breve. Ghislieri dijo lo que ya sabemos, y para ser persuasivo, le dio a entender que el próximo Papa iba a ser él, subrayando la precaria salud del actual pontífice, “que está tan débil como vuestra merced”. Para sorpresa de don Miguel, el cardenal canceló la visita abundando en elogios hacia El Juicio Final y sólo pidió que se ocupe de tapar los penes. Cuando se retiró, el genial maestro y su mediocre aprendís, mantuvieron la siguiente conversación.
— Si alguien osara ocultar aunque sea un poco tu grandiosa obra juro que no daré respiro hasta  reparar semejante daño sacando esas manchas con la misma prontitud con que lavo tus ropas. —dijo Daniele— Y juro por esta sangre…
—Tranquilo, querido amigo— contestó el maestro cuando la garganta se lo permitió—. Evidentemente no tienes seso y eres muy presto cuando se trata de arribar a pensamientos  concluyentes  que nada solucionan.
            Daniele contestó luego de una eternidad, cuando pudo digerir las palabras de su maestro.
—Pero de todos modos, eres viejo, estás débil y enfermo como para emprender tan ciclópea tarea.
            Miguel Ángel, a pesar de sus 88 años, no había perdido una sola neurona, y rápidamente entendió cuatro cosas: que su discípulo estaba herido, que lo trataba de humillar, que tenía razón— al menos en lo que tocaba a su estado de salud— y que tenía como enfermero a un bobo que no había entendido en absoluto lo que había venido a decir el cardenal. Fue directamente al asunto:
—El cardenal va a ser Papa en breve. Sabe que me estoy muriendo y quiere que sea yo mismo el que designe a la persona encargada del trabajo. —Miguel envolvió al otro con una mirada significativa y un silencio elocuente. Pero tuvo que seguir hablando porque  Daniele no entendía. — Al menos uno de los míos va a ser más prudente y va a tratar la obra con más respeto. — Más de lo mismo—. Necesito… necesito… necesito dormir. Apaga la luz.
    ¿Seguro que no necesita nada más, maestro?
    Si. Me quiero morir.
Y Daniele pensó por un segundo aplicarle la almohada sobre el rostro. Pero sólo por un segundo.

Daniele da Volterra se encargó de tapar los penes del Juicio Final y pasó a la historia por su  infamante apodo: il Braghettone. Sin embargo, fue su propio maestro el que le encomendó la tarea. Sabía que su discípulo era un artista que conocía la obra  y que sentía devoción por él. También sabía que era incapaz de alterar mucho el Juicio Final y que carecía de imaginación, hasta para eso. Y, claro, lo más importante: era de un pensamiento tan literal que iba a realizar la tarea tal cual las instrucciones de su maestro. Así y todo, la posteridad lo puso en el papel de villano. (Y aún nos reímos de su Descendimiento de la cruz, donde están todos tapaditos).


    
Marcel Duchamp. Una de sus tantas versiones de La Gioconda.
 
Alterar obras es una práctica vieja como la pintura. Sólo en el último siglo hemos entrado en ese respeto sacro a los grandes cuadros, —y a los que no son tan grandes también—. Marcel Duchamp, ayer nomás, le adicionó unos hermosos bigotes
y una barbilla a la Gioconda. La intituló L.H.O.O.Q. letras que leidas de corrido en francés se entiende como "ella tiene el trasero caliente". Como no se sabe el sexo de la (o el) modelo de Leonardo, esto trajo mucha cola en su momento. Eso sí, Duchamp es del siglo XX, así que toda su osadía se tuvo que restringir a una copia, porque si tocaba la original lo prendían fuego.
          ¿Pero qué pasaba antes de Duchamp, incluso antes de Miguel Ángel?  Normalmente estas alteraciones tienen que ver con una mentalidad o una coyuntura de la época. A Adán y Eva Masaccio los pintó desnudos a comienzo del siglo XV, pero doscientos años después, en plena inquisición, les pusieron unas hojitas ahí abajo. Como esto tampoco funcionó—el fresco está en el interior de una iglesia—lo ocultaron. Nunca se olvidó totalmente la existencia de la obra, pero cuando la volvieron a exhibir la mentalidad de la época era otra, diferente a la época de Masaccio y diferente a la época de la Inquisición. El siglo XX entendió como algo normal que las épocas pretéritas fueran más castradas, y con este juicio incluían al gran artista.  Quién no ha escuchado hasta el cansancio que la Edad Media fue un período de oscurantismo donde se quemaban herejes por doquier. Sin embargo, la inquisición surge en la modernidad, cuando lo prenden fuego a Giordano Bruno y lo apretan a Galileo. En otras palabras, en el medioevo no había problemas en mostrar desnudos, incluso en el interior de las iglesias. Masaccio no fue un irreverente, fue un enorme artista. Es por eso que se tardó tantos años en restaurar la obra y volver a  apreciar a Adán y a Eva en toda su desnudez. En cierta forma, la gente de hoy no es más evolucionada que la del medioevo. 

¿Pero qué es lo que pasó en el medio para que se cubran las obras de Masaccio y de Miguel Ángel, entre muchos otros? ¿Qué pasó en el medio para que las mentalidades cambiaran tanto? Respuesta: la Contrarreforma. Como se sabe, este fue un movimiento Católico para contrarrestar los avances del protestantismo. El mismo abarcó todos los órdenes de la vida, y no es pertinente que ahora nos embarquemos en eso, pero, créanme, lo abarcó absolutamente todo. Eso significa algo muy importante, que por el miedo y el adoctrinamiento  las gentes empiezan a convencerse  de ciertas cosas: por ejemplo que el sexo y la desnudez son lo mismo, (y yo creo que hasta hoy nos llega ese problema). Son los tiempos en que se impone el celibato a toda la jerarquía de la iglesia, y no es dable pensar que justo en la Capilla Sixtina, que es donde se elige Papa, se muestren muchos penes, por muy artísticos que estos sean.[1]

Rafael, La sagrada familia Canigiani
Sin embargo, en lo que respecta a alteraciones de grandes obras, hay para todos los gustos. Tenemos el caso de La sagrada familia Canigiani de Rafael, alguien le adicionó unos querubines para tapar las partes deterioradas de la pintura. Esto se hizo en el siglo XVIII, cuando todos los artistas incluían muchos puttos—es el nombre técnico de esos querubines que en realidad son bebés regordetes con alas—, y por eso era normal que a quien mirara la obra le pareciera algo original de Rafael. (De hecho el mismo artista que la alteró pensaba que le estaba haciendo un bien).
¿Y qué decir de los recortes? Esto fue muy habitual con los retablos de la Edad Media. Por ejemplo: tres tablas componían un tríptico. Primero se repartieron, por diferentes motivos, una tabla a diferentes ciudades. Pero, como si esto fuera poco, luego se segmentaba cada una de esas tablas en tres o cuatro partes. Es así como tenemos hoy el mismo retablo pero en siete partecitas, en siete museos distintos. Considere la cabeza de la virgen en Londres y el cuerpo en Tokio.[2]  


Tal vez la alteración nunca quede mejor camuflada que cuando se le quita algo al cuadro. Justamente eso es lo que le pasó a La amonestación paterna de Gerard Ter Borch. Este es uno de los grandes artistas que pasan desapercibidos al común de la gente. Y buenas razones hay para ello.
Antes de seguir, me gustaría que ustedes, hombres y mujeres del siglo XXI, miren el cuadro…
 
 Gerard Ter Borch, La amonestación paterna



Goethe escribió sobre La amonestación paterna en Las afinidades electivas, de 1809:

(…) que se conoce como "Admonición paterna" de Ter Borch, y ¡quién no conoce  esa pintura! Un padre noble y con aspecto de caballero se encuentra sentado con las piernas cruzadas y parece que trata de hablarle a la conciencia de su hija, que se halla de pie ante él. A ésta, una impresionante figura envuelta en un vestido de satén blanco con muchos pliegues, sólo se la ve de espaldas, pero todo su ser parece indicar que trata de contenerse. De todos modos se puede deducir que la admonición paterna no es violenta ni vergonzante por la cara y los ademanes del padre; y en cuanto a la madre parece que trata de disimular cierto apuro mirando al fondo de un vaso de vino que está a punto de beber.

En resumen, Goethe—y con él toda su época—veían en esta obra de Ter Borch una escena moralizante. Con un gran poder sugestivo, vemos al padre diciéndole a la nena algo así como “la próxima vez te vas a la cama sin postre”.  Y es necesario aclarar que el título lo pusieron ellos, porque Ter Borch y sus contemporáneos no titulaban sus obras.
Hace unos años se le hizo un estudio a la pintura con alta tecnología y se descubrió una cosa notable. Alguien, en algún momento, le borró al padre una moneda de entre los dedos. Esa ignorada persona sabía muy bien porqué lo hacía. Al proceder de esta manera estaba borrando algo que sus contemporáneos seguramente hubieran entendido. (Luego, en tiempos de Goethe hubiera sido lo mismo que se vea o no la moneda, porque la mentalidad ya era otra). Del resto  se encargaron los arqueólogos del arte. La chica de espaldas es una prostituta. Lo que se divisa al fondo, de espaldas, es una cama, enorme, provocadora. Transcribo lo que nos dice un estudioso del cuadro:

Hoy en día se sabe más sobre las convenciones de la pintura holandesa y el cuadro de Gerard Ter Borch ha recuperado el significado que realmente tuvo en su momento: la venta de favores sexuales. El hombre es demasiado joven para ser el padre de la chica, va vestido de soldado y sujeta sobre sus piernas un sombrero lleno de plumas, que generalmente simboliza la ostentación, el derroche y el vicio. La viejecita que le está dando al tarro no es una modesta ama de casa, sino una alcahueta. Y la chica del impresionante vestido de satén gris perla está a punto de venderse al soldado por dinero. La cama con dosel del fondo, el perro, la vela apagada y torcida y la cinta tirada con descuido sobre la mesa…[3]


Sin embargo, se equivoca, al menos en parte. La respuesta viene dada por otra pintura, que también, extrañamente, analiza este autor. Se llama, Vista de un corredor y es de un tipo que desconocía pero que es interesantísimo, Samuel van Hoogstraten, y andá a saber como se pronuncia… Mírenla.


Hoogstraten, Vista de un corredor


Hoogstraten era contemporáneo y compatriota—paisano, se diría entonces—  de Ter Borch. Sí, al fondo de un corredor desierto está La amonestación paterna. Pero lo que vemos es la parte izquierda de la pintura, que evidentemente fue amputada del original. En otras palabras: vemos al cliente y a la prostituta. Obviamente, un contemporáneo hubiera repuesto inmediatamente aquello que nosotros no vemos: la madama y el vividor, que ahora sabemos que está amonestando a la pobre muchacha. (De hecho el cuadro del fondo no parece incluir toda la escena, pero lo que realmente importa es la sugerencia.)
Ahora bien, la genialidad de Samuel van Hoogstraten está en un hecho infrecuente en un artista del siglo XVII. Nos muestra un pasillo vacío. Esto ya había sido advertido por los críticos de arte antes de que se produjera el efecto dominó que desencadenó La amonestación paterna. ¡Y es precisamente por eso que más pronto que tarde borraron una nena y un perrito que pusieron dentro de la habitación! Este interventor no sospechaba lo que la tela significaba, simplemente entendió que la tela estaba inacabada, porque juzgó como algo anormal un ambiente vacío. Vista de un corredor es casi un anticipo de la pintura del siglo XX, o acaso de los decimonónicos zapatos de Van Gogh, que analiza Heidegger. Aunque, claro, la intención de Samuel no era esa, lo cual ahora entendemos. Si se fijan hay varios símbolos, entre  los cuales la llave puesta en la cerradura no es menor. ¿Y qué decir del libro sobre la mesita? Si razonáramos como Daniele llegaríamos a la conclusión de que se trata de una prostituta muy culta o de un cliente muy instruido. No, claro que no es eso. Más que un ama de casa sería lo que hoy conocemos como “Departamento privado”.
Pero hay más. La osadía de Samuel no tenía límites. Dicen que su obra más famosa es un Peepshow: una caja con una ranura por donde vemos el interior de una casa, como si espiáramos por una cerradura. Además de ser un alarde de perspectiva, tiene un detalle. Casi como al descuido, en la cama de la habitación se ve una mujer acostada, apenas insinuada.

Hoogstraten, Peepshow

Todas estas pinturas nos dejan una enseñanza. Sólo vemos lo que nuestra época y nuestro entorno nos permite ver. La estigmatización social de la prostitución barata, así como la trata de blanca,  ha eclipsado a la otra, la que practican esas chicas que llamamos “damas de compañía”, que muchas veces tienen autos de categoría, buenos perfumes y buenos clientes. Son las que se muestran con cualquier empresario, político, incluso en la televisión, y nadie— con la inocencia de Daniele— sospecha que hay plata en el medio. Esta prostitución no es menos masiva que la otra. Son negocios sucios, que se suelen llamar “agencias de modelo”, y que, entre otras,  la señora Moria Casán regentea de la misma manera que la señora que aparece bebiendo una copa en la obra de Ter Borch. Traduciendo: ¿qué esperábamos ver en la prostitución del siglo XVII? ¿Ligas?, ¿cachas?, ¿piel desnuda en la cima de un polder o frente al Coliseo romano? Caravaggio estaría de acuerdo conmigo. Cuando usó de modelo una prostituta para hacer el rostro de la virgen María lo increparon.  Él respondió: “sólo ven prostitutas donde hay pobreza”, en referencia a que todos los artistas las usaban, pero él recurría al servicio de  chicas humildes y no tan esculpidas. Porque eso mismo es lo que se hizo por siglos. Una prostituta cara posaba para realizar una escultura, y luego la misma sociedad que condenaba la prostitución aplaudía la estatua.

Para cerrar, les dejo estas pinturas, de otros contemporáneos de Ter Borch, y que como todos ellos, nos recuerdan al genio de Vermeer. Una es La mujer enferma de Jan Steen . (Pistas: El cuadro de arriba del armario, que no se ve bien, muestra dos amantes. Arriba del otro armario hay un cupido. Cuando aparece una mujer con una carta entre sus manos, en un cuadro de entonces, es señal de una infidelidad. Ah, y la mujer no está enferma: está embarazada. Yo aún no me explico como durante siglos se pretendió que el tipo que le toma el pulso era  doctor?) La otra es de Pieter de Hooch, La mujer y la sirvienta. El resto lo piensan ustedes…

 Nota: Agradezco las sugerencias de Carlos Rey.  

Jan Steen La mujer enferma






Pieter de Hook, La mujer y la sirvienta



Breve  bibliografía virtual






















[1] Hace menos de 20 años, que en términos históricos no es nada, se terminó de restaurar El Juicio Final, con sus desnudeces (no todas, pero al menos las que se pudieron recuperar). No casualmente el Papa Francisco deslizó algunas palabras en contra del celibato. Yo no creo que esto sea casualidad. Me parece que progresivamente estamos entrando en otro tipo de mentalidad.
[2] También podríamos considerar los denodados esfuerzos diplomáticos, con los  innumerables viajes a tal efecto y los elevadísimos costos de todo tipo, que se invierten con el noble fin de restituirle la cabeza a la virgen
[3] En Harte con H, Buscando pistas en la casa vacía. http://www.harteconhache.com/2014/07/buscando-pistas-en-la-casa-vacia.html

lunes, 29 de diciembre de 2014

Un ejemplo para buscar



Un ejemplo para buscar (o Poética del blog)


           
Batalla de Anghiari.  Rubens, de un original de Leonardo da Vinci desaparecido
Ayer el marido de Verónica  puso en cuestión la Wikipedia como herramienta de trabajo intelectual, a raíz de un desafortunado comentario mío a las vísperas de soplar las velitas. Se armó un despelote descomunal en donde no faltaron los improperios y las faltas de respeto en todas direcciones. Todo, por supuesto, en un altísimo nivel intelectual. El marido me tachó de “mameluco”, en su acepción de “necio y bobo” y yo le retruqué “jesuita”, en el sentido de “falso e hipócrita”. Tenemos la mala costumbre de buscar aliados en cualquier discusión que mantenemos. De alguna manera, suponemos que tenemos más razón por una simple cuestión aritmética. Y los números le estaban dando la razón a él, porque casi todos estaban de su parte. Entonces, para ganar de una vez lo que ya era una batalla campal, el marido de Verónica sacó un cuchillo y lo alojó sobre la segunda costilla cervical derecha de Juan Manuel (que estaba de mi parte).  Juanma emitió el sonido mudo de un tigre herido, antes de morir. Viéndome sólo y rodeado, me rendí.
            Esto que usted acaba de leer pudo haber—o pudo no haber—sucedido en el cumpleaños de Verónica. De querer investigar el asunto a usted no le queda otra que preguntarle a Vero o a su dorima o a la morgue de Quilmes. En cualquier caso a nadie que no seamos nosotros le interesa el tema. Podría subir un videito a una red social o una entrada a la Wikipedia.  Daría lo mismo. No es un dato que interese a extraños. Y menos si no hubo discusiones, asesinatos y la pasamos estupendamente bien. Esa es la principal diferencia entre Wikipedia y el resto de las redes sociales. Porque la Wiki es una red social encubierta, pero que interesa y es interesante a escala global.

Buscar en la Wikipedia es peligroso. Pero a la vez nos puede ahorrar un tiempo grande y un trabajo enorme. A pesar de los riesgos inherentes a una enciclopedia social, todo depende luego de saber buscar en la Web información complementaria y que certifique los contenidos. Por supuesto, ningún trabajo serio debería referirse a este sitio. Para eso están los maravillosos links externos de Wikipedia.
Saturno comiendose a su hijo
            Ya Umberto Eco la defendió. Dijo, refiriéndose a trabajos serios, lo mismo que sabemos muchos de nosotros: Chequear en más de un idioma, revisar el historial y las polémicas de las entradas (o sea, la parte social) y siempre cotejar con algún sitio de verdad mediante el recorte de una frase, nombre o parte  que nos interese y posterior pegado y googleado  de ese material. Por último, dar en lo posible con algún libro serio, en papel, tal vez fotocopiado si no queda otra. (Y, si uno es muy rana, googlear los autores que figuran en la bibliografía de esos libros y obtener sus datos, por ejemplo,  de la Wikipedia. Por no hablar de googlear pasajes enteros de esas mismas obras para llevarnos muchas sorpresas o decepciones).
            Voy a daros un ejemplo. No es el mejor, pero es el que me dejó más interrogantes y el más reciente.(Y espero que también sirva para que aprendáis como proceder para confeccionar artículos tan discutibles como este.) 
            Como casi todo en esta vida, las cosas suceden, en primera instancia, en nuestra mente. Interesado en la pintura de Rubens, especialmente por un artículo que estoy escribiendo sobre sus exuberantes modelos femeninos, me metí en la entrada de Wikipedia que enumera cronológicamente sus obras (Anexo: cuadros de Peter Paul Rubens)[1]. Como sucede con otros autores, cada obra relevante tiene su correspondiente entrada, donde casi siempre hay una historia y un análisis. Como al pasar, di con Saturno comiéndose a su hijo, que cien años después replicará Tiepolo en una versión intrascendente y doscientos años después realizará Goya con su propia y genial interpretación. Luego descubrí un cuadro de sus primeros tiempos: La matanza de los inocentes, donde vemos la generalizada matanza de los bebés que buscaba evitar la llegada de Jesús, casi como si el Saturno, años después, fuese sólo un eco de esta obra. Recordé haber visto en otro lugar pinturas muy oscuras del maestro, que no estaban en esta selección.
La matanza de los inocentes
Sé por experiencia que las Wikipedias en los diferentes idiomas privilegian en estas selecciones dos cosas: el origen de los artistas y los museos que guardan sus obras. Más claro: la mejor Wikipedia de Rubens es la que está en francés o en holandés, porque son los dos idiomas de Bélgica, su país de origen. Pero también es la Wikipedia de los museos que tiene más obras de un pintor, o las obras que nos interesa de ese pintor. Por ejemplo, si yo recordaba una obra de Rubens que no estaba en la selección de la Wikipedia en Español, de seguro esa obra no está en el museo del Prado ni en ningún museo Español o de algún país hispano. Intenté dar con estas obras que vagamente tenía en la memoria en las versiones en aquellos idiomas. Nada. Recordé que tengo un tomo del  museo Alte Pinakothek de Viena, donde hay varios Rubens. Aunque allí tampoco encontré, supuse que tal vez  la clave estuviese en el alemán. Pero la Wikipedia del idioma de Goethe tampoco me dio nada. Finalmente entré en la versión en inglés, que siempre es una obligación. Nada por aquí, nada por allá.
 (Eso sí, ese libro que obraba en mi poder me recordó La caza del tigre. En los tiempos del pintor la caza de bestias como tigres y cocodrilos era vista como el triunfo del bien contra el mal, siempre que la caza llegara a buen término, claro. Pero este cuadro me recordaba asimismo algo más, no sabía qué…)

            Asumiendo el fracaso volví al español, como corriendo.  Me inquietó leer algo en la entrada del cuadro Los horrores de la guerra. Corto y pego:

Rubens influyó al pintor español Francisco de Goya en algunas de sus pinturas (…)Especialmente, La masacre de los inocentes y Los horrores de la guerra —realizadas entre 1638 y 1640—, presentan rasgos parecidos a las obras de Goya realizadas a partir de 1793. Esta teoría es reforzada por el parecido de Saturno devorando a un hijo (…)Clark considera que la escena de la batalla entre madrileños y mamelucos acaecida el 2 de mayo de 1808 y más tarde retratada por Goya, está influenciada por el arte de Rubens.

Estas observaciones se remiten a Kenneth Clark, un historiador de arte británico con entradas en 16 idiomas en Wikipedia. Looking at Pictures (1960), es el libro de referencia, y rápidamente doy con el pasaje que se comenta más arriba.
La caza del tigre
La carga de los mamelucos
Inmediatamente entendí: el señor Clark está equivocado, al menos en parte, porque no nombra la obra más referencial de Rubens al respecto. La pintura en que se basa Goya para componer La carga de los mamelucos es la que  escasea en la Web: La caza del tigre. Ahora lo importante era chequear mi propio descubrimiento. Primero volví al libro, pero en el extenso comentario que se hace de la pintura en ningún momento se menciona a Goya, como recordaba.  Después Googlé de mil formas palabras claves en español. Nada. Luego usé el traductor de Google para saber que Tiger Jagd es el nombre original del cuadro. Puse en el buscador estas palabras con otras pertinentes y así era exactamente. Pero de Goya, nada.
Basta ver la parte superior de La caza del tigre para entender que Goya se inspiró en este lienzo para La carga de los mamelucos. Mirad las manos alzadas y el gesto pertinente.  Sé que Rubens realizó la copia más conocida de La batalla de Anghiari de Leonardo y también sé que esta obra influyó más que ninguna en La carga…, pero eso no invalida mi hipótesis. Estoy persuadido que Goya pensó al pueblo español como felinos, invirtiendo la relación entre el bien y el mal. (Si  le parece una idea descabellada trate de recordar todas las interpretaciones aberrantes que se han hecho sobre grandes obras por grandes y prestigiosos autores sin que a nadie se le mueva un pelo.) Puse en el buscador algo que relacione ambas pinturas. Nada. Lo más cercano que encontré es un comentario a una muestra itinerante…

La pintura de Rubens tuvo tanto éxito que acabó convirtiéndose en inspiración para artistas posteriores, especialmente en el siglo XIX, en plena época romántica. El mejor ejemplo lo encontramos en ‘La caza de los leones’ (1855), de Delacroix, cuyo orientalismo es una clara deuda de la caza de Rubens, al igual que el destacado orientalismo[2]

Bueno, ahora preste atención. Le voy a dar algunos puntos para que los piense.
1)                     Clark nunca contó con el concurso de la Web, de Wikipedia, ni de nada que se le parezca. Esa es una obvia ventaja a mi favor. Recuerdo los tiempos en que salía una fortuna cada libro de arte, y hoy, al menos las pinturas más relevantes, las tengo todas a un clic de distancia. Y sin embargo, no resulta fácil dar con cualquier obra en Internet. Más aún, debe haber libros donde sospecho que se trata el parecido entre ambos lienzos, que son imposibles de ver por acá, incluso en extraños idiomas.
2)                     Es posible que yo sea bastante boludo y que  vea parecidos o influencias donde no hay nada. Pero concédame algo. La masacre de los inocentes y Los horrores de la guerra son malos ejemplos para vincular a Rubens con Goya.
3)                     La Wikipedia más controlada es la del idioma más transitado para el caso concreto que nos interesa. Por ejemplo, si nos interesa  averiguar sobre la ciudad de Avellaneda, tenemos que buscar en español. Asimismo, si hay un error o introducen algo con mala fe, será la primera Wikipedia en ser corregida. Contrariamente, si hay un error en “Avellaneda” en idioma Suomi (está), ese error permanecerá infinitamente allí.
4)                     No olvidemos nunca las burradas que hemos leído en sendos libros de autor y en prestigiosas enciclopedias. Es imprescindible manejarnos con la intuición, como hacen los grandes autores.
5)                     No tengo ninguna certeza de lo que digo acá sobre Rubens y Goya. Ahora es tarea de usted seguir buscando y si algo encuentra, por favor hágamelo saber. Sepa que en internet y en los libros nunca estará todo, y que cada unos de nosotros siempre tendrá algo para decir.
6)                      Wikipedia es peligrosa, ni más ni menos que buscar en el blog de un ignorado sujeto como yo. Porque si entró en mi blog, seguramente no fue para saber si hubo sangre en un cumpleaños, sino porque está interesado en Rubens, y probablemente quiso evitar la Wikipedia para encontrarse con algo más serio. Si esto es así, le agradezco. Especialmente si llegó hasta aquí. Espero no haberlo desilusionado.



Las diferentes versiones de Saturno comiéndose a sus hijos:
La entrada de Los horrores de la guerra
+
De Kenneth Clark






[2] https://ar.noticias.yahoo.com/blogs/arte-secreto/rubens--el--tarantino--del-siglo-xvii-172248746.html Hay que agregar que este comentario es interesado porque está convocando para que se acerquen al museo, y de todas las obras dice más o menos lo mismo.

viernes, 26 de diciembre de 2014

La carnicería de Aníbal



La carnicería de Aníbal

            Annibale Carracci fue, en su tiempo, un semidios, el pintor de los pintores, al que había que imitar, al que había que seguir, al que había que recordar. Sin embargo, el tiempo, que dicen que hace justicia poniendo las cosas en su lugar, hizo que su nombre fuera eclipsado por uno de sus contemporáneos, un borracho pendenciero mal educado que llegó al asesinato: Michelangelo Merisi, que se hacía llamar Caravaggio.  
           
Vamos a comparar, un poco arbitrariamente, dos pinturas, La crucifixión de San Pedro (Carvaggio) y La carnicería (Carracci). Por supuesto, detrás de ambos está el influjo divino de Miguel Ángel, con sus escorzos y las atléticas posturas que asumen los personajes. En la obra del borracho tenemos un tema religioso. Un hombre, agachado, con los pies sucios, hace palanca para elevar la cruz. Los otros dos también intentan vencer la gravedad tirando de una cuerda o directamente jalando de la madera. La mayoría de los comentaristas afirman que el peso del atlético primer papa es espiritual, y estaría en correspondencia con la Contrarreforma, que pedía a los artistas poner el acento en los pontífices. Por otra parte, San Pedro pidió ser crucificado patas para arriba, entonces a mi me hace ruido que mire sorprendido, como si no supiera lo que le pidió a los verdugos.
            La carnicería es una de las dos pinturas que Annibale Carracci consagró al divino tema de la nerca. Un hombre está agachado ocupado en cortarle la cabeza a un cordero, un poco al estilo de El sacrificio de Issac, de Merisi. Por cierto que no se trata de un cordero de dios, sino de un pobre bichito. A la derecha un empleado aplica sus músculos en colgar una media res en un gancho.
Al fondo un tipo prepara para exhibir algún embutido en una posición que recuerda a la María de Cleofás de El entierro de Cristo de su rival, pero que en lugar de elevar las manos al Señor, las eleva al travesaño de madera donde colgará las vísceras. En primer término un hombre de blanco diagnostica el peso de una tira de asado. Al fondo, un personaje incierto, acaso el dueño del negocio. Nada queda del divino espíritu. Y lo mejor: mirad ese hombre  de la izquierda. Es un cliente. Mete la derecha en el bolsillo para sacar la plata. Pero lo hace con un gesto miguelangelesco, atlético, como para que la composición haga equilibrio con el sujeto del otro extremo que está levantando la carne. Este cliente y su pose son un buen ejemplo de una economía ya capitalizada a finales del siglo XV. Pero también es un buen ejemplo de la banalización de las heroicas figuras de los cuadros religiosos.
                      Todo esto, Carracci  lo hace con una aplicación y corrección admirables. Si usted es observador habrá notado que el cliente introduce la mano izquierda en su bolsillo,  no la derecha. También habrá notado que todos los otros personajes parecen ser zurdos. Bueno, eso es lo que parece. Se sabe que muchos artistas emplearon el espejo para poder encuadrar bien las escenas, y por supuesto, siempre los emplearon para hacer autorretratos. Me parece obvio que Aníbal ha tomado esa decisión al momento de pintar esta escena. Es más, arriesgaría que el que tiene los brazos en alto es el mismísimo Carracci.
Carracci, Autorretrato
            No ignoro el arte de Caravaggio. Tampoco lo ignoraron sus contemporáneos, que le dieron un cómodo segundo puesto. Y les digo un secreto: soy un fana del borracho. Pero quería hacerle un poco de justicia a Annibale Carracci. Se lo suele recordar por sus temas religiosos o sus paisajes. Sin ir más lejos ayer leía un artículo de la revista española Arte, que alababa los paisajes de Claudio de Lorena y recordaba a su maestro espiritual, nuestro amigo Aníbal. Pero yo creo que hay que rescatar a Carracci no tanto por lo que vieron en él sus contemporáneos, sino por lo que podemos ver nosotros. Y La carnicería me parece un ejemplo elocuente del excelente arte del maestro.

jueves, 25 de diciembre de 2014

La Furia de William Faulkner


La Furia de William Faulkner y el sonido de Hugo Muleta

“… (El reloj) no te lo entrego para que recuerdes el tiempo, sino para que de vez en cuando lo olvides durante un instante y no agotes tus fuerzas intentando someterlo. Porque nunca se gana una batalla dijo. Ni siquiera se libran. El campo de batalla solamente revela al hombre su propia estupidez y desesperación, y la victoria es una ilusión de filósofos e imbéciles.”
Quentin Compson

Che, boludo, cómo no leíste El sonido y la furia, me apremió Sebastian. Ya lo voy a leer, contesté. Es que “ya” es hoy. No lo tengo y estoy leyendo otras cosas, no me rompas las bolas. Me pasó un regalo, con moño incluido. Feliz navidad, te llamo en una semana. Pero falta una semana para navidad…

Intenté leer el Sonido y la Furia  de William Faulkner, obra difícil si las hay. No pude. Llegué al final de la primera parte con un gran dolor de cabeza y un resentimiento por mi propia incapacidad. Como esto no podía quedar así me procuré una de esas monografías de Internet que te explican la obra. Cuando logré entender la monografía, que está firmada por un tal Hugo Muleta, volví a  leer la novela, llegando esta vez al final de la segunda parte, (y tiene cuatro). No me rendí. Volví a leer la monografía y retomé la lectura del libro ayudándome con el aporte de Hugo Muleta. Le adicioné la lectura de la entrada de Wikipedia, que está muy completita. Y, con todas estas armas,  pude concluir El sonido y la Furia, no sin seguir sintiéndome un poco decepcionado con mis capacidades, pero a tiempo para Navidad.
La obra de Faulkner tiene cuatro partes. Cada una está relatada por un miembro diferente de la familia Compson. La primera está relatada desde la perspectiva de un pibe con atraso mental, de nombre Benjy; la segunda por Quentin; la tercera por Jason y la cuarta por un narrador en tercera persona que nos relata los hechos desde la mirada de la doméstica, Dilsey.
Ahora bien; yo he leído la novela desde los ojos de estos cuatro personajes, pero también, sin dudas, desde los ojos de Hugo Muleta, que ya para mí constituye un personaje más de la novela. Él verdadero autor de la monografía, ese que firma bajo este obvio seudónimo, lo sabe (tiene varias monografías en la web). La definición de Muleta es: “Apoyo para el cuerpo que sirve para facilitar el desplazamiento”. Y sí: también apoyo para la mente. De alguna manera yo soy Benjy y Hugo Muleta se parece mucho a Dilsey. 

viernes, 12 de diciembre de 2014

El origen del mundo




El origen del mundo

En 1460, Piero Della Francesca pintó la Virgen del parto. Varias interpretaciones se han aventurado sobre su significado. Las más interesantes son, como suele suceder, las que menos habrá pensado el pintor en el momento de realizar la obra.[1] Dos angelillos abren unas cortinas teatrales. A su vez, María entreabre algo sobre su panza. Esto que la virgen está abriendo se puede interpretar como su sexo o  el futuro estigma de Cristo y por lo tanto su pasión, pero también como su muerte. Estaríamos viendo una imagen del nacimiento y muerte de Jesús a un mismo tiempo. La pintura fue famosa ya por aquellos años y sabemos que era motivo de peregrinación de innumerables embarazadas. Siguiendo este hecho, yo agregaría una lectura más de la obra. Sabemos que una de las principales causas de muerte femenina por entonces era el alumbramiento. Entonces resulta difícil pensar que las muchachas peregrinaban hasta esta María, vestida de rústica campesina, como ellas mismas, para ver en la imagen una muerte de Cristo. Aunque, pensándolo bien, puede entenderse que peregrinaban para ver en ese tajo la redención y la vida eterna tras la muerte.

En 1866, Gustave Courbet pintó el célebre cuadro El origen del mundo, que hoy adorna una pared del museo de Orsay, en Paris. No pienso reproducir ese cuadro en este blog porque no quiero darles sorpresas desagradables a mis lectores, que vaya uno a saber que estarán haciendo en este momento. Se trata de un cuadro que si no causó mayor escándalo en su tiempo fue simplemente porque nadie se enteró de su existencia. El columpio de Fragonard o el Desayuno sobre la hierba de Manet son chiquilinadas en comparación, amén de sus méritos artísticos. Courbet muestra la vulva de una mujer tomada desde un punto de vista muy original. No vemos su cabeza, no sabemos su identidad. No hay ningún precedente de una obra de este tipo. Acá va el enlace para el que se atreva:


Pensad que por entonces no se habían realizado obras como esta. Courbet era maestro del realismo, de modo que para cuando nuestro amigo  la realizó era pornografía pura y se vio en el apuro de esconderla o sacársela de encima. Se la sacó de encima. Pasó por muchas manos. Su último propietario fue el genial Jacques Lacan, quien la ocultó hasta su muerte, en 1981. Cuando la colgaron del museo, se había transformado en una obra simbolista, con el valor agregado de un propietario ilustre.
Sin embargo, el año 2013 trajo una noticia sensacional. Se encontró la cara de la mujer que nos enseña el coño.[2] Courbet había cortado la tela—yo creo que fue su mayor acierto—y se encargó de ocultar ambas partes por separado. Según parece,  le interesaba que no se supiera la identidad de la modelo, aunque evidentemente estaba tan encariñado con ella—con la pintura y/o la chica—que no la destruyó. Sin embargo, tuvo la precaución de que tampoco sepamos de él, por lo cual no firmó la tela. Como consecuencia, pasaron casi 150 años antes de que se supiera la verdad.
Ahora bien, a mi se me ocurren ciertas cosas al ver la pintura en su integridad original. ¿Qué es lo que está mirando la muchacha? ¿Es importante eso? Sin dudas, porque así el artista nos obliga a mirar abajo. Si la mujer nos mirara a los ojos cambiaría instintivamente nuestra percepción y nuestro diagnóstico. Creo que Courbet cortó la tela, entre otras cosas, para obligarnos a ver el sexo y asi universalizar la concha, que ya daría lo mismo que fuera la de esta muchacha o la de tu madre: se trataría del coño de la especie humana, como bien reza el título.
                     Volviendo al cuadro en su integridad, podemos apreciar ciertas cosas desconcertantes. Mirad; la señorita parece estar muerta. Mirad esos ojos. No parecen estar mirando nada. Son ojos sin mirada. Parecen ser los últimos testigos mudos de un asesinato. Sus mejillas están desinfladas y su boca entreabierta.  Así, la marmórea figura se correspondería con un cadáver.
De aquí podríamos inferir miles de interpretaciones al respecto. Lo que estaríamos viendo como un origen del mundo sería al mismo tiempo un fin, la posibilidad de un nuevo inicio, los ciclos de la vida y la muerte, etcétera. Más aún, si atendemos a la juventud de la mujer podríamos adicionarle un millardo de interpretaciones.  ¿Y si le sumamos a Lacán? Por supuesto; podríamos hacernos los zorros con sólo pensar en las repercusiones que pueden tener la muerte y el sexo en la mente de un psicólogo y armar una tesis con tan poca cosa. O acaso una obra de teatro o una novela que implique todas estas materias con un mínimo de creatividad. Muchos críticos e intelectuales están esperando aplaudir una obra de este tipo, independientemente de que sea algo de mérito o una bazofia, por el simple placer de tener que explicar lo que yo vengo explicando desde la primera palabra de este escrito. Afortunadamente, Dan Brown no lee mis cosas.

La obra de Piero Della Francesca era motivo de peregrinación. Los que iban a ella sabían lo que buscaban, amén del simbolismo evidente de la Virgen del Parto. Los que hoy peregrinan al Museo de Orsay van con ojos realistas a ver una obra simbolista. Es por eso que El origen del mundo es una de las pinturas más custodiadas, agredidas  y menos entendidas del planeta. Estaba más segura en el gabinete de Lacan.