jueves, 16 de mayo de 2013

Sócrates le pregunta a Sócrates

Sócrates le pregunta a Sócrates
                Jesús y Sócrates son—si San Pablo y Platón me perdonan—los fundadores de nuestra civilización Occidental Greco-Judía. Y, de alguna manera, podemos decir que “son” y “no son”, porque sabido es que  ambos se consideran por numerosos estudiosos como personas apócrifas, personas que jamás han existido, más personajes que personas, más ficciones que realidades. (Al menos con Pablo y con Platón no tenemos ese problema.)
Entre los estudiosos más irrespetuosos de la moral filosófica está  E. Dupréel, que escribió un libro llamado La leyenda socrática y las fuentes de Platón[1], donde afirma que Sócrates es un verso más largo que el Martín Fierro. Los argumentos esgrimidos por el irrespetuoso son:
1)      Como sabemos, el ateniense no escribió nada. Estaba en contra de la escritura básicamente por dos cosas: a la escritura no le podemos preguntar nada, y por otra parte, lo que escribimos puede caer en manos de cualquier menso.
2)      Los discípulos de Sócrates son tan variados y contradictorios que no parecen tener al mismo profesor: Alcibíades fue un desastroso político; Jenofonte fue un militar e historiador; Antístenes fundó la escuela Cínica; Aristipo fundó la Cirenaica y Platón fundó la filosofía.
3)      Los que lo conocieron o supieron de él lo presentan de muy diversa manera: Para Aristóteles fue el primero que se interesó por las definiciones; para Aristófanes era un naturalista medio salame.
4)      Los griegos gustaban de atribuir cualquier idea original a un heleno ya muerto y de alto prestigio. El caso de Homero—que parece que tampoco existió— es el más conocido. Y no podemos olvidar el caso de los presocráticos, quienes probablemente no han dicho ni la mitad de las cosas que se le atribuyen.
Por todas estas razones, Dupréel dice que Sócrates no ha existido.
Ahora bien: sería bueno saber qué hubiera pensado Sócrates al respecto. Por empezar, en los diálogos de Platón queda claro que su protagonista se interesa porque sus interlocutores atiendan a los argumentos y no a quién los dice. Por terminar, tenemos la anécdota de Querofonte, un buchón que le preguntó a la Pitia de Delfos si había alguien más sabio que Sócrates. La Pitia le dijo que no había ninguno más sabio. Sócrates, según parece, tomó estas palabras con el siguiente sentido: no había nadie más sabio porque él al menos sabía que no sabía nada, y cranean los eruditos que a partir  de ese momento empezó a indagar en su interior para así mejor conocerse. De esta manera, Sócrates terminaba en una suerte de diálogo interior.
Y desde este diálogo interior es probable que alguna vez se haya preguntado por su propia existencia. Desde el punto de vista literario es mucho más interesante suponer que Sócrates no existió.   Sin embargo, la existencia de Sócrates, como la de Homero, acaso como la de dios,  está garantizada por la tradición. Creo que a  Sócrates le hubiese interesado no haber existido. Y digo “creo” porque yo también me hago la misma pregunta.
               



[1] En  Rodolfo Mondolfo; Sócrates, EUDEBA, 1996