domingo, 27 de marzo de 2016

La ruta del horror

    La anécdota es conocida. Sarmiento llegó en un modernísimo tren a la ciudad de Fraile Muerto, en Córdoba. No le gustó el nombre—aseguraba que no podría progresar nunca una ciudad nombrada así— y pidió que lo cambiaran por el apellido del primer habitante británico del lugar. Desde entonces la ciudad llama Bell Ville, o sea, la villa del señor Bell.
El nombre de un pueblo habla en un triple sentido: el primero es el sentido naturalizado, por el cual ya nadie se plantea cómo es posible que—por ejemplo—Buenos Aires se llame así. Sólo quedamos desconcertados cuando se traduce a otro idioma y un gringo nos interroga y reparamos en que es cosa rara y nada obvia la nomenclatura de nuestra ciudad capital. Para responder a ello, es necesario apelar al segundo sentido, el sentido culto. Más allá de la raíz religiosa del nombre, es necesario saber que el motor que traía a los españoles era el viento en las velas, los aires, que a veces eran buenos y a veces no tan buenos. El tercer sentido es el que más me interesa: el sentido estético, el que quiso cambiar Sarmiento rebautizando aquel pueblo. Es, por supuesto, algo meramente subjetivo. Un ejemplo que abusa de la literalidad puede ser la ciudad  mexicana de Hermosillo. (Aunque su nombre se lo debe al apellido de un general bastante fulero).
Estaba en la estación de ómnibus de Retiro cuando anunciaron un servicio a Pampa de los guanacos, Santiago del Estero. Sabía que esta ciudad se encontraba a mitad de camino entre Resistencia y Salta, por la ruta 16. Me dije, ¨la puta,  debió de crecer mucho ese rancherío desde que estuve por allá hará unos 20 años¨. Efectivamente, duplicó su población, cosa que justifica que esa empresa, que antaño no iba más allá de Presidencia Roque Sáenz Peña, hoy se arriesgue hasta ese paraje que yo creía inhóspito y que ya no lo es tanto.  
Entonces me puse a recordar la ruta 16, especialmente algunas ciudades memorables que jalonan su recorrido por Chaco y Santiago. Tenemos—agárrese bien— Pampa del Infierno, Río Muerto, la ya señalada Pampa de los Guanacos, Los Tigres, Monte Quemado y El Pozo. Lo más llamativo es que todas estas nomenclaturas verdaderamente demoníacas están enmarcadas por dos ciudades religiosas: Concepción del Bermejo y Nuestra señora de Talavera. Además, estas tierras están regadas por el Canal de Dios.
Si uno se fijara solamente en los nombres se trataría de un viaje de ida y vuelta al infierno. Pero igualmente da si atendemos a las temperaturas, que pasan holgadamente los 50 grados, o a la falta endémica de agua, o a la pobreza estructural de todos estos pueblos.

¿Qué hacer? ¿La Gran Sarmiento? Pensándolo bien, no me parece una buena idea. Lo que singulariza a estas poblaciones es precisamente su nomenclatura excéntrica, inolvidable.  Además, de cambiarlos, se corre el riesgo de que las bauticen con el apellido de un general, de una virgen o de un presidente, que siempre tienen sabor a nada.  No siempre vamos a contar con la originalidad de Sarmiento que, en el sur de Córdoba bautizó algunas ciudades con el nombre de sus amigos personales: Laboulaye, Vicuña Mackenna y General Levalle (los dos primeros políticos e intelectuales extranjeros de fuste).

viernes, 25 de marzo de 2016

WASP


Uno no siempre tiene la cabeza donde tiene que estar. Einstein desentrañaba  los secretos del universo mientras realizaba trabajos burocráticos.  Asimov no sabía nunca donde se encontraba—por ejemplo en el cumpleaños de su hija—porque estaba pensando un nuevo argumento. Carlos Rey, poeta y amigo, piensa sus versos mientras pasea por las góndolas de las mayonesas.
También es cierto que muchas veces asociamos libremente y que, como saben los psicólogos, la asociación libre nunca es tan libre pues está condicionada por múltiples factores, como las mayonesas o los cumpleaños. Entonces podemos estar pensando un poema gauchesco cuando vemos en la góndola la Taragüi.
Estaba con un amigo viendo pasar a las Madres de Plaza de Mayo, que desfilaban ante miles de personas en una nueva conmemoración del golpe del 76. Le digo: ¨Estaba pensando en WASP...¨. Me miró, pero me agregó con la mirada que no entendía por qué yo querría interrumpir el solemne momento con eso.
WASP es una banda fundada a comienzo de los 80, muy exitosa hace 30 años. Su cerebro—de alguna manera hay que decirlo—era y es Steven Duren, un tipo con cara de gato y de aspecto desagradable con una inclinación muy marcada a lo macabro. Steven tuvo una idea genial antes de fundar la banda, tal vez entre papeles burocráticos. Como fanático de KISS se dedicó a armar su figura escénica  como una fusión entre el aspecto y la actitud nabo-gótica de Gene Simmons y los movimientos gay-dancer de Paul Stanley.  Sin embargo, a Steven nadie lo conoce por su nombre real, lo conocen  por su seudónimo, Blackie Lawless, que se puede traducir como ¨Negro sin Ley¨. Esto no sería nada raro sino fuera porque W.A.S.P. es el  acrónimo inglés para «Blanco, Anglo-Sajón y Protestante» (White, Anglo-Saxon and Protestant). Y el mismo Blackie es muy blanco.
Todo en WASP parece calculado, hasta las contradicciones. Sin embargo, sus letras siempre atacaron aspectos que no tienen nada que ver con el color de la piel. Ellos estaban preocupados por exteriorizar su misoginia, su odio por las mujeres.
Las bandas piensan en su público y WASP se orientaba al sector de pibes de 12 a 16 años, preadolescentes. Cuando yo era pibe los amaba. Era re heavy re jodido y me deleitaba con la música de WASP. Pero especialmente con sus recitales, que leía (sic) en la revista Metal o veía en la casa de algún amigo con poder adquisitivo como para tener un videoreproductor. Invariablemente en algún momento del concierto—y perdónenme la expresión—Blackie atacaba su parte actoral. Desvestía a una mina encadenada o atada a un potro o crucificada y, ante el pedido desaforado de sus fans, le cortaba el cogote con una cimitarra o le encajaba un hachazo en el medio del pecho. Luego se disponía a chupar la sangre que brotaba.
Claro, si KISS tuvo problemas por pisar pollitos, imaginen la suerte  que tuvieron los WASP. Tuvieron que dejar de realizar actuaciones de ese tipo y se dedicaron solo a componer—(?)—, y perdieron toda su audiencia.
Cuando fui creciendo empecé a advertir cosas raras. En el público heavy nunca hubo minas. Éramos re machos y tachábamos de ¨putos¨ a los amantes de, por ejemplo, Soda, banda que nosotros también escuchábamos, pero a escondidas. Y nos daba bronca porque entre ellos había mucho más levante que entre nosotros, que andábamos casi todos sin novia. Entonces caí en la cuenta: Esa mina que Blackie torturaba era la única del estadio…
¨Te das cuenta, le dije a mi amigo, era una especie de resentimiento de mal cogidos, porque esa mina era única,  no había otra. La veíamos a la distancia y creíamos que, de alguna manera, nos apropiábamos de ella al ver como la torturaban.¨ ¨Si—me  respondió—  ella era la única mina del estadio, y vos sos el único boludo en toda la plaza que está pensando en WASP.¨

Sin Chori y sin Coca

Me gustan las multitudes. Son mi droga. Me sumerjo en  Dionisos, pierdo mi identidad, me identifico con los otros.  Fui hincha de Boca, de River, de Racing, del Rojo, de Quilmes, de Budweiser, del bombo y de la cacerola. Recupero mi identidad cuando me saco la gente de encima. Nunca me casé con nadie. O tal vez me casé con todos.
Tengo vergüenza de haber estado en alguna manifestación, como en una de gerontes del partido Comunista que no bajaban de los 70 años. Pero vergüenza y miedo solamente en la de Blumberg, en la que caí de casualidad. (¡Oh, sí; yo hacía cualquier cosa por ella!). No me asustó el ruido sino el silencio, las velas, el perfume, el odio y la ceguera. Y no me arrepiento de haber estado en las mejores.
Las mejores son las que resultan un muestreo de toda la sociedad o donde se dirimen cosas importantes, como en el traslado del cadáver de Perón a San Vicente o el traslado del cadáver de Fernando de la Rúa en helicóptero. Son esas en que uno siente que está pasando algo, no esas que vemos cuán unidos estamos. Recuerdo una de apoyo a la democracia en mi tierna infancia. Estábamos todos para lo mismo, pero todo el mundo a las trompadas. Dicho rápidamente: sin hinchada visitante no hay partido.
Ayer  fue una reedición de lo que pasó el 9 de diciembre, cuando se despidió Cristina. Es verdad que la movida de este 24 de marzo excedió al ámbito K, pero en lo esencial fue más de lo mismo. No hubo negrada, no hubo chori ni coca. Éramos todos de clase media. (Y la misma memoria pareció ser cosa de clase media).  La composición social de los manifestantes se asemejaba peligrosamente a las marchas gorilas de la época K. Probablemente la única diferencia sea que no había mucho chetaje y que las formas de manifestar eran más copadas que las formas de la derecha. Acá se pisaba el pasto y volaban los papelitos. Pero… ¿dónde estaban los negros?
En la plaza había mucho corazón, muchos ideales, mucho ¨donde dejo el auto¨, pero nada de la Argentina profunda. La ecuación es sencilla. Sin gobierno no hay plata, sin plata no hay aparato, sin aparato no hay bondis, sin bondis no hay negros, sin negros no hay chori.
Yo extraño esas manifestaciones donde los camioneros y los de la UOCRA se trenzaban a las trompadas mientras los estudiantes y la clase media no dejaban de bailar. Aquello era un guiso carrero del mejor, un carnaval para todos y todas. Si el kirchnerismo piensa en volver tiene que saber que sin negrada no hay retorno posible.  (Claro, Macri nunca tuvo negrada y llegó igual. Pero las armas de la derecha son otras. O sino recuerden al FREPASO, que intentó ser políticamente correcto prescindiendo del aparato). Traigan negros. Sin chori y sin coca no hay futuro.

jueves, 17 de marzo de 2016

El Ultimo rey de Escocia

          
El título que adorna esta entrada corresponde a un film del año 2006, cuyo director y guionista poco importan, pero cuyo protagonista principal, Forest Whitaker,  realiza una caracterización genial del dictador ugandés Idi Amin. (¿Qué carajos tiene que ver Escocia con este país africano? Bueno, es una anécdota de la película que no merece el derroche de dos líneas de tinta).

            Lo interesante de la película es constatar como en ella se pueden ver ciertas características endémicas del Estado africano subsahariano, eso que en otros tiempo se llamó, con mayor acierto, el África negra.  A continuación enumero y ejemplifico los vicios de los gobiernos de la región. (Y si no ha visto la película cancele la lectura inmediatamente porque no tiene sentido seguir adelante).

Estado bifurcado: En el film hay varias citas que remiten al estado bifurcado: cuando Idi Amin se presenta, el pueblo lo ovaciona con bailes rituales y portando armas tradicionales, mientras el ejército que lo custodia lo hace con armas modernas. Por otra parte, los médicos curan sólo superficialmente a falta de insumos. Entonces no resulta raro que escuchemos que la gente prefiere acudir al brujo. Además, el mismo jefe de estado dice tener visiones de su propia muerte en sueños, con fecha incluida. Esta simbiosis entre el mandatario y su pueblo nos remite a la…

Personificación o materialización de un pueblo en su gobernante: La voluntad del mandatario se presenta como la voluntad de un pueblo. Él y su pueblo son lo mismo. El pueblo reivindica como propio a todo aquel que se muestre duro, inflexible, como dice el inglés. Mostrarse débil es un tema tabú. Es por eso que el mandatario se siente humillado cuando el doctor escocés lo ve débil. Es por eso que el pueblo ugandés abandona al líder cuando ya no tiene poder de mando. También en esta línea está la imposibilidad de decir NO. No solo el gobernante no soporta que le lleven la contra, sino que dice que no era su voluntad asumir el poder sino que el pueblo se lo pidió y él no pudo negarse. Quizás el corolario más esclarecedor de esta simbiosis sea el hecho ostensible de que a este gobernante  nunca recibió amor, como su pueblo, razón por la cual se apasiona por el joven médico, que es el único que siente que le brinda afecto. Y, por si faltaba algo: Amin es de origen muy humilde, como él mismo comenta, y por lo tanto es una acabada expresión de sus propios gobernados.
Cleptocracia; En la ostentación, que en África es endémica como muchas enfermedades, se ve muy clara en la cleptocracia. Todo el fasto está puesto al servicio de la clase dirigente. Como que da envidia…
Nepotismo y dedocracia: El nepotismo está aludido en el hecho de que el médico es considerado explícitamente como un hijo por Amin. Por otra parte, está muy subrayado el empleo de la dedocracia, palabra que existe, al punto de que mi computadora la acepta.
Negligencia: Esta muy clara. Las más altas obligaciones de estado son delegadas en un médico extranjero.
Estado fallido: como forma de evitarlo, quien tiene eventualmente el monopolio de la fuerza intenta homogeneizar la población, en este caso expulsando a los hindúes (perjudicando grandemente la economía) o practicando una limpieza étnica eliminando otras tribus.

Otros aspectos del film
El doctor escoses desconoce el valor del ganado entre esas gentes, que “Viajan como animales”
Se habla de la “Armada de Uganda”, no es un chiste. El gran lago Victoria es geopolíticamente muy importante y da a muchos países vecinos.
La diferencias de moralidad: La mujer británica está muy preocupada por no sucumbir al adulterio, pero ¡Amin tiene 3 esposas!
Kampala, donde reside la clase política, presenta un aspecto muy vanguardista, muy opuesto al resto del país.
Amin, en privado, confiesa que lo pusieron los ingleses. Los nombres de sus propios hijos de hecho son muy británicos.
Uganda ciertamente puede ser considerada “cuna de la humanidad”, pero se hace uso de ese dato como demostración de hasta dónde puede llegar la manipulación histórico-geográfica.

Lo que más desearía es chequear cual ha sido la recepción de la película en el África negra, porque sospecho que en algún país se habrá estrenado. Cómo la interpretan o qué tienen para decir. Lo mismo que seguramente pasó por la cabeza de más de un inquieto cinéfilo yanki cuando por acá (no) se estrenó Evita, interpretada por Madonna. A mi me da vergüenza ajena recordarlo. Y eso que soy argentino.