Uno no siempre
tiene la cabeza donde tiene que estar. Einstein desentrañaba los secretos del universo mientras realizaba
trabajos burocráticos. Asimov no sabía
nunca donde se encontraba—por ejemplo en el cumpleaños de su hija—porque estaba
pensando un nuevo argumento. Carlos Rey, poeta y amigo, piensa sus versos
mientras pasea por las góndolas de las mayonesas.
También es
cierto que muchas veces asociamos libremente y que, como saben los psicólogos, la
asociación libre nunca es tan libre pues está condicionada por múltiples
factores, como las mayonesas o los cumpleaños. Entonces podemos estar pensando
un poema gauchesco cuando vemos en la góndola la Taragüi.
Estaba con un
amigo viendo pasar a las Madres de Plaza de Mayo, que desfilaban ante miles de
personas en una nueva conmemoración del golpe del 76. Le digo: ¨Estaba pensando en WASP...¨. Me miró, pero me agregó con la mirada que no entendía
por qué yo querría interrumpir el solemne momento con eso.
WASP es una
banda fundada a comienzo de los 80, muy exitosa hace 30 años. Su cerebro—de alguna
manera hay que decirlo—era y es Steven Duren, un tipo con cara de gato y de
aspecto desagradable con una inclinación muy marcada a lo macabro. Steven tuvo
una idea genial antes de fundar la banda, tal vez entre papeles burocráticos. Como
fanático de KISS se dedicó a armar su figura escénica como una fusión entre el aspecto y la actitud
nabo-gótica de Gene Simmons y los movimientos gay-dancer de Paul Stanley. Sin embargo, a Steven nadie lo conoce por su
nombre real, lo conocen por su
seudónimo, Blackie Lawless, que se puede traducir como ¨Negro sin Ley¨. Esto no
sería nada raro sino fuera porque W.A.S.P. es el acrónimo inglés
para «Blanco, Anglo-Sajón y Protestante» (White, Anglo-Saxon and Protestant).
Y el mismo Blackie es muy blanco.
Todo en WASP
parece calculado, hasta las contradicciones. Sin embargo, sus letras siempre
atacaron aspectos que no tienen nada que ver con el color de la piel. Ellos
estaban preocupados por exteriorizar su misoginia, su odio por las mujeres.
Las bandas
piensan en su público y WASP se orientaba al sector de pibes de 12 a 16 años, preadolescentes. Cuando
yo era pibe los amaba. Era re heavy re jodido y me deleitaba con la música de
WASP. Pero especialmente con sus recitales, que leía (sic) en la revista Metal o veía en la casa de algún amigo
con poder adquisitivo como para tener un videoreproductor. Invariablemente en
algún momento del concierto—y perdónenme la expresión—Blackie atacaba su parte
actoral. Desvestía a una mina encadenada o atada a un potro o crucificada y,
ante el pedido desaforado de sus fans, le cortaba el cogote con una cimitarra o
le encajaba un hachazo en el medio del pecho. Luego se disponía a chupar la
sangre que brotaba.
Claro, si KISS
tuvo problemas por pisar pollitos, imaginen la suerte que tuvieron los WASP. Tuvieron que dejar de
realizar actuaciones de ese tipo y se dedicaron solo a componer—(?)—, y
perdieron toda su audiencia.
Cuando fui
creciendo empecé a advertir cosas raras. En el público heavy nunca hubo minas. Éramos
re machos y tachábamos de ¨putos¨ a los amantes de, por ejemplo, Soda, banda
que nosotros también escuchábamos, pero a escondidas. Y nos daba bronca porque entre ellos había mucho más levante que entre nosotros, que andábamos casi
todos sin novia. Entonces caí en la cuenta: Esa mina que Blackie torturaba era
la única del estadio…
¨Te das
cuenta, le dije a mi amigo, era una especie de resentimiento de mal cogidos, porque
esa mina era única, no había otra. La veíamos
a la distancia y creíamos que, de alguna manera, nos apropiábamos de ella al ver como la torturaban.¨ ¨Si—me respondió— ella era la única mina del estadio, y vos sos
el único boludo en toda la plaza que está pensando en WASP.¨
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