lunes, 25 de junio de 2018

La zona del Pato


La publicidad de café La Virginia, que dejo al final de estas líneasintitulada Zona de confort, tiene cierta complejidad, a esta altura esperable, apuntando a varios nichos, intentando no perder los que ya están habituados al producto y tratando de captar a aquellos que aun toman otra cosa. En este caso se hace de manera elegante: ¿el tipo en realidad está saliendo de su zona de confort? Esa ambigüedad está muy bien lograda. Ya lo dije mil veces, la publicidad debe llegar a la mayor cantidad de clientes reales o potenciales. Cada uno de ellos, salvo contadísimas excepciones, verá lo que quiere ver y escuchará lo que quiere escuchar. El resto de lo que no se escurra de las mentes quedará alojado en el inconsciente.
La referencia a pasar la frontera con droga evadiendo la ley debería ser obvia. Claro, lo que esconde en el vehículo no es cocaína, es café. Pero la asociación es (o debería ser) automática. Tenemos un desierto y policías con pilcha yanqui. Debería ser tan obvia como la apelación de cerveza Schneider a los menores de edad para que chupen: ¨Madurar lleva su tiempo¨. Lo notable es que, a pesar del bombardeo de estas publicidades, casi nadie las lee. Eso es precisamente lo que se busca, que quede de modo subliminal.
Sin embargo, hay aspectos que sí se espera que sean leídos de modo explícito por un determinado  perfil de cliente. Veamos: hay un dato tenebroso en la zona de confort de La Virginia.  Las publicidades apelan a actores que eligen con mucho cálculo. Muchas veces tratan de buscar personas con una cualidad particular o un parecido físico con gente que cotice en los sentimientos de la población (o de un segmento de la población). Así, verán en estos días muchas voces, estilos y caras muy María Eugenia Vidal en publicidades orientadas a la mujer. Nada es casualidad. El tipo que pasa el café por la frontera es muy parecido al pato Fontanet, cantante de Callejeros. Si estendés por qué lo eligieron es porque sos parte de ese nicho al cual va dirigido el aspecto más oscuro de esta publicidad.


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sábado, 23 de junio de 2018

El no atentado que nadie recuerda




Cuando se levantó el Puerto Nuevo, literalmente sobre las aguas, el estado reservó un polígono para sus propias dependencias. Comenzado en 1911 para suplir en lo fundamental al Puerto Madero, que había quedado obsoleto con una velocidad deslumbrante, se terminó completamente para la década de los 40, cuando se empezaron a materializar los edificios estatales que hoy le dan su impronta. Se trataba y se trata de una serie de construcciones nada comunes que se pensaron para una cosa y que terminaron en otra. Verbigracia: el edifico Movimiento, una de las obras de arquitectura más vanguardistas de nuestra historia, que nunca funcionó y que hoy forma parte de la villa 31; el edificio Libertad, que fue pensado como hospital  y que terminó como sede de la armada; o el hospital ferroviario, que ya no es nada…
Sin embargo, el caso más notable, y el más olvidado, es el de la sede de la Fuerza Aérea, el edificio Cóndor. Fue pensado también como hospital, esta vez de la Unión Tranviarios Automotor (UTA) —lo cual demuestra que Puerto Nuevo se pensó como un gran nosocomio— y terminó como sede de una fuerza. Hasta acá se parece notablemente al origen y al  destino del edificio Libertad.
Pero el edificio Cóndor guarda una página negra. El 5 de diciembre de 1980 se cayó una de sus alas con sus 14 pisos y el personal que allí trabajaba. (Entre los que estaban en el edificio y se salvaron según El País de Madrid, se encontraba Jesús Orlando Capellini, quien intentara el primer golpe contra Isabel en diciembre de 1975, que terminó con el último bombardeo aéreo en suelo patrio, sobre la base de Morón). La escena que quedó tras el colapso del edificio no se repetiría hasta el atentado a la Embajada de Israel en 1992.  En esa época paranoide de la última dictadura lo primero que se debió pensar es que se trataba de terroristas de izquierda. Ningún diario de la época que recogí dice, por supuesto, nada al respecto, ni siquiera negándolo. Claramente había órdenes de arriba de no mencionar el asunto.
Sin embargo sabemos que la izquierda, para evadir esta censura, entendía que el camino para lograr repercusión era un magnicidio, como el que casi sufrió Videla en el aeropuerto Jorge Newbery  o era un atentado con muchos muertos en dependencias del estado, como el que perpetraron en la Superintendencia de la Federal.
En el caso del edificio Cóndor no hubo pólvora. El dictamen oficial fue que se trató del hundimiento de la estructura dado que la construcción se llevó a cabo sobre terrenos recuperados al río. Nunca lo sabremos. (Tal vez debamos dar gracias porque las listas negras encontradas en 2013 en su subsuelo no fueron afectadas) Como muchos atentados perpetrados por la guerrilla tenían fecha precisa con la intención de dar un mensaje intenté dar con algún 5 de diciembre previo al derrumbe que asociara a Montoneros o al ERP con la Aeronáutica. Lo más cercano que encontré fue el alzamiento de Capellini, que fue el 18 de ese mes de 1975 y el ataque al cuartel de Monte Chingolo por el ERP, 5 días después. O sea, no encontré nada, salvo una curiosidad. Lo cierto es que siempre quedará la duda, al menos la duda de los pocos que recordamos la tragedia. Murieron 17 personas. Unas 30 resultaron heridas. Extrañamente el hospital más cercano no estaba en la zona. 


Bibliografía:
Archivos digitales de diarios de la época:
Video del suceso:
Otros: