viernes, 30 de septiembre de 2016

Aula de un colegio de la segunda corona

Aula de un colegio de la segunda corona del conurbano. Sexto año, turno tarde. Clase de geografía. Alumnos de 17 y pico. Maxi destaca por su literalidad y su entrega a las causas más grandes y más chicas, pero especialmente por su pensamiento binario extremo. Es delegado del curso.
Reparto un trabajo práctico y le doy a García un trabajo que no es de él, es de otro García. Me disculpo.
Yo—Perdón, es que a la mañana hay otro García. 
Maxi— Macho, los de la mañana son los de la mañana. Nosotros somos los de la tarde.
Una semana después. Entra la directora a pasarme el libro de actividades áulicas. Nota que varios alumnos tienen en mano el celular.
Directora— Ya les dije que está prohibido el celular en el aula, a menos que el profesor lo permita.
Yo— Dejo usar el celular siempre y cuando hayan terminado la tarea correctamente.
Maxi (Que no tiene el celular en la mano y está empeñado en terminar la tarea) — Señora, el profesor nos permite usar el celular, ¿entiende? (Sale la directora. A mi) — Capo, la clase es tuya, no tenés que dar explicaciones.
Una semana después. Estoy intentando introducir el concepto de alienación; estoy intentando introducir un poco de filosofía en la clase. Agarro un pibe cualquiera.
Yo— Mariano, ¿qué es lo que querés?
Mariano— Quiero jugar a la pelota y ponerme en pedo todo el día
Yo— ¿Y cómo sabés que querés lo que querés?
Maxi (Concluyente) — Macho, ya te dijo lo que quiere, aflojá.
Una semana después, haciendo un balance sobre el capitalismo.
Yo— Chicos…
Maxi— Cortala con chicos, somos grandes, ¿qué parte no entendés?
Yo—…Bueno, el sistema capitalista, así como lo conocemos hoy, es el mejor de la historia. Mejor que la esclavitud, Mejor que el feudalismo. Mejor que el comunismo. Sin embargo, es un sistema desigual, estupidizante, y hay mucha pobreza, mucha injusticia. Es perverso y empobrece nuestra vida material y espiritual; especialmente a nosotros, los pobres. Esto no da para más. El sistema está en crisis. Hay que inventar otro sistema.
Mariano— ¿Cuál?
Yo— No lo sé.
Maxí— ¿Y entonces por qué enseña algo que no sabe?
Yo— (Hago una pausa) Cambiar este sistema es una tarea para ustedes.
Maxi— ¿La hacemos ahora?
Maxi es una de esas personas que la tienen clara. Nietzsche decía ¨un sí, un no, una vía recta y una meta¨ Yo no tengo ninguna duda: va a llegar lejos. No es ninguna ironía; los maxis van a cambiar el mundo.

sábado, 17 de septiembre de 2016

La escritura detrás de la lengua (Geografía para periodistas)

         
¨Vayan a estudiar, manga de burros¨, suele aconsejar Ricardo Iorio. Yo le hago caso. Siempre. Porque ¨solo sé que no sé nada¨, como decía Sócrates, y porque no me gusta ventilar giladas cuando está en mi poder hacer dos o tres clicks y averiguar como viene la mano sobre un tema cualquiera. Máxime si tengo que hablar  ante gente que cree en mis conocimientos, que confía en mi. Se lo debo a ellos; no me gusta traicionarlos. Y, llegado el caso, me basta con decir ¨no sé¨, ¨no tengo la más puta idea¨.  Prefiero que dejen de creer en mí antes que embaucarlos como si constituyeran un contingente de imbéciles.

Me estoy refiriendo a  gente que, haciendo dos cliks, te enterás que, además de formadores de opinión, son insignes docentes universitarios transnacionales, que vomitan lo que saben acá, en Harvard, en Java y en Criptón. Muy aplaudidos por nosotros, pobres docentes telúricos que luchamos de sol a sol con indios semianalfabetos en las aulas bárbaras del conurbano. Lo he escuchado de mis colegas: ¡ cómo sabe Juan Sebastian Lachota o Silvina Raquel De la Concha sobre política internacional! ¨.  ¡ Uy, sí, por algo están en la tele! No se equivocan una sola vez, sino muchas, al por mayor, recurrentemente. Tienen una columna semanal en el noticiero o una columna quincenal en un matutino y teniendo tanto tiempo para aprender vuelven a repetir sus insensateces. ¿Nos subestiman o son ignorantes? Yo creo que  ambas cosas.

¿Qué es lo que hay que saber para opinar sobre temas internacionales?  Hay algunas cosas que ya están instaladas, cosas que cualquier mortal va a ir a buscar. Un poco de historia de la región, un mapa,  bajo qué régimen de gobierno viven, cuáles son los recursos en juego, como se posicionan las potencias ante el conflicto, como se para nuestro país, un poco de vaticinio para agregarle sal y pimienta al asunto, mezclamos y listo.  Hasta ahí todo bien. Pero ¿falta algo?

Un speech  que deberían saber para no decir huevadas versa sobre las diferentes lenguas que se hablan en un territorio dado. Vivimos lejos de todo y parece cosa trivial ponerse a ver esas cosas, tal vez porque hacemos cientos de kilómetros y todos hablamos castellano. Bueno, el mundo es otra cosa, es mucho más complejo en ese aspecto. Es tan complejo que no sólo es un quilombo de lenguas, sino también un quilombo de escrituras. Es más: un mismo idioma se suele escribir de muchas maneras diferentes…

Supongamos que quiero escribir cualquier boludés, por ejemplo, ¨tengo dos huevos, el derecho y el izquierdo¨. Pero lo quiero escribir con el alfabeto griego. Bueno, es una pavada: ¨θηνω δωσ υηγωσ, ηλ δηρηκχω ψ ηλ ιξφϋιηρδω¨. Solo se trata de remplazar un signo por otro. La misma pavada si lo quiero escribir en alfabeto cirílico o con números, arábigos o romanos, da lo mismo.  Con un poco de práctica en un mes lo hacemos espontáneamente, como si lo hubiésemos hecho toda la vida. Y con un poco de esfuerzo estamos haciéndolo con el alfabeto árabe o el japonés, que son silábicos. No estoy jodiendo. No se trata de hablar esos idiomas, sino  simplemente de hablar como siempre lo hacemos, pero escribiendo de otra manera.[1]

Los alfabetos, además de convenciones, son una herencia cultural. Nosotros empleamos el alfabeto latino porque es el alfabeto con el cual se escribía el latín, la lengua litúrgica de la Iglesia Católica. Contrariamente, los griegos y la mayoría de los pueblos eslavos de raíz ortodoxa, como los rusos, utilizan el alfabeto griego o, para ser más preciso, uno de sus derivados, el cirílico. Lo que estos pueblos saben mejor que nosotros es que el Nuevo Testamento está escrito en griego. Para ellos es una locura que una iglesia llamada cristiana utilice el latín y sus letras para el rito. De ahí a las balas hay un solo paso.

Si me sigue, vamos a complejizar un poco las cosas con ejemplos cada vez más copados, y desde el punto de vista argentino, más bizarros, sin dudas.

Antes de hablar gansadas sobre el conflicto de los Balcanes usted debe saber algo elemental: croatas, bosnios y servios hablan el mismo idioma, que acertadamente podríamos llamar Eslavo del Sur o Yugoslavo, que significa precisamente eso: ¨yugo¨, sur; ¨slavo¨, eslavo. El hecho de que los tipos hablen de un idioma bosnio, otro idioma croata y un tercero servio es un problema de ellos, no de nosotros. Esos idiomas son el mismo idioma. Sí, no estoy diciendo que son dialectos mutuamente inteligibles. Hablan igual. Tal vez se diferencian como el porteño del cordobés, pero son lo mismo. ¿Entonces cuál es la diferencia? ¡Escriben con alfabetos diferentes! Mientras los servios utilizan el alfabeto cirílico (ese de los rusos) los croatas utilizan el nuestro, o sea, el latino. ¿Por qué? Porque los servios son ortodoxos y los croatas y los eslovenos son católicos. A su vez, esta diferencia religiosa, de raíz histórica más que efectiva— comunismo mediante—  crea enlaces con otros pueblos eslavos. En efecto, los polacos, por caso, son afines a los croatas porque, además de eslavos, también son católicos y porque también, por eso mismo, emplean el alfabeto latino (Y el hecho de haber estado en bandos opuestos durante la Segunda Guerra no modificó esa esencia). Otro tanto se puede decir de los servios, que son afines a los rusos por los mismos motivos. (Y aunque aún hay bosnios que escriben con caracteres árabes, la verdad que por muy musulmanes que se reclamen la mayoría escribe en latino o cirílico.) En síntesis, el idioma, en este caso, no nos ayuda demasiado, pero sí, de manera clara, la forma en que estos idiomas se escriben.[2] 

Por lo dicho, el problema en los Balcanes es un problema cultural, de ninguna manera un problema étnico (Con la excepción de Kosovo, que es otro tema). No se trata de que hay negros por un lado y rubios por el otro. Son iguales, hablan igual, caminan igual. Escriben diferente. Entran en templos diferentes.

            Otro caso similar lo encontramos entre el urdu y el hindi, que por su masividad (son centenares de millones) merece un momento de nuestras neuronas. En realidad se trata del antiguo indostánico, que a mediados del siglo XX, cuando se separa Pakistán de la India, pasa a llamarse de dos maneras. Los paquistaníes, musulmanes, eligen escribir el urdu con el alfabeto árabe, como era de esperar. En tanto los de la India, eligen para el hindi un alfabeto derivado del sánscrito.

¿Quiere algo más bizarro?  Tarea para el hogar: averigüe con qué alfabeto se escribe el mongol en Mongolia y con qué alfabeto lo escriben los mongoles que viven en China, y verá los efectos de dividir un pueblo por varias generaciones asignándole a uno de ellos una escritura diferente. Esos pueblos ya no se pueden comunicar por medio de algo tan importante como la escritura. Son ya, de algún modo, dos pueblos diferentes.

Usted no puede entender correctamente el drama de  próximo y medio oriente sin cavilar lo que sigue. El persa es un idioma que comprende tres dialectos mutuamente inteligibles, el iranio el dari y el tayico, hablados respectivamente en Irán, Afganistán y Tayikistán, países limítrofes entre sí. Sin embargo, en los dos primeros se escribe con alfabeto arábigo y en el último, por haber sido parte de la URSS, se escribe con alfabeto cirílico (Si, el mismo que el ruso y el croata, aunque no sea un idioma eslavo ni mucho menos. ¡Si, el mismo alfabeto cirílico que emplean los Mongoles en Mongolia!, por si no hizo la tarea) Ahora bien, la lengua persa y la lengua árabe no tienen un carajo que ver, salvo en la escritura. Los persas (iraníes, que les dicen hoy) como no hablan árabe, como Mahoma, al menos escriben con el alfabeto del profeta. Hecho el alfabeto hecha la trampa, aunque los árabes no caigan en ella.

Sin embargo, a un buen observador no se le pasa que en general, a lo largo y ancho del mundo, se está dando una tendencia a adoptar escrituras alfabéticas. Esto es así porque la escritura alfabética estricta (como la cirílica,  la griega o la latina) es infinitamente más fácil de aprender que los otros tipos de escritura. El problema que esto conlleva (o la virtud, según como se mire) es que una vez que se elige alguno de estos alfabetos para reemplazar otras escrituras se impone con facilidad y es irreversible. El idioma turco nos será un excelente ejemplo en este sentido. Como musulmanes que son, se escribía con caracteres árabes. En 1928, el San Martín de ellos, llamado Kemal Ataturk, admirador de occidente, obligó, con gran resistencia por parte de su pueblo pero también con gran éxito, a olvidar las raíces religiosas. Dijo, ¨ a partir de ahora escribimos nuestro idioma con las letras latinas¨. Esto, por supuesto tuvo consecuencias obvias. La historia turca tiene como hito la conquista y destrucción de Constantinopla, que pasó a llamarse Estambul (o sea, Islambul o ciudad del Islám). El olvido de ese pasado, el acercamiento por el alfabeto a la iglesia de Roma, es algo que no le perdonan sus vecinos persas y árabes.[3] (Usted siempre tiene que tener en cuenta que en estos países casi siempre es más importante la religión del otro que la bandera) Sin embargo, los turcos fanáticos de la escritura árabe tuvieron su revancha. En 2014, el gobierno, después de haber hinchado las pelotas hasta el hartazgo para entrar en la Unión Europea, con nuevos vientos económicos que no aconsejaban esa estrategia, volvió a permitir la enseñanza del turco con alfabeto árabe en las escuelas. No obstante lo cual, ya era tarde. Nadie se enganchó con la iniciativa.

Pero hay ejemplos más truculentos en el mundo turco-musulmán. El turcomano (si, el que se habla en Turkmenistán) y el uzbeco cambiaron el alfabeto árabe por el cirílico y medio siglo después el cirílico por el latino a la caída de la URSS. En estos países la resistencia de muchos de sus habitantes está en que quieren volver al cirílico. Después del comunismo, el interés que tienen en volver a escribir con el alfabeto del Corán es nulo.  


A esta altura debo decir algo de suma importancia. El árabe es una lengua afín al hebreo, aunque se escriben de modo muy diferente y no soy tan ciego como para confundir una mezquita con una sinagoga. Se trata de dos lenguas semíticas muy emparentadas que tienen cierto grado de inteligibilidad mutua. Y hay que hacer otra salvedad. El mismo árabe es un idioma bastante raro, conformado por un conjunto de dialectos bastante diferentes unidos por la misma escritura. Un marroquí y un libanés se entienden a duras penas. Y otra cosa que debe saber es que el hebreo es un caso único en el mundo: una lengua muerta que ha revivido para ser la lengua oficial de Israel. Cuando piense en los judíos ortodoxos piense que eso ellos lo tienen muy en cuenta. El abuelo hablaba yiddish, que es una lengua germana (sí, germana) y su nieto ha perdido todo vínculo con lo alemán. Paradójicamente, se han acercado a los musulmanes, aunque la escritura semítica arcaica de los hebreos deja bien en claro que fueron a buscarla al cajón de los ancestros que escribieron la Torah.

Y si de ver una unión por la escritura se trata no encuentro mejor ejemplo que el chino. El chino es una escritura pictográfica convencional. ¿Qué quiere decir esto? Muy sencillo. Supongamos que yo escribo un uno: ¨1¨. Usted lo lee ¨uno¨ y un yanqui lo leerá ¨uan¨. Sin embargo, ambos estaremos entendiendo perfectamente lo que eso significa. Lo mismo si dibujo una casa, para un inglés eso es ¨jaus¨. En Pekin y en Shangai, en Honk Kong y en Manchuria se hablan diferentes idiomas. Ni siquiera ¨si¨o ¨no¨ se dicen de la misma manera. Sin embargo la escritura los une.[4] Todos para uno y uno para todos.

Y quiero concluir con un problema candente, actual, que puede producir una catástrofe mundial, como el asesinato de Sarajevo que dio paso a la Primera Guerra, lugar en el mundo que nadie conocía.

Transnistria es un territorio separatista inserto (por ahora) entre dos países, Moldavia y Ucrania, donde el moldavo es el idioma. En los territorios que Transnistria controla escriben el moldavo en cirílico; en los que controla Moldavia, en latino. Por supuesto, siguiendo a los croatas y eslovenos, ya están hablando de un idioma Transnistrio, que no es otra cosa que el moldavo escrito con otro alfabeto. Pero resulta que el moldavo es, en realidad, el rumano.

Esto mismo se repite incansablemente a lo largo y ancho del planeta. Pasa que nosotros estamos en un lugar muy excepcional del orbe: su culo.  No obstante lo cual, es preferible saber estas cosas para no hablar gansadas. Hoy estamos a un click de Mongolia o de Transnistria. No hay excusas.




[1] Esta también es una buena idea para confeccionar un criptograma con poco esfuerzo. Algo de eso fue lo que me propuse en algún momento en este blog, recurriendo a los números y a la caligrafía china. Ver ¨Criptograma¨y ¨De cómo aprendí a escribir en chino de una sentada ¨. http://baojose.blogspot.com.ar/2011/11/criptograma.html

[2] No me importa  meterme en sutilezas, como discriminar lo que es una lengua de lo que es un idioma. Tómenlos ahora como sinónimos. Por otra parte, ya escribí en otro momento sobre un caso similar, los Hutus y los Tutsis. Ver: Abel y Caín en Ruanda, en este mismo blog. http://baojose.blogspot.com.ar/2014/02/abel-y-cain-en-ruanda.html

[3]
[4] Cierto que muchos chinos utilizan el Mandarín de Pekin como lengua franca, y que otro tanto acaece con el árabe. Pero no se trata de lenguas  madres y tampoco de lenguas que comprenda todo el mundo.

jueves, 8 de septiembre de 2016

Zona de confort intelectual




Recuerdo al profesor Nestor Luis Cordero. El día que lo conocimos se presentó e inmediatamente dijo esto, palabras más, palabras menos:

            ¨No se enamoren del primer filósofo que puedan dominar. Los sistemas filosóficos son difíciles. Suele pasar que dominan a un sistemático, Hegel,  Kant o Marx, y quedan muy contentos. Se enamoran de ese filósofo y ya no lo largan nunca. Y la experiencia me indica que en su gran mayoría los alumnos de esta universidad consagran sus tesis de licenciatura a Platón o a alguno de sus acólitos. Yo tengo la teoría de que eso es así porque se trata del  primer filósofo que estudian en profundidad cuando pisan estas aulas, y el primero que entienden. Whitehead ha dicho que ¨toda la filosofía occidental no es más que notas al pié de página de Platón¨, y puede que tenga razón. Pero me sorprende que tan poca gente se esfuerce por enamorarse de otros filósofos, por enamorarse nuevamente¨.

Sin dudas, la primera vez que jugué a la pelota debió de ser bastante aburrido. No debí saber ni siquiera que había dos equipos. Luego entendí las reglas, las posiciones, el objetivo y seguramente me fue mucho más grato entrar a la cancha. Cuando un amigo me invitó a jugar al rugby  le dije que no; ese mismo día tenía un partido de fútbol. Con Platón a muchos les pasa eso. Lo notable es que el profesor Cordero era un experto en filosofía antigua, especialmente instruido en platonismo.

La zona de confort es una categoría de análisis que se ha puesto de moda en los últimos años entre psicólogos y pseudopsicólogos. Se puede definir como el comportamiento rutinario, libre de riesgos, previsible, que le reporta al individuo una sensación de seguridad y bienestar falsos. No hay más peligros, pero tampoco hay más novedades. Todo bajo control, todo más de lo mismo.

Tengo para mí que siempre que se menciona esta zona se deja de lado el aspecto intelectual. Me da la sensación que quienes tratan el tema tienen en mente  a un mediocrón absoluto, digamos, a un muchacho de barrio, a un Ricardo Fort (que en paz descanse), pero nunca a un catedrático o facultativo o deportista de elite. Es como si estuvieran aleccionando a Dona Rosa sobre los placeres prohibidos que debería salir a conocer.

Dentro de la zona de confort intelectual están, creo, los especialistas. Hoy los especialistas son la regla, no la excepción. Saber mucho de una disciplina, de una rama de una disciplina, mejor aún, de una rama de una rama de una disciplina. Son ellos los que apuran el conocimiento y la superación de nuestra especie. Son, no lo dudo ni un solo segundo, los que producen premios Nobel, adelantos en la ciencia y en la técnica, descubrimientos arqueológicos, nuevas teorías sobre las cucarachas, revelaciones sobre las propiedades materiales de la astenósfera, nuevas formas de combatir el cáncer, estudios pormenorizados sobre la métrica de un poeta, brazos espectaculares para los nadadores olímpicos.

Contrariamente a los especialistas están los que no respetan los límites entre las ciencias y los quehaceres del hombre. Son un poco huérfanos y arcaicos. Son los Verne, los Asimov, los Dolina, los Borges, los Antonio Carrizo, los Eco, los Derrida, los Oscar Terán, los Sofovich, los pentatlonistas, los multiinstrumentistas, los políglotas en lenguas vivas y muertas, los que leen más de un diario… tal vez los Cordero. Entre ellos hay, como no, genios y chantas. Pero siento que de algún modo están emparentados en la necesidad imperiosa de cambiar la rutina en las materias de sus pensamientos; como que necesitan concentrarse en otra cosa. Es como si se aburrieran de hablar de filosofía y se impusieran estudiar botánica, pero nunca de manera exhaustiva. Diletantes que le dicen: pero incansables y obstinados. De alguna manera son enciclopedistas. Y se dice que en épocas como esta, de inteligencias colectivas, de wikipedias, parecen bastante irrelevantes. 

Hoy saber un poquito de muchas cosas es como caminar al costado del mundo. Pero también es enamorarse permanentemente del conocimiento humano. Y además, hay que decirlo, es un poco holgazán, porque implica enamorarse del conocimiento logrado por los especialistas.

Los diletantes no están salvando al mundo. Pero sabiendo salir de su zona de confort, se salvan a ellos mismos.


sábado, 3 de septiembre de 2016

Gracias por el fuego

¨Cualquier acción tiene sentido, incluso el crimen. Cualquier pasividad, por el contrario, no tiene sentido.¨
 Herman, Rauchning. Habla Hitler.[1]

Sergio Renan dirigió Gracias por el fuego, basada en el libro del uruguayo Mario Benedetti, casi diez años después de su famosa La tregua, que también se basa en un libro del mismo autor. Contrariamente a esta última película, la que nos ocupa pasó casi inadvertida y al día de hoy está sepultada en la memoria cinéfila vernácula, muy injustamente.

Tendría doce años cuando la vi por primera vez. No pude dormir por varios días; había descubierto que las películas más realistas pueden ser las más terroríficas. Un padre de 70 que le pega a su hijo de 37; un suicidio; un hombre que se enamora de la mujer de su hermano; una mujer que sabe que está enamorada de un hombre malo, pero no lo puede evitar… Era mucho para un pibe de doce años, máxime si tenemos en cuenta que el protagonista tiene persistentes pesadillas donde su padre aparece golpeando a su madre, ya muerta, tal vez a causa de los golpes.

Con el tiempo perdí el nombre de la película, casi la olvidé. Hace poco la volví  a ver, de casualidad. Claro, soy otro, veo de otra manera.

La historia, a grandes rasgos, es así. Un padre facho, muy inmoral, interpretado por Lautaro Murúa, dueño de un diario muy exitoso, ha hecho su fortuna desde abajo, transando con todo gobierno que se le cruzó y vendiendo las noticias según los intereses del momento. Él ¨se caga en la democracia¨, que acaba de llegar. Además de plata, le sobran huevos. Tiene dos hijos. Uno de ellos, Víctor Laplace, moral, con un discurso muy progresista y de izquierda, pusilánime, incapacitado para cualquier cosa que implique tener una iniciativa, cobarde que no para de temblar, con un manifiesto complejo de inferioridad con respecto a su padre. Quiere cambiar el mundo, pero no tiene huevos, ni uno. Lo notable del film es que al padre, en último término, no le importa tanto que su hijo sea de izquierda como el hecho lamentable de que sea cobarde. Es más, no le importaría morir a manos de su propio hijo con tal de que este finalmente ¨produzca un hecho¨, en otras palabras, que haga algo

(Por supuesto hay otros personajes, algunos muy interesantes, especialmente los femeninos, que hacen un contrapunto con los protagonistas y que enriquecen las interpretaciones posibles. Pero no pretendo escribir largamente sobre este notable film. Dejo la película al final para el que quiera tener pesadillas).

Como toda buena obra, Gracias por el fuego se interpreta de diversa manera según pasan los años. Cuando Benedetti publicó el libro, en 1965, la violencia política recién se iniciaba. (El autor perteneció al Movimiento de Liberación Nacional Tupamaros, de corte guerrillero). La historia se podía leer entonces como una imposibilidad de la burguesía ilustrada para tener otra conciencia que la de ser burgués. Parafraseando lo que dice Althusser en La filosofía como un arma para la revolución: la conciencia en el proletariado es espontánea, pero el intelectual es burgués y debe hacer una revolución en su conciencia, que es previa a la lucha armada. En otras palabras, debe hacer una primera revolución, que es renegar de sus orígenes, de su pasado, de su medio, para luego lanzarse a servir a la otra revolución, la social. (Lamentablemente, esto está demasiado explicitado en la novela, que tamicé un tanto irresponsablemente para escribir sobre la película). 

Cuando sale la película, en 1984, el mundo es otro. Retornaban las democracias a América Latina y nosotros vivíamos la primavera. Entonces la historia del hijo de un burgués, que se dice revolucionario de la boca para afuera, pero que es más cobarde que las gallinas, se lee de otra manera. En un contexto en el cual las luchas armadas de los Montoneros y del ERP comenzaban a ser reivindicadas de forma indirecta, una lectura superficial de la película debió de ser casi escandalosa o al menos provocativa. Sin dudas, el pueblo quería paz. Pero ser pacífico y ser cobarde no es lo mismo, ¿no? La crítica mayormente no la elogió y el público no la acompañó. 

¿Hoy cómo se ve Gracias por el fuego? ¿La historia del dueño de un diario, inescrupuloso, que se acomoda al gobierno de turno, que tiene dos hijos, uno de los cuales quiere saber qué pasó con su madre, que tiene un conflicto con su propia identidad ideológica y su origen? Interesante acertijo. Pero la pregunta del millón es, ¿por qué el kirchnerismo no utilizó la película para sus fines, reivindicándola, sacándola del cajón del olvido? ¿No la vieron? Es posible. Pero también es posible que la excelente ambigüedad del film no les haya parecido muy agradable. En fin de cuentas, Laplace es un millonario que no renuncia a sus caudales y los roles femeninos son...

Parafraseando a Heráclito; según la medida del tiempo, el fuego se consume de diferente manera. La pesadilla retorna. Sólo cambia la edad del que se quema.  




La película:

Otras críticas sobre cine en este blog, vinculadas a la política argentina.




[1] Citado por Josef Pieper, en El ocio y la vida intelectual, Rialp, Madrid, 2003, que es un libro de la San Puta.