sábado, 3 de septiembre de 2016

Gracias por el fuego

¨Cualquier acción tiene sentido, incluso el crimen. Cualquier pasividad, por el contrario, no tiene sentido.¨
 Herman, Rauchning. Habla Hitler.[1]

Sergio Renan dirigió Gracias por el fuego, basada en el libro del uruguayo Mario Benedetti, casi diez años después de su famosa La tregua, que también se basa en un libro del mismo autor. Contrariamente a esta última película, la que nos ocupa pasó casi inadvertida y al día de hoy está sepultada en la memoria cinéfila vernácula, muy injustamente.

Tendría doce años cuando la vi por primera vez. No pude dormir por varios días; había descubierto que las películas más realistas pueden ser las más terroríficas. Un padre de 70 que le pega a su hijo de 37; un suicidio; un hombre que se enamora de la mujer de su hermano; una mujer que sabe que está enamorada de un hombre malo, pero no lo puede evitar… Era mucho para un pibe de doce años, máxime si tenemos en cuenta que el protagonista tiene persistentes pesadillas donde su padre aparece golpeando a su madre, ya muerta, tal vez a causa de los golpes.

Con el tiempo perdí el nombre de la película, casi la olvidé. Hace poco la volví  a ver, de casualidad. Claro, soy otro, veo de otra manera.

La historia, a grandes rasgos, es así. Un padre facho, muy inmoral, interpretado por Lautaro Murúa, dueño de un diario muy exitoso, ha hecho su fortuna desde abajo, transando con todo gobierno que se le cruzó y vendiendo las noticias según los intereses del momento. Él ¨se caga en la democracia¨, que acaba de llegar. Además de plata, le sobran huevos. Tiene dos hijos. Uno de ellos, Víctor Laplace, moral, con un discurso muy progresista y de izquierda, pusilánime, incapacitado para cualquier cosa que implique tener una iniciativa, cobarde que no para de temblar, con un manifiesto complejo de inferioridad con respecto a su padre. Quiere cambiar el mundo, pero no tiene huevos, ni uno. Lo notable del film es que al padre, en último término, no le importa tanto que su hijo sea de izquierda como el hecho lamentable de que sea cobarde. Es más, no le importaría morir a manos de su propio hijo con tal de que este finalmente ¨produzca un hecho¨, en otras palabras, que haga algo

(Por supuesto hay otros personajes, algunos muy interesantes, especialmente los femeninos, que hacen un contrapunto con los protagonistas y que enriquecen las interpretaciones posibles. Pero no pretendo escribir largamente sobre este notable film. Dejo la película al final para el que quiera tener pesadillas).

Como toda buena obra, Gracias por el fuego se interpreta de diversa manera según pasan los años. Cuando Benedetti publicó el libro, en 1965, la violencia política recién se iniciaba. (El autor perteneció al Movimiento de Liberación Nacional Tupamaros, de corte guerrillero). La historia se podía leer entonces como una imposibilidad de la burguesía ilustrada para tener otra conciencia que la de ser burgués. Parafraseando lo que dice Althusser en La filosofía como un arma para la revolución: la conciencia en el proletariado es espontánea, pero el intelectual es burgués y debe hacer una revolución en su conciencia, que es previa a la lucha armada. En otras palabras, debe hacer una primera revolución, que es renegar de sus orígenes, de su pasado, de su medio, para luego lanzarse a servir a la otra revolución, la social. (Lamentablemente, esto está demasiado explicitado en la novela, que tamicé un tanto irresponsablemente para escribir sobre la película). 

Cuando sale la película, en 1984, el mundo es otro. Retornaban las democracias a América Latina y nosotros vivíamos la primavera. Entonces la historia del hijo de un burgués, que se dice revolucionario de la boca para afuera, pero que es más cobarde que las gallinas, se lee de otra manera. En un contexto en el cual las luchas armadas de los Montoneros y del ERP comenzaban a ser reivindicadas de forma indirecta, una lectura superficial de la película debió de ser casi escandalosa o al menos provocativa. Sin dudas, el pueblo quería paz. Pero ser pacífico y ser cobarde no es lo mismo, ¿no? La crítica mayormente no la elogió y el público no la acompañó. 

¿Hoy cómo se ve Gracias por el fuego? ¿La historia del dueño de un diario, inescrupuloso, que se acomoda al gobierno de turno, que tiene dos hijos, uno de los cuales quiere saber qué pasó con su madre, que tiene un conflicto con su propia identidad ideológica y su origen? Interesante acertijo. Pero la pregunta del millón es, ¿por qué el kirchnerismo no utilizó la película para sus fines, reivindicándola, sacándola del cajón del olvido? ¿No la vieron? Es posible. Pero también es posible que la excelente ambigüedad del film no les haya parecido muy agradable. En fin de cuentas, Laplace es un millonario que no renuncia a sus caudales y los roles femeninos son...

Parafraseando a Heráclito; según la medida del tiempo, el fuego se consume de diferente manera. La pesadilla retorna. Sólo cambia la edad del que se quema.  




La película:

Otras críticas sobre cine en este blog, vinculadas a la política argentina.




[1] Citado por Josef Pieper, en El ocio y la vida intelectual, Rialp, Madrid, 2003, que es un libro de la San Puta.

No hay comentarios:

Publicar un comentario