martes, 27 de febrero de 2018

Menéndez en septiembre de 1979


La bosta de Luciano Benjamín Menéndez acaba de morir. Corría el año 1979 cuando (aunque la historia oficial de todo signo político lo silencie) intentó un golpe de estado contra Videla.  Como dice mi amigo Henry, su ingenuidad se manifestó feroz en ese acto. Nadie se sumó a la asonada y en breve fue pasado a retiro por esa picardía.
Sus motivos eran varios, todos lamentables. En primer lugar, Videla tenía a su lado un hombre como Villareal, un secretario que le llenó la cabeza a Luciano: ¨usted va a ser el sucesor del presidente¨. Eso no pasó y en septiembre estaba claro que sería Viola el elegido. Luego, por canales similares le llenaron la cabeza de que se alzara contra el gobierno. El motivo real era que los videlistas y violistas necesitaban terminar con los halcones, esos militares que habían querido una guerra con Chile a toda costa y cuya expresión máxima era el mismo Menéndez. En segundo lugar, esa semana previa al intento de golpe, Menéndez estaba indignado por la presencia en la Argentina de la Comisión Internacional de Derechos Humanos (que, hay que decirlo, a Chile no entró). En tercer lugar, el interés de Menéndez, en línea con Massera y los otros halcones, era dar un giro en la economía saliendo del neoliberalismo que llevaba adelante el gobierno. (Finalmente ese giro se dio con Viola hasta que Galtieri volvió al neoliberalismo ortodoxo). En cuarto término, hay que aclarar que los halcones estaban muy en contra de la pequeñísima apertura al diálogo político que estaba llevando adelante Videla (y que continuó Viola por un tiempito y que apuraba por sus sucios intereses Massera desde antes) En quinto lugar, la relajación ante figuras vinculadas a la guerrilla, como Jacobo Timerman, que fue dejado salir del país en esos días. Por último, el tremebundo atentado a Gustavo Walter Klein, del equipo económico de Martínez de Hoz, que parecía demostrar que la contraofensiva de montoneros tenía cierto éxito. (En realidad hoy sabemos que ese atentado como otros fue diagramado por Massera junto a los montos).  En fin, trato de ponerme en la mente de Menéndez y en sus intenciones ese septiembre de 1979.
En el país el golpe se silenció. Pero, ¿qué decir de los montoneros en el exilio, los montoneros de a pié, que sí se enteraron por todos los medios extranjeros de lo que pasó ese septiembre? ¿Era lógico pensar en una contraofensiva para 1980 con el ejército y la armada dividida ante el gobierno, las facilidades que daban ciertas aperturas, las presiones internacionales, el agotamiento del modelo económico de Martínez de Hoz? Obvio que sí. Pero eso es así sólo si uno cree que lo que dicen los diarios es palabra de dios. Incluso hay quienes llegaron a pensar que con la caída de Menéndez, que hizo menos ruido que una pluma, ya no habría guerra con Chile ni con nadie. Cuanta ingenuidad. Cuando llegó la guerra de Malvinas,  los montoneros, muy argentinos, colaboraron con la armada en el Operativo Algeciras, una operación contra buques ingleses en Gibraltar. Luciano Benjamín Menéndez no participó en esa guerra.