La bosta de Luciano Benjamín
Menéndez acaba de morir. Corría el año 1979 cuando (aunque la historia oficial
de todo signo político lo silencie) intentó un golpe de estado contra
Videla. Como dice mi amigo Henry, su
ingenuidad se manifestó feroz en ese acto. Nadie se sumó a la asonada y en
breve fue pasado a retiro por esa picardía.
Sus motivos
eran varios, todos lamentables. En primer lugar, Videla tenía a su lado un
hombre como Villareal, un secretario que le llenó la cabeza a Luciano: ¨usted
va a ser el sucesor del presidente¨. Eso no pasó y en septiembre estaba claro
que sería Viola el elegido. Luego, por
canales similares le llenaron la cabeza de que se alzara contra el gobierno. El motivo real era que los videlistas y violistas necesitaban terminar con los halcones, esos
militares que habían querido una guerra con Chile a toda costa y cuya expresión
máxima era el mismo Menéndez. En segundo lugar, esa semana previa al intento de
golpe, Menéndez estaba indignado por la presencia en la Argentina de la
Comisión Internacional de Derechos Humanos (que, hay que decirlo, a Chile no
entró). En tercer lugar, el interés de Menéndez, en línea con Massera y los
otros halcones, era dar un giro en la economía saliendo del neoliberalismo que llevaba adelante el
gobierno. (Finalmente ese giro se dio con Viola hasta que Galtieri volvió al
neoliberalismo ortodoxo). En cuarto término, hay que aclarar que los halcones
estaban muy en contra de la pequeñísima apertura al diálogo político que estaba
llevando adelante Videla (y que continuó Viola por un tiempito y que apuraba
por sus sucios intereses Massera desde antes) En quinto lugar, la relajación
ante figuras vinculadas a la guerrilla, como Jacobo Timerman, que fue dejado
salir del país en esos días. Por último, el tremebundo atentado a Gustavo Walter
Klein, del equipo económico de Martínez de Hoz, que parecía demostrar que la
contraofensiva de montoneros tenía cierto éxito. (En realidad hoy sabemos que
ese atentado como otros fue diagramado por Massera junto a los montos). En fin, trato de ponerme en la mente de Menéndez
y en sus intenciones ese septiembre de 1979.
En el país el golpe
se silenció. Pero, ¿qué decir de los montoneros en el exilio, los montoneros de
a pié, que sí se enteraron por todos los medios extranjeros de lo que pasó ese
septiembre? ¿Era lógico pensar en una contraofensiva para 1980 con el ejército y
la armada dividida ante el gobierno, las facilidades que daban ciertas aperturas, las presiones internacionales, el agotamiento del modelo económico
de Martínez de Hoz? Obvio que sí. Pero eso es así sólo si uno cree que lo que
dicen los diarios es palabra de dios. Incluso hay quienes llegaron a pensar que
con la caída de Menéndez, que hizo menos ruido que una pluma, ya no habría guerra
con Chile ni con nadie. Cuanta ingenuidad. Cuando llegó la guerra de Malvinas, los montoneros, muy argentinos, colaboraron
con la armada en el Operativo Algeciras, una operación contra buques ingleses
en Gibraltar. Luciano Benjamín Menéndez no participó en esa guerra.