miércoles, 18 de julio de 2018

Los progresos de la especie humana


La humanidad tiene un camino que transitar.
Primero fue la antropofagia.  Comíamos a nuestros congéneres. Una tribu cazaba a otra Y se comía el botín.
Después, la revolución neolítica y el excedente generado hicieron que no fuese necesario comerse al enemigo. Sobraba alimento  y se sacrificó al enemigo. Masivamente.  El sacrificio fue un progreso para la humanidad.
Luego alguien pensó que el enemigo era útil: ¨Mejor si los ponemos a laburar¨. La esclavitud fue un progreso de la humanidad.
Finalmente el capitalismo liberó a los esclavos. Y fue un progreso.
Todo progreso por venir será una superación de la espacie humana.
Estamos en el camino correcto.

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domingo, 15 de julio de 2018

Miedo al silencio


Por fin se calló el Pollo Vignolo. Y ganamos todos. Ha sido el relator oficial de los últimos mundiales. Ha llenado el silencio con sinrazones varias, gritos encendidos, jadeos de mal gusto y caninas declaraciones de incondicionalidad, levantando siempre la bandera como un Belgrano de las gradas. ¡Asqueroso!
Junto a él, como hacen siempre, han izado la moderación, la cordura, la sobriedad y el recato: Gambeta Latorre, con más intereses creados que Macri, y el comedido hasta la exageración rayana en la cobardía, Macaya Márquez (el que nunca se equivoca porque nunca arriesga nada).
Con tanto odio al silencio recordé a los primeros hombres que pisaron la Luna. Andrew Smith escribió un maravilloso libro llamado Lunáticos. En él se describe las experiencias y la vida posterior de los 12 (doce) humanos que pisaron el satélite. Mientras Neil Armstrong y Buzz Aldrin se acercaban en el módulo lunar, el último se la pasaba ladrando datos a la Tierra: distancia, velocidad, presión interior, etc. Era una catarata de números. A su lado Neil  maniobraba la nave y acotaba, cual Gambeta. Cuando por fin alunizaron se miraron y nada dijeron. Desde el planeta llegó una orden: ¨Duerman¨. El silencio era tan amplio que en la Tierra pensaron que o ya estaban durmiendo…  o lo peor. Neil anunció que iban a bajar y el aire se cortó. (¡Cómo mierda iban a dormir en esa situación!). Neil bajó explicando lo que hacía, el polvo que subía desde la superficie y dijo su famosa frase. Luego bajó Buzz. En medio de la emoción el silencio lo era todo. Pero se rompió con las palabras del presidente norteamericano. Nixon los felicitaba. Estaba en los planes que Buzz le contestara. Pero Buzz no lo hizo. Estaba sobrecogido por ese paisaje penetrante. Neil, que también escuchaba al mandatario, le hizo señas a Buzz, y Buzz le contestó con un gesto que significa ¨que se meta la lengua en el orto¨.  No había ido tan lejos para contestar. Clavaron la bandera y caminaron unas dos horas en silencio. Habían ganado.
Mi tío Oscar, que la vivió, recordaba ese día de 1969. Fue como la final del mundial. Los cuatro canales de capital transmitían en directo. Él cambiaba de canal porque huía de los Pollos Vignolos, que gritaban ¨faltan tres escalones, faltan dos, falta uno…¨, como si el evento se tratara de una procesión ordinal, o refrendaban lo obvio o daban onda verde a la histeria. Finalmente mi tío dio con un canal (no recuerda cual) que había decidido entregar las imágenes sin intervenirlas con voces ajenas a la transmisión original. Así pudo recordar los silencios lunáticos, que fueron muchos,  tan emocionantes como los silencios de las sinfonías de Anton Bruckner.
¿Por qué tanta gente necesita de los Pollos? El rating y los estudios de mercado lo confirman. También lo confirma Durán Barba: la gente atiende a las formas, no a los contenidos. Dicho de otro modo: el Pollo Vignolo transmite un sentimiento. Muy poca gente está escuchando lo que dice. Pero hay algo más profundo: este relator, y otros de su calaña, están conjurando el miedo patológico de la sociedad al silencio. Los partidos de fútbol son una de las pocas programaciones de la televisión que no tienen música por largos momentos. Entonces, para inducir una emoción en el espectador, se imponen los enfermos de verborragia. Pero no es necesario que domestiquen nuestros sentimientos. Y menos cuando juegan dos países que no tienen nada que ver con nosotros. Hoy Vignolo se la pasó llorando un tango tras otro por la ausencia de la selección Argentina en la final. A los gritos. Como un nene. Como un barra ¡Patético! ¡Malvado! Por fin se metió la lengua en el orto. Y es para festejarlo.

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