viernes, 27 de abril de 2012

Por un Rolex

Por un Rolex
                                   A Margarita y a Gabriela.
Tiempo atrás -un año, cuatro meses y diez segundos- se me murió un Rolex. Eran las tres de la tarde con cuarenta minutos. Para ser exacto, esa es la hora que continúa marcando el reloj. Y, en cierta forma, para mi nunca dejó de ser las tres de la tarde con cuarenta minutos.
  Conozco a mucha gente a la que se le murió un Rolex. No es un caso tan raro: los Rolex se mueren si les pega un mal viento, se deprimen si uno habla muy fuerte y para ahogarse sólo necesitan que alguien los escupa. Son criaturas delicadas. Este es el segundo Rolex que se me muere.
Graciela, mi mujer, tenía uno. Lo sacaba a pasear por su jardín, y a mí me parecía una crueldad tremenda que semejante reloj frecuentara eso. Era como pasear a un niño rico enfrente de una vitrina de niños pobres que juegan sin juguetes. Era como hablar con la boca llena. Le dije a Graciela que no llevara al reloj por allí, y aceptó. Al poco tiempo, heredé el Rolex de mi esposa.
Los Rolex deben criarse lejos de las ventanas luminosas. No necesitan los mismos cuidados que un árbol. La gracia de un reloj es que nos dé las coordenadas del tiempo allí donde hacen falta. No en un jardín, donde cualquier girasol nos marca el paso de las horas.
El día que me muera quiero ser enterrado con mi Rolex. Ya me imagino en el velorio, en el cajón, con las manos cruzadas sobre mi barriguita, con el Reloj en mi muñeca marcando las horas, y a los llorones preguntando: ¿por qué quiere este tipo un Rolex si ya va a ser enterrado? Y es precisamente por eso que lo quiero. 
                                                                                  Abril de 2012

sábado, 21 de abril de 2012

El lado oscuro de la pobreza

El lado oscuro de la pobreza.

El lado oscuro de La Tierra es ese lado donde el Sol no da. Es una perogrullada aclarar semejante obviedad, pero es importante recordar que, en esos lugares oscuros, la única oportunidad de luz es la que nos proporciona nuestra propia especie.
Hace solo cien años una imagen nocturna de nuestro planeta desde el espacio nos hubiese devuelto un agujero negro. En tan poco tiempo hemos cambiado la imagen que le brindamos al cosmos. Si nos están observando seres inteligentes desde lejos, seguramente habrán reparado en un hecho notable: parece que en La Tierra hay vida. Dicho de otra manera: una imagen diurna de La Tierra no revela ningún tipo de vida inteligente sobre su superficie.  
                Las siguientes imágenes valen más que mil palabras, y es por eso que voy a tratar de escribir simplemente lo indispensable.


                Si. Nuestro globo en la noche, desde el espacio, se parece mucho al cielo estrellado. Las ciudades mayores parecen presentarse como galaxias, con su centro y su periferia. Las que no son tan grandes como estrellas solitarias. Algunas se aprecian apenas. Otras las intuimos porque las conocemos, aunque  no las veamos.
                Pero en el conjunto se nota demasiado, por un lado, quienes son más ricos, quienes mandan, quienes tienen derroche de energía. Y por el otro lado—el lado oscuro—quienes son los pobres, los que carecen de enchufes, los que tienen una vida apagada.


La isla de la Izquierda es La Española. La mitad occidental, esa que está en tinieblas, es Haití. La otra mitad, esa que se ve ostensiblemente más iluminada,  es La República Dominicana, un país lleno de dominicanos (y de haitianos, que cruzan la frontera para laburar y encender una lamparita.)  Es una isla, pero son dos mundos.  La isla de la derecha, la que tiene más luces que Oxford, es Puerto Rico. Sin palabras…


¡¿Y qué me dicen de esta otra imagen?! De Japón mejor no hablemos. Se diría que allí la noche no llega nunca. Pero es altamente impresionante el contraste entre las dos Coreas. Corea del Sur es como Japón: un terremoto de luces y electricidad. Sin embargo, en Corea del Norte solo alumbra su capital, y no lo hace mucho que digamos. El resto es espantosamente igualitario: todos a oscuras.

Para terminar me gustaría mostrarles dos fotos. Una de Egipto. ¿Por qué? Porque quiero que vean como un río se puede llenar de luces. La otra de Buenos Aires.


                                                                                                                      Abril de 2012

domingo, 1 de abril de 2012

El natalicio de nuestro Señor Jesucristo en Rumania, 1989


El natalicio de nuestro Señor Jesucristo en Rumania, 1989
En la navidad de 1989, Nicolae Ceaucescu y su mujer, Elena, subieron a un helicóptero para abandonar el poder y el país. No pudieron salir de Rumania. Ese mismo día, una tropa del ejercito romano -perdón, rumano-  fusiló a la pareja. El hombre que había gobernado el país por 22 años partió para siempre.
Lo que sigue a su muerte es de película. El dictador fue enterrado en una tumba vulgar. Le añadieron una cruz, porque era comunista y ateo. Los rumanos, enemistados con Ceausescu, y quizás como fruto inconsciente de ver tamaño hijo de puta en tumba tan pequeña, se empezaron a preguntar si efectivamente Ceausescu estaba enterrado allí. Se habló de tumba profanada, acaso de que le habían cortado las manos. En 2010 se exhumó el cuerpo y se le practicó pruebas de ADN. Efectivamente, era el dictador.
Dijeron que era para curar las heridas del pasado, pero a mí se me hace que la nueva tumba del fusilado, esa que es tan grande como su residente, fue levantada para calmar las conciencias del pueblo rumano.
                                                    Abril de 2012 
Isabel, Elena, Nicolae y Juan Domingo