sábado, 29 de junio de 2019

Preguntas a Pedro Brieger


Pedro Brieger escribió El conflicto palestino-Israelí. Es un libro excelente. Brieger, judío, defiende la posición palestina (como Barenboim, como tantos). Pero hay olvidos…
1)      Brieger no habla de los Acuerdos de Haavara de 1933 entre los sionistas y Hitler, por el cual miles de familias judías, por primera vez de forma masiva, fueron a instalarse en lo que hoy es Israel.
2)      Brieger sólo menciona al Movimiento Leji de Stern, sin aclarar que fue un grupo terrorista sionista en Tierra Prometida que era pronazi y muy popular.
3)      Brieger critica profusamente la democracia israelí. Casi todos los argumentos que pone son de los mismos medios israelíes, de los intelectuales israelíes y hasta de algunos funcionarios israelíes. Eso también es parte de una democracia. 
Del primer punto debemos decir que muchos estudiosos—incluidos famosos como el historiador Ian Kershaw— jamás  escribieron una sola línea sobre los Acuerdos de Haavara; tal vez para evitar malas interpretaciones. Hitler se quería sacar a los judíos de encima y cuando el sionismo chocó con los intereses británicos apareció el del bigotito para ofrecer un canje: ustedes se van a oriente con plata del Estado alemán y nosotros nos deshacemos de ustedes.  Con el tiempo Goering propuso mandarlos a Madagascar y finalmente, con la guerra perdida, surgió la idea del holocausto. La solución final fue exactamente eso: la última solución.
Del segundo punto el olvido es extraño. Brieger habla bastante del Mandato de Palestina que tuvieron los británicos. Y cuando habla del Movimiento Leji lo hace para hablarnos de un momento en el cual ya existe Israel. Este movimiento tomó partido por los nazis por una obvia razón: el enemigo de mi enemigo es mi amigo. Los judíos estaban que trinaban con los británicos. Les habían prometido todo y finalmente hacían concesiones por igual a hebreos y a palestinos. Muchos colonos israelíes en esa coyuntura entendían que debían independizarse de Gran Bretaña de la misma manera que poco antes se habían independizado del imperio Otomano. Entonces no hay nada de raro en que hayan pensado que meter bomba a los ingleses y pedir ayuda a los nazis era lo correcto. Al menos sin  internet era difícil que supieran lo que realmente pasaba en Europa.
Del tercer punto debo decir que me recuerda a Chomsky, un judío que vive reproduciendo lo que dicen los medios yanquis, en medios yanquis siendo él mismo yanqui. De la misma manera que Pedro Brieger es judío, vivió y estudió en Israel. Y en el libro eso tampoco se dice. (Aunque esto último me parece un acierto). 
Sin dudas, y a pesar de las observaciones, un libro excelente. Pero para toda la familia. Y me queda una duda. ¿Estas cosas Pedro las ignora o las dejó pasar por cálculo? El librito se encuentra en la colección 100 preguntas y respuestas de Capital Intelectual. En fin, serán una o dos preguntas más.


sábado, 15 de junio de 2019

El más peronista


Tras el Plan económico de austeridad de 1953, Juan Domingo Perón empezó a pensar en abrir el país al capital extranjero en algunos sectores estratégicos como el energético. Puntualmente, en mayo de 1955, y contra la falta de memoria de muchos, le abrió las puertas del país a una filial de la Standard Oil. ¿Hacía bien en virar a la derecha o era de derecha?  ¿Tercera vía?
Cuando Perón quiso volver delegó en Cámpora. La izquierda gobernaba en Chile, en Bolivia, la clase media argentina se hacía montonera. En 1973 vino el golpe en Chile, en Bolivia y Bordaberry en Uruguay giró a la derecha. Perón, inteligente, también giró.
Menem giró a la derecha en un contexto de Fin de los tiempos posterior a la caída del comunismo. Las relaciones carnales con los Estados Unidos eran la norma de ese momento. Carlitos había sido monto en los setenta, amigo cercano de Alfonsín en los 80s y predicó la revolución (productiva) en la campaña de 1989 para alzarse con la presidencia.
Néstor nunca fue de izquierda. Llegó a la cima con la anuencia del cabezón Duhalde, quien le impuso parte del gabinete y al ministro de economía. Giró a la izquierda ni bien pudo, como marcaban los tiempos de Chávez  y de Lula y de la mitad del subcontinente. (Lo mismo había hecho, no casualmente, el Adolfo, un precursor total, en su semana de mandato, cuando recibió a las Madres de Plaza de Mayo y arengó con no pagar la deuda externa como si fuese un alter ego de Altamira).
Cristina, en su discurso de inauguración de las sesiones ordinarias de 2012, mandó a trabajar a los docentes y apretó a los sindicatos. Fue su última estrategia de virar a la derecha antes de notar que su re-reelección iba a fracasar. ¿Hizo mal?
El peronismo es un movimiento que se ajusta a la coyuntura. No está mal actuar así. Somos un país absolutamente periférico que cree ser central. Y es por eso que el peronismo, en gran medida, tiene gobernabilidad. Sale de esa creencia infantil. Hace lo que hay que hacer en un contexto de vulnerabilidad planetaria. Cuando hay que ser de izquierda saca a los pibes, en los setenta y en la primera década de este siglo. Cuando hay que ser de derecha saca a los viejos conservadores. Ahora los vientos vienen de la diestra. Y cuando cambien los vientos el peronismo también va a estar. Siempre va a estar. Y tal vez con los mismos apellidos.