viernes, 25 de diciembre de 2015

El problema de la materia (Aristóteles versus Einstein)

Para Gerónimo
Y el sol se detuvo y la luna se paró (Josué: 10:13)

La Tierra y la Luna se encuentran a más o menos 385 mil kilómetros de distancia. Esta distancia se mide desde el centro de gravedad de los astros, o sea desde el centro de cada esfera. Como nosotros nos encontramos en la superficie, a 6. 360 kilómetros del centro de la Tierra, por lo tanto estamos a 6.360 kilómetros de la Tierra.
Los escolásticos y los sofistas hubieran estado de para bienes con estas sutilezas inconducentes. Pero estas sutilezas son muy modernas y actuales, y aunque difieran radicalmente de las antiguas, no por ello dejan de ser asombrosas. (Incluso yo diría que son más asombrosas, porque comportan algo que se llama realidad, que vivimos a diario, tal vez sin darnos cuenta.)
La materia fue tematizada desde la antigüedad. La defendieron los atomistas, la denostaron los platónicos, la dignificaron los artistas. Incluso fue una fuente inagotable de sutilezas. Un ejemplo de barbarismo sutil lo encontramos en la siguiente cadena de alta lógica y bajo sentido común.  La materia bien pudo no haber existido. Pero existe. Sin embargo, algo que existe, pero pudo no haber existido, no tiene una existencia cabal, como razonaron los de la escuela de Megara, porque si algo realmente existe no puede un buen día venir a la existencia, como quería Parménides, sino que tiene que existir por siempre, por la eternidad, o sea, por fuera del tiempo. Como el tiempo nos demuestra que todo nace y muere, el tiempo tampoco existe.
Afortunadamente un buen día vino Aristóteles a poner las cosas en su lugar (las cosas existen y están en la realidad). Pero Aristóteles tuvo una reflexión ambigua sobre la materia. Veamos. Vivimos en un mundo material, gobernado por el tiempo, que hace que la materia tenga un devenir y las cosas nazcan y mueran (se transformen). Hay cuatro elementos esenciales en nuestro mundo  material: fuego, agua, tierra y aire. Sin embargo, sobre nuestro planeta esférico, a partir de la Luna, hay una cantidad de más o menos 55 esferas que rotan y desplazan a los astros en el cielo. Estos astros se mueven sobre un quinto elemento: el éter. Este es un elemento muy sutil, que no corrompe la materia. Así, los planetas y las estrellas no nacen ni mueren. Aunque son materiales, giran por el firmamento eternamente en un movimiento perfecto, circular, en el éter, en torno a nuestra Tierra. Más allá de todas estas esferas está el Primero Motor Inmóvil,  que es el nombre del Dios aristotélico. Es una divinidad inmaterial, ajena al tiempo, a la materia y a cualquier elemento. En síntesis,  nuestro planeta está en el centro del universo. Por ende, la materia y el tiempo también están en el centro del universo. Y a medida que nos elevamos, tenemos menos materia y menos tiempo hasta alcanzar la eternidad (la eternidad no es la sumatoria del tiempo, sino algo que está fuera del mismo.) Entonces, si nos  alejáramos de la Tierra, nuestros relojes se empezarían a detener, hasta que finalmente se detendrían al llegar a Dios. Este Primer Motor Inmóvil, que no se mueve porque todo movimiento implica un cambio y por lo tanto el concurso del tiempo y de la muerte, sin embargo, atrae a todo el universo hacia él. No lo hace porque quiere, sino porque el universo se siente atraído inevitablemente. Nuestro mundo material y temporal es, por tanto, el más alejado de dios. Sin embargo, tanto la materia como el tiempo son increados. Las cosas pueden nacer y morir bajo el imperio del tiempo. Pero la materia en sí misma y el tiempo son eternos, como el mismo dios inmaterial.
Antes de abordar a Einstein es necesario decir algo sobre Copérnico y sobre Newton. Del primero ya me encargué en La órbita de Copérnico (y dejo al final el enlace para los que quieran chusmear.) Este polaco planteó que no era nuestro planeta el centro del universo, sino el sol. No obstante lo revolucionario que podría suponer esto, dejaba lugar a seguir pensando en lo términos aristotélicos que, mil setecientos años después de su muerte, aún se manejaban. En otras palabras, tal vez el sol sea un tanto más material que la Tierra y acaso los relojes caminaran más deprisa en su caliente superficie. Sin embargo, el Dios del filósofo quedaba incólume. Después de la Tierra y a muchísima distancia, se encontrarías las estrellas (Copérnico no sabía que el Sol es una estrella) y mucho más allá el Primer Motor, la inmaterialidad y la intemporalidad.
                 Newton, por su parte, describió la teoría de la gravitación universal. Lo importante  de esto está en la última palabrita: ¨universal¨. Esto supone (a los fines que a mí me interesan destacar) que el tiempo y el espacio son absolutos. Esto es lo que casi todo el mundo cree empíricamente. Los relojes funcionan igual en cualquier lugar del universo. La gravedad actúa sobre el espacio y el tiempo, y no los modifica en nada. O sea, son absolutos. Newton nunca hubiera sido amigo de Aristóteles, porque con su teoría,  le daba jaque mate al dios del griego.  Además, para el inglés,  la gravedad es mayor cuanto más masa o materia tiene un cuerpo. Así, la gravedad que ejerce la Tierra es menor que la que ejerce el Sol. Dicho de otro modo, no importa si la materia está cerca o está lejos en la última estrella que vemos. La materia cobra dignidad con Newton, y los relojes funcionan igual ya sea en casa, ya sea en Criptón.
Einstein va a dar otra vuelta de tuerca a este asunto. Va a demostrar que el tiempo y el espacio son una misma cosa (tiempo-espacio) y que son (es) relativos. Esto trae serias consecuencias para todo el pensamiento anterior y posterior, principalmente porque es contraintuitivo a escala humana. Es, groso modo, como la teoría de la evolución o la tectónica de placas que hace que los continentes  se muevan: no lo podemos ver con nuestros propios ojos. ¿O sí?
Los que regulan los satélites que dan vuelta la Tierra a diario para que vos puedas tener GPS lo ven siempre. Estos satélites surcan los cielos a 20 mil kilómetros de la superficie. Tienen un reloj que debe ser regulado. Estos relojes se adelantan permanentemente, inexorablemente. La razón es que, a medida que nos alejamos del centro de la Tierra, del centro de la materia, los relojes se aceleran, exactamente al revés de lo que pensaba Aristóteles. Explicando a Einstein con palabras de Newton podríamos decir que a menor fuerza gravitacional mayor aceleración del tiempo, y viceversa[i].  La cercanía de grandes masas detienen las agujas. Pero lo interesante del asunto es que el tiempo se mueve con el espacio, porque son lo mismo. Moviéndonos a velocidades cercanas a la de la luz o sobre un planeta muy enorme no notaríamos nada en nuestro reloj y en nuestro entorno, pero sólo nosotros no nostaríamos nada raro. Un observador externo vería que adelantamos el tiempo hacia adelante, que literalmente viajamos al futuro. Cuando los astronautas vuelven a la Tierra, luego de andar orbitando lejos de nuestra material Tierra, para ellos han pasado ochocientas horas, pero para nosotros han pasado dos minutos menos. Dicho burdamente, ¡sólo alguien que lo ve desde afuera puede notar la diferencia!
Vamos a poner ejemplos concretos. Usted y yo somos masa, somos materia. Aunque usted no lo sepa está generando a su alrededor un campo gravitatorio y una detención del tiempo-espacio, despreciables de tan pequeñas, pero es la que su cuerpo genera. Todo el planeta genera lo mismo, aunque de modo más evidente. Si pudiéramos ver a alguien parado en el centro de la Tierra, que es su centro de gravedad, y pudiéramos ver su reloj, comprobaríamos que su reloj casi se ha detenido.  (No para él, sino para nosotros). O un ejemplo más posible de realizar: si alguien vive en el polo (más cerca del centro terrestre), vivirá una vida más larga que alguien que vive permanentemente en La Paz,  Bolivia,  que está más lejos.  Tal vez sea sólo un segundo, pero lo suficiente como para que dos hermanos gemelos, nacidos unos segundos uno del otro y muertos ambos en un accidente cuando se reencontraron, tengan que discutir en el cielo cuál es el mayor después de vivir en aquellos lugares separados durante tanto tiempo. Por supuesto, el ejemplo que da Einstein es más visceral. Los agujeros negros son las mayores concentraciones de materia en el universo. Atraen la materia que los circundan y se la tragan, incrementado su masa. Si pudiéramos ver una persona en un agujero negro (es imposible, pero muy persuasivo como argumento), veríamos no sólo que su reloj ya no camina, sino que su corazón también se ha detenido. No obstante lo cual, esa persona aún estaría viva, pero viviendo por fuera del tiempo-espacio, en la eternidad.
 Einstein entendió, contrariamente a Aristóteles, que la materia detiene el tiempo, y que, por el contrario, a medida que nos alejamos de la materia, los relojes se aceleran (relativamente, o sea siempre según la mirada de un observador externo). Sin embargo, está implícita en la teoría de Aristóteles que en algún punto del éter el tiempo debiera de transcurrir relativamente antes de detenerse. ¿Y qué lugar queda para dios en todo esto? Einstein  demostró que la eternidad, la detención del tiempo, es algo relativo, pero posible. Podemos así imaginarnos a dios durmiendo literalmente en el fondo de un agujero negro. Sería un dios sólo para nosotros, no para él mismo. Sería un dios como el que soñó  Aristóteles, ajeno a nosotros, pero que de una u otra manera, somos atraídos hacia él.

Relatividad y GPS:                                                  http://diarium.usal.es/guillermo/files/2013/04/GPSyRelatividadporGuillermoSanchez.pdf




[i] Einstein no habla de gravedad sino de curvatura del espacio- tiempo. De hecho él es quien termina por destruir la idea de gravedad. Pero a los fines pedagógicos...

domingo, 20 de diciembre de 2015

Corrientes exótica


1. Empedrado
He pasado mucho tiempo (tres días) navegando por Corrientes. Mi computadora me lo permite. Caminé virtualmente por Mercedes, visité el santuario del gauchito Gil, me maravillé con antiguos causes del Paraná, me comí una naranja en Mocoretá, crucé los esteros del Iberá, me sorprendió que Virasoro no perteneciera a Misiones, me sorprendió que San Pedro Pescador no perteneciera a Corrientes, me fui a bañar en Paso de la patria y en las nuevas termas del sur de la provincia, bailé chamamé, lancé un sapucay. No es poco, pero también fui más allá de los límites de la obviedad.

Las fotos que acompañan este artículo son descubrimientos personales. Son de Corrientes, aunque parezcan de otra parte.

La primera se trata de las cercanías de la ciudad de Empedrado, no muy al sur de la capital. Estas barrancas extraterrestres, que bien pudieran ser de la costa patagónica o de San Juan, fueron esculpidas por el río Paraná.  Con un poco de imaginación, se parecen tremendamente al Gran Cañón del Colorado.  

2. Itatí
La segunda es la iglesia de Itatí, en la ciudad homónima. Con una estilo renacentista, mezclado con torres coloniales y coronada por una cúpula rematada con una estatua de la virgen, es de las cosas más raras de la provincia. Su valor arquitectónico es importante, aunque no sublime. Debemos la obra a dos tipos que ya me olvidé y que me da paja buscarlos en la red. Por supuesto, es lugar de peregrinación muy valorado por los correntinos. Pero lo realmente llamativo de la iglesia es su ubicación, en un pueblito marginal, casi vacío. Semejante obra, junto al Paraná, rodeada de nada, pero catalizadora de caravanas humanas, debe ser lo más parecido a una reedición de los pueblos del medioevo.

3.Seu Zeca
La tercera es una curiosidad (un tipo). Al sur de la provincia, cerquita de Monte Caseros, se encuentra una triple frontera (con Uruguay y Brasil). La unión de los tres países se da en la confluencia de los ríos Uruguay y Cuareim, sobre un extremo de la isla llamada Brasileira. Pero los uruguayos no están de acuerdo. Ellos reclaman la isla a Brasil. Según argumentan, esta se encuentra sobre el Río Cuareim y no sobre el Uruguay, que es lo que dicen los otros dos países. El problema es que esta isla está habitada por un hombre, de nombre Seu Zeca, brasileño él. Aunque parezca gracioso, la presencia de este sujeto es un argumento de peso a favor de Brasil. Este problema de frontera es ninguneado por los dos países hermanos del Uruguay. Y es seguro que este paisito nunca tendrá lo que pretende. Corrientes ya está pensando en explotar turísticamente el asunto, aunque los otros hermanos se resistan.

4. Tres Cerros
La cuarta se trata de Tres Cerros. ¡Si, cerros en Corrientes! Están cerca de La Cruz. La foto muestra una vista desde una de las cumbres, de cien metros. Como la base del cerro está casi a nivel del mar no es de extrañar semejante vista panorámica sobre la inmensa llanura.

La quinta no es Stonehenge. Se trata de Itá Pucú, un monumento natural que se encuentra más o menos cerca de Mercedes. Sobre estas rocas, que se alzan sobre un terreno totalmente ajeno a su propia naturaleza, los humanos han dejado huella de su paso, desde una firma hasta una guarangada. Están dentro de una propiedad, pero el dueño te deja pasar si le ponés unos pesos.
5. Itá Pucú

Ahora que leyeron esto, ahora que vienen las vacaciones, tal vez te sirva de algo saber lo que te ofrece Corrientes, en voz baja, casi como si fuese yo el único que habla de estos destinos, que tienen la enorme ventaja de no ser concurridos por la chusma. Y si te interesa el tema de Malvinas, donde murieron tantos correntinos, te dejo un caso ejemplar, aunque un tanto bizarro.