jueves, 30 de noviembre de 2017

Caminando por la segunda corona (Entre dos prácticas políticas)

Lo que sigue es un apunte que me hice antes de hablar en una Jornada de Geografía. Tanto mi ponencia como la jornada tenían un título pretencioso que cambié por pudor en el primer caso y omití en el segundo por.... A cada párrafo correspondía una diapositiva, razón por la cual la estructura del texto podrá parecer un tanto rara o inconexa. El tono coloquial suena un poco artificial, telegráfico; pido disculpas. Y a los que estuvieron les ruego que se ahorren el trabajo de leer esto porque yo creo que salió mejor en directo que en el papel. 
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Cuando  me mudé al municipio de Malvinas Argentinas, en la segunda corona del conurbano, creí que había ascendido socialmente. Había alquilado un departamento en capital durante años y ahora tenía algo mío. Paradójicamente, aunque yo sentía estar  mejor, las estadísticas me ubicaban debajo de mi anterior situación. La calle de tierra, la falta de servicios,  me sindicaban como pobre.
Cambios hormonales se produjeron en mí. Siendo muy gorila (antiperonista) en Capital,  en breve tiempo empecé a frecuentar la unidad básica de mi nuevo barrio. Como decía Ortega es ¨uno y las circunstancias¨.  Hay una lógica geográfica en el voto y en las prácticas políticas, y yo no escapé a esa lógica.
La segunda corona del conurbano es parte de la periferia del área metropolitana de Buenos Aires. A su vez, esta corona se puede dividir en dos partes; un área central, que corresponde a las inmediaciones de la estación de tren, área urbana consolidada, con servicios y calles asfaltadas, muy semejante al término medio de la Capital Federal.  Y por otro lado un área periférica, en general las zonas intersticiales a los ejes ferroviarios, donde la urbanidad no está consolidada, las calles son de tierra y faltan los servicios. Diremos en adelante que se trata de  la periferia de la periferia.
A la primera de estas zonas, la de urbanidad consolidada, corresponde un tipo de práctica política: la republicana. La misma atiende a instituciones, al individualismo, al voto y tiene un cariz abstracto. En la segunda de estas zonas, la periferia de la periferia, impera como práctica política el clientelismo, entendiendo como tal un modo de hacer política informal, de contraprestación, de cercanía física, de confianza mutua, de tipo más  concreto.
Al poco de mudarme tuve necesidad de ir al médico y el primer hospital no estaba cerca. La Martona, como cariñosamente llamamos a la manzanera que repartía la leche, me contactó con el Ruben, el puntero barrial. Él me dio un turno. No tuve que viajar y, mejor aún, el turno era dos días después. Así entendí que su servicio implicaba un atajo espacio-temporal.  El puntero es un eslabón necesario de la estructura informal. Si no hubiera informalidad en todos los ámbitos no habría puntero. Como retribución, subí al colectivo cuando me lo pidió para ir a al centro, una verdadera jornada de turismo.
Los punteros están fijados al territorio y ese territorio tiene un límite preciso. Con el tiempo fui precisando los límites del Ruben. Una jornada histórica cristalizó los límites punteriles. Fue el 29 de diciembre de 2001. Un día de desmovilización popular que intentaba retener a los vecinos en el barrio, ya durante el gobierno del Adolfo. Ruben nos dijo que los del barrio vecino iban a venir a saquear nuestras casas. Hicimos barricadas en las esquinas. Todos los punteros dijeron lo mismo en sus respectivos territorios, y desde un helicóptero se podría haber mapeado con precisión el área de dominio de cada puntero. (Es interesante notar que nosotros nos defendíamos de vecinos de dos o tres cuadras más allá, que conocíamos, pero de los cuales no teníamos las certezas que sí teníamos de los que estaban en nuestro territorio, porque esa certeza y esa confianza se fabrica en una relación que se articula mediante el  puntero.) Esa jornada histórica, donde murió gente en la segunda corona, no guarda registro fotográfico disponible. Humo, barricada, piedras: todo se lo llevó el viento. Pero está inscripto (de manera un tanto distorsionada) en la memoria de los vecinos. Claramente, no se difunde de la misma manera lo que pasa en capital  que lo que pasa en la periferia de la periferia, aunque eso le haya afectado la vida a 3 o 4 millones de argentinos. La geografía en el aula debe aportar a esas discriminaciones del espacio. 
Sin embargo, el lugar donde yo me había  mudado y que empezaba a hacerlo mío, es un caso singular. Tenía todas las características de la periferia de la periferia, sin embargo contaba con una estación ferroviaria urbana, la estación de Pablo Nogués, junto a la cual, había calles de tierra y una ruta nacional asfaltada, la 197. La zona no había prosperado porque se encontraba a la sombra de un polvorín, o sea, donde el ejército guarda la pólvora. Un asentamiento militar trae servicios complementarios en sus inmediaciones. Principalmente prostíbulos y cantinas de mala fama.  El perímetro del polvorín estaba plagado de este tipo de locales. Cuando se creó el municipio, en 1994, se decidió dotarlo de un centro administrativo en los terrenos del polvorín. Compraron el predio y se emplazó en su centro la municipalidad y el Concejo deliberante. Sobre el eje de la 197, a dos cuadras del ahora el ex polvorín,  prontamente se levantó un complejo de salud que incluyó tres hospitales, incluido uno para niños. Como la gente nace y muere en los hospitales la zona se pobló de servicios y negocios complementarios como pañaleras, casas fúnebres, florerías con coronas, y hasta un pequeño zoológico. Los hospitales no cierran y muchos negocios empezaron a permanecer abiertos las 24 horas. El progreso material fue aceleradísimo. En sólo 10 años se asfaltaron todas las calles en un radio de 20 cuadras de la municipalidad y se dotó al área de agua corriente, cloaca y gas. Como corolario se asentaron a vivir muchos profesionales, de la administración y de la medicina, provocando una sustitución progresiva de la población original.
Este cambio fue tan veloz que no permitió el desmonte pleno de las estructuras previas, lo cual se revela en el paisaje urbano. El prostíbulo se encuentra casi junto al hospital de niños y se pueden ver las cantinas llenas de humo de cigarrillo junto a doctores que consumen su almuerzo. Por supuesto, el aparato político que propicia las prácticas políticas clientelares, aunque disminuido, continúa en la zona, conviviendo con las prácticas republicanas ahora en ascenso.  Esto se materializa elocuentemente en el palimpsesto urbano. Las casas precarias hoy están junto a edificaciones más elegantes, pero son esas casas precarias las que señalan el ámbito de acción del clientelismo. Son los que aún van al gallego que les fía, son los que suben a un colectivo para ir a una manifestación, los que se pelean por una pared bien ubicada para pintarla con su candidato (que muchas veces es el mismo), son los que procuran buscar atajos, aunque el hospital ahora esté más cerca,  porque aún hay cosas que están lejos…
Uno se olvida rápido de las calles de tierra cuando llega el asfalto. Y sin querer queriendo me empezaron a salir nuevamente pelos de gorila. Pero en mi vida obró un milagro: me recibí. Y los colegios que siempre están disponibles son los de la periferia de la periferia, esos que pagan por ruralidad.
Trabajar en los colegios de la periferia de la periferia me reveló ciertos aspectos, en especial  la reclusión de amplios sectores de la población más vulnerable. Si la segregación espacial es un proceso que viene desde hace más de dos décadas también es cierto que esa segregación se la ha visto casi exclusivamente como segregación de tipo residencial. El problema hoy es que la gente no está saliendo a otras zonas ni siquiera por casualidad. Este es un proceso que se está acentuando principalmente por cuatro factores. En primer lugar la descentralización administrativa que acerca la burocracia a los vecinos. En segundo lugar el acondicionamiento de las plazas barriales, donde se celebran eventos musicales, artísticos, deportivos o quermeses los fines de semana, como para que los lugareños no viajen. En tercer lugar la desactivación del aparato político; ya no hay más salidas a capital para ver un acto político. Y en cuarto lugar el desempleo generalizado que mantiene en el barrio a aquellos que antes salían a trabajar. Cuando voy a esos colegios apartados cada vez veo más pibes en la esquinas, más vecinas que se juntan a tomar mate. Puede parecer un panorama copado, pero estas son manifestaciones de gente que no tiene nada que hacer y que está anclada a su barrio. (Mariano, un alumno, conoce Morón porque le queda de paso para ir a visitar a su papá, que está en Ezeiza, preso.)
Entre las nuevas teorías evolutivas hay una que dice que desarrollamos el cerebro gracias al bipedismo. Pararnos sobre dos piernas nos llevó a nuevos ecosistemas, a nuevos paisajes, nos obligó a adaptar el cerebro a nuevas exigencias. Caminando salimos de África y caminando llegamos a los confines del mundo. De alguna manera caminando nos hicimos geógrafos . Somos los únicos primates que viajamos. Los gorilas no viajan. Los gorilas se mueven en un radio de 10 kilómetros por diez kilómetros en la selva y no van más allá. Tienen una zona de confort intelectual, al igual que los vecinos de los barrios postergados.
Estamos en una situación complicada porque no se puede concebir un sistema a largo plazo en el cual los vecinos no salen de su barrio y los gorilas no salen de su selva. Estamos parados sobre una bomba de tiempo.

Como docentes de la segunda corona tenemos la fortuna de transitar entre esos dos mundos, el del clientelismo y el del republicanismo. Si un docente vive en uno de esos ámbitos difícilmente no trabaje en el otro. Somos privilegiados. Y no hubiese conocido los lugares más ¨alejados¨ de Tortuguitas y a Mariano de no mediar mi profesión. Porque yo también tengo mi zona de confort.  No obstante lo cual, voy a esos colegios, que muchas veces no tienen servicios o los tiene de forma deficiente. Y llego caminando, como corresponde. 
Obra realizada en barro. Exhibida en el Malba, a 36 kilómetros de Pablo Nogues.  





En defensa de Talcott Parsons

Lógicamente la labor de un sociólogo suele ser juzgada a la luz de las propias inclinaciones ideológicas. Es así como funciona el mundo; es así como estamos estructurados. Casi como una respuesta automática un socialista dirá que Talcott Parsons le desagrada y un conservador afirmará lo contrario.
Pero también podremos leer a Parsons desde un punto de vista estético. La forma en cómo logra armonizar a Weber, Durkheim, Freud, Pareto y otros es un portento. Se trata un sistema suficientemente coherente y amplio como para quedarse con la boca abierta. Además, no se puede negar que es un punto de vista muy especial para aquellos que estamos  habituados a otro tipo de discurso sociológico.
Leer a Parsons, con su escritura sinuosa, tediosa y poco mimosa, no me impidió entender lo más importante; que la belleza puede estar en todos lados. Solamente hay que salir a buscarla. Y la belleza no tiene derecha o izquierda.