martes, 15 de enero de 2019

Turismo urbano 3: Nazis y Judíos en Bariloche.


Hace un año y medio visité Bariloche. Hace un año y medio que dudo en escribir sobre mi visita. Pero el tiempo ha pasado y nuevas noticias me habilitan a escribir sin culpa.
Se llama Gabriel.  Atiende Cerro Abajo, un bar muy pintoresco en el centro de Bariloche, Entro. Le pido una cerveza alemana. No hay. Le pido una Quilmes, no sin quejarme de que en ese lugar no haya cerveza alemana. La cerveza alemana aparece como por magia. Ahora es un bar, pero a comienzo de los años noventa era la fiambrería de Erich Priebke, el famoso genocida nazi.
                Priebke estaba en Italia cuando la resistencia mató a 33 alemanes que marchaban por Roma. Hitler, indignado, bajó una orden taxativa: por cada uno de los nuestros caerán diez de ellos. Priebke y su jefe inmediato hicieron las cuentas. Seleccionaron unos cuantos presos y, como los números quedaban cortos, se redondeó con judíos. Se excedieron en cinco. Total: 335. Los llevaron a las afueras de la ciudad, los metieron en una mina abandonada y les metieron bala. Luego dinamitaron la entrada de la mina y se fueron a brindar. Fue un 24 de marzo, pero de 1944.
                El guacho se mudó a la Argentina. En Bariloche plantó una familia, se dedicó a instituciones educativas de habla alemana, aprendió el idioma nuestro y vivió bajo su nombre real  por 30 años. Como notó que nadie sabía de su pasado, que todos lo querían, que todos lo respetaban, decidió fundar una fiambrería. ¡Qué guacho!
                En 1994 las investigaciones llevaron las cámaras de televisión hasta él. Dijo, sin pestañar, que hizo lo que hizo pero que sólo obedeció órdenes. En un país que recientemente había otorgado obediencia debida, punto final e indulto, es entendible su reacción. Pero no funcionó. Lo deportaron a Italia, le dieron prisión domiciliaria por su larga edad y murió en 2013 con cien años cumplidos. Su último deseo fue ser enterrado en Bariloche. Nunca se arrepintió. 
                Gabriel sospecha. Si yo le pido una cerveza alemana será por algo. Está aburrido. Le pregunto por Priebke. Ya no está aburrido. Le brillan los ojos. Destapa una birra y la empieza a tomar conmigo. Voy a sintetizar lo que Gabriel me contó con pasión, y con el correr de los minutos, con alcohol.
                Me confirmó que esos micros que se paran en la puerta de Cerro Abajo transportan a europeos y a yanquis que vienen a conocer la fiambrería de Priebke. Ningún tipo va a venir de tan lejos a ver montañas nevadas. Las tienen más cerca. Ellos vienen a ver el paquete nazi. La web está llena (invito al lector a que lo compruebe) de paquetes de turismo nazi en Bariloche para gente del primer mundo. Las estrellas del tour son la supuesta casa de Hitler en los bosques y la fiambrería de Erich, donde bajan, se toman unas fotos y alguna birrita. Los clientes de Cerro Abajo, durante las horas de la siesta, se limitan a turistas sedientos de emociones fuertes.
Me podría haber retirado sin pagar la cerveza. Tan contento estaba Gabriel. Pagué. Y pagué lo que él tomó. Se lo merecía. Me había contado todo. Incluso los planes del dueño para maximizar sus ganancias a costa de esos turistas.
Pero los nazis en Bariloche son el pasado. Los judíos ultra ortodoxo son algo muy actual. Especialmente en el Llao Llao. Esto no sólo me lo contó Gabriel, sino que me lo confirmó extraoficialmente la guía cuando visité las inmediaciones del famoso hotel, además de muchos vecinos de lengua descuidada y sinceridad brutal. Por supuesto, inmediatamente entré a googlear y hasta los diarios de mayor circulación del país hablaron en algún momento del tema. Sin embargo, lo que me contó la guía, una mujer muy seria, no aparece en los medios.
Quizás hayas visto One of US, el documental de Netflix o el de los ultrajudíos que realizaron los judíos ¨normales¨.  Allí podéis comprobar que lo que esta apreciada guía de turismo me contó no es grupo. El machismo, la endogamia, los abusos de todo tipo, la reclusión, la discriminación… Las empleadas, las que sirven las mesas, son seleccionadas con gran filtro. Ellas no son judías; son paraguayas. Deben pasar el período de instrucción que consiste en no mirar a los ojos a un hombre, no pasar por una puerta antes que un hombre, no tocar a alguien ni por casualidad (por cuestiones supersticiosas) , no hablar en presencia de una alta jerarquía religiosa, identificar quién es una jerarquía religiosa, entender que la más baja jerarquía es la de ellas (o sea, todas las mujeres y especialmente las que sirven las mesas) y mucho, mucho más.
Para ahondar más en el tema me metí a leer  Los Lubavitch en Argentina, de Alejandro Soifer.  Las pascuas judías (el Pesáj) se realizan desde 1999 en el LLao Llao. Pero fue en 2002 donde se cerró el acuerdo a perpetuidad para usar las instalaciones en forma exclusiva. Quienes concurren al evento todos los años son como el G20 del Kipá. Gente muy pero muy grosa, como los dueños de los rascacielos más altos de América Latina, los dueños de medios de comunicación globales, los dueños de acciones de grueso calibre, (bah, los dueños) y capos que nunca nos vamos a enterar (averigüen) . Los diferentes grupos ortodoxos (los hay de todos los colores) se fueron instalando en la ciudad y hoy suman una cantidad muy apreciable. Eso sí se nota claramente con sólo darse una vuelta por las calles de Bariloche, la ciudad más paradójica del país. 
Mi amiga Vanina fue por Bariloche y visitó la fiambrería. Me trajo una noticia. A Gabriel lo habían echado. Parece que hablaba mucho. Entonces ahora puedo publicar estas líneas sin culpa. Dos veces no lo pueden echar. Tal vez se tendría que haber limitado a servir las mesas. 

Saga: 
Alguna fuente:
Los Lubavitch:
Sobre los judíos Ultraortodoxos:
Sobre los judíos en Bariloche
Sobre Priebke:
https://www.lanacion.com.ar/1628852-polemica-por-el-funeral-de-priebke
Hay varios videos en youtube del momento en que encuentran a Priebke


domingo, 13 de enero de 2019

Yo sé que me siento mucho más fuerte sin tu amor


El primer recital masivo de rock nacional televisado en vivo para el país y parte del mundo hoy es un tabú. Es peor aún. Cuando se habla del tema brilla el olvido de aquellos protagonistas que coparon orejas ante decenas de miles de personas para apoyar algo que parece que hoy no les queda muy en claro qué era.
Se lo llamó Festival de la Solidaridad Latinoamericana. Fue en el contexto de la Guerra de Malvinas. Tocaron Charly, el flaco, León, Porchetto, Baglietto, Pedro y Pablo, Tarragó, y otros que—por suerte para ellos— nadie recuerda. La entrada consistía en una donación para los soldados que estaban escuchando balas en Malvinas. El festival lo organizó la Junta Militar, claro. Los músicos enumerados, que un poco exageradamente no podían salir de la cama para tocar en el living, se sospecha que vieron una oportunidad de despegar, como un Mirage, y de apoyar a los soldados, como un general, bah, como casi todo el mundo en ese momento. Hoy la versión oficial de los que fueron a tocar es que lo hicieron por los soldados, por la paz y por la patria, no por los milicos. Revisemos…
Por empezar en ese entonces no era un secreto para nadie que la música en inglés estaba censurada. Eso abría un mercado cautivo a los músicos locales que pasaron de estar censurados a lucrar en el centro del escenario.  Tampoco era un secreto que desde el año anterior—1981—el gobernó militar de Viola había aflojado un poco la corbata y que luego a  Galtieri volver a anudarla le costaba horrores, y que esa exigencia de apertura que la sociedad venía demandando se satisfacía ampliamente con este recital. En una línea: era obvio para todos que el gobierno había levantado la censura (a los locales). El gobierno se encargó de manifestarlo de mil maneras para que hasta el último boludo entienda que, además de choborra, Galtieri era un buen tipo. (Recuerden que sólo un año antes habían entrevistado en TV a su antecesor Viola tomando un whisky ¡para dar a entender que el tipo tenía calle!)  Y por último, la asociación entre Rock, juventud y soldados, que hoy parece un chiste de Capusotto, estaba más que clara: clarísima. Hasta el último imbécil la entendía. No olvidéis que la idea de regenerar la juventud era un pilar en la dictadura. Había jóvenes desaparecidos que habían matado argentinos y jóvenes de la nueva generación que iban a matar ingleses por amor a la patria, que además estaban dentro del ejército argentino. Fue un mensaje que se bajó desde arriba y se compró desde abajo con euforia. No por nada, cuando en el Festival Pedro y Pablo cantaron La gente del futuro, el público enloqueció.
Pero estaba todo guionado. Ahora dicen que lo hicieron por la paz. Okey. Bueno sería recordar los discursos de Galtieri durante la guerra. Están toditos en el youtube. El tipo remarcaba permanentemente que Argentina quería la paz desde el primer momento del conflicto. Estaba claro que la guerra era imposible en esas condiciones y con enemigos tan formidables. Por supuesto, todo el mundo recuerda lo de ¨si quieren venir que vengan, les presentaremos batalla¨. Pero en ese mismo discurso dice que somos muy pacíficos y era sabido por todos, y por todos los que estaban en el recital, que tomamos Puerto Argentino sin tirar un tiro por órdenes expresas del presidente (Ellos si tiraron y mataron al Capitán Giachino y todos los medios se encargaron de recordar que el primer muerto era un oficial). Eso que estaba tan clarito entonces hoy se lo comió el olvido. No por nada en el recital los músicos repetían el slogan: ¨estamos peleando por la paz¨.
Algún copado subió al youtube el recital entero. Hay joyitas. Tal vez las mejores sean las palabras del flaco Spinetta: Aclara que ¨esto es la juventud argentina¨ y pide un aplauso para  Javier Martinez, un músico ausente esa noche ¨que ustedes quieren mucho¨ y que ¨está presente moralmente¨  porque ¨ tuvo la idea de hacer este festival antes que lo sugirieran las autoridades¨. Y pide que al terminar el recital ¨ todos salgamos en orden demostrando lo que hemos aprendido¨. Al menos es enigmático, ¿no? No hay ningún rasgo de ironía en esas palabras. La periodista Graciela Mancusso apunta, muchos años después, con incomprensible orgullo, que esa noche ¨no había ni ambulancias ni seguridad¨. ¿Se coparon los milicos?
En este recital, realizado en Obras, a escasos metros de la Escuela de Mecánica de la Armada, no deja de ser emotivo, más hoy que ayer, cuando Porchetto cierra con ¨Algo de Paz¨, el himno de la noche. Ese era, a pesar de la manipulación desde arriba, un grito real, paz en todos los sentidos. Porchetto dirá años después que le pidieron que no la toque. Bueh. Quiere la memoria popular que el tema más importante de la noche fue ¨Solo le pido a Dios¨ de León Gieco, otro tema por la paz que había escrito el intransigente músico a raíz de la inminente invasión de nuestro país a Chile en 1978, canción censurada porque los que debían pedir paz, y la pedían, eran los chilenos. ¿Hace falta recordar que en ese recital de Obras todos tenían muy presente que la guerra con Chile la paró el Vaticano y que el tema de Gieco le pide a Dios? Piensen. En fin, Porchetto era Gardel, a León mucho no lo tenían. Porchetto, derramando amor con ese tonito indescriptible, fue la frutilla del postre. 
Con el tiempo León se arrepintió sinceramente, sin muchas excusas. Los otros tienen muy mala memoria. Es bueno recordar a Virus. Ellos no fueron. Los Moura tenían al hermano mayor desaparecido. Aunque queda la pregunta—fácil de contestar pero que no la he escuchado—de por qué los milicos invitaron a la fiesta a los familiares de un desaparecido. Y mejor es recordar a Los Violadores. Ellos no fueron porque se dieron cuenta de todo y aconsejaron a los que sí fueron a no ir. Merecen nuestro respeto.
Por mi están todos perdonados, son humanos. Pero resta un verdadero homenaje a Los violadores y a Virus. Tal vez un Festival de Rock. Esta vez sí por la paz. ¡Uno, dos, ultraviolento!

Alguna fuente:
Recital completo con reportajes precios al recital:
Documental:



sábado, 12 de enero de 2019

Marley o las ballenas


Cuando el billete nació era una rareza. Piensen que no había en las casas tele ni  revistas ni nada que reprodujera imágenes con profusión. La gente se detenía ante los monumentos porque eran singularidades del paisaje urbano. No es que fueran escultores. No había nada mejor para mirar. Y, además, la gente creía en la verosimilitud de aquello que veía. Y en eso apareció el billete con sus rostros para poder distraer la mirada.
Los primeros billetes argentinos tuvieron el rostro de San Martín, de Belgrano y de gente que estaba muy viva, como Sarmiento, Mitre o el presidente en ejercicio, Julio Argentino Roca. Había que formar la nacionalidad, defenestrar los localismos, dar a publicidad a los iletrados, que eran mayoría, sobre quiénes eran los que mandaban. (Una práctica desde las primeras monedas) A su vez, el analfabetismo llevaba a billetes de muchos colores  para aquellos que no sabían leer ni los números.
Con el correr del tiempo y la alfabetización acelerada que propiciaron aquellos prohombres que aún dominan los billetes, las mayorías continúan atendiendo a los colores, no así a los rostros. Las caras de los que mandan están hoy en soportes más copados, como la tele o el Facebook. Entonces yo me pregunto cuál es el problema de poner ballenas y no recuerdo que otros animales en los billetes. Cierto que es parte de una ideología de quienes gobiernan (y no de una desideologización, como quieren imponer los que gobiernan). Pero yo no veo nada malo en ello.
Cristina había logrado imponer a Evita. Fue una reparación histórica, como en su momento  lo fue la inclusión de Rosas. Pero esto sólo lo saben tres o cuatro pelotudos del círculo rojo (entre quienes me cuento), que además se suelen indignar (entre quienes no me cuento), y que además ladran durante horas sobre temas que no dominan y sin sentido histórico, (los odio). Hoy basta con saber qué opina alguien sobre las ballenas para deducir de qué lado de la grieta está el muy pelotudo, pelotuda o pelotude. Porque es claro que no están hablando de los billetes ni de los rostros que estos sostienen sino de qué cuadro son hinchas.
Sépanlo: la gente odia a Mitre y a  Roca. Mucho más odian a Belgrano y a San Martin. E infinitamente más a Sarmiento.  Es la consecuencia de una educación pavota, repetitiva, predecible, insoportable, con héroes intachables. Para contrarrestar esto  en los últimos años se ha levantado una historia en el aula que habla de los silenciados por la historia oficial, una historia que se basa en la grieta. Pero en una grieta que también es estupidizante, donde un tipo como Roca que logró introducir en el país unos 4 millones de inmigrantes sea enseñado como quien odiaba la inmigración por la Ley de residencia, o que la historia la escriben los que ganan omitiendo que la mayoría de los caudillos eran analfabetos (o que Hitler perdió). La historia la escriben los que saben escribir y Sarmiento y Mitre eran escritores sublimes. Enseñarles a los pibes que saber escribir te da poder sería un buen camino. Si, saber es poder.
Arrimémonos al pibe que maneja el atmosférico e intentemos ilustrarlo sobre quién fue Sarmiento y veremos la reacción que se suscita en su rostro. Luego probemos con Marley o Tinelli. Yo no veo nada de malo en que haya ballenas y ciervos en los billetes. Podría ser peor.





jueves, 10 de enero de 2019

De cómo lograr que la gente suba las escaleras de Duchamp



El Museo de arte moderno de Filadelfia, fundado en 1876, tiene, entre otras maravillas, un popurrí de las estrellas del cubismo, celebridades francesas del XIX,  loquitos como Van Gogh y el archifamoso Desnudo bajando una escalara de Marcel Duchamp.
A cien años de su fundación, en 1976, Sylvester Stallone filmó la excelentísima Rocky, cuyo escenario más famoso es el Museo en cuestión y más precisamente las escaleras del mismo, que sube cuando entrena y que seguramente todos hemos visto.
Stallone, en una escena de alguna de las sudadas secuelas, plantó una estatua semidesnuda de él mismo (bah, de Rocky) en la cima de estas escaleras, vale decir en la puerta del Museo. Luego donó la discutible obra de arte a la institución. Duró poco. La barrieron a unos 100 metros, a un costado, escondidita entre ensombrecidos árboles.
Se quiera, o no, Rocky es sinónimo de Filadelfia. La inmensa cantidad de gente que se congrega frente a la estatua para sacarse una foto, o la que hace unos cien metros para subir las escaleras del museo, no ingresa a ver el desnudo de Duchamp.
Tiene razón Stallone. La soberbia, mata. Por favor, acepten el regalo, metan el adefesio en el interior del museo y estimulen de esa manera a que las masas se den una vuelta por las buenas obras de arte. Las mayorías no van al Louvre porque aprecian La Gioconda. Van porque es famosa.

Fuentes:

Para el monumento a Rocky:


La Gioconda de Duchamp