martes, 30 de mayo de 2017

Mi Menem



Soy cholulo en un solo caso: con los políticos. No lo puedo evitar. Si cruzo una vedette en la calle, un futbolista, un actor, una estrella, sigo de largo. Es más; odio a quienes se detienen ante ellos. Me parecen unos mediocres. Pero… ahhh, los políticos, los de enserio, los grosos… Pierdo la cordura. No pido un autógrafo, no. Pido que me miren. Con eso estoy contento. Siento que construyen la historia. Y ya no estoy en condiciones de pensar si para bien o para mal. Me derrito.
                Le he dado la mano a dos presidentes; uno en ejercicio y otro después de su mandato. Pero, si bien disfruté ambos encuentros, voy a relatar el cruce que tuve con Menem. Mis amigos saben que siempre cuento la anécdota porque es como una droga para mí.
                La intención no es un puro cholulaje. Me atrevería a decir que es un testimonio de la personalidad de un presidente de nuestro país que quedó retratado muy bien a partir de su encuentro conmigo. (Y perdonen la modestia.)
                Corría el año 1993. Yo hacía la colimba en el Regimiento de infantería 1, Patricios, en el barrio de Palermo. Era Tambor de Tacuarí en la banda militar. Nuestro objetivo era cubrir al jefe del estado mayor del ejército, que en ese entonces era Martin Balza. A Balza lo veíamos siempre. A Menem lo veíamos cada vez que estaba con Balza, lo cual era bastante seguido. Yo temblaba cada vez que venía el presidente; era la investidura, qué se yo.  Me meaba encima. Claro, él pasaba y yo y mis compañeros éramos como postes, éramos la nada misma. Yo soñaba con que me mirara, me hablara, me penetrara, y en el mejor de los casos, que me alabara. 
                Un día se me dio. En aeroparque bajaban del avión Menem y Balza. Por ser uno de los soldados más altos estaba en primera fila. Nos dieron una orden: cuando los salude el presidente le dan la mano y le dicen ¨buen día señor presidente¨.  Con Balza ya sabíamos: ¨buen día, mi general¨. Teóricamente era fácil.
                La puerta del avión se abrió. Saludaron a los oficiales, luego a los suboficiales. Después veníamos nosotros. Yo me cagaba encima. Me sorprendió que caminaran muy distendidos, casi divertidos. Aunque temblaba, el trámite fue sencillo; dije lo que debía decir y di la mano como correspondía. Él miró mis ojos fugazmente y yo miré los suyos, que eran muy hermosos. Pensé que ya había pasado lo peor y que solo restaba recordar no lavarme la mano derecha nunca más.
                Al lado mío había un soldado a quien habíamos apodado Fisu. Balza se paró ante él. Muy jocoso le dijo: ¨¿qué tiene ahí en el brazo?¨. Fisu en el brazo, asomando bajo la camisa corta,  tenía tatuado al gato silvestre (no el periodista, sino el dibujo animado). Mi compañero, como casi todos los que estábamos con el tambor a cuesta, militaba en  una banda de rock y se había tatuado al gato con una guitarra. Hoy en día es casi una vulgaridad tatuarse, pero en 1993 los tatuajes eran cosa rara, y más en un soldado. Si entrabas en la colimba era porque no tenías tatuajes. Así que no era difícil inferir que Fisu se había hecho el tatuaje estando bajo bandera. Imagino que mi compañero tembló, pero su voz fue firme: ¨Es un gato con su guitarra, mi general¨. Menem, atrevido, le levantó la manga de la camisa y exclamó: ¨ ¡El gato Silvestre!¨y agregó con énfasis, ¨Me encanta el gato Silvestre¨. Entonces pasó lo inesperado. Carlitos volvió sobre sus pasos y me encaró. Con dulzura me dijo: ¨ ¿A usted le gustan los tatuajes?¨. Queridos hermanos, juro que para mí el mundo se había detenido. Saqué fuerzas de donde pude y contesté sin pensarlo: ¨Si, señor presidente¨. Menem me ordenó: ¨Bueno, hágase un tatuaje del gato Silvestre¨.
                En ese momento no estaba en condiciones de pensar. Pero ya sólo conmigo mismo pude evaluar la anécdota.
                Balza medía como dos metros. Charly era petiso. Naturalmente el general lo obligaba a caminar detrás suyo, aunque sea medio paso.  Pero eso no fue lo que más le molestó a Menem. Lo que le molestó fue que Balza tomara la iniciativa al censurar un soldado, aunque sea jocosamente. Fue por eso que Menem me habló. Lo hizo retroceder al general con sus dos metros  y minimizó el tema del tatuaje con un chiste. Su mensaje era claro: ¨Yo mando, yo tomo la iniciativa¨. Y me usó a mí para ilustrar al general.
                Sigo sin lavarme la mano derecha. Y tal vez  algún día me haga un tatuaje del gato Silvestre.


               

domingo, 28 de mayo de 2017

Borges y la muerte de Aldo Moro

Para Patricia, colega romana que reconocí en las calles de Claromecó

...yo sentía que el mundo es un laberinto, del cual era imposible huir, pues todos los caminos, aunque fingieran ir al norte o al sur, iban realmente a Roma...
(Jorge Luis Borges. La muerte y la brújula)


Pongo a disposición del lector mis razonamientos sobre un tema no cerrado: la muerte de Aldo Moro, quien fuera en dos ocasiones primer ministro de Italia y hoy es un símbolo de las teorías conspirativas. No pretendo dar con los autores materiales o intelectuales, de eso ya se encargaron otros. Mi objetivo es más humilde, aunque ciertamente más novedoso (y perdónenme la soberbia): indagar en las implicancias espaciales y temporales del asesinato y sugerir la posibilidad de que los autores del mismo se hayan inspirado en un cuento de Jorge Luis Borges.[i] 

El 9 de mayo de 1978 las Brigadas Rojas matan a Aldo Moro, luego de mantenerlo cautivo por 54 días. Meten el cadáver en la baulera de un Renault 4 y dejan el auto en Via Caetani, en pleno centro de Roma. Los secuestradores son quienes dan indirectamente la alarma sobre el vehículo. Cuando la policía encuentra el cuerpo, cubierto con una frazada y aún caliente, la noticia es tapa en todo el mundo.

Moro había estado maniobrando una alianza entre la Democracia Cristiana, de la cual era líder, y el comunismo italiano. Aparentemente esto generó algún tipo de conflicto al interior de su partido. Una vez secuestrado (para lograrlo mataron a todos sus custodios), los miembros de la Democracia Cristiana y del Partido Comunista tuvieron que decidir qué posición tomar ante los hechos. Negociar con los terroristas, que pedían un montón de cosas a cambio,  era un síntoma de debilidad. No negociar era condenar a Moro a mejor vida. Finalmente decidieron, como los monos, cerrar los ojos, los oídos y la boca, y que sea de Aldo Moro lo que dios quiera.

…Y entonces fue cuando el ex primer ministro apareció adentro de un auto. Todos pusieron el grito en el cielo. Se habló de crueldad, de sadismo; se habló, claro, como acabo de hacer en estas líneas, de estrategias de alianza que Moro propició, de la hora y hasta de los minutos que el cadáver llevaba en el auto. Pero nadie se engañó con el reloj más importante, el cadáver aparecía en el mismo momento en que en la sede de la Democracia Cristiana se debatía sobre el asunto de Moro. Y, más aún, hubo una ignorada mente fría que advirtió un hecho notable: el auto con el cuerpo había sido dejado a mitad de camino de las sedes de ambos partidos. Alguien había pensado en el espacio.

Este descubrimiento tomó vuelo. El  mensaje que las Brigadas Rojas  daban con la estratégica maniobra era claro: ¨esto les pasa por no negociar¨.  ¿Pero había otro mensaje en el tiempo y en el espacio? ¿Estas sutilezas, así como la fina logística del secuestro, podía ser obra de unos cuantos terroristas de izquierda?

Hoy se sabe que las Brigadas Rojas no actuaron en solitario y que muy probablemente fueron el mascarón de proa o los soldados ejecutores de una  organización masónica llamada Propaganda Due, más conocida como P2, cuyo líder, Licio Gelli,  gustaba llamarse, ¨el titiritero¨. Me veo obligado a hacer una pequeña reseña de la Propaganda Due para que se entiendan las líneas que siguen.

El año pasado  Carlos Manfroni publicó una historia de la Propaganda Due. Aunque sus conclusiones urden una trama conspirativa tan extensa que mueve al escepticismo, lo cierto es que la obra está muy bien documentada y en esencia es fiable. En ella vincula de modo plausible a la P2 con los asesinatos de Aldo Moro, de Roberto Calvi, la extraña muerte del Papa Juan Pablo I y el atentado en la estación de Bolonia, donde murieron 85 personas. Si bien estos hechos ya habían sido vinculados con la P2, Manfroni va más lejos, al vincular a la logia con los líderes de varios movimientos extremistas como Montoneros (o las ya citadas Brigadas Rojas). Así llega a la conclusión de que la P2 estuvo implicada en el golpe argentino de 1976, en la guerra de Malvinas y en el robo de las manos de Perón. ¿Quieren más? Vincula a su vez a estos con el líder libio Gadafi y por lo tanto con varios atentados, alguno de los cuales deja librado a la imaginación del lector. Es mucho, pero es muy seductor. Lo cierto es que desde 1981, cuando el juez Thomas Griesa (sí, el mismo) descubrió una lista de miembros de la Propaganda Due  que incluía a López Rega, a Lastiri y a Massera, (por no hablar de los vínculos carnales que tenía Juan Domingo Perón con el titiritero Gelli), las pruebas son suficientemente contundentes como para analizar detenidamente las implicancias espaciales y temporales de la muerte de Moro.


¿De dónde sacaron la idea de dejar el auto estratégicamente entre las dos sedes partidarias? ¿De dónde la de fabricar en el tiempo, como veremos, un criptograma? Una posibilidad es que se les haya ocurrido. Posible, pero no interesante. Otra posibilidad sería que hayan recordado un cuento de Borges, autor cuya fama llegaba por entonces hasta la estratósfera y que había visitado Roma, con gran suceso, sólo unos meses antes, en 1977.

El célebre cuento se llama La muerte y la brújula. Como explicar un cuento breve y lleno de riquezas es una falta de respeto, sólo voy a relevar del mismo lo que nos es pertinente. En el mismo hay dos órdenes de simetrías: espacial y temporal, que se corresponden entre sí. En una primera teoría,  un triángulo equilátero queda conformado en el espacio tras la sucesión de tres crímenes. En otras palabras, en cada ángulo del triángulo se produce un asesinato. A su vez, estos tres crímenes se dan en una simetría temporal, a saber: 3 de diciembre, 3 de enero y 3 de febrero, mediando 31 días entre cada uno. A último momento el investigador del cuento nota un error: el número mágico no es el 3, es el 4. No se trata de un triángulo equilátero, sino de un cuadrado (un rombo), donde están incluidos los 3 ángulos anteriores (y los crímenes anteriores). Por lo tanto, en el cuarto ángulo se deberá producir otro asesinato, que termina siendo el asesinato del mismo investigador. Además, como en el calendario hebreo los días se inician al atardecer, todos los crímenes se han cometido, bajo esta lógica, el 4 y no el 3 de los meses ya referidos. La victima (el investigador), finalmente, antes de morir, les sugiere a sus asesinos otra estrategia. No hace falta, les indica, construir un triángulo; basta con una línea recta. En un extremo se da un crimen, en el opuesto otro. El tercer crimen se comete a mitad de camino de ambos. El cuarto a mitad de camino entre un extremo y el punto del medio.

En este escrito, por limitaciones de la realidad, me voy a contentar con tomar como número fetiche el 3, no 4, de modo que trataremos sobre triángulos y rectas con un punto medio; no con rombos y segmentos subdivididos.

El espacio


Sin muchas esperanzas, aprovechando la tecnología del Google map, familiarizado con el plano de Roma, pasé una línea recta sobre el lugar de vía Caetani donde dejaron a Moro para ver si podía vincular la sede del obispo de Roma (la basílica de San Juan de Letrán), con la basílica de San Pedro, en el Vaticano. No lo hice al azar. Lo que enlacé fue el crucero de la nave de la primera con el vértice de la cúpula de la segunda, o sea, lo que la lógica indica. Noté con asombro (con gran asombro) que la línea recta efectivamente pasaba sobre via Caetani, exactamente por el lugar donde dejaron el Renault 4.  Pero no sólo eso, la línea, que mide 4.650 metros, cruza el lugar donde dejaron el auto a 2.230 metros de San Pedro y a 2.420 metros de San Juan de Letrán. Esto es, si 2.325 es el número mágico que marca la mitad del trayecto, sólo es un error de 95 metros sobre 4.650. Casi nada, como se ve en el siguiente mapa[ii]:



A pesar del asombro que me causó mi descubrimiento, no me engañaba. Simplemente podría tratarse de una casualidad. Revisé qué relación podría tener la basílica de San Juan de Letrán con Moro. Leí lo siguiente en la edición del 14 de mayo de 1978 del diario El País de España.

Roma dio ayer el último saludo a Aldo Moro. Jamás un político que no fuera jefe de Estado tuvo un funeral tan solemne. Fue la primera vez en la historia del papado que un pontífice presidió el rito fúnebre y, fuera del Vaticano, de un laico. (…)Este gesto de Pablo VI fue acogido por la prensa como una señal de « reconciliación » en un momento tan dramático para Italia, que podría llevar a una guerra civil. (…) La radio italiana, para que de algún modo el cuerpo de Aldo Moro estuviera presente en la basílica de San Juan, transmitió durante la ceremonia una serie de servicios desde Torrita Tiberina, el pueblecito, a cincuenta kilómetros de Roma, donde fue enterrado en silencio el cuerpo del líder democristiano (…)

En otras palabras, el velorio de cuerpo ausente de Aldo Moro se celebró en San Juan de Letrán, la verdadera basílica del obispo de Roma. Fue el 13, cuatro días después.[iii]

Por otra parte, la relación entre vía Caetani y la Basílica de San Pedro era más cristalina: la muerte del sucesor de Pablo VI, Juan Pablo I. Más adelante volveremos sobre este tema.

Ya tenía algunas pistas. Sin embargo, Borges, en quien creía ciegamente, no había tratado solo con rectas, sino también con triángulos. En lugar de resignarme me revelé. Exploré el mapa de la ciudad de mil maneras, lo imprimí, lo di vuelta, lo soñé. Temí que el acertijo se me escapara.

El tridente, Roma. Con sus iglesias simétricas
Por suerte sabía de la historia de Roma  y  las intervenciones urbanas que  había tenido que afrontar. Luego de la edad media la Ciudad Eterna se había convertido en un laberinto de calles. Los Papas habían abandonado la ciudad y se habían instalado en Aviñón, más o menos equidistantes de París— adonde se había desplazado el eje del poder— y  de Roma. En 1348 la peste empezó a comerse al continente y un año después, mientras la gente moría, un terremoto barrió el centro de Italia y derrumbó  una pared del Coliseo, quedando tal como lo vemos hoy. Con los años, el Tiber reclamó su lugar natural y sus sedimentos enterraron gran parte de las viejas construcciones, especialmente las que se encontraban debajo de las colinas. Parecía un signo del fin del mundo. Cuando volvió Su Santidad, a finales del siglo XIV, el pueblo lo aclamó. Pero los franceses aclamaron a otro hombre como Papa, y hubo un tiempo con dos Papas e incluso hasta con tres Papas. Esto terminó en 1417, cuando la cosa volvió a la normalidad. Sin embargo, Roma estaba devastada. Había que empezar de cero. El prestigio de la iglesia no podía mermar.

Una de las operaciones urbanística que emprendieron los jefes de la iglesia fue desenterrar los obeliscos egipcios que se encontraban bajo siglos de barro. Luego los emplazaron en sitios prominentes. El primer sitio que tuvo destinado un obelisco resucitado fue la Piazza del Popolo.

Otra de las operaciones urbanísticas de aquel entonces fue unir sitios destacados de la ciudad con líneas rectas. La mayoría de las líneas rectas, o más o menos rectas, que nos devuelve hoy el plano de la ciudad, fueron intervenciones llevadas a cabo durante el Renacimiento y el Barroco. La más famosa quizás sea la conocida como ¨el tridente¨, esas tres calles que parten desde la Piazza del Popolo, donde se abría desde antiguo una puerta sobre la muralla Aureliana. El tridente no fue planeado de una sentada, se dio así. La idea era unir el acceso norte de la ciudad (la puerta y la Piazza del Popolo) con dos lugares referenciales: la Piazza Navona, con una vía, y la basílica de Santa María la Mayor, con otra vía. El eje del centro, la famosa vía del Corso, ya existía.

El prestigioso sitio Urban Network, muestra así las intervenciones que se hicieron entonces:



Perezosamente recordé que muchas ciudades, como Buenos Aires, La Plata, y especialmente Washington, tienen en su trama figuras masónicas. Entre esas figuras, por supuesto están el compás y la escuadra, el obelisco y  el triángulo equilátero.  Roma podía tener, a pesar de su antigüedad, este tipo de figuras. Busqué en la web y me encontré con esto:



Sin embargo, cuando me detuve a mirar el plano me quedó claro que había un símbolo  masónico que saltaba a la vista, especialmente la estructura de compás y escuadra, iguales a las que se ven en Washington, hechas o completadas en el siglo XIX, con la masonería en su cima. Entre estas estructuras, que se me ocurren obvias, está el tridente. En efecto, el eje que cierra la escuadra del tridente por el sudeste es de tiempos modernos. En todos los casos, el compás (en rojo) se abre en un ángulo de 50 grados.




Había encontrado tres juegos de escuadra y compás. ¿Y eso era útil? Me sentía más como un albañil que como un investigador. (Masón viene de una palabra que significa ¨albañil¨ y eso me hizo recordar el cadáver de Roberto Calvi, miembro de la P2 y traidor a la organización, conocido como ¨el banquero de Dios¨ por su incidencia en el banco Vaticano, encontrado muerto en 1982 colgado de un puente del centro de Londres, con ladrillos en sus bolsillos). También, como un albañil, me la pasaba midiendo.[iv]

Y entonces se me ocurrió que tal vez la Piazza del Popolo tuviera algo oculto, un secreto. Debía medir la distancia entre la plaza, puntualmente su obelisco, y via Caetani. El resultado fue de 1.830 metros. Luego medí instintivamente la distancia que media entre dicho obelisco y el obelisco de la plaza de San Pedro. No salía de mi asombro. La distancia era la misma:  1.830 metros.  Con gran entusiasmo—y algo de preocupación—, cerré el triángulo uniendo la Plaza de San Pedro con via Caetani. El resultado: 1.960 metros. Se abrió ante mí un triángulo equilátero casi perfecto:




El tiempo

Ahora bien, de las múltiples muertes que se sabe tuvo algo que ver la logia Propaganda Due,  ¿cuál era la que seguía en la secuencia? Aldo Moro fue muerto y encontrado el 9 de mayo de 1978. El 26 de agosto es elegido Juan Pablo I como nuevo Papa. Muere 33 días después, el 28 de septiembre. Hoy casi todos coinciden en que fue asesinado, y las miradas apuntan a la Propaganda Due. Por lo tanto, median 142 días entre la muerte de Moro y la del Papa.

Siguiendo La muerte y la brújula de Borges, y suponiendo que también siguieron ese camino los perpetradores de semejantes crímenes, me pregunté obligadamente qué habría acontecido en la Piazza del Popolo 142 días después de la muerte de Juan Pablo I, para satisfacer la simetría temporal y ajustarla a la espacial. Eso me llevaba al 17 de febrero de 1979. Busqué en esa fecha y también en las inmediatas anteriores y posteriores. La cantidad de muertos es tal que me encontré con un problema por exceso, no por defecto, unos 3 o 4 por día. Había de todo: políticos menores, policías, empleados administrativos… Tal vez no me fue fácil precisar geográficamente cuál de ellos fue muerto en la Piazza del Popolo o en sus inmediaciones, pero el espíritu de la época aportaba numerosos candidatos. Repitiendo lo que anota El país de España por aquellos tiempos: ¨un momento tan dramático para Italia, que podría llevar a una guerra civil.¨

Acaso tenía que ir hacia atrás en el tiempo para obtener simetría con algún nombre y apellido inapelable. Si retrocedía 142 días desde la muerte de Moro me iba a encontrar con la visita de Borges a Roma. ¿Ese diciembre estuvo Jorge Luis en la Piazza del Popolo?  Era sumamente tentador hacer encajar a Jorgito en la ecuación, pero me contuve. Una búsqueda amplia me dio pocos datos, la distancia temporal y la falta de digitalización de la mayoría de los diarios italianos atentaban contra mi investigación de modo permanente. [v]

Me estaba volviendo loco ante la necesidad que tenía de encajar algo en el tiempo que justificara mis razonamientos anteriores. Estaba perdido en mi propio laberinto.  Sin embargo, vi una luz al final del túnel, si Borges no era tan consistente en sus fechas (hay errores en ese mismo cuento), yo tampoco tenía que ser tan exigente conmigo mismo.[vi]


A modo de conclusión

Me cansé de explorar. Me venció la certeza de que quienes se encargaron de estas cosas son los dueños de los cielos, y de que yo sólo nunca podré bajarlos a tierra. Lo máximo que se puede hacer es encarar, como intenté en estas líneas, una tarea descriptiva, siempre parcial, enumerando  cosas dispersas. Es como armar un rompecabezas con fichas que faltan o están repetidas.

Sé que la investigación puede parecer poco consistente. Incluso sé que sin fe por parte del lector todo se reduce a una serie de coincidencias y casualidades. Pero lo realmente importante no es resolver el caso de Aldo Moro. Lo importante es saber que hay alguien, o algo, que seguramente está fabricando criptogramas muy sofisticados en el tiempo y en el espacio, para pocos, para muy pocos. 

Y por último siempre estará la posibilidad de confeccionar una ficción con estos datos reales. Es lo que Jorge Luis solía hacer. Aunque en este caso parece que armaron la realidad con un cuento suyo. 



BIBLIOGRAFÍA y sitios consultados:

Sobre la muerte de Aldo Moro:
MANFRONI C. (2016) Propaganda Due. Buenos Aires, Sudamericana
Madrid MOSCA C. ROSSANA R. (2008)  Brigadas Rojas. Entrevista a Mario Moretti, Madrid, Akal.
La Vanguardia:
El confidencial:
Sobre Juan Pablo Primero
Sobre el tridente, del sitio Urban Networks:
Borges y sobre Borges e Italia:
Algunos artículos que mencionan el lugar donde dejaron el auto, entre las dos sedes partidarias:
Masonería:
Iglesia Santivo alla Sapienza:
Otras entradas sobre Borges en este blog
Sobre el obelisco vaticano
http://www.hotelesderoma.es/que-ver-roma/secreta-mauro-cannella/los-obeliscos-de-roma/
Atentado a San Juan de Letran, 1993
http://elpais.com/diario/1993/07/28/internacional/743810401_850215.html
Conversor de calendario de gregoriano a hebreo
Conversor de calendario gregoriano a musulmán












[i] En El caso Moro, Leonardo Sciascia ya trabajó el aspecto borgiano de este crimen, pero con otro cuento. Extraño, extrañísimo, me pareció comprobar que el autor relacionara el tema de Aldo Moro con  Pierre Menard, autor del Quijote. También analiza las cartas de Moro desde el cautiverio,  pero pasa por alto La muerte y la brújula. Algo sobre este libro en la edición del diario Clarín del  17/8/2011, https://www.clarin.com/rn/literatura/Aldo-Moro-Leonardo-Sciascia-El-caso-Moro_0_Bk0NHAnvXe.html
[ii] La realidad no posee punto medio de un segmento de recta que sea perfecto. La realidad no es ideal. Por eso mismo no se da la perfección nunca, siempre hay unos metros de realidad que perjudican el ideal. El auto, con el mensaje, fue dejado a 150 metros de una sede partidaria y a 200 de la otra. En esa diferencia de 50 metros no se buscaba, creo, enriquecer el mensaje. Probablemente tenían definido el lugar exacto para satisfacer la equidistancia, pero muy probablemente el lugar donde debía ser estacionado el auto estaba ocupado por otro auto y muchos otros  habría en sus inmediatas proximidades. También los tiempos de desplazamiento fallaron. (Mario Moretti, líder de las Brigadas Rojas, cuenta en un famoso reportaje, que dejo en esta bibliografía, los contratiempos que surgieron en el camino). No obstante lo cual, el mensaje se entendió lo mismo, metros más, metros menos.

[iii]  Si tenemos en cuenta que en el cuento el investigador está interesado en el Tetragramatón, las cuatro letras que esconden el nombre de Dios, debemos  indicar el dato referido,  que Aldo Moro son dos palabras con 4 letras; que, por qué no, el Renault 4
[iv] Entre otras cosas, descubrí que entre la Piazza del Popolo, más exactamente desde su obelisco egipcio, hay la misma cantidad de metros hasta la Piazza navona que hasta santa María la Magiore: 1.280 metros, caminando.

[v] Empecé a hacer cálculos holgazanes que poco o nada tenían que ver con Moro. En el año 1.417 volvió la iglesia a unificarse bajo un Papa; en 1517, Lutero empieza a dividir la iglesia; en 1617… nada; pero en 1717, se funda la francmasonería… Muchas vueltas di. Recordé la Era de los Mártires (también llamada de Diocleciano), un calendario cristiano anterior al nuestro, que arranca en nuestro año 284. En ese calendario el año 1717 coincide con el 2001. Fui a ver con la ayuda de un conversor de calendarios en la web cuál era el año 2001 en el calendario musulmán y resultó ser el  22 de Jumada de 1422. Borges, insistentemente en La muerte y la brújula habla de simetrías. ¿Y acaso no hay simetrías en 1717?, ¿y acaso no hay simetrías en 22 Jumada de 1422?

[vi] Jorge Luis comete un error en su cuento. Si, puede sonar osado, pero es así, y ese error me ayudó a resolver el enigma. No el enigma de Moro; no el enigma de Juan Pablo I, sino un enigma más visceral, y en cierta forma, personal. Veamos.

Deambulando por otros sistemas calendarios recordé que Borges mata al investigador un 2 de marzo a la noche, (lo cual se infiere porque viaja la noche del primero.) Como ya es de tarde, según el calendario judío, como apunta él mismo en el cuento, nos encontraríamos en realidad en el 3 de marzo. De esta manera Borges consigue, casi,  simetría entre números, pero no simetría temporal. En efecto, los crímenes se darían sucesivamente el 4 de diciembre; 4 de enero; 4 de febrero y 3 de marzo. Por lo tanto, el investigador debería de morir el 3 a la noche para satisfacer la simetría numérica, porque sería el 4 de marzo judío. ¿Pero qué tenermos en cuanto a la simetría temporal? Para que se cumplan 31 días desde el 3 de febrero (4 de febrero judío), sin atender a un posible año bisiesto, nuestro investigador debiera de morir el 6 de marzo.

Por supuesto, esto no es criticable, no por nada el autor dice del investigador en un pasaje: ¨la realidad (…) apenas le interesaban ahora¨. Por lo tanto el error es del investigador, no de Borges.

Sin embargo, me quedé pensando en ¿por qué Borges no utilizó directamente el calendario hebreo? Se trata de un calendario lunar, donde los meses y los años transcurren un poco más rápido. Por ejemplo, los sucesivos 4 de diciembre, enero y febrero de 1977 y 1978 se traducirían como  24 de Kislev; 25 de Tevet  y 27 de Shevat del año 5738.

Movido por la idea más relajada de ver si había algo entre las fechas donde se supone habría actuado la P2, traté de notar que relación había entre la cantidad de días que median entre algunas de esas fechas insignes. Ya sabemos que la diferencia entre Moro y Juan Pablo I es de 142 días. Bueno, me encontré que, salvo en el caso de las dos matanzas, las de Ezeiza y Bolonia, que da exactamente una cifra redonda, muchas de las otras fechas se acercan a la centena. Esto es una simple curiosidad, y por eso mismo anoto esto en una nota marginal. Dejo el cuadro para curiosos.


Distancia temporal entre
Número de días
Diferencia para la centena
Asesinato de Aramburu (1 junio 1979)
Asesinato de Aldo Moro (9 mayo 1978)
2.899
(-1)
Asesinato de Aramburu
Asesinato de Roberto Calvi (17 junio 1982)
4.399
(-1)
Asesinato de Aldo Moro
Asesinato de Roberto Calvi
1.501
(+1)
Masacre de Ezeiza (20 junio 1973) Golpe de estado (24 marzo 1976)
1.008
(+8)
Mazacre de Ezeiza
(20 junio 1973)
Mazacre de Bolonia
(2 agosto de 1980)
2.600
(0)
Muerte de Juan Pablo I (28 septiembre 1978)
Robo de las manos de Perón
(29 junio 1987)
3.196
(-4)
Muerte de Juan pablo I (28 septiembre 1978)
Guerra de Malvinas (2 abril 1982)
1.309
(+9)
Mazacre de Ezeiza
(20 junio 1973)
Guerra de Malvinas (2 abril 1982)
3.208
(+8)