Lógicamente la
labor de un sociólogo suele ser juzgada a la luz de las propias inclinaciones
ideológicas. Es así como funciona el mundo; es así como estamos estructurados.
Casi como una respuesta automática un socialista dirá que Talcott Parsons le
desagrada y un conservador afirmará lo contrario.
Pero también
podremos leer a Parsons desde un punto de vista estético. La forma en cómo
logra armonizar a Weber, Durkheim, Freud, Pareto y otros es un portento. Se
trata un sistema suficientemente coherente y amplio como para quedarse con la boca
abierta. Además, no se puede negar que es un punto de vista muy especial para
aquellos que estamos habituados a otro
tipo de discurso sociológico.
Leer a
Parsons, con su escritura sinuosa, tediosa y poco mimosa, no me impidió
entender lo más importante; que la belleza puede estar en todos lados.
Solamente hay que salir a buscarla. Y la belleza no tiene derecha o izquierda.
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