Lo que sigue es un apunte que
me hice antes de hablar en una Jornada de Geografía. Tanto mi ponencia como la jornada tenían un título pretencioso que cambié por pudor en el primer caso y omití en el segundo por.... A cada párrafo correspondía
una diapositiva, razón por la cual la estructura del texto podrá parecer un
tanto rara o inconexa. El tono coloquial suena un poco artificial, telegráfico; pido disculpas. Y a los que estuvieron les ruego que se ahorren el trabajo de leer esto porque yo creo que salió mejor en directo que en el papel.
…………………………
Cuando me mudé al
municipio de Malvinas Argentinas, en la segunda corona del conurbano, creí que
había ascendido socialmente. Había alquilado un departamento en capital durante
años y ahora tenía algo mío. Paradójicamente, aunque yo sentía estar mejor, las estadísticas me ubicaban debajo de
mi anterior situación. La calle de tierra, la falta de servicios, me sindicaban como pobre.
Cambios hormonales se produjeron en mí. Siendo muy gorila
(antiperonista) en Capital, en breve
tiempo empecé a frecuentar la unidad básica de mi nuevo barrio. Como decía
Ortega es ¨uno y las circunstancias¨.
Hay una lógica geográfica en el voto y en las prácticas políticas, y yo
no escapé a esa lógica.
La segunda corona del conurbano es parte de la periferia del
área metropolitana de Buenos Aires. A su vez, esta corona se puede dividir en
dos partes; un área central, que corresponde a las inmediaciones de la estación
de tren, área urbana consolidada, con servicios y calles asfaltadas, muy
semejante al término medio de la Capital Federal. Y por otro lado un área periférica, en
general las zonas intersticiales a los ejes ferroviarios, donde la urbanidad no
está consolidada, las calles son de tierra y faltan los servicios. Diremos en
adelante que se trata de la periferia de
la periferia.
A la primera de estas zonas, la de urbanidad
consolidada, corresponde un tipo de práctica política: la republicana. La misma
atiende a instituciones, al individualismo, al voto y tiene un cariz abstracto.
En la segunda de estas zonas, la periferia de la periferia, impera como
práctica política el clientelismo, entendiendo como tal un modo de hacer
política informal, de contraprestación, de cercanía física, de confianza mutua,
de tipo más concreto.
Al poco de mudarme tuve necesidad de ir al médico y el
primer hospital no estaba cerca. La Martona, como cariñosamente llamamos a la
manzanera que repartía la leche, me contactó con el Ruben, el puntero barrial.
Él me dio un turno. No tuve que viajar y, mejor aún, el turno era dos días
después. Así entendí que su servicio
implicaba un atajo espacio-temporal. El
puntero es un eslabón necesario de la estructura informal. Si no hubiera
informalidad en todos los ámbitos no habría puntero. Como retribución, subí al
colectivo cuando me lo pidió para ir a al centro, una verdadera jornada de
turismo.
Los punteros están fijados al territorio y ese
territorio tiene un límite preciso. Con el tiempo fui precisando los límites
del Ruben. Una jornada histórica cristalizó los límites punteriles. Fue el 29
de diciembre de 2001. Un día de desmovilización popular que intentaba retener a
los vecinos en el barrio, ya durante el gobierno del Adolfo. Ruben nos dijo que
los del barrio vecino iban a venir a saquear nuestras casas. Hicimos barricadas
en las esquinas. Todos los punteros dijeron lo mismo en sus respectivos
territorios, y desde un helicóptero se podría haber mapeado con precisión el
área de dominio de cada puntero. (Es interesante notar que nosotros nos
defendíamos de vecinos de dos o tres cuadras más allá, que conocíamos, pero de
los cuales no teníamos las certezas que sí teníamos de los que estaban en
nuestro territorio, porque esa certeza y esa confianza se fabrica en una
relación que se articula mediante el
puntero.) Esa jornada histórica, donde murió gente en la segunda corona,
no guarda registro fotográfico disponible. Humo, barricada, piedras: todo se lo
llevó el viento. Pero está inscripto (de manera un tanto distorsionada) en la
memoria de los vecinos. Claramente, no se difunde de la misma manera lo que pasa en capital que lo que pasa en la periferia de la periferia, aunque eso le haya afectado la vida a 3 o 4 millones de argentinos. La geografía en el aula debe aportar a esas discriminaciones del espacio.
Sin embargo, el lugar donde yo me había mudado y que empezaba a hacerlo mío, es un caso singular. Tenía todas las
características de la periferia de la periferia, sin embargo contaba con una
estación ferroviaria urbana, la estación de Pablo Nogués, junto a la cual,
había calles de tierra y una ruta nacional asfaltada, la 197. La zona no había
prosperado porque se encontraba a la sombra de un polvorín, o sea, donde el
ejército guarda la pólvora. Un asentamiento militar trae servicios complementarios en sus inmediaciones. Principalmente
prostíbulos y cantinas de mala fama. El
perímetro del polvorín estaba plagado de este tipo de locales. Cuando se creó
el municipio, en 1994, se decidió dotarlo de un centro administrativo en los
terrenos del polvorín. Compraron el predio y se emplazó en su centro la
municipalidad y el Concejo deliberante. Sobre el eje de la 197, a dos cuadras
del ahora el ex polvorín, prontamente se
levantó un complejo de salud que incluyó tres hospitales, incluido uno para
niños. Como la gente nace y muere en los hospitales la zona se pobló de
servicios y negocios complementarios como pañaleras, casas fúnebres, florerías
con coronas, y hasta un pequeño zoológico. Los hospitales no cierran y muchos
negocios empezaron a permanecer abiertos las 24 horas. El progreso material fue
aceleradísimo. En sólo 10 años se asfaltaron todas las calles en un radio de 20
cuadras de la municipalidad y se dotó al área de agua corriente, cloaca y gas.
Como corolario se asentaron a vivir muchos profesionales, de la administración
y de la medicina, provocando una sustitución progresiva de la población
original.
Este cambio fue tan veloz que no permitió el desmonte
pleno de las estructuras previas, lo cual se revela en el paisaje urbano. El
prostíbulo se encuentra casi junto al hospital de niños y se pueden ver las
cantinas llenas de humo de cigarrillo junto a doctores que consumen su
almuerzo. Por supuesto, el aparato político que propicia las prácticas
políticas clientelares, aunque disminuido, continúa en la zona, conviviendo con
las prácticas republicanas ahora en ascenso.
Esto se materializa elocuentemente en el palimpsesto urbano. Las casas
precarias hoy están junto a edificaciones más elegantes, pero son esas casas
precarias las que señalan el ámbito de acción del clientelismo. Son los que aún
van al gallego que les fía, son los que suben a un colectivo para ir a una
manifestación, los que se pelean por una pared bien ubicada para pintarla con
su candidato (que muchas veces es el mismo), son los que procuran buscar
atajos, aunque el hospital ahora esté más cerca, porque aún hay cosas que están lejos…
Uno se olvida rápido de las calles de tierra cuando llega
el asfalto. Y sin querer queriendo me empezaron a salir nuevamente pelos de
gorila. Pero en mi vida obró un milagro: me recibí. Y los colegios que siempre
están disponibles son los de la periferia de la periferia, esos que pagan por
ruralidad.
Trabajar en los colegios de la periferia de la
periferia me reveló ciertos aspectos, en especial la reclusión de amplios sectores de la
población más vulnerable. Si la segregación espacial es un proceso que viene desde
hace más de dos décadas también es cierto que esa segregación se la ha visto
casi exclusivamente como segregación de tipo residencial. El problema hoy es
que la gente no está saliendo a otras zonas ni siquiera por casualidad. Este es
un proceso que se está acentuando principalmente por cuatro factores. En primer
lugar la descentralización administrativa que acerca la burocracia a los
vecinos. En segundo lugar el acondicionamiento de las plazas barriales, donde
se celebran eventos musicales, artísticos, deportivos o quermeses los fines de
semana, como para que los lugareños no viajen. En tercer lugar la desactivación
del aparato político; ya no hay más salidas a capital para ver un acto
político. Y en cuarto lugar el desempleo generalizado que mantiene en el barrio
a aquellos que antes salían a trabajar. Cuando voy a esos colegios apartados cada vez veo más
pibes en la esquinas, más vecinas que se juntan a tomar mate. Puede parecer un
panorama copado, pero estas son manifestaciones de gente que no tiene nada que
hacer y que está anclada a su barrio. (Mariano, un alumno, conoce Morón porque
le queda de paso para ir a visitar a su papá, que está en Ezeiza, preso.)
Entre las nuevas teorías evolutivas hay una que dice que
desarrollamos el cerebro gracias al bipedismo. Pararnos sobre dos piernas nos
llevó a nuevos ecosistemas, a nuevos paisajes, nos obligó a adaptar el cerebro
a nuevas exigencias. Caminando salimos de África y caminando llegamos a los
confines del mundo. De alguna manera caminando nos hicimos geógrafos . Somos los
únicos primates que viajamos. Los gorilas no viajan. Los gorilas se mueven en
un radio de 10 kilómetros por diez kilómetros en la selva y no van más allá.
Tienen una zona de confort intelectual, al igual que los vecinos de los barrios
postergados.
Estamos en una situación complicada porque no se puede
concebir un sistema a largo plazo en el cual los vecinos no salen de su barrio
y los gorilas no salen de su selva. Estamos parados sobre una bomba de tiempo.
Como docentes de la segunda corona tenemos la fortuna de
transitar entre esos dos mundos, el del clientelismo y el del republicanismo.
Si un docente vive en uno de esos ámbitos difícilmente no trabaje en el otro.
Somos privilegiados. Y no hubiese conocido los lugares más ¨alejados¨ de
Tortuguitas y a Mariano de no mediar mi profesión. Porque yo también tengo mi
zona de confort. No obstante lo cual,
voy a esos colegios, que muchas veces no tienen servicios o los tiene de forma
deficiente. Y llego caminando, como corresponde.
Obra realizada en barro. Exhibida en el Malba, a 36 kilómetros de Pablo Nogues. |
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