El origen del mundo
En 1460, Piero Della Francesca pintó
la Virgen del
parto. Varias interpretaciones se han aventurado sobre su significado. Las
más interesantes son, como suele suceder, las que menos habrá pensado el pintor
en el momento de realizar la obra.[1]
Dos angelillos abren unas cortinas teatrales. A su vez, María entreabre algo
sobre su panza. Esto que la virgen está abriendo se puede interpretar como su
sexo o el futuro estigma de Cristo y por
lo tanto su pasión, pero también como su muerte. Estaríamos viendo una imagen
del nacimiento y muerte de Jesús a un mismo tiempo. La pintura fue famosa ya
por aquellos años y sabemos que era motivo de peregrinación de innumerables
embarazadas. Siguiendo este hecho, yo agregaría una lectura más de la obra.
Sabemos que una de las principales causas de muerte femenina por entonces era el
alumbramiento. Entonces resulta difícil pensar que las muchachas peregrinaban
hasta esta María, vestida de rústica campesina, como ellas mismas, para ver en
la imagen una muerte de Cristo. Aunque, pensándolo bien, puede entenderse que
peregrinaban para ver en ese tajo la redención y la vida eterna tras la muerte.
En 1866, Gustave
Courbet pintó el célebre cuadro El
origen del mundo, que hoy adorna una pared del museo de Orsay, en Paris. No pienso reproducir ese cuadro en
este blog porque no quiero darles sorpresas desagradables a mis lectores, que
vaya uno a saber que estarán haciendo en este momento. Se trata de un cuadro
que si no causó mayor escándalo en su tiempo fue simplemente porque nadie se
enteró de su existencia. El columpio
de Fragonard o el Desayuno sobre la hierba
de Manet son chiquilinadas en comparación, amén de sus méritos artísticos.
Courbet muestra la vulva de una mujer tomada desde un punto de vista muy
original. No vemos su cabeza, no sabemos su identidad. No hay ningún precedente
de una obra de este tipo. Acá va el enlace para el que se atreva:
Pensad que por
entonces no se habían realizado obras como esta. Courbet era maestro del
realismo, de modo que para cuando nuestro amigo la realizó era
pornografía pura y se vio en el apuro de esconderla o sacársela de encima. Se
la sacó de encima. Pasó por muchas manos. Su último propietario fue el genial
Jacques Lacan, quien la ocultó hasta su muerte, en 1981. Cuando la colgaron del
museo, se había transformado en una obra simbolista, con el valor agregado de
un propietario ilustre.
Sin embargo,
el año 2013 trajo una noticia sensacional. Se encontró la cara de la mujer que
nos enseña el coño.[2] Courbet había cortado la
tela—yo creo que fue su mayor acierto—y se encargó de ocultar ambas partes por
separado. Según parece, le interesaba que no se supiera la identidad
de la modelo, aunque evidentemente estaba tan encariñado con ella—con la
pintura y/o la chica—que no la destruyó. Sin embargo, tuvo la precaución de que
tampoco sepamos de él, por lo cual no firmó la tela. Como consecuencia, pasaron
casi 150 años antes de que se supiera la verdad.
Ahora bien, a
mi se me ocurren ciertas cosas al ver la pintura en su integridad original.
¿Qué es lo que está mirando la muchacha? ¿Es importante eso? Sin dudas, porque
así el artista nos obliga a mirar abajo. Si la mujer nos mirara a los ojos
cambiaría instintivamente nuestra percepción y nuestro diagnóstico. Creo que
Courbet cortó la tela, entre otras cosas, para obligarnos a ver el sexo y asi universalizar la concha, que ya daría lo mismo que fuera la de esta muchacha o la de tu madre: se trataría del coño de la especie humana, como bien reza el título.
Volviendo al cuadro en su integridad, podemos apreciar ciertas cosas desconcertantes. Mirad; la señorita parece estar muerta. Mirad esos ojos. No parecen estar mirando nada. Son ojos sin mirada. Parecen ser los últimos testigos mudos de un asesinato. Sus mejillas están desinfladas y su boca entreabierta. Así, la marmórea figura se correspondería con un cadáver.
Volviendo al cuadro en su integridad, podemos apreciar ciertas cosas desconcertantes. Mirad; la señorita parece estar muerta. Mirad esos ojos. No parecen estar mirando nada. Son ojos sin mirada. Parecen ser los últimos testigos mudos de un asesinato. Sus mejillas están desinfladas y su boca entreabierta. Así, la marmórea figura se correspondería con un cadáver.
De aquí podríamos inferir miles de
interpretaciones al respecto. Lo que estaríamos viendo como un origen del mundo
sería al mismo tiempo un fin, la posibilidad de un nuevo inicio, los ciclos de
la vida y la muerte, etcétera. Más aún, si atendemos a la juventud de la mujer
podríamos adicionarle un millardo de interpretaciones. ¿Y si le sumamos a Lacán? Por supuesto;
podríamos hacernos los zorros con sólo pensar en las repercusiones que pueden
tener la muerte y el sexo en la mente de un psicólogo y armar una tesis con tan
poca cosa. O acaso una obra de teatro o una novela que implique todas estas
materias con un mínimo de creatividad. Muchos críticos e intelectuales están
esperando aplaudir una obra de este tipo, independientemente de que sea algo de
mérito o una bazofia, por el simple placer de tener que explicar lo que yo
vengo explicando desde la primera palabra de este escrito. Afortunadamente, Dan
Brown no lee mis cosas.
La obra de Piero Della Francesca era
motivo de peregrinación. Los que iban a ella sabían lo que buscaban, amén del
simbolismo evidente de la Virgen del Parto. Los que hoy peregrinan al
Museo de Orsay van con ojos realistas a ver una obra simbolista. Es por eso que
El origen del mundo es una de las
pinturas más custodiadas, agredidas y
menos entendidas del planeta. Estaba más segura en el gabinete de Lacan.
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