viernes, 12 de diciembre de 2014

El origen del mundo




El origen del mundo

En 1460, Piero Della Francesca pintó la Virgen del parto. Varias interpretaciones se han aventurado sobre su significado. Las más interesantes son, como suele suceder, las que menos habrá pensado el pintor en el momento de realizar la obra.[1] Dos angelillos abren unas cortinas teatrales. A su vez, María entreabre algo sobre su panza. Esto que la virgen está abriendo se puede interpretar como su sexo o  el futuro estigma de Cristo y por lo tanto su pasión, pero también como su muerte. Estaríamos viendo una imagen del nacimiento y muerte de Jesús a un mismo tiempo. La pintura fue famosa ya por aquellos años y sabemos que era motivo de peregrinación de innumerables embarazadas. Siguiendo este hecho, yo agregaría una lectura más de la obra. Sabemos que una de las principales causas de muerte femenina por entonces era el alumbramiento. Entonces resulta difícil pensar que las muchachas peregrinaban hasta esta María, vestida de rústica campesina, como ellas mismas, para ver en la imagen una muerte de Cristo. Aunque, pensándolo bien, puede entenderse que peregrinaban para ver en ese tajo la redención y la vida eterna tras la muerte.

En 1866, Gustave Courbet pintó el célebre cuadro El origen del mundo, que hoy adorna una pared del museo de Orsay, en Paris. No pienso reproducir ese cuadro en este blog porque no quiero darles sorpresas desagradables a mis lectores, que vaya uno a saber que estarán haciendo en este momento. Se trata de un cuadro que si no causó mayor escándalo en su tiempo fue simplemente porque nadie se enteró de su existencia. El columpio de Fragonard o el Desayuno sobre la hierba de Manet son chiquilinadas en comparación, amén de sus méritos artísticos. Courbet muestra la vulva de una mujer tomada desde un punto de vista muy original. No vemos su cabeza, no sabemos su identidad. No hay ningún precedente de una obra de este tipo. Acá va el enlace para el que se atreva:


Pensad que por entonces no se habían realizado obras como esta. Courbet era maestro del realismo, de modo que para cuando nuestro amigo  la realizó era pornografía pura y se vio en el apuro de esconderla o sacársela de encima. Se la sacó de encima. Pasó por muchas manos. Su último propietario fue el genial Jacques Lacan, quien la ocultó hasta su muerte, en 1981. Cuando la colgaron del museo, se había transformado en una obra simbolista, con el valor agregado de un propietario ilustre.
Sin embargo, el año 2013 trajo una noticia sensacional. Se encontró la cara de la mujer que nos enseña el coño.[2] Courbet había cortado la tela—yo creo que fue su mayor acierto—y se encargó de ocultar ambas partes por separado. Según parece,  le interesaba que no se supiera la identidad de la modelo, aunque evidentemente estaba tan encariñado con ella—con la pintura y/o la chica—que no la destruyó. Sin embargo, tuvo la precaución de que tampoco sepamos de él, por lo cual no firmó la tela. Como consecuencia, pasaron casi 150 años antes de que se supiera la verdad.
Ahora bien, a mi se me ocurren ciertas cosas al ver la pintura en su integridad original. ¿Qué es lo que está mirando la muchacha? ¿Es importante eso? Sin dudas, porque así el artista nos obliga a mirar abajo. Si la mujer nos mirara a los ojos cambiaría instintivamente nuestra percepción y nuestro diagnóstico. Creo que Courbet cortó la tela, entre otras cosas, para obligarnos a ver el sexo y asi universalizar la concha, que ya daría lo mismo que fuera la de esta muchacha o la de tu madre: se trataría del coño de la especie humana, como bien reza el título.
                     Volviendo al cuadro en su integridad, podemos apreciar ciertas cosas desconcertantes. Mirad; la señorita parece estar muerta. Mirad esos ojos. No parecen estar mirando nada. Son ojos sin mirada. Parecen ser los últimos testigos mudos de un asesinato. Sus mejillas están desinfladas y su boca entreabierta.  Así, la marmórea figura se correspondería con un cadáver.
De aquí podríamos inferir miles de interpretaciones al respecto. Lo que estaríamos viendo como un origen del mundo sería al mismo tiempo un fin, la posibilidad de un nuevo inicio, los ciclos de la vida y la muerte, etcétera. Más aún, si atendemos a la juventud de la mujer podríamos adicionarle un millardo de interpretaciones.  ¿Y si le sumamos a Lacán? Por supuesto; podríamos hacernos los zorros con sólo pensar en las repercusiones que pueden tener la muerte y el sexo en la mente de un psicólogo y armar una tesis con tan poca cosa. O acaso una obra de teatro o una novela que implique todas estas materias con un mínimo de creatividad. Muchos críticos e intelectuales están esperando aplaudir una obra de este tipo, independientemente de que sea algo de mérito o una bazofia, por el simple placer de tener que explicar lo que yo vengo explicando desde la primera palabra de este escrito. Afortunadamente, Dan Brown no lee mis cosas.

La obra de Piero Della Francesca era motivo de peregrinación. Los que iban a ella sabían lo que buscaban, amén del simbolismo evidente de la Virgen del Parto. Los que hoy peregrinan al Museo de Orsay van con ojos realistas a ver una obra simbolista. Es por eso que El origen del mundo es una de las pinturas más custodiadas, agredidas  y menos entendidas del planeta. Estaba más segura en el gabinete de Lacan.

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