miércoles, 3 de diciembre de 2014

Carlos y el círculo hermenéutico



Carlos y el círculo hermenéutico

Hermes lleva el mensaje, lo pierde, lo encuentra. Pero ya no es el mismo mensaje. No es que esté escrito de otra manera, es que el tiempo, las circunstancias y las suelas de sus zapatos ya no son las mismas. Entonces es otro mensaje, y mañana será otro, y así infinitamente. Algún día Hermes hará una parada, se atará los cordones. Pero el mensaje no tiene destino porque no tiene destinatario.
Es como en  Los siete mensajeros de Dino Buzzati. Son mensajes que sólo cobran sentido en un momento dado, que se velan, se desvelan, se sublevan y se vuelven a velar, como un muerto, que con el tiempo reaparece en nuestra memoria distorsionado, bajo la llama de una vela que se apaga, y mientras buscamos los fósforos en la oscuridad perdemos la representación de lo que habíamos recuperado.  
El nuevo libro de Carlos Rey se llama El poeta y yo y otros poemas. Es difícil hablar del libro de un amigo que conozco largamente, del poeta que vislumbro de a ratos, y de los poemas de ese poeta que habita en mi amigo, como mamuschkas.
En otros trabajos me he extendido sobre los libros de Carlos, al punto de escribir prólogos a varios de ellos. Incluso, como editores, lo hemos matado para vender mejor sus libros. No es mi intención hacer eso en este caso. Soy otro. Ha pasado tiempo. Bástame decir que estos tres poemas, que se han publicado en una prestigiosísima revista de poesía, es de lo mejor del autor. Veo a Heidegger y escucho las infinitas conversaciones que mantuvimos sobre el origen del Ser, de la palabra poética, de la pérdida de sentido que conlleva el uso abusivo de un término. Veo que vuelve a contener multitudes como Whitman. Veo el desdoblamiento de obras pasadas, como la que se da en una preciosa obra de teatro que no llego a existir. Veo la ironía característica entre su vida y la vida de su poeta. 
El poeta y yo y otros poemas, o al menos estos tres poemas promocionales, son redondos, musicales, de lectura engañosamente fácil, hegelianos en su forma espiralada. Están estructurados como tríptico, como El jardín de las delicias, del paraíso al infierno, del encuentro (reencuentro) con dios, a la perdición (que nunca puede ser un reencuentro). (Y no quiero mencionar el consabido ejemplo de la Comedia para no herir a Dante, porque es otro poeta vivo que lo acecha a Carlos Rey por las noches.) 
Aunque el poeta nos narra su propio desencuentro, sin embargo, irónicamente, y aunque esta no sea la primera vez—aunque puede ser la última— el poeta se ha encontrado. Tiene un estilo personal. Gran vuelo, sin escalas. Pero conociendo al escritor, a la persona, sé que Carlos se va a perder nuevamente, necesariamente, para renovar su propio arte, a la espera de reencontrarse con un poeta que frisará los 50, que lo está esperando al final de un camino que lleva 10 años de piernas errantes, laberínticas. Porque Carlos sabe perfectamente que el que no se pierde, muere, como persona, pero que el poeta Carlos, el de hoy, debe morir para volver al paraíso perdido.

Los poemas, y me callo:
http://hablardepoesia.com.ar/numero-30/aviso-a-las-altas-esferas-de-mi-craneo/#refmark-1

No hay comentarios:

Publicar un comentario