martes, 2 de diciembre de 2014

Un geólogo genial



Un geólogo genial
(Del oligoceno al Vaticano)

                                             Para Ana, a modo de regalo de cumple, o algo así

            “Cuidado… agárrenlo… está loco… delira… es un enfermo… es un hijo de puta”. Estas cosas se afirma que se escucharon aquella mañana de 1972, cuando un turista que paseaba por la Basílica de San Pedro subió a La Piedad de Miguel Ángel y le encajó 15 martillazos, amputándole un brazo y la nariz. También afirmaron los testigos que lo hizo al grito de “soy Jesucristo resucitado”. El victimario se llamaba Laszlo Toth. Murió el 11 de septiembre de 2012, en su Australia querida. Muchos artistas no lo pueden olvidar y muchísimos más son los que lo vilipendiaron mientras vivió.

            Entre las cosas que se han escrito sobre Toth, me parece que todas ellas son impertinentes y no le hacen justicia. Es más,  todo lo que se ha escrito sobre él— o al menos todo lo que he encontrado disponible en la red y en un bonito libro que poseo—no son más que sinrazones, tanto de los que lo agreden como de los pocos que lo defienden. Síganme los buenos…
            Por empezar es imposible que una concurrencia de turistas burgueses en el Vaticano, junto a La Piedad, diga todas esas boberías que abren este artículo. Lo más creíble es que ante un tipo que saca un martillo y lo usa  salgan cagando para todos lados gritando como locos y aplastando viejitas y niños  en la estampida. Tampoco es creíble que creyéndose Laszlo en el papel de Cristo, se dedique a golpear con un martillo el rostro de su propia madre.
            Los argumentos de quienes lo denostaron a Toth son muy obvios, pero paso a señalarlos por una cuestión de oficio. Dicen que cometió un atropello contra una obra incomparable, que por más reparaciones que se le practiquen el mármol ya no se brinda con la integridad de antes,  que deberían poner un derecho de admisión en los museos, que es una herida para la cultura universal, que es una barbaridad, que bla bla bla bla. A estos argumentos se los refuta muy bien en un blog maravilloso—que no es este—llamado Memex. Si se prendiera fuego la Basílica de San Pedro y tuviésemos que optar por salvar un niño o la Piedad de Miguel Angel salvaríamos seguramente al niño. Y yo salvaría primero incluso a un gato, incluso a Laszlo. Pero creo que el argumento merecería ser más radical: Laszlo fue condenado a nueve años de prisión. Aunque cumplió sólo dos, un solo día de encierro es una tortura. Y sobre todo si sos inocente, porque lo largaron cuando lo declararon loco. Así que tuvieron a un pobre loco injustamente preso por 2 años, y no hay plata que pueda reparar ese daño. A La Piedad le pusieron varios fajos de verdes y listo: reparación cumplida.
            Quienes lo defienden argumentan que el mismo Miguel Angel destruyó algunas de sus estatuas—lo cual es cierto— y llevan el aserto tan lejos que llegan a decir que  Laszlo Toth fue un artista, acaso un tanto desquiciado, como Van Gogh o Dalí. De esta manera, Toth, que no era artista, sin querer queriendo habría hecho arte. Con  La Piedad quiso darnos un mensaje velado, una metáfora, un símbolo, o vaya a saber uno que cosa. Bueh…
            El error, tanto de los que hablan en pro como en contra, está en la  mirada unilateral que tienen muchos artistas—y me atrevería a decir que muchas personas—. En efecto, al señor Toth se lo juzga desde la mirada umbilical del artista. Se miran el ombligo del arte y parten desde ahí. Sin embargo, ¿cuál era la profesión de Laszlo? Nuestro amigo era geólogo, y muy destacado. El martillo con el cual le partió la jeta a la virgen era de hecho  un martillo de geólogo.
El Mar Mediterráneo 30 millones de años atrás
Ahora tratemos de mirar a través de los ojos de nuestro amigo. Todo comenzó allá por el oligoceno, hace unos 30 millones de años. En aquel entonces existía un mar Mediterráneo mayor que el actual. Las aguas poco profundas—y la falta de humanos— hacía florecer la vida, especialmente de moluscos con caparazones, o sea, caracoles marinos de todos los tamaños. Cuando estos bichos se morían no iban al cementerio, sino que se depositaban en el fondo. Dado que los caparazones no se descomponen se van acumulando con el paso de los años, conformando una capa que con el concurso de mucho más tiempo se constituyen en una roca llamada caliza. La caliza, a su vez, por un proceso muy complejo y difícil de explicar—no tengo la más puta idea—, luego de varios millones de años viene a derivar en una roca metamórfica llamada mármol. (Y ahórrenme el tedioso sinsabor  de tener que explicar “metamórfica”). Finalmente el mar retrocede y el fondo marino se eleva en un proceso sincrónico, que erosión mediante de las capas de otras porquerías que se han depositado por encima de nuestra roca, dejan al descubierto el mármol. El mármol de Carrara, en el noroeste de Italia, junto al mar, es excelente, libre de impurezas, o sea de otras porquerías. No casualmente este mármol está cerca de Florencia, cuna artística de Miguel Angel y del Renacimiento, no muy lejos de Roma. Sin este mármol, que sobra en la cuenca  del Mediterráneo,  no tendríamos La Piedad,  y en cierta forma tampoco tendríamos Renacimiento.
Laszlo capturado
Para Laszlo Toth, La Piedad está hecha de caracoles. Miguel Angel profanó un pedazo de suelo terrestre con historia y hermoso de por sí, sin ninguna necesidad de ser embellecido conformando una mujer que siente piedad por su hijo muerto en brazos, que es—mirado desde los ojos de Toth—un golpe bajísimo al alma.
Sé que mi hipótesis está condenada al olvido. Pero créame, querido público, es más verosímil que la de aquellos que sólo se miran en el espejo de su estrecho dominio de conocimiento. Para el artista sólo existe el arte; para el geógrafo sólo existe la geografía; para el músico sólo existe la música. Sería bueno enriquecernos con otras disciplinas, bien alejadas de la que cotidianamente tratamos. Un psiquiatra se quedaría pensando si estaba loco. Un abogado en si nueve años era justo o no. Un zoólogo en los caracoles. Cada profesión determina una manera de ver el mundo. Lo sospeché desde un principio. Cuando era pequeño mi madre me cortaba el pelo cuatro veces al mes, entonces entendí que no solo era peluquera sino que también pensaba como peluquera. Cuando le comenté que Miguel Angel decía que al bloque de mármol sólo hay que quitarle lo que le sobra me entendió perfectamente porque ella operaba de esa manera con el pelo. Pero así no funciona la cosa cuando se trata de juzgar a nuestro prójimo.  Abramos nuestras cabezas. Por amor a Laszlo. Por amor al otro. 

Algunas referencias:  
http://www.danieltubau.com/estanentrenosotros/estan_toth.htm
http://www.reporterodelahistoria.com/2006/03/cronica-la-herencia-de-laszlo-toth.html
           

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