Reflejos condicionados.
Es un oso marrón. Es un oso común. Está muy bien alimentado; está gordo. Lo acaban de aplaudir calurosamente cuando ingresó en la pista. Unos segundos después hace su ingreso un tipo. Lleva bajo el brazo una flauta y también es objeto de aplausos, aunque tibios, porque sólo es un tipo y no un oso. (Si la tribuna estuviese llena de osos sería diferente.) El tipo ejecuta el instrumento y el oso baila. El oso está respondiendo a un reflejo condicionado.
Durante meses mantuvieron al animal sobre una superficie al rojo vivo, mientras sonaba una flauta. Alternativamente, para no quemarse vivo, apoyaba una y otra pata trasera. Las patas delanteras se las mantenían atadas para que tuviera que estarse erguido durante el tiempo que duraba la tortura. Ahora, cuando escucha una flauta, se para y zapatea.
Es un perro. Es un animal muy querido, muy vulgar. Junto a él viene un tipo. Es notorio que hay cariño reciproco. El humano habla con el can: ¿Cuánto es tres por dos? El perro ladra seis veces. ¿Cuatro por tres? Ladra doce veces. La cosa se torna más compleja, al menos para un perro. ¿Cien menos noventa y cinco? ¿cero más siete? ¿nueve dividido tres? Y si las preguntas no se hacían más complejas era para no superar las capacidades aritméticas del público. El perro contestaba con acierto todas las preguntas. Lo hacía con elegancia, pausadamente. El público aplaudía rabiosamente. El público estaba respondiendo a un reflejo condicionado.
El perro no sabe de números. El también responde a reflejos. Lo han acostumbrado a que deje de ladrar cuando ve que a cierta distancia alguien abre los brazos. Naturalmente, cuando le piden 2 +2, él ladra. Cuando ladra por cuarta vez, la mitad del público, que esta condicionada a aplaudir sin pensar, ya a abierto sus brazos para aplaudir. (Si la tribuna estuviese llena de perros sería diferente)
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