En la abadía de Malrrouse
Escocia. Siglo Xll. Abadía de Malrrouse.
Pese al frío y a la neblina, Eduardo está contento. A dejado la asada, a tomado a su hijo de la mano. Han recorrido ese camino muchas veces; probablemente sea el único camino que han recorrido. Pero, si el camino es el mismo, John, ya no lo es. Ha crecido; aprendió a hablar, piensa: piensa de la mano de su padre. Cuando pasan junto al molino, cuando pasan una vez más junto al molino, Eduardo detiene su marcha. Sabe que su hijo se recrea con su movimiento. Es del señor, pero por suerte, piensa John, todos lo pueden contemplar.
__¿Porqué gira?
__ El agua que corre bajo las aspas del molino lo hacen girar. Cuando gira la rueda es como un músculo grande que tritura los granos, los hace polvo. Mientras corra agua debajo del molino, el molino girará.__ Sí, John piensa de la mano de su padre.
Mientras van ganando la cima de la colina, aparece, entre la niebla, la figura de la abadía. El sofisticado edificio se desnuda hacia abajo, mientras ellos suben. Es el corazón de la campiña. En su interior la cerámica brilla, las paredes brillan con figuras, se percibe un olor encantador, todo es superior. Los vecinos están allí. Hablan en voz alta, chusmean.
La misa se desarrolla como un almuerzo familiar, sin estridencias, sin aplomo, como son las verdaderas solemnidades. Cuando termina el oficio religioso, John se aproxima al cura, que no es otra cosa que un lugareño. Quiere aclarar algunas cosas.
__ ¿Dios y Jesucristo, son lo mismo?
__Por medio de su hijo, Jesucristo, Dios se hizo hombre y transitó esta tierra como un hombre. La regó con lágrimas, sufrió por nosotros. Dios es uno y tres. Dios y Jesucristo se identifican
Terminada la misa, se retiran del edificio, pero no de la iglesia; el cementerio forma parte de ella. El abuelo está en la casa de Dios, por toda la eternidad. John, que ya está grande, quiere conocer el nombre de su abuelo. El nombre de su abuelo es John. El pequeño, luego de recuperarse del golpe, interroga a su padre por la vida de aquel que ahora se identifica con su propio nombre.
El viejo John fue un afortunado, dos hechos, que se acercan a la hazaña, se destacan en su larga vida. La primera es la iglesia que ahora lo cobija. Como todos los vecinos, el viejo John participó de su construcción. Pero sólo unos pocos, entre ellos el viejo, aplicaron su fe transportando pesadas piedras sobre sus espaldas. Nadie los obligaba. El martirio los inundaba de alegría... y los identificaba con Cristo.
El segundo hecho que se destaca, más aún que el otro, en la vida de John, es su peregrinación a Tierra Santa. Un día emprendió el viaje y no retornó por años. Como casi todos los lugareños solo habían recorrido el camino que los llevaba a la iglesia, la expectativa de su retorno, y la de los dos que con él iban, se hizo enorme. John, por pura fe, emprendió el camino más difícil. No remontó el mediterráneo desde Venecia, bajó hasta Roma y cruzó la inhóspita región de los Balcanes con sus propios pies. Como nunca subestimó su propia fe, volvió sobre sus mismos pasos. En su camino conoció insospechados idiomas, exóticas indumentarias, raras comidas, gente extraña, diferentes religiones y, lo más desconcertante, la ciudad de Constantinopla. Todo esto lo contó el viejo John a su regreso sobre la cerámica de la iglesia que ayudó a construir. Lo contó como único testigo, pues los otros lugareños que partieron con él quedaron en el camino.
El pequeño John, que ahora escuchaba a su padre repetir lo que el viejo John había contado, quedó particularmente impresionado por la existencia de otros idiomas. Llegó a pensar que quizás no haya palabras para todas las cosas, y que por eso se las confunde o se las repite. También llegó a pensar que los otros idiomas son una coartada para no repetir infinitamente las mismas palabras. Su padre, quizás subestimando un tanto a su hijo, le informó sobre la torre de Babel. Fue entonces cuando John pensó en su abuelo, en su nombre, en las piedras que sostenían la iglesia y en su dueño.
John, su padre y su abuelo, han muerto hace ya muchos siglos. Hoy, junto a una ruinosa iglesia de Escocia, aún se conserva un cementerio del siglo Xll. Allí descansan las tres generaciones. La vida adulta de John no ha de diferir mucho de la vida de sus ancestros. Acaso, contó a los otros sus vivencias durante una peregrinación, como su abuelo. Quizás, contó la peregrinación de su abuelo a quien lo quiera escuchar, como su padre.
Angustioso es el futuro. Cuando el molino que tritura los granos y el agua que les da vida hayan desaparecido. Cuando ya no haya ni padres, ni hijos, ni nadie que pregunte por el significado de las palabras; EL también será olvidado. Como un hombre que ha transitado esta tierra.
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