La bandera ignorada.
En las postrimerías del siglo XX, el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Eduardo Duhalde, en un acto demagógico, llamó a un concurso a todas las escuelas bonaerenses. Era la única provincia que hasta ese momento carecía de un pabellón, y se les propuso a los alumnos que diseñaran ese pabellón con los colores que previamente le proporcionaba el gobierno.
Finalmente la bandera salió fea. No era para menos con los carnavalescos colores que la dominan. Hoy la encontrará en las puertas de todas las instituciones de la provincia. Nadie está orgulloso de ella, y no creo que algún día alguien llegue a estarlo.
Que la provincia de Buenos Aires no haya tenido una bandera por tanto tiempo no es tan sorprendente como pudiera parecer. Yo encuentro 3 razones. Fíjese:
1)Muchas veces es llamada “el primer estado argentino”, “la primera provincia” o simplemente “LA provincia”, por antonomasia. No es casualidad que muchos, inconscientemente, confundan la República Argentina con Buenos Aires. Por lo tanto el pabellón nacional y el de la provincia pasan a ser una y la misma cosa.
2) Un hecho que demuestra lo anterior está en la indiferencia que muestran los bonaerenses por su propia bandera. Es una bandera que está en todos lados, pero que nadie la ve, y que tampoco quieren ver.
Sin embargo, la razón más importantes, tanto de la larga ausencia de una bandera como de la indiferencia a la que fue relegada la nueva, deben buscarse en la ciudad de Buenos Aires, y no en la provincia.
El obelisco porteño está custodiado por dos mástiles. En uno de ellos flamea la insignia patria. En el otro la bandera de la Ciudad de Buenos Aires. Se lo repito; en el otro mástil flamea la bandera de la Ciudad de Buenos Aires. Quizás pasó mil veces por ahí, y si alguna vez levantó la mirada y la vio, se habrá preguntado de qué remoto país es esa bandera. Bueno, esa bandera probablemente sea la suya. Y es más antigua que la celeste y blanca que está en el otro mástil.
[En realidad no se trata de una bandera, sino de un escudo sobre una bandera blanca. Sin embargo, en los pocos lugares donde se lo puede ver, como en el club Ciudad de Buenos Aires, el escudo toma forma de bandera. (También una bandera está más expuesta a las miradas que un escudo) El mismo uso que se hace de él, por pequeño que sea, ha transformado ese escudo en una bandera. Además, no hay que olvidar que muchos escudos habitan las banderas de todo el mundo. Notable es el caso de la bandera paraguaya, que aloja dos escudos, uno en cada lado. Notable es el caso de nuestra bandera nacional *]
Sin duda, la bandera (o el escudo) debió de ser muy popular allá por los años del virreinato, y sospecho que durante la mayor parte del siglo XIX ningún porteño la ignoró. Entonces, que oscuro proceso se dio entre aquella época y nosotros...
Las razones por las cuales esta bandera es ignorada por los porteños (y por los que no son porteños) son, según creo, las siguientes:
Por un proceso coercitivo que podemos llamar indirecto o psicológico, allá por el 1880, año de la federalización de Buenos Aires, se obligó a los porteños a federalizar su léxico. Si la ciudad de Buenos Aires ahora era Federal, los porteños tenían que convencerse que, antes que porteños, eran argentinos. (El catamarqueño podía seguir siendo catamarqueño porque en nada afectaban a la integridad nacional) Esto es lo que aún sucede, pero en sentido inverso. En efecto, como la hegemonía porteña nunca fue superada, los porteños se encargaron de tomar el término “argentino” como sinónimo de “porteño”. Entonces, si, luego de 1880, primero se era “argentino” y después se era “porteño”, hoy primero se es “porteño” y después se es “argentino”. En efecto, los porteños, obligados a mudar su gentilicio de porteños a argentinos, se apropiaron de este último término al punto de, el mismo, terminó siendo privativo de los habitantes de la ciudad. Finalmente Buenos Aires ganó la guerra psicológica, que siempre es la más difícil. En nuestros días hasta para los catamarqueños no hay nada más argentino que un porteño.85
. La otra razón es más actual. Cuando el intendente de la ciudad dejó de ser investido por el poder ejecutivo en virtud de su carácter federal y los porteños pudieron elegir ellos mismos a su intendente__ que para la ocasión lo rebautizaron con el misterioso nombre de Jefe de gobierno__ no solo se estaba iniciando un proceso que podríamos denominar de desfederalización, también se estaba debatiendo sobre la posibilidad de que los porteños recuperaran algún símbolo que los identificase como tal.
Aunque lo dicho no es más que una conjetura, tampoco es casualidad que, en el mismo momento en que se daba a publicidad la creación de una bandera para la provincia, la legislatura de la ciudad y el entonces jefe de gobierno, Fernando de la Rua, pongan a flamear frente al obelisco la bandera más ignorada del mundo, pero que al mismo tiempo mantengan un silencio sepulcral al respecto, preservando así algo del carácter federal de la ciudad. Por otra parte, los porteños, nunca queridos en el interior, podrían ser más peligrosos con una bandera que los identifique. De todas maneras eso importa poco a los porteños pues ahora la provincia ha creado su propia bandera y esa que es celeste y blanca con el sol en el medio a quedado como propiedad de la ciudad. Sin embargo ese hecho les importa poco porque ignoran la belleza que flamea en la bandera creada por Juan de Garay en 1580, justamente 300 años antes de su virtual desaparición.
Entonces, ahora podemos apreciar cual es la tercera causa de la larga ausencia de una bandera en la provincia de buenos Aires.
3)La enorme provincia tiene algo de Federal. Es algo que está en la raíz de su historia, cuando la ahora Capital Federal se hallaba en su territorio. En otras palabras, cuando la ciudad de Buenos Aires era la Capital de la provincia. Por lo tanto, esa hermosa bandera que hoy custodia el obelisco porteño algún día fue la bandera de la provincia. Cuando se federalizó la ciudad de Buenos Aires, la provincia se quedó sin bandera... y la ciudad, increíblemente, también.
Pero la bandera de la Ciudad no solo es más antigua que la bandera de la provincia, también es infinitamente más linda. Y, creo, está entre las más sugerentes del mundo. Agresiva y de gran personalidad, quizás en su misma violencia radique su contra, a los ojos de los que mandan.
Si no es de frecuentar las inmediaciones del obelisco o del club Ciudad de Buenos Aires, o si no es de esos que levantan la cabeza cuando ven un mástil, a esta altura de la perorata debe estar ansioso por saber como es la bandera que bien o mal representa a los porteños. En la Historia de Belgrano, Bartolomé Mitre la describe así en la sección número 12 del capítulo primero:
<<No desmayaban en su fatigosa empresa los animosos pobladores de la ciudad, en cuyo blasón municipal, dado por su glorioso fundador, se ostentaba “un águila negra pintada al natural, con su corona en la cabeza, con una cruz colorada sangrienta saliendo de la mano, y con cuatro hijos debajo demostrando que los cría” Los aguiluchos habían crecido, y el instinto de su propia conservación los alentaba a la lucha y al trabajo. >>
Como los aguiluchos habían crecido, salieron volando de la bandera. El águila se quedó sola, y hoy llama a sus hijos desde el curioso rincón de un diario intelectual.
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El sol es el escudo de nuestra bandera, y tiene historia propia.
Cuando Belgrano creó la bandera, escribió: “La mandé hacer celeste y blanca conforme a la escarapela nacional”. Pero los motivos reales que motivaron la elección de esos colores parecen ser otros. El primero de esos motivos era la cautela. Quizás, para no poner en evidencia sus inclinaciones independentistas, hizo que esos colores coincidan con los de la casa de los Borbones, al igual que French y Beruti. De esta manera se fernandeaba al mismo tiempo que se daba un paso más hacia la emancipación. El segundo motivo, por pedestre que pudiera parecer, es el cielo. Y más precisamente el cielo parcialmente cubierto por nubes del tipo cirro o cirrocúmulos, que presentan ese aspecto blanco imponente.
Probablemente le resulte increíble que Belgrano haya pensado en algo tan ingenuo como el cielo para meterle color a la bandera. (o quizás le parezca la labor de un erudito meteorólogo, lo cual no deja de resultar increíble) No obstante, la historia misma de la bandera corrobora ese hecho. Vea.
Cuando San Martín construye su bandera de los andes, la viste con los colores que había elegido Belgrano, que casualmente coinciden con los colores de la virgen, que reverencian los soldados que siguen a este masón. Se le añade a la misma un escudo, en el que dominan unas montañas. Se advierte que, tras ellas, hay un sol que quiere asomar.
Sarmiento, durante su presidencia, ordenó que el sol apareciera en las banderas de los edificios públicos durante las conmemoraciones patrióticas. De esta manera, empezó a brillar regularmente en el firmamento celeste y blanco.
Roca, reservó para las instituciones y unidades de las Fuerzas Armadas la bandera con el sol. Así, sus rayos aparecían según el ámbito donde usted se moviera, o según el edificio con el que se topara en su desplazamiento por la ciudad.
Alfonsín, en un decreto de 1985, unificó la bandera nacional. Y desde ese momento el sol ondeó omnipresente en nuestra enseña patria. (Aunque, revisando el pasado, no es imposible que vuelva a desaparecer.)
La historia posterior a Belgrano parece apoyar la teoría del origen de los colores vinculados al cielo. Como en el cielo, el sol a salido, se ha ido, se a disimulado tras una montaña, se a ocultado detrás de la franja blanca de una bandera ( o sea, de una nube) y, finalmente, ha vuelto a aparecer.
* ver apartado al final de este artículo
85 Los cordobeses son un poco menos argentinos, y lo manifiestan por medio de su complejo de inferioridad con respecto al porteño. Los otros se perciben directamente como extranjeros, o en el mejor de los casos argentinos de segunda. En la película La deuda interna, un pibe del altiplano le dice a su profesor “que linda que es la argentina” a propósito de unas fotos de Buenos Aires. El título de esta película no solo es un juego de palabras que remite a la otra deuda, la externa, sino que también, La deuda interna hace alusión al interior del país y a la deuda que la Argentina mantiene con el interior de ella misma, o sea con la deuda que Buenos Aires mantiene con ella misma. Por supuesto que esta alusión escapa a las intenciones del director.
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