La ficción que Rock Hudson no pudo sostener.
El sida le jugó una mala pasada a Rock Hudson; lo mató. Fue la primera celebridad en caer víctima del mal. Pero su misma celebridad fue, a mi entender, un retroceso en la mentalidad de la gente, en eso que gustan de llamar imaginario social.
Antes de la muerte del actor ya se conocía al sida como “la peste rosa”, un mal que invadía los cuerpos de homosexuales masculinos, casi como si el virus tuviera inclinaciones sexuales análogas a las de las víctimas. No era para menos: Dugas Gaetam, un colega de Fernando Peña (también azafato en una línea aérea) fue la primera víctima registrada, y es recordado por quienes estudian la enfermedad con el triste apelativo técnico de “paciente cero”. Era homosexual, pero no era célebre, como lo es la negra Sosa o Rock Hudson. Por eso mismo la muerte del actor se vivió de otra manera. Los prejuicios se consolidaron. Dos de ellos, para ser más preciso. El primero es, lógicamente, que el sida es cosa de putos, (y hasta cierto punto lo era). El segundo prejuicio, no menos lógico que el primero, que la celebridad muere en la pantalla; en otras palabras, que la vida íntima de las estrellas es otra cosa, algo tan difícil de ver como el helio y el hidrógeno.
No conozco los detalles del caso, pero la prensa se podría haber ahorrado el trabajo de publicar los gustos sexuales del astro, ya que su figura pública (esto es, las ficciones que representaba en la pantalla) siempre estuvo ligada al prototipo de supermacho, de referente sexual masculino. Al enterrar su cuerpo tendrían que haber enterrado también las inclinaciones que ese cuerpo atendía. Pero el amarillismo fue más fuerte y divulgó su sexualidad difundiendo al mismo tiempo el prejuicio, cuando justamente Rock Hudson era la mejor “víctima” para aleccionar al mundo sobre la posibilidad que todos tenemos de sucumbir bajo esa pandemia. (Por otra parte el sensacionalismo nada hubiera perdido con un título como “El supermacho que murió de sida.”) Una mentira piadosa, una ficción; una ficción que paradójicamente sostendría vivo a Rock Hudson después de su muerte.
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