sábado, 5 de noviembre de 2011

Historia de los mapas

Historia de los mapas”, de G. R. Crone.

            Quizás resulte extraño que un tipo apellidado Crone, que recuerda el vocablo griego que designaba el tiempo y que todavía retenemos en palabras como cronología o crónica, se haya consagrado al estudio del espacio en el tiempo (cartografía) y no del tiempo en el espacio (física.)
            Amén de este chiste tonto y pretenciosamente intelectual159 el libro que nos convoca tiene un alto valor por su sentido de la distancia que media entre el cultivado cartógrafo y el burro que lee, por su valor como herramienta auxiliar para otras disciplinas, y principalmente, porque el tema me atrae como la miel a las abejas, (o como el heno a los burros.)
            Las observaciones que siguen son producto de esa debilidad. Nunca conforme con lo que leo, sólo quedo satisfecho cuando el libro me ofrece más de lo que  está impreso.  Los buenos libros no se agotan en el último punto. A partir de allí se enriquecen, se distorsionan, se complementan con nuestra imaginación. Cuando son exponencialmente buenos (bien escritos y bien leídos) arribamos a una serie de conclusiones que el autor omitió o no vio o no sospechó o no estaba en su naturaleza imaginar. G.R.Crone fue un estímulo grande en este sentido. En virtud de su gran claridad expositiva, que no atenta contra la complejidad del material, Historia de los mapas se viene reeditando hace más de cuarenta años. Lo único malo (o bueno, según como se mire) es que comete un atentado fundamentalista contra la fantasía. Entonces, para darle un valor agregado al libro, aparezco yo. Sé que muchas de las reflexiones que siguen van en un sentido concreto; brindar una herramienta pedagógica. Poco importa si usted es o no docente, lo que intento es que algunos ejemplos queden grabados indeleblemente en su psique. Me resta decir que muchas de las hipótesis que enuncio son difíciles de aceptar porque son hijas de la ignorancia. En este caso, sería de mi agrado que el lector me haga llegar su reprobación o su asentimiento.
1)      Lo que primero llama la atención es que los primeros mapas que se hicieron en el mundo no son de este mundo. En efecto, Crone nos informa sobre mapas “del otro mundo” que confeccionaban los egipcios para guiar a los muertos. Lo que omite el autor lo podemos especular. Los egipcios no tenían demasiada necesidad de diseñar mapas mundanos porque todo consistía, en última instancia, en seguir el curso del Nilo. No obstante, podemos estar seguros que se tomaron la molestia de garabatear alguno, por rustico que sea, al menos para adivinar las cataratas del sur o para no perderse dentro del delta en el norte. Si las noticias que nos llegan sólo hablan de los mapas de ultratumba es debido al soporte material que utilizaron: la piedra. Es sabido que las tumbas eran las residencias de estos singulares mapas y que, como alguna momia, llega hasta nosotros intacta. (Si desea encontrarse con una momia ausente solo tiene que seguir el itinerario de estos mapas.)
2)      Y hablando de itinerarios... En el lenguaje técnico “itinerario” designa una línea preferentemente recta en la cual se anotan a un lado comarcas, accidentes, posadas, y todo tipo de cosas que pueda interesar al viajero. Naturalmente, se trata de un camino idealizado, donde lo menos importante son las curvas, y que parece atender al sentido común: cuando uno señala que se debe seguir derecho por esta calle no está diciendo que la calle sea derecha. Los babilonios fueron los primeros que incurrieron en esta forma que nos permite hacer el viaje más fácil (o quizás para persuadirnos de no emprender el viaje.) A mi se me hace que de alguna manera estaban copiando aquellos mapas egipcios que no llegaron hasta nuestros días y que obligadamente describían el curso del río Nilo como una línea. Por otra parte, un documental del canal The History Chanel, en su ciclo Maravillas Modernas, me proporcionó un dato curioso. Los mapas de los primeros subterráneos del mundo, concebidos para guiar al pasaje, copiaban a escala el derrotero real de los trenes, reproduciendo fielmente cada una de sus curvas. Algún criterioso (no recuerdo el nombre) tuvo la sana idea de simplificar las cosas por medio un esquema de líneas mayormente rectas. Cuando se implementó hubo escandalosas protestas que censuraban la novedad (que no era otra cosa que un itinerario) alegando la falta de precisión o de realidad del invento, y hasta se llegó a restablecer temporalmente el viejo sistema. Hoy todos los trenes urbanos del mundo guían a sus pasajeros por medio de itinerarios, lo cual nos acerca bastante a los babilonios.
3)      Se sabe, los griegos concebían el mundo armónicamente, cada cosa en su lugar, y postulaban esa armonía como la correspondencia de ciertas cosas con otras. Las anécdotas con las cuales nos enseñan esta visión del mundo, ya en los libros, ya en la universidad, ya en los manuales, versan sobre los ciclos que llevan de una forma de gobierno a otra en Aristóteles (que no es otra cosa que la regularidad de la historia), la adecuación entre el amor y el odio en Empédocles, la solución de los contrarios en Heráclito o la amalgama entre los diferentes humores en Hipócrates. Pero no encuentro mejor ejemplo para graficar la visión del mundo que tenían los helenos que (literalmente) su visión del mundo, sus mapas. En el centro del mundo estaba Delos. Pero esto no tiene mayor importancia. Lo raro era la forma en la que distribuían las tierras. En virtud de un principio de simetría hacían coincidir en el mismo paralelo la península del Peloponeso en el norte con la península Cirenaica en el sur, y los montes Pirineos arriba con los montes Atlas abajo. Lo notable es que la realidad es notoriamente diferente, y que por lo tanto la utilidad de estos mapas debió ser nula, máxime si tenemos en cuenta que echaron las velas al mar con harta frecuencia. Lo más razonable es suponer que no eran estos mapas los que guiaban a los marineros. También este es un excelente ejemplo de la propensión de la inteligencia griega a negar la experiencia directa y contentarse sólo con la razón. Si la realidad no era “razonable”, había que cambiarla. Cosa curiosa; los medievales, que desconocían estas cartas y que a priori mentamos como el anverso de aquella civilización, ajustaban el eje del mundo, que pasaba por Jerusalén, al curso del río Don y del río Nilo sobre el mismo paralelo.
4)      Tolomeo fue el tótem de la ciencia cartográfica por espacio de 1600 años. Colón lo tomó como uno de sus referentes en su raro viaje. Gracias a las dimensiones irrisorias que le daba a nuestro planeta, el genovés se arriesgó a tal empresa. Lo extraordinario es que el mismo descubrimiento que propició de alguna manera Tolomeo haya sido el principio del fin de sus teorías. Sin embargo, si el futuro no fue especialmente benévolo con él, sí lo fue el pasado, y por un lapso de más de 60 000 000 de   años!!! Trataré de explicarme: Crone nos describe el famoso mapa (o, mejor dicho, nos ayuda a ver el mapa que va adjunto.) La India, de dimensiones más reducidas, aparece separada del continente asiático. Si nos retrotraemos al mesozoico, eso es precisamente lo que pasaba. El impacto de la India contra el continente, por el desplazamiento de las placas, trajo como consecuencia el plegamiento que conocemos como a cadena de los Himalayas (impacto que sigue produciéndose y que genera cada vez más altura.) Esto, por supuesto, no se sabía en tiempos de Tolomeo., pero es lícito suponer que era un vidente al revés, un tipo que podía predecir el pasado – o la ciencia futura—.   Pero el dato curioso, si saltamos al capítulo 4, leemos que Ceilán (hoy Sir Lanka) está agendada en un mapa de Fray Mauro (1459) como Isola Colombo y se adjunta como descripción que se trata de ¡¡¡la isla de las especias!!! Cualquier semejanza con el genovés es pura coincidencia. De hecho la capital de ese país se sigue llamando Colombo.
5)      Esta es una conjetura muy arriesgada. Según nos cuenta nuestro amigo, los chinos ya en el XI utilizaban la brújula. Arriesgaría que se debe al hecho de que ellos podían perderse con mayor facilidad al no contar con un mar cerrado como es el Mediterráneo. Los occidentales, al contar con una cosa y no con la otra, se vieron empujados a confeccionar portulanos, que son detallados contornos del continente, al tener como principal guía la costa, y esto les dio desde el mar, un acabado conocimiento de los límites de su tierra, de la misma manera en que los más antiguos se vieron muchas veces forzados a conocer los cielos para mejor conocer los desplazamientos que hacían sobre el suelo. Aunque debo decir que esta especulación más que arriesgada es temeraria. O peor, ridícula, dado que es obvio que el límite entre mar y tierra, y el cielo y nuestro planeta coinciden, y en esto se basa toda la paradoja.
6)      Nos cuenta el autor que la fantasía que adornaba los mapas medievales no eran tales, al menos en última instancia. Cierto que se apelaba a la figura de una cuna en el lugar donde estaba Belén, o de un arca en el monte Ararat, así como la estampa de reyes contemporáneos por aquí, y de otros antiguos o legendarios por allá; de animales fabulosos y de maravillas; de prodigios y de otras cosas. En general se ponía lo que se sabía, la referencia. Pero lo notable, remata Crone, es la exactitud relativa en la que se localizaban estos dibujos. No obstante, creo yo, la fantasía no estaba tanto en esto como en las islas inexistentes, que no siempre iban acompañadas de dibujos. Ahí aparecían la isla del Paraíso en el extremo oriente del mundo conocido, atendiendo a que la Biblia ubica en ese punto cardinal ese lugar; la isla de Brasil, de imprecisa ubicación en el Atlántico según qué mapa y que después daría nombre a un enorme país; la isla de las Antilias, de las cual se puede decir otro tanto; la isla Tula, que hoy los neonazis reivindican como la isla desde donde partieron los arios originales; y un mar de etcéteras.160  Por otra parte, el libro nos informa que la mayoría de la cartografía que nos ha llegado es de particulares que, en la mayoría de los casos, nunca viajaron. Y en este momento, como cesa el discurso de nuestro autor, tenemos que hacer otro salto temerario, aunque un poco más sensato que el anterior. Es altamente probable que esos mapas difirieran de los “normales”, o sea de los que utilizaban los marineros, principalmente en un hecho importante: los adornos, las fantasías. Sólo gente adinerada podía tener acceso a ese material. Al igual que los libros, que venían profusamente ilustrados, estos mapas eran joyas de alto valor. Al marinero le importa encontrar su destino. Su mapa pasa de mano en mano, del calor al frío, de un barco a otro, y se termina desarmando. A los mapas “artísticos” se los guarda bajo siete llaves y terminan llegando hasta nosotros. Y podemos animarnos a decir que esta es la razón por la cual se sobreestima la fantasía en esta época.
7)      La brújula quizás sea el invento que, junto con la imprenta, más hizo por dejar atrás los tiempos medievales. Pero, como los libros, que en un principio imitaban la grafía que habían impuesto los copistas, esta innovación es un caso ejemplar de su tiempo. Los puntos cardinales que se marcaban como referencia eran el norte y el este. En el punto norte hay ulna flor de liz, que era el símbolo heráldico de la casa real francesa. En el este se aprecia ulna cruz. A esta  ve, se trata del mundo cerrado del mediterráneo, donde es impensada la navegación al norte de la Galia, y ni hablar al este de Jerusalén, Y justamente así nace la brújula, que iba a dar punto final a estas coordenadas. (Se puede inferir que si se omiten los puntos sur y oeste es porque en el primero habitan los infieles y en el segundo... en el segundo no hay nada, literalmente.)
8)      Nos cuenta el cartógrafo que Macróbio había popularizado un mapamundi en el cual se aprecian ambas caras de la tierra, en dos círculos. Agrega que, con el tiempo, este mapa se redujo a un solo círculo. Podemos afirmar que la reducción a un solo círculo por termino de varias generaciones reforzó la idea de que el planeta era un círculo plano, al menos entre los que no eran tan cultivados. Y me aventuraría a agregar otro hecho que contribuyó a crear esta idea: la Luna siempre nos da la misma cara: ¿Por qué pensar que hay otra? ¿Pr qué no suponer que La Tierra no es igual?
9)      Por supuesto que los doctos nunca olvidaron la esfericidad de nuestro planeta. Como caso aleccionador nos comentan el caso de Martín Behaim, quien el mismísimo 1492 publicó el primer globo terráqueo.  Pero lo más importante no es el globo en sí, sino que tuvo que considerar directamente la distancia entre Europa-Asia sin ambages. Quizás el almirante haya conocido este globo, su gigantismo de Asia, y consecuentemente, la disminución de la distancia con Europa.161
10)  El punto anterior lo podemos vincular con un par de cosas más. Hasta la época de los viajes todos, los sabios como Martín Behaim y los otros, estaban persuadidos de que nuestro planeta presentaba mayor cantidad de tierras que de aguas. ¿Por qué dios le iba a conceder ese privilegio a los peces y no al hombre?162 En segundo lugar: las esferas no tienen centro, de modo que Jerusalén pasó a ser parte de la periferia. Por último, unas páginas atrás, Crone nos proporciona un delicioso ejemplo. Fray Mauro, el ya citado hombre de iglesia y armador del conspicuo mapa de 1459, se las vio feas... La mera observación de la carta suscita extrañesa: el hecho de que Jerusalén no se encuentre en el centro del mundo es sólo la punta del tempano. Al costado del mapa adosa unas líneas que intentan sacarlo de seguros inconvenientes. Declara que, a pesar de todo, aquella ciudad continúa siendo el centro. ¿Por qué? Así nos lo explica: En el sentido norte-sur, se encuentra en el centro de las tierras emergidas. ¿Y qué hay en el sentido este-oeste, cuando vemos que la ciudad esta claramente al este? Suponiendo mayoría demográfica para Europa, la ubica en el centro de la densidad de población. De esta manera, Fray Mauro demostró mayor arrojo en sus excusas que en la confección del mapa. Este ejemplo, tan ignorado, se me ocurre más contundente que el arto repetido caso de Descartes, que para entender su cautela debemos entender previamente muchas cosas. En este caso el ejemplo es brutal, clarito y esclarecedor. (También es más gráfico e ilustrativo, después de todo se trata de un mapa, coño!!!)





159 Escuché muchos chistes intelectualoides que lo único que hacen es publicar  la soberbia y el poco genio de quienes los cuentan. Son tan malos que, en el apuro de recuperar uno, mi memoria no responde. Entonces, para dar un ejemplo, se me ocurrió inventarlo: ¿Saben como le decían al polaco Goyeneche...?. Le decían Lanzarote....., porque estaba enamorado de Ginebra y no podía llevar adelante ningún proyecto. Si no lo entendió no se haga problema, no va a ser más culto ni menos culto. Ahora, el que lo inventó, es un pobre infeliz.
160 Los datos en Todo es Historia, No. 292; octubre de 1991.
161 Crone no se manifiesta ni siquiera por el hecho tan notable del año de publicación del globo. Aunque es probable que el ridículo seas yo, al aclarar cosa tan sabida.
162 Esto quizás no sea tan así. Es conocido el pasaje bíblico de Noé, en donde el Creador inunda el planeta con la intención de terminar con su creación, o al menos para dar un castigo ejemplar al hombre. Por supuesto que ante esto los peces no tenían palabras de agradecimientos de tan contentos estaban.

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