O Tolkien o yo.
Nathaniel Hawthorne tiene un pequeño escrito donde, quizás con irónica consideración de su propio medio artístico, brinda argumentos para que otros elaboren algún cuento. Si prescindimos de la ironía nos quedan las propuestas, o sea, nada, ya que muchos de nosotros nos sentimos capacitados para proponer argumentos decentes y hasta muy decentes. Lo difícil es llevar a la práctica esos argumentos.
Componer una obra meritoria es algo más que un argumento y algo menos que un derroche de inteligencia. Si, leyó bien. Componer una obra meritoria es algo menos que un derroche de inteligencia. No se trata de desperdiciar la inteligencia sino de aplicarla con corrección.
Lo que le vengo a proponer es una estrategia para escribir una obra compleja con el menor esfuerzo mental posible. En otras palabras, no le voy a ofrecer argumentos, como es el caso de Nathaniel, yo no regalo argumentos. Le voy a ofrecer la posibilidad de manipular tesoros argumentales que nadie vió. (Seguramente no entienda aún lo que le estoy diciendo, y es lo mejor que me puede pasar, porque si entiende significa que lo que a renglón seguido voy a ofrecerle no es original, y lo verdaderamente original no se entiende. Mejor dicho, la mejor forma de explicar algo original no es conceptualmente, sino recurriendo a un ejemplo.)
Para que se entienda bien voy a darle dos ejemplos. El primer ejemplo es El señor de los anillos de Tolkien. En realidad es un mal ejemplo porque intento mostrarle lo que no debe hacer usted. El segundo ejemplo es mío (al menos en última instancia) e intenta mostrarle como debe proceder para escribir bien pensando poco.
Decía Barthes del marqués de Sade que si nos parece aburrido o inmoral es porque no aceptamos el mundo que el marqués nos propone44. Tolkien es autor de esa masiva obra que trata de un mundo que se supone muy diferente al nuestro. Un mundo con sus propios códigos. La única forma de disfrutar de este mundo altamente improbable es entrando en él. Para juzgar a Tolkien es necesario olvidarse de este mundo convencional que nos rodea. Si no lo hacemos diremos de la obra que es al menos ridícula o insensata. Pero, a diferencia del marqués, cuando uno acepta el mundo de Tolkien descubre que sigue siendo ridículo e insensato.
Tolkien era erudito, políglota, culto. Pero le faltaba aplicación intelectual. Ese mudo lo creó a base de infinitas horas de meditación. Tropezó con muchas ideas, se levantó, elaboró algunas, descartó la mayoría. En fin, derrochó inteligencia. Y el resultado fue una obra mediocre pero innegablemente compleja y original.45 Pero para ser original y exitoso (y no tan mediocre) se podría haber acordado de Demócrito, o de algún estudio sobre este filósofo. (Por dar solo un ejemplo.)
Ahora usted tiene la obligación de leer un artículo que precede a este; Las revoluciones de la moraleja.
http://baojose.blogspot.com/2011/11/las-revoluciones-de-la-moraleja.html#!/2011/11/las-revoluciones-de-la-moraleja.html
http://baojose.blogspot.com/2011/11/las-revoluciones-de-la-moraleja.html#!/2011/11/las-revoluciones-de-la-moraleja.html
Como notará, eso no es un cuento ni nada que se le parezca. Es una ironía sobre la filosofía antigua que toma por excusa a los atomistas. Quizás usted por ignorancia no haya advertido esto. Y, sabe una cosa, eso es buenísimo. Pero puede ser aún mejor. Si su ignorancia es asombrosa o clínica, usted considera que donde dice los átomos es algo así como los Hobbits, donde dice el vacío puede leer la angustia, donde dice Demócrito, Gandalf y Frodo donde dice Epicuro. En ese caso usted disfrutó mucho más de mi artículo.46 Quizás, como suele pasar, la realidad es decepcionarte. Pero usted no puede (no debe) resignarse. Tome la iniciativa de llevar a cabo eso que usted imaginó de su lectura, porque si la realidad le muestra otra cara usted no tiene porqué aceptarla. Métale una cachetada y apártela de su inteligencia, dado que es mucho menos interesante que su imaginación. Ponga manos a la obra.
Y a usted que ya no se asombra de nada le digo; tiene que jugarse, o es Tolkien o soy yo. Prefiere perder el tiempo escribiendo o prefiere asombrarse rescribiendo a los grandes sistemáticos del pensamiento. Tome cualquier página de un ensayo sobre la lógica de Hegel o de la Crítica de la razón pura o de la Suma teológica o de quien quiera. Reemplace términos capitales o resignifíquelos. Tendrá una obra muy original o un armazón para elaborar su propia gran obra. Un mundo nuevo.
Tiene que jugarse; o Tolkien o yo.
44 En Sade, Fourier, Loyola.
45 Tolkien logra esa complejidad por la mera agregación de hojas. En cada una de ellas introduce algún elemento nuevo que, por boludo que sea, contribuye a la complejidad de la obra en su conjunto. Pero este elemento en sí mismo no reviste ninguna complejidad, de la misma manera que muchos boludos pueden parecer sensatos, pero no por ello dejan de ser boludos. Se puede pensar en este diario intelectual como una obra compleja y original en el mismo sentido que El señor de los anillos.
46 Lo cual demuestra que se puede disfrutar de algo que uno no entiende con la simple introducción de algún valor estético de nuestra parte. O sea, con la posibilidad de poder recrearnos en nuestra propia ignorancia. De la misma manera que muchos intelectuales aman a los más pobres porque no los conocen. De la misma manera en que uno se decepciona cuando conoce a la persona amada.
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