domingo, 6 de noviembre de 2011

Los tres padres de Alejandro Magno (Cuento)

Los tres padres de Alejandro Magno (A la memoria de mi padre, que aún vive. Y a todos los padres, vivos y muertos.)
Alejandro es el heredero al trono de Macedonia. Crece a la sombra de su padre, Filipo.  Es el hijo de un gran estadista que ha llevado las fronteras de Macedonia a límites impensados. Alejandro siente que esas exitosas campañas militares dilatan la sombra de Filipo sobre él. Está celoso. Cuando su padre prepara un gran ejercito para conquistar Persia, se revela. (Teme morir aplastado bajo la sombra de Filipo.) La rebelión fracasa y Alejandro es desterrado por algún tiempo.
Filipo muere a manos de uno de sus oficiales y el primer beneficiado es su hijo. Ahora, la empresa de conquistar Persia depende de su espada. Alejandro lleva a cabo la campaña con éxito y asombrosa velocidad. Primero cae Asia menor. Después Tiro. Después Gaza.  Sin embargo,    siente que sus méritos no están por encima de los méritos de su padre. Algún oficial, con afectuoso propósito,  le recuerda a su progenitor. Alejandro lo pasa por las armas; ambiciona enterrar el nombre de su padre sepultando su recuerdo. Piensa en llevar la guerra más allá del horizonte; esa guerra que se confunde con una guerra contra su padre. Quiere sepultar a Filipo sepultando a aquellos pueblos que su padre no pudo sepultar. Su capacidad de conquista es tan insaciable como su propósito de olvidarlo. Pero, para olvidarlo, tendrá que conquistar el mundo entero. Es posible que esto tampoco alcance. Quizás, como el patito feo, tenga que redimirse en otra dimensión, como un Dios.

Alejandro hizo todos los deberes para poder inmortalizarse. Conquistó Egipto, el Asia central, y llegó hasta la ignorada India, venciendo a un ejercito de elefantes. Fundó muchas ciudades a las cuales bautizó con su propio nombre. Dejó preñadas a muchas mujeres. Pasó por las armas a muchos hombres. De esta manera, logró adueñarse de todo el mundo conocido hasta entonces.
Sin embargo, Alejandro murió a los treinta años. Algunos conjeturan que fue muerto. Otros dicen que fue víctima de una malaria. Yo creo que, así como logró conquistar todo el mundo conocido, estimulado por su padre, al que quería olvidar, tampoco pudo continuar la conquista de un mundo que su padre no conoció, y que lo hubiese puesto a Alejandro realmente por encima de los méritos de su padre. Necesitaba la sombra de Filipo, y cuando esa sombra se disipó, se disipó también el recuerdo de su padre. Alejandro se dejó morir para reencontrarse con él, con su recuerdo, con sus conquistas; las de ambos, las que más de dos mil años después construyen conjeturas.

De todas maneras, es más verosímil la historia que me refirió un sacerdote con quien tuve trato en mi infancia. El gran conquistador (en este caso hablo del hijo) habría cambiado su destino en Egipto, como Moisés.
            Como es sabido, los egipcios no pusieron resistencia al usurpador. Lo colmaron de honores y lo promocionaron rey.  Sin embargo, Alejandro, que ya era rey de otras tierras, no quería simplemente coleccionar reinos. En fin de cuentas, su padre también había sido rey. Quería algo más. Quería superar a su padre. Atendiendo a sus requerimientos terminaron dándole el título de faraón. Ahora era un Dios en la tierra; el Hijo de Amón. Y fue el principio del fin.999



999 La repulsión y la atracción que sentía Alejandro por su padre está bien explicada en un documental de National Geográfic. Como un documental televisivo no suele ser una fuente de referencia respetable busqué la confirmación de ese hecho en una pequeña biografía de Victor Ehrenberg del Centro Editor de América Latina. Allí sólo se dice que  “admiraba a su padre, aunque su amor se dirigió siempre hacia su madre”. De todas maneras, esto importa poco, ya que el relato es autónomo, pero me gustaría defender el derecho del documental televisivo a tener la dignidad de un libro, así como el derecho del lector a conocer mis fuentes.

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