Dialéctica de lo impensado.
La filosofía de Hegel es “bastante conocida”, al punto de que nadie la comprende. Su pensamiento es, grosso modo, la actividad de un garrochista: retrocede, avanza, y supera los obstáculos. En dos palabras se lo puede resumir como contrariedad y resolución. Es un movimiento del pensamiento, y por lo tanto, de índole abstracto. A esto, torpe modo, se lo conoce como su dialéctica. En ella hay una necesidad lógica por la cual dos posiciones se superan con una tercera., y contempla, como no podía ser de otro manera en un filósofo, una idea de Dios. Particularísimo Dios, por cierto, que se identifica con una Idea o Espíritu absoluto.
“La eterna vida de Dios es encontrarse a sí mismo, tomar conciencia de sí mismo, coincidir consigo mismo. En este ascenso se produce una alienación [en la naturaleza] para luego volver a encontrarse. Y volviendo a encontrarse, el espíritu [Dios] logra su libertad.”
Así, Dios necesita de otro elemento para superarse y volver a sí, recuperando la libertad. Y no sólo Dios, el hombre mismo necesita de otro elemento para luego superarse.
Sin embargo, estas abstracciones suenan muy abstractas (valga la redundancia) para el hombre de carne y hueso. La plenitud de tales abstracciones sólo son posibles en el ámbito ultraterreno, pues podemos suponer que el pensamiento es, en fin de cuenta, material.
Yo, que no entiendo nada de esto, encontré una posible respuesta a ese garabato dialéctico, respuesta que Hegel mismo insinuó o creyó insinuar (o yo creo que insinuó) en una de sus postreras decisiones, sobre la cual, que yo sepa, nadie se ha pronunciado hasta el momento.
Fue el mayor de tres hermanos. El menor, al que habían bautizado con el mismo nombre que al filósofo, se enroló en el ejército, participó de las campañas napoleónicas y murió joven. Hegel,__ en este caso el que se escribe con letras mayúsculas__ nunca le habia deparado mayor importancia al benjamín de la familia. Pero otro elemento iba a cambiar ese sentimiento: su padre.
La relación entre ambos era cordial y cercana. Un hecho ideal, la revolución francesa, los alejó. Con los años, la revolución se transformó en terror y luego en imperio. Hegel se mantuvo firme en su apoyo a Francia pese a todos estos vaivenes de la historia. Su hermano menor fue aún mas radical, como hemos visto, y decidió alejarse no solo espiritualmente de su padre, sino también en lo físico, yendo a conocer el mundo con un uniforme, y finalmente alejándose él mismo de su propio físico. La muerte del soldado impacto hondamente en el alma de Hegel. Su padre, seguramente, no se conmovió menos, pero precisamente la magnitud del hecho lo distancio más del filosofo; lo cual fue recíproco. Si el progenitor radicalizó su aversión al emperador, el hijo se torno su expresión intelectual más acabada Ahora Hegel quería acercarse a su hermano, pero era tarde...
La relación de Hegel con su madre también fue cordial. Ella murió 11 años después de haber parido al genio, pero fue tiempo suficiente para transmitirle unos rudimentos de latín. Así fue como aprendió que una palabra como “cordial” viene del latín cordis, que quiere decir corazón, y a los 11 anos también aprendió que este, como las relaciones humanas, también se detiene. (Aunque es muy probable que el músculo se detenga antes que las relaciones humanas, porque Hegel nunca dejó de amar a su madre.) Hegel interrumpió este particular vínculo muy temprano y, naturalmente, quiso reanudarlo cuando el cuerpo se le lleno de pelos, pero era tarde.
Recapitulando: Quizo acercarse a su hermano, pero este ya estaba muerto. La muerte de su hermano lo alejó de su padre. La temprana muerte de su madre lo alejó de su madre. Hegel estaba muy habituado a los alejamientos y por eso mismo anhelaba un acercamiento o un reencuentro. Claro que seria muy fácil concluir de todo esto que su filosofia refleja en un plano ideal la realización de este anhelo Si el filósofo no podía restituirle la vida a su madre y a su hermano, al menos podía fabricarse una filosofia que lo suponga posible... La tontería siempre es fácil.
La respuesta a su filosofia yo creo haberla encontrado en la muerte del propio Hegel, no tanto en su vida.
Hegel y Fichte eran realmente muy amigos. Compartieron muchas cosas, y de todas ellas la actividad intelectual ha de ser la menos importante. También compartieron el sexo (me refiero a que ambos eran hombres), razón por la cual nunca llegaron a casarse, supongo. Y, como no podía ser de otra manera, compartieron las envidias mutuas, que entre amigos suele denominarse “celos”, quizás para no herir la relación. Por dar solo un ejemplo: cuando Fichte fue promovido a un puesto universitario (y ni hablar cuando este hizo progresos en esa institución), Hegel, que siempre llegó tarde a los escalafones de ese tipo, sintió envidia, profunda envidia, máxime si tenemos en cuenta la diferencia de edad, nada menos que ocho años. Sin embargo, esta envidia, que Hegel traducía como celos para echarle el fardo a la institución universitaria y no a su amigo, se cortó pronto, con la muerte de Fichte...
En efecto, Hegel sobrevivió diecisiete años al otro. Fueron años muy productivos en lo intelectual, en los cuales pudo donar a la eternidad al filósofo que “todos conocemos”. Y no sólo eso. Llegó a ocupar varios puestos universitarios, muriendo con la celebridad que se merecía. Pero la desaparición de Fichte impactó profundamente en él. Primero fue su madre, luego su hermano, ahora su amigo... era mucho.
Quizás nunca entendamos la filosofía del alemán, esa perversión del pensamiento abstracto que todo lo supera con opuestos. Sin embargo su última voluntad, tan humana y tan concreta, nos puede vislumbrar un camino para entenderla. Pidió ser enterrado junto a su amigo, donde aún permanece.
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