Catarata de ignorancia
Recientemente se han dado a conocer las siete maravillas naturales el mundo, entre las que se encuentran las cataratas del Iguazú. Por supuesto estamos contentos y no es para menos. Le conviene al turismo, le conviene al gobierno, les conviene a los misioneros y a los potenciales turistas. Pero detrás de todo esto hay cosas inconfesables por parte del gobierno y de los medios, y yo aquí estoy para llenar ese silencio.
En primer lugar me llamó la atención las ausencias, entre las siete seleccionadas, del gran cañón del Colorado y de las cataratas Victoria. Para comprender estas inexplicables omisiones basta con dar a conocer el modo en que se ha votado por las ganadoras (por Internet) y las políticas de estado llevadas a cabo para que la gente vote.
En nuestro país se hizo una débil campaña con afiches que invitaba a la población a votar por nuestras cataratas. Esto en Brasil- con quien compartimos la maravilla- ya es un clásico. Ellos hace muy poco, con una política particularmente agresiva, lograron coronar al Cristo redentor de Rio de Janeiro como una de las siete maravillas construidas por el hombre moderno, lo cual a mí me pareció una exageración. El gobierno brasilero, en atención a las próximas Olimpiadas de Rio 2016 y al Mundial de Fútbol 2014, incrementó hasta la saturación ese requerimiento en su pueblo en el caso de las cataratas. Ergo: como los brasileros tienen una población mucho mayor que la nuestra y fueron estimulados con mucho ardor para que voten, las cataratas han sido elegidas. Y eso hubiera sido así independientemente de lo que nosotros hagamos. Podemos hacer la plancha tranquilos- por ejemplo en el río Iguazú-. Las cataratas han sido seleccionadas porque son brasileñas, no porque son argentinas. (Aunque, hilando fino, sabemos que siendo ahora una de las siete maravillas naturales del mundo, y como el mundo es ancho y ajeno, pertenecen al orbe en su conjunto y a ningún país en particular.)
Pero qué es lo que pasó con el Gran cañón y con las cataratas Victoria. Desde que clavaron la bandera los Estados Unidos pueden reclamar a La Luna como una de sus bellezas naturales, pero no sería una de las bellezas de este mundo, por cierto. Precisamente por estos logros trascendentales y por otros no menores— EEUU corona un deportista todos los días, EEUU es noticia en todos los diarios del mundo todos los días, EEUU tiene miles de películas filmadas en el Gran cañón o en Monumental Valley que se distribuyen por todo el mundo— es que EEUU no necesita hacer una campaña por Internet para coronar maravillas. Y sumemos esto: más de la mitad del encendido de Internet se da en ese país y son virtualmente los clientes turísticos más apetecidos. (Todo lo cual hace más que obvio que somos nosotros los que tenemos que salir a buscarlos a ellos y no ellos a nosotros.)
Belleza natural reclamada por EEUU |
¿Y qué hay de las cataratas Victoria? Las cataratas en cuestión son propiedad de Zambia y de Zimbaue, que creo que son dos países. Respuesta: Si no tienen electricidad, ¿cómo van a votar por internet?
No obstante lo cual, me gustaría formular algunas apreciaciones sobre estas cataratas, apelando a tu ignorancia.
Las cataratas Victoria son unos 18 metros más altas que las del Iguazú (108 de altura máxima frente a los 80 metros de la nuestra.) Pero son más estrechas por casi mil metros menos (1730 ellos; 2700 nosotros) Las del Iguazú son famosas porque en sus inmediaciones hay un mar de naturaleza (léase vegetales.) Las Victoria son famosas porque en sus alrededores se da un mar de naturaleza (léase grandes animales.) Livingstone descubrió las cataratas africanas recién en 1855, cuando las nuestras ya eran motivo de turismo hace tiempo, y las bautizó con el nombre de su reina. Las cataratas Victoria tienen un enorme puente histórico (es de 1905) que vuela junto el abismal salto de agua; las nuestras no tienen ningún valor agregado por el hombre, lo cual podría entenderse como algo a favor, o no. Las del Iguazú están llenas de turistas permanentemente, y estamos— se deja ver— empeñados en incrementar el número de visitantes. En las Victoria no hay tanta visita. El salto más importante de las misioneras se llama “La garganta del diablo”; el fondo de las cataratas africanas se llama “La piscina del diablo”. Y así podríamos seguir con las comparaciones estériles hasta que se sequen las dos cataratas.
Todo esto es cuestión de gusto y no hay nada que hacer. Pero si usted sigue mis argumentos quizás descubra algunas cataratas, como Livingstone.
Por empezar el lector tiene que saber una cosa: nadie va de vacaciones donde no conoce. Alguna foto ha visto, alguien lo asesoró sobre lo que va a encontrar, sobre lo que tiene que hacer. Hay intereses creados sobre lo que usted debe conocer y lo que no debe conocer. “Primero lo nuestro” se nos dice sin pudor para estimular el turismo en nuestro país (o lo que es igual: para inhibir el turismo afuera.) Y es por eso que nadie lo informa sobre las Cataratas Victoria. Su ignorancia al respecto es importante. (Aunque probablemente ya el lector las haya visto: recuerdo más de un artículo periodístico que habla de las cataratas del Iguazú y que iba acompañado de una foto de las cataratas Victoria. Tanto se le parecen.)
Ubicación del Pantanal |
Pero si la ignorancia sobre lugares remotos es importante, mucho más importante es mantenerlo en la ignorancia sobre las bellezas que se encuentran a la vuelta de casa.
No muchos de mis compatriotas saben ciertas cosas. Hay tres grandes esteros o pantanos en el mundo. Nosotros tenemos el estero del Iberá, que es el más pequeño. No muy lejos de allí, casi enfrente, se encuentran los esteros del Ypoá, en Paraguay, completamente libre de turismo, donde usted puede encontrar con mayor facilidad a una boa que a un humano. Pero, sin dudas, el pantano más increíble del mundo se encuentra en la triple frontera de Brasil, Bolivia y Paraguay: allí hay de todo. Se lo conoce como El pantanal o Pantano de Cuiabá, es más grande que las tres provincias argentinas de la Mesopotamia juntas, y si yo fuese gobierno, por lógicas razones de proximidad, me encargaría de alimentar su ignorancia.
¿Y qué me dice de los glaciares? Seguramente usted no entiende porque uso el plural. Le enseñaron que solo hay uno: el Perito Moreno. No se preocupe, a los chilenos les enseñaron lo mismo: hay un solo glaciar, el San Rafael.
Estas maravillas naturales están peligrosamente cerca de nuestra frontera. Pero también hay de las otras, las maravillas hechas por el hombre. ¿Qué me cuenta de Chuquicamata? (Foto a tu derecha) Es la mina a cielo abierto más grande del mundo, y como todo lo que se encuentra en Chile está a un pasito de nosotros. Espectáculo tan increíble no he visto en mi vida. Sobre el desierto más hostil del mundo, bajo los crepúsculos más increíbles y diáfanos han creado un cráter de 1250 metros de profundidad. Es como un gran cañón del Colorado de color terroso, lleno de laberintos surcados por hombres y camiones, que desde la cima y a la distancia se contemplan como insectos, como hormigas a las que les hubieran barrido el hormiguero e intentaran escapar hacia abajo, infinitamente, porque la profundidad de la mina se incrementa minuto a minuto. Son 1250 1251 1252 metros de belleza.
Y de las maravillas construidas por el hombre con domicilio muy cercano a la Argentina la represa de Itaipú, hasta ayer nomás la más grande del mundo, a solo 16 KM de la frontera, es un caso que merece un párrafo aparte.
Las cataratas Saltos del Guairá (foto a la izquierda) ya no existen. La construcción de Itaipú hizo crecer el nivel de las aguas del Paraná y las tapó. Solo nos quedan las fotos. Siete saltos de 40 metros que constituían las cataratas más importantes de América, después de las del Iguazú, y por encima de las del Niágara. Hoy están bajo las aguas, pero cuando las aguas bajan se pueden apreciar ciertos saltitos de uno o dos metros en el interior de la enorme laguna que creó la represa: los últimos estertores de una belleza enferma. Y aunque parezca increíble yo tengo ganas de ir a visitarlas.[1]
Pero si tenemos los ojos vendados a lo que tenemos cerca de la frontera, ¿Qué decir de lo que tenemos cerca de nuestra casa (léase Buenos Aires.)? Por empezar les quiero dar un ejemplo menor, pero conmovedor para su ignorancia: la Catarata del arroyo Pavón. (Foto derecha) Quedan a escasos 300 KM, apenas se pasa a la provincia de Santa Fe, cerca de la localidad del mismo nombre. Son 9 metros de caída, no hay turistas, hay buena pesca e incluso se puede dar un buen baño.
Con la excepción de los escritos de Claudio María Domínguez, los argentinos no contamos aún con bellezas hechas por el hombre. Por eso es que dejé para el final los mejores ejemplos de maravillas naturales argentinas.
El porteño suele veranear en el mar y pasar el invierno en las sierras, lo cual es la consecuencia lógica de que en Buenos Aires no haya ninguna de las dos cosas. Pero hay más. Se eligen estos dos lugares no porque sean los mejores, sino porque son los más cercanos. A ningún polaco, por caso, se le va a ocurrir visitar las cierras de Córdoba. Todo esto no guarda ninguna novedad, pasa en todos lados. Lo realmente novedoso es que no vean como una singularidad planetaria las tres maravillas que tienen (tenemos) al alcance de los ojos, acá mismo; un enorme mar dulce (el Río de la Plata); uno de los deltas más grandes del mundo y la soberbia majestuosidad de la pampa.[2] Tengo para mí que muy pocos han votado por estas tres maravillas, y que los que lo hicieron son extranjeros, quizás polacos.
Ya voy a escribir in extensum sobre nuestro ancho río: hoy alcanza con decir que en sus aguas están las aguas de las cataratas del Iguazú, las del Moconá, las del Itaipú y del Guairá, las del Pavón, las aguas de los esteros del Iberá, del Ypoá y del Pantanal. Sobre su cuenca están asentadas dos de las ciudades más grandes del mundo, y creo yo no pasa eso con ninguna cuenca en el planeta. Una de ellas es la Reina del Plata. La otra—cosa que pocos porteños saben—es la ciudad más grande del hemisferio sur: San Pablo. (Paris tiene el Sena; Roma tiene el Tiber; Florencia tiene el Arno y San Pablo tiene el Tiete, su río por excelencia. El Tiete es un afluente izquierdo del Paraná y el Paraná vierte sus aguas en el Plata. Todas las inmundicias que arrojan los paulistas a su río llegan al nuestro.) Todas estas maravillas de nuestro extraño río son acaso más intelectuales y de delectación más difícil y por tanto menos masiva. Pero yo las prefiero.[3]
Con el delta pasa algo parecido a lo que sucede con Chuquicamata, crece de día en día. Cuando llegó Solis se conjetura que no existía, y en 400 años dicen que está destinado a desaparecer. Cierto que al lado del los otros grandes deltas, el del Tigris- Eufrates, el Nilo y el Ganges, no tiene historia. Pero tiene cosas interesantes: la casa de Sarmiento y la de Lugones son las más conocidas. Pero hay otras, más domésticas: la casa del campeón de lancha Daniel Scioli. La casa se la compró Scioli al almirante Massera: yo lo sé…[4] Podemos adicionarle alguna batalla librada con éxito por William Brown (Juncal) y poco más. Pero por supuesto la singularidad mayor, lo que lo hace único, es su falta de historia.
A la pampa quisiera algún día dedicarle un libro. Desde Darwin hasta José Bao se le ha tirado chorros de tinta. Es, y no tengo dudas, nuestra mayor distinción. Sarmiento escribió profusamente sobre La Pampa y aún no la conocía. Y es que pensar en argentina es un poco pensar en La Pampa; esa habitación sin asientos para los pájaros, como la definió magistralmente Jules Huret, atendiendo a que en la Pampa, originalmente, no había árboles; esa excusa de Estrada y de Borges; ese suburbio del mar.
Yo hubiera votado por la Pampa.
Sin embargo, voté por las cataratas. Lo hice con el sentido político, que es el sentido del tacto. No con el sentido del corazón, que es el gusto.
Noviembre 2011
[1] Ypoá, Cuiabá, Paraná, Uruguay, Iguazú, Guaira, Moconá, Itaipú, yaciretá se diría que el turismo y el idioma Guaraní van de la mano.
[2] Sobre otro ejemplo de lo que tenemos enfrente de los ojos y no podemos ver precisamente por eso mismo, El prepucio de Durkheim, en este blog.
[3] Sobre mis preferencias turísticas me remito a La ciudad bajo el volcán, en este blog.
[4] Con esto no digo nada en particular; solo indico una coincidencia histórica.
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