domingo, 6 de noviembre de 2011

La soga

La soga.

 La soga – Hitchcock , 1948 – narra la historia de  una pareja homosexual, Brandon y Phillip, que, luego de matar a un ex compañero de estudio y esconder su cuerpo en un baúl,  realizan una reunión invitando al padre de la víctima y otra gente amiga, entre quienes se encuentra Rupert, antiguo profesor de filosofía de la pareja. Rupert irá descubriendo progresivamente que  el baúl sobre donde comen los invitados oculta el cadáver de David.
La peli tiene muchos condimentos. Con solo reparar en la preocupante mezcla de dos homosexuales asesinos, un filósofo y un muerto, ya hay mucho. Pero lo realmente preocupante es  que la crítica solo repare en esto.
La soga es célebre por tres cosas manifiestas, su técnica – está filmada en pocas tomas y supone un tiempo real –, su nivel actoral y el hecho de estar íntegramente filmada en un ambiente. Incluso alguna revista de divulgación científica (Scientific American) a destacado el uso de la luz, que declina gradualmente en los escasos 80 minutos del film dándole, a mi entender,  tres tiempos a la narración; el tiempo objetivo, el tiempo real de una sola secuencia en el que se desenvuelven los personajes y el tiempo psicológico que impone un atardecer abrupto. (En otros palabras, aceptamos un tiempo real en el cual evolucionan los personajes que colisiona con el tiempo real de una reunión, y todo gracias a la luz.)
Sin embargo, no he encontrado más que injurias e incomprensión cuando de analizar el argumento se trata. He recorrido manuales, libros y amistades (las perdí a todas) que lo único que saben decir es que la película no aporta nada en este sentido, y hasta se a llegado a censurar sus obvios pero irrelevantes errores, como la posibilidad que Brandon tiene de no volver a abrirle la puerta a Rupert. Quizás la única excepción sea Angel Faretta, que en la revista Fierro analiza el juego de manos de los personajes, acaso porque no se le ocurrió otra cosa, y compara la conducta intelectual de Brandon con la de Smerdiakov de Los hermanos Karamasov  sin advertir que se acerca más a la de Raskolnikov, de Crimen y Castigo. (Como las dos novelas son de Dostoievski, es lícito pensar que reproduce mal lo que alguien le sopló.)
Sin extenderme, porque la película y esta revista son breves como algunos razonamientos, me gustaría, sin más,  dar a conocer mis cuatro interpretaciones, que no son producto de la sutileza intelectual, sino de la atenta consumición del film, librándome de los prejuicios sobre el argumento que condiciona a los otros, de la misma manera con que juzgo la comida por el sabor y no por la presentación. No voy a entrar en mayores detalles: mi único prejuicio es que el potencial lector puede el día de mañana ver la película y entender el sentido de estas líneas, y hasta es posible que me las explique, lo cual sería el comienzo de una bella amistad.
El contexto: La soga está precedida por Lifeboat, la cual, como la que nos convoca, alude a la resientemente terminada guerra mundial, aunque de manera más explícita. Brandon dice odiar a los nazis porque no son asesinos con cerebro, como él, que ha sabido asimilar la doctrina del superhombre que Rupert alguna vez le enseñó. Considera que el asesinato es una obra de arte a la que sólo las mentes más brillantes tienen derecho. Su ex profesor le dará la lección más ácida; le demostrará de forma palmaria que, puestas en comparación, la mente de Brandon puede ser brillante, pero que al lado de la de él, carece de lustre. Para Rupert, casi como si se tratara de un juez del tribunal de Nuremberg, las únicas personas que merecen morir son las personas como Brandon y Phillip, y es por eso que, hacia el final del film, aprueba la segura pena de muerte que la sociedad les impondrá.
La homosexualidad como culpa: Lo invito a mirar la película desde esta perspectiva. El cadáver de David es la culpa. Tienen que ocultar el vínculo que incluso consolida la relación entre Brandon y Phillip.  Entre ellos hay un miedo morboso a ser descubiertos. Brandon siente atracción por este peligro y hasta es gobernado por el deseo de publicar su inclinación, lo cual fatalmente logra, a expensas del pobre de Phillip, quien ha sido inducido (seducido) a una preferencia sexual que  no está en su naturaleza. Cuando Rupert descubre lo que ocultan al mismo tiempo descubre que toda su amplitud moral muere en las palabras y en los razonamientos. Ellos lo invitan a ser partícipe de la sodomía, que los otros no comparten -- el film está dividido claramente entre estos tres y el resto—y Rupert profetiza el castigo capital de sus ex alumnos. En otras palabras, la pareja tendrá que asumir el rol de David, permanecer ocultos de la sociedad.
La seducción como problema intelectual: Acá podemos ver que las relaciones homosexuales son un símbolo del sometimiento intelectual. Estas relaciones son unilaterales y no correspondidas. Phillip ama a Brando y Brando ama a Rupert. La relación de amor es inversa a la de seducción. En este sentido Rupert no ama a nadie (o en principio a todos) y Phillip no seduce a nadie (pero virtualmente puede ser seducido por todos.) Como la seducción está tratada como expresión de lo intelectual, la película plantea la necesidad de que los más inteligentes prevalezcan en las decisiones.
Pero esta interpretación no aportaría mucho si no le adicionamos la siguiente, que a mi entender, es la más perturbadora.
Los dos autores intelectuales:  En La soga hay un solo autor realmente material del crimen. Se olvida con mucha facilidad que la apertura de la película registra a Phillip apretando de la cuerda. También pasa por un estado amnésico cuando sólo minutos después, no casualmente, Phillip interroga a Brandon ya con el convencimiento de que en primera instancia  fue su amigo quien lo mató.  Pero lo asombroso es la dualidad de autores intelectuales. Si Phillip ejecuta lo que Brandon dice, Brandon ejecuta lo que Rupert le ha enseñado.
Y ahora permítaseme una interpretación con alguna licencia. Cada uno de los tres protagonistas es la manifestación del sometimiento intelectual, pero no de personas, sino de tipos sociales. Phillip como gran parte del pueblo – me incluyo – es maleable y vulnerable. Brando es un bravucón que se arroga mayor ascendencia sobre los otros de la que él cree. Pero la frutilla del postre es Rupert, la expresión del poder de la superestructura, el que enseña lo indebido y castiga las consecuencias de esa enseñanza. Hay más. Rupert, que es el principal culpable, queda indemne. Nadie lo juzgará mal, y hasta quedará como héroe. Su arrepentimiento por lo sucedido no es menor que el arrepentimiento de Phillip. Pero al primero se le dará un aplauso y al último una silla.
Esta de más aclarar que estas cuatro interpretaciones, apenas esbozadas, se complementan mutuamente, aunque debo admitir que también dan lugar a lecturas francamente inadmisibles.
Para cerrar, me gustaría destacar el humor excelente que nos transmite La soga. Yo traté en este artículo, creo que infructuosamente, al menos de acariciar ese humor corrosivo. Con 80 minutos pueden dar su veredicto. (Y trate de no comportarse como Rupert.)



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