Stockhausen y las torres gemelas.
Karlheins Stockhausen se manifestó de esta manera días después de la caída de las torres gemelas: “Es la obra de arte más grandiosa de la historia” Y agregaba; “ Preparar la obra con tanto ajuste y morir en su ejecución para brindar un espectáculo de esa magnitud la hacen única”.La imprudencia de hablar así cuando aún había gente respirando bajo los escombros condenó al desafortunado aserto.
Tengo la siguiente interpretación de los hechos del 11 de septiembre.
Los idealistas decían lo siguiente: Nadie puede detener el espíritu humano. Siempre necesitaremos de las torres de Babel. La puja es entre Dios y nuestro orgullo y la historia demuestra que siempre ganó nuestro orgullo.
Los racionalistas contestaban: Los rascacielos descomunales no son necesarios. Si fuesen necesarios serían comunes y no descomunales. Tampoco, se deja ver, son seguros. El deseo de seguir subiendo es irracional. Al menos desde que se inventó el avión.
Lo que no dijeron los racionalistas lo completo yo. La puja no es entre Dios y el orgullo humano. La puja es entre la aviación y los rascacielos. Ambos nacen juntos en la primera década del siglo veinte. (El edificio Flatiron de Nueva York es de 1902 y la aviación comenzó a volar en 1903) Crecen desmesuradamente a lo largo del siglo. Teniendo el mismo objetivo (el cielo) alguno tenía que perder. Y perdió el rascacielos, que después de todo no nos lleva a ningún lado, y eso lo convierte automáticamente en innecesario.
Lo que no respondieron los idealistas lo completo yo. Los rascacielos son necesarios en la misma medida en que lo es el arte. De hecho le estaríamos quitando al arte arquitectónico una de las dimensiones del arte; lo sublime. El hecho de que no nos lleve a ninguna parte solo habla de su inutilidad y no de su necesidad. En esta época en la cual se mide todo según su utilidad el arte no debe medirse con los mismos patrones.
En el planteo tienen razón los racionalistas. Los idealistas no suelen sentirse obligados por los hechos. A veces es necesario recordarles que en los edificios viven seres humanos. En cuanto a la mirada estética tienen razón los idealistas. Los racionalistas no se sienten obligados con aquello que está más allá de lo inmediato. A veces hay que recordarles que los rascacielos no solo están hechos para que la gente viva en ellos.
Lo que quiero decir es que el pensamiento estético no se tiene que desarrollar en el territorio de lo cotidiano, más exactamente de lo obvio. Se tiene que desarrollar en el territorio del arte, de lo inesperado, de lo sorprendente. La estética no debe ser confundida con la ética. Karlheins Stockhausen lo sabe perfectamente. Es un artista y un esteta. No un loco. A los pocos días de aquella manifestación Stockhausen se retractó. Nadie le creyó. Yo tampoco. Ahora los invito a indagar cuales podrían ser las razones que motivaron aquella frase escandalosa, que según mi criterio y según se verá, expresa aquello que no dijeron los racionalistas y los idealistas.
Adhiero a la exitosa sentencia de Gadamer, “hoy el arte es una tarea para el pensamiento”10El conflicto que describí entre la aviación y los rascacielos deja en claro mi adherencia. Pero por supuesto que no es la única interpretación del asunto. Ya en esos días el señor Mariano Grondona, sin ocultar su fascinación, hizo una que podríamos llamarla de David y Goliat. Decía que las torres habían caído victimas de un cuchillo (refiriéndose a los cuchillos que habrían utilizado los terroristas para someter al pasaje del avión.) Incluso llegó a manifestar indirectamente un deseo al barajar la posibilidad de que los cuchillos fueses de utilería, o sea, de plástico. Otra interpretación la deslizó un columnista de La Nación de quien no supe apreciar su nombre en su momento. Decía que la caída del Centro mundial de comercio hablaba claramente de la caída de la globalización y del inicio de otra época.
Pero una obra de arte no es solo interpretación. El músico alemán nos mostró algo de su pensamiento en la frase que abre esta nota. El ideal de arte contemporáneo que promueve es de integración de público y artistas. Aquel que presencia una obra de arte no es simplemente un espectador, participa de la obra.
Otra cosa que dejan ver esas pocas palabras es lo siguiente. La obra es efímera pero su organización en muy prolongada. Históricamente, al menos desde la ilustración, la obra de arte es ejecutada (en términos comparativos) casi de una sentada y guardada eternamente en un museo. Stockhausen estaría planteando la inversión de los valores. La muerte de la obra. La condensación del impacto que supone una obra de arte a escala histórica en un solo acto y en un solo momento. Y eso requiere una cuidadosa elaboración previa. La obra nunca descansará en un museo porque la tecnología no solo reproduce la obra sinó que la hace perdurar indefinidamente. La intensidad que supone este museo virtual (porque es eso) es infinitamente menor al momento de la interpretación, pero la tecnología salva a la obra de tener que vivir anclada a un respirador artificial por el resto de sus días.
.Cuando hablo de intensidad me refiero a que tiene todos los condimentos de la muerte, su belleza, su fuerza de choque. (Antes de insultarme sepa que esto lo dijo Valery) Porque la intensidad (y esto lo digo yo) no es una característica muy frecuente en la actualidad. Uno puede imaginar la sorpresa y el susto de los primeros hombres que vieron un tranvía. Pero en esta época de intenso ruido el arte tiene que hacerse oír.
Usted me dirá que ese horror no fue concebido como obra de arte. ¿Acaso fueron concebidas como obras de arte la venus de la edad de piedra o las catedrales góticas? Usted me puede retrucar que hoy occidente tiene otra concepción del arte actual pero los musulmanes no son occidentales De igual manera consideramos arte a la estatuaria malaya de hoy. Si usted no está de acuerdo conmigo, tampoco sea hipócrita.
No quiero olvidar que Stockhausen es músico. A trabajado muchas veces con aparatos voladores y sirenas pues piensa que todo sonido es música.
El azar (un tópico del arte moderno) juega un papel fundamental en la filmación del evento. No hace falta decir que los documentales que mejor tratan el tema han ganado sendos premios que los habilitan como obras de arte.
Por último, si usted se indigna por todo lo que acabo de decir, recuerde que Stockhausen jamás llamaría obra de arte a los atentados de Madrid. Yo tampoco. Eso es estéticamente horroroso.
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