Un bozal para el autista
Glenn Gould a los 8 años |
Glenn Gould es una de las personalidades con las que más me he sentido identificado. No toco el piano, no soy un revolucionario ni un genio. Pero en algo somos iguales: en el profundo desprecio por la música clásica ejecutada en vivo.
Glenn, en la cima de su fama, dejó de tocar en público. Consideraba que la música profunda no podía compartirse con otros miles, con estornudos, con toces, con una linda minita que nos distrae. Si uno intenta concentrarse, como los tenistas, es lógico que exija silencio y, preferentemente, gradas vacías.
Su ausencia de los escenarios no nos privó de su música. Continuó grabando discos, uno tras otro, hasta que murió súbitamente en 1982. Pero había algo sucio que les dolía a aquellos que lo extrañaban en los conciertos. No se trataba de sus increíbles interpretaciones de Bach, sino del inconfesable placer de verlo en escena. Basta ver una grabación del genio en vivo para apreciar lo diferente que era. No tenía sastre y siempre aparecía mal vestido e invariablemente con bufanda, incluso en los veranos ecuatoriales. Se sentaba sobre una silla muy bajita y tocaba las teclas casi como si se estuviera cayendo del piano. Pero lo más atractivo de Glenn era verlo cantar, mover los labios a medida que ejecutaba el instrumento. Su ensimismamiento era contagioso, y solía contagiar risa en los brutos. En resumidas cuentas, con su ausencia los espectadores perdieron un personaje único e irrepetible.
(Hoy algunos quieren empalidecer su memoria afirmando que Glenn padecía del síndrome de Asperger, una forma leve de autismo. A mi me parece que quieren desacreditar su falta de apego al aplauso, postulando que se trataría de una enfermedad.)
Glenn, ya sin público, llegó a convertirse en un experto de las técnicas de grabación. (Una de sus diamantinas grabaciones viaja hacia el infinito en la Voyager 1) Pero lo que el genio no pudo o no quiso evitar es que su voz, con técnicas digitales, quedara grabada. Hoy resulta increíble escuchar esas obras, de referencia obligada para todo amante de Bach y del piano, con la voz del mismísimo Glenn Glould acompañando la digitación. Y es increíble porque él, bajándose de los escenarios, quería evitar lo que nosotros no podemos evitar en sus grabaciones.
NOTA: Les dejo justamente aquello que escucharán los extraterrestres que encuentren la Voyager. A mí me deprime y me emociona al mismo tiempo el 4to preludio y fuga, a partir del minuto 11:14, porque la voz de Glenn molesta (o endulza) demasiado. Y en segundo término les dejo un poco de Glenn en vivo, aunque sólo, con un contrapunto de El arte de la fuga. En ambas se escucha perfectamente al cantante.
chapoteando en la lagunita del des-concierto.
ResponderEliminar*ella y sus obviedades*
Gracias, botinera sin ambiciones, jejejejejeje
EliminarQuerido José... Rara vez andamos por acá. Usted escribe mucho, lo hace muy bien, nos desorienta un poco y a veces no terminamos de leer lo que escribe.
ResponderEliminarEn esta ocasión le escribimos porque notamos que menciona a una de las integrantes del blog Mujeres que me brotan y le vamos a ceder la palabra.
"Mirá, JLB, no sé quién sos pero me parece que no te tomás en serio mis sentimientos soy una mujer que sale con Jugadores de club de barrio.
De lo que vos hablás entiendo poco, una vez mi amiga Sharon que hacía patín artístico hizo una muestra en la que se escuchaba una música como esa. Sharon es muy buena patinando y mientras hacía la palomita, su novio Peli le tiró un beso desde la grada del club Los Tréboles y Sharon cayó y se fracturó un codo.
¿Es eso lo que querés decir?"
Saludos, La Botinerita que dio el mal pase
Soy un pibe de barrio (del barrio de Nogues)y yo digo lo que usted quiera. Pero... pobre nena: su novio igual la desea fracturada????
EliminarAh sí, siguen juntos. Lo que ella no pudo es ir a las olimpiadas. Una pena.
EliminarSaludos al barrio hay un par que me conocen.
La Boti