El sur de la Rioja es tierra de pocos.
A esa parte de la provincia se la conoce como Los Llanos. Nunca hubo mucha
gente, pero siempre fue una región conocida por su historia. Tierra de
caudillos, de allí son Facundo, el Chacho y, por adopción, Varela. Un lugar carente de agua de vida y de personas. Y si alguna vez fue tan importante en nuestra
historia es porque en el siglo XIX todo nuestro país era un desierto.
Desde el comienzo Los llanos fueron poblados por
tres o cuatro familias: los Ávila, los Tello, los Vera, los Vallejo y los Peñaloza. Con el tiempo hubo unos pocos
más, como los Quiroga. De esta manera,
no era raro que se casaran entre ellos. Así encontramos infinidad de apellidos
compuestos como Ávila Peñaloza, Tello Vera o Tello Ávila. Es el caso de Ricardo Vera. Ricardo se había
casado con su prima hermana, Benaranda Vera. Muerta esta, insistió en casarse
con otra de la familia, Teodosia Tello.
El ya nombrado Chacho Peñaloza no
necesita presentación. Fue un caudillo arriesgado que quiso enmendar la
fatalidad. El mundo había cambiado y él defendió la causa perdida. Cuando se
vio acorralado se entregó a un paisano amigo y vecino: Ricardo Vera, pensando
que de esa manera iba a evitar un escarmiento ejemplar. Pero el incestuoso
(tal vez interpretando correctamente los nuevos tiempos) lo entregó para que
sea ejecutado.
Rosario Vera Peñaloza, de la
familia del traidor, de la familia del traicionado, hija de Los Llanos, fue la famosa pedagoga que fundó jardínes de infantes
por todo el país. Para eso, se vio obligada a salir de su provincia. Córdoba, Buenos Aires y Entre Ríos la abrazaron. En 1950
fue invitada a La Rioja, con 77 años encima, para la inauguración de un jardín
que fue bautizado con su nombre. Se descompuso. Murió en los brazos de su
doctor: Jorge Vera Vallejo. Nunca se casó. Seguramente tuvo millones de hijos.
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