miércoles, 21 de mayo de 2014

Películas nucleares



Películas nucleares

"Todos cumplimos tan tranquilamente con nuestro papel, que es fácil confundir el hábito y la costumbre con la ley natural"
                  (John Wydham. El día de los trífidos)

En los 60s estaba de moda suponer que alguna de las dos potencias bajaba una palanca y a la mierda todo. El cine no fue ajeno a esa psicosis genealizada.
He visto dos películas que se parecen en el punto de partida: Una es El día de los trífidos, de 1962, británica, dirigida por un tal Steve Sekely. La otra es La última mujer sobre la Tierra, del gran Roger Corman, que la realizó en 1960.
Todo fue por culpa de una tarde lluviosa. Quería leer algo de John Wydham por instigación de un amigo que me supo llenar la cabeza. Pero otro amigo, cinéfilo y más sagaz, me dijo que podía ahorrarme la tarea de procurarme el libro porque había una película—El día de los trífidos—que está basada en la obra homónima de Wydham; y lo mejor: disponible en la WEB. No me dio tiempo a reaccionar: cortó, pegó el link y…
Los trífidos son unas plantas carnívoras que vienen del espacio exterior para terminar con la raza humana. Llegan mediante una lluvia de meteoritos—léase, estrellas fugases—que enceguecen a casi la totalidad de nuestra especie. Solo unos pocos, aquellos que en el momento de la invasión tenían los ojos tapados porque habían sido operados de  cataratas o alguna patología ocular, pueden ver cuando la conquista extraterrestre se ha consumado. Son esos pocos los que guiarán al resto de la humanidad hasta la victoria final sobre las plantas carnívoras.
El día de los trífidos  no es una buena película, pero como no pagué la entrada pude digerirla sin ánimo de revancha. Tiene ciertas escenas que son, sin dudas, memorables, rozando la genialidad en materia de comedia— aunque no se trate de una película abiertamente cómica—. Sin ir más lejos, las escenas en que vemos que la vida continúa como si nada, aunque todos estén ciegos, merecen el Oscar. Por ejemplo, aquella en la que esperan, a ciegas, la llegada del tren, que arriba con una puntualidad británica, pero cuyo maquinista se lleva por delante el paragolpes porque no ve un carajo, es genial.
Por curiosidad busqué el libro de Wydham. (Si, ¡esta en PDF! Si, soy más sagaz que mis amigos.) Quizás no tenga la gracia de la película, pero  tiene pasajes reveladores como este, que muestra, acaso muy literalmente, las escenas referidas, y que anoto in extenso porque ilustran sobre el valor literario de la obra.

“Cuando la mitad de la vida ha transcurrido en el seno de una ordenada concepción del mundo, no bastan cinco minutos para volver a orientarse. Recuerdo aquella época, y compruebo que la cantidad de cosas que uno no sabía o que no estaba interesado en saber es no sólo asombrosa, sino también un poco sorprendente. Yo no sabía prácticamente nada, por ejemplo, de algo tan común como los medios por los que la comida llegaba a mis manos, o de dónde venía el agua dulce, o cómo se fabricaban las ropas, o cómo funcionaban los servicios sanitarios de la ciudad. El mundo se había convertido en una acumulación de especialistas que atendían a sus tareas personales con
mayor o menor eficiencia, y que esperaban que otros hiciesen lo mismo. Por eso me parecía increíble que el hospital estuviese totalmente desorganizado. Alguien, en alguna parte, estaba seguro, tenía que estar encargándose de él... de mí.”

          Por su parte, la de Corman, La última mujer sobre la Tierra, se dispara desde un planteo similar. La vida humana es aniquilada por algo que invade el aire por unos momentos. Los únicos que se salvan son aquello que se encuentran bajo el agua, buceando: una mina y dos tipos. La rubia, una preciosura, está bien acompañada. Uno de ellos es el novio, el otro es el candidato. El problema, claro, es de ellos. El novio no ha sido, antes de la hecatombe, muy atento a las demandas de la mujer. Se ha dedicado a cuidar su fortuna y a ignorarla.  El aspirante era en tiempos normales, además de quien la cortejaba, el contador del novio. Ambos están muy lejos de ser facheros. Por ridículo que parezca, en esta película también se plantean situaciones absurdas. La costumbre es tan fuerte, especialmente en ellos, que se empeñan en continuar con sus vidas como si nada hubiera cambiado, al menos en un  principio. En este caso la cinta es muy buena. Corman, como siempre con dos mangos, logra tener pasajes espectaculares, diálogos cerebrales y concita la atención desde el minuto uno hasta los títulos finales. El guión es de Robert Towne, que trabajó con otros grandes, como Roman Polanski.

¿Quién es más astuto en su alegoría?, ¿Roger Corman o John Wydham? ¿Los dos? Wydham parece plantear que las mayorías siempre son ciegas. En la de Corman las mayorías no aparecen porque no hacen falta: los dos tipos sobrevivientes son la mejor expresión de gente de lo más vulgar, enceguecidos por una mina (o, para ser más preciso, no tanto por ella sino por la competencia entre ellos.) Les dejo las películas y el libro. Usted tiene la respuesta. Aunque, si es una persona sagaz, acaso elija no ver nada ni leer nada. Tampoco se trata de genialidades del arte universal.
La que se basa en la obra de Wydham:
 http://www.youtube.com/watch?v=Z4HACuyYZ6w
La novela de Wydham:
 http://www.juventudrevolucionaria.org/biblioteca-jrap/W/Wyndham,%20John%20-%20El%20Dia%20de%20los%20Trifidos.pdf
La peli de Corman:
http://www.youtube.com/watch?v=HAQicajChmQ

No hay comentarios:

Publicar un comentario