Películas nucleares
"Todos
cumplimos tan tranquilamente con nuestro papel, que es fácil confundir el hábito
y la costumbre con la ley natural"
(John Wydham. El día de los trífidos)
En los 60s estaba de moda suponer que alguna de las dos potencias bajaba una palanca y a la mierda todo. El cine no fue ajeno a esa psicosis genealizada.
He visto dos películas que se parecen en el punto de
partida: Una es El día de los trífidos,
de 1962, británica, dirigida por un tal Steve Sekely. La otra es La última mujer sobre la Tierra, del
gran Roger Corman, que la realizó en 1960.
Todo fue por culpa de una tarde lluviosa. Quería leer algo de John Wydham por instigación de un
amigo que me supo llenar la cabeza. Pero otro amigo, cinéfilo y más sagaz, me
dijo que podía ahorrarme la tarea de procurarme el libro porque había una película—El día de los trífidos—que está basada en
la obra homónima de Wydham; y lo mejor: disponible en la WEB. No me dio tiempo
a reaccionar: cortó, pegó el link y…
Los trífidos son unas plantas carnívoras que vienen
del espacio exterior para terminar con la raza humana. Llegan mediante una
lluvia de meteoritos—léase, estrellas fugases—que enceguecen a casi la
totalidad de nuestra especie. Solo unos pocos, aquellos que en el momento de la
invasión tenían los ojos tapados porque habían sido operados de cataratas o alguna patología ocular, pueden
ver cuando la conquista extraterrestre se ha consumado. Son esos pocos los que guiarán
al resto de la humanidad hasta la victoria final sobre las plantas carnívoras.
El día
de los trífidos no es una buena película, pero como no pagué
la entrada pude digerirla sin ánimo de revancha. Tiene ciertas escenas que son,
sin dudas, memorables, rozando la genialidad en materia de comedia— aunque no
se trate de una película abiertamente cómica—. Sin ir más lejos, las escenas en
que vemos que la vida continúa como si nada, aunque todos estén ciegos, merecen
el Oscar. Por ejemplo, aquella en la que esperan, a ciegas, la llegada
del tren, que arriba con una puntualidad británica, pero cuyo maquinista se
lleva por delante el paragolpes porque no ve un carajo, es genial.
Por curiosidad busqué el libro de Wydham. (Si, ¡esta
en PDF! Si, soy más sagaz que mis amigos.) Quizás no tenga la gracia de la película,
pero tiene pasajes reveladores como este,
que muestra, acaso muy literalmente, las escenas referidas, y que anoto in
extenso porque ilustran sobre el valor literario de la obra.
“Cuando
la mitad de la vida ha transcurrido en el seno de una ordenada concepción del mundo,
no bastan cinco minutos para volver a orientarse. Recuerdo aquella época, y compruebo
que la cantidad de cosas que uno no sabía o que no estaba interesado en saber
es no sólo asombrosa, sino también un poco sorprendente. Yo no sabía prácticamente
nada, por ejemplo, de algo tan común como los medios por los que la comida
llegaba a mis manos, o de dónde venía el agua dulce, o cómo se fabricaban las ropas,
o cómo funcionaban los servicios sanitarios de la ciudad. El mundo se había convertido
en una acumulación de especialistas que atendían a sus tareas personales con
mayor o menor eficiencia, y que
esperaban que otros hiciesen lo mismo. Por eso me parecía increíble que el hospital
estuviese totalmente desorganizado. Alguien, en alguna parte, estaba seguro,
tenía que estar encargándose de él... de mí.”
Por su parte, la de
Corman, La última mujer sobre la Tierra,
se dispara desde un planteo similar. La vida humana es aniquilada por algo que
invade el aire por unos momentos. Los únicos que se salvan son aquello que se
encuentran bajo el agua, buceando: una mina y dos tipos. La rubia, una
preciosura, está bien acompañada. Uno de ellos es el novio, el otro es el
candidato. El problema, claro, es de ellos. El novio no ha sido, antes de la
hecatombe, muy atento a las demandas de la mujer. Se ha dedicado a cuidar su
fortuna y a ignorarla. El aspirante era
en tiempos normales, además de quien la cortejaba, el contador del novio. Ambos
están muy lejos de ser facheros. Por ridículo que parezca, en esta película también
se plantean situaciones absurdas. La costumbre es tan fuerte, especialmente en
ellos, que se empeñan en continuar con sus vidas como si nada hubiera cambiado,
al menos en un principio. En este caso
la cinta es muy buena. Corman, como siempre con dos mangos, logra tener pasajes
espectaculares, diálogos cerebrales y concita la atención desde el minuto uno
hasta los títulos finales. El guión es de Robert Towne, que trabajó con otros
grandes, como Roman Polanski.
¿Quién es más astuto en su alegoría?, ¿Roger Corman o John
Wydham? ¿Los dos? Wydham parece plantear que las mayorías siempre son ciegas. En
la de Corman las mayorías no aparecen porque no hacen falta: los dos tipos
sobrevivientes son la mejor expresión de gente de lo más vulgar, enceguecidos
por una mina (o, para ser más preciso, no tanto por ella sino por la
competencia entre ellos.) Les dejo las películas y el libro. Usted tiene la
respuesta. Aunque, si es una persona sagaz, acaso elija no ver nada ni leer nada. Tampoco se trata de genialidades del arte universal.
La que se basa en la obra de Wydham:
http://www.youtube.com/watch?v=Z4HACuyYZ6w
La novela de Wydham:
http://www.juventudrevolucionaria.org/biblioteca-jrap/W/Wyndham,%20John%20-%20El%20Dia%20de%20los%20Trifidos.pdf
La peli de Corman:
http://www.youtube.com/watch?v=HAQicajChmQ
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