La lógica del voto tiene un elemento
geográfico incontestable. El que vota por el PRO en capital, se va a vivir a La Matanza y mete en el sobre
al candidato del oficialista FPV. Quizás no mañana mismo, tal vez tampoco en diez meses. Pero en cuanto se habitúa a su nuevo domicilio, que será cosa de cuatro
años—lo que media entre dos elecciones a intendente—, es muy probable que
cambie sus afinidades políticas. Los
mismos que votan por Batman en Ciudad Gótica, cuando se mudan a Metrópolis
votan por Superman. Que una y otra sean la misma ciudad, mirada desde diferente
perspectiva, poco importa. La Ciudad, con mayúscula, no
termina en la General Paz.
Triste me pone el escuchar a tantos porteños
diagnosticar que el problema en el conurbano es el carácter feudal de los
municipios, que reeligen incansablemente al mismo caudillo, o a alguno de sus
familiares, y la afirmación de que ese
problema tiene como raíz el perfil analfabeto e ignorante del que vota.
Son cosas diferentes. No voy a negar
cierto feudalismo estructural, pero con respecto a los analfabetos la cosa es
muy diferente. Pongamos por ejemplo el distrito de Vicente López. Allí gobernó
por 24 (veinticuatro) años, hasta el 2011, el “japonés” García, hasta que lo
desbarrancó el primo de Macri. Ahora bien, Vicente López no es cualquier municipio,
es el que tiene el mejor nivel de vida de todo el conurbano. En este municipio
no hay villas miserias y cuenta con el mayor número de egresados universitarios
por habitante. ¿Adivinen quien puede retornar a la intendencia a fin de año?:
si, claro, el japonés. ¿La otra opción?: que siga el primo de…
Cosa rara, los habitantes del
municipio mantienen el mismo discurso que la gente de la vecina capital. Ellos
no ven en su patria chica lo que ven en otros distritos. Tienen ceguera. Son
ingenuos. Para ellos el japo y el primo son Bruno Díaz y Clark Kent.
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