viernes, 11 de septiembre de 2015

Una herramienta de la política



Don nadie— Usted no sabe nada de historia. Las cosas que afirma en sus libros son falsedades absolutas.
Sarmiento Y usted podrá saber mucho de historia, pero nada sabe de política.
                                        (Diálogo apócrifo… pero verosímil)


           
Una cosa es  el relato histórico para las masas, para el aula, para la tele, para Tinelli y los que ven a Tinelli. Otra muy distinta es la historia ¨de verdad¨. La primera es una parte de la política y es muy útil. En ella se crean discursos con un fin concreto. Se habla bien de Rosas o de Cámpora para enaltecer la figura de quien  gobierna. Es una herramienta preciosa que siempre se usó y se seguirá usando. El pasado, en estos relatos, es modificado, falseado, alterado: se le saca filo como a un buen cuchillo. Y está muy bien que así sea. (Un arma es una herramienta).

                             Pero los que hacen  historia ¨de verdad¨, no pueden indignarse por lo que dicen aquellos que hacen política, simplemente porque están jugando otro juego (y con otros espectadores).

             En la escuela se enseña que Rosas hablaba de ¨Salvajes Unitarios¨ y hasta escribía en los estandartes ¨Mueran los salvajes Unitarios¨.  Los unitarios eran aquellos que supuestamente querían más a los libros que a las alpargatas. Digamos que con esta proclama se estaría condenando a aquellos que eran enemigos del pueblo. Pero... ¿Quienes eran los salvajes?  Claro, los indios. O sea que se estigmatizaba a los unitarios con la peor afrenta que le podían hacer: poniéndolos al mismo nivel que a los incivilizados aborígenes. (E incluso Rosas se preocupaba por hacer llegar su mensaje; nótese que lo escribía en las banderas cuando casi nadie sabía leer). Por si todavía hace falta aclararlo: esto era así porque el indio era odiado tanto por los federales como por los unitarios, por los blancos como por los negros. En aquella época todos odiaban al salvaje. Pero en el aula no hay que avivar a los pibes.

            La historia de verdad es un esfuerzo por llegar a una verosimilitud que nos obligue a pensar como pensaban en aquel entonces. Ahora bien. Si ves que se reivindica a Rosas—que hizo una compaña de escarmiento a los indígenas—como a un copado amigo de los pueblos originarios, o se juzga a Sarmiento por su falta de rigorismo histórico o por su odio al gaucho, o por qué sé yo…  no te indignes. Los muertos están muertos, pero aún podemos hacer política con ellos, afortunadamente. Más aún, estamos obligados a hacer historia verdadera con las historias falsas del pasado, como una dialéctica entre la verdad y la mentira. ¿Por qué?: porque la política es la que produce la historia. Por eso mismo es tan importante saber mentir como saber identificar las mentiras heredadas. Hacer buena política es también saber afilar el cuchillo.

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