La buena literatura habita en todos
lados. Encontré fragmentos de buena literatura en libros, revistas, diarios, cartas,
mails y folletos políticos. No digo que estos hallazgos puedan aspirar al
Nobel. La cuestión pasa por la escritura. Ni siquiera por los objetivos de esa
escritura. Una vez mi mamá me describió una serie de propiedades y detalles que
debía tener un repuesto para la heladera. Mami nunca se enteró, pero había
visitado en ese papel la buena literatura. Aunque nunca dí con el repuesto— el ferretero
carecía de imaginación— aún guardo la descripción del mismo.
Entre las cosas que guardo encontré
en un cajón muchas revistas El Amante,
cine. Las leí hasta el cansancio y terminé por guardarlas y olvidarlas. Pero
no las tiré, sabedor de que otro José las esperaba del otro lado del tiempo. Y
el tiempo repara. Nos da la perspectiva privilegiada. Nos obliga a ver con
otros ojos. Hoy se nota demasiado los intereses creados con algunos directores
amigos, que siempre hacían películas geniales y que el mundo debía conocer, o
la enemistad con otros que siempre eran tachados de bobos o perezosos, o la defensa
ilimitada de cualquier película que proviniera de un país como Kazajistán,
aunque sea el menú más intragable. Además, no pude evitar, claro, volver a la
revista, la de hoy, y comprobar que no es la de ayer.
El Amante de
los 90 y de los primero años de este siglo tiene buena literatura y buenos
escritores— fruteros magníficos, como Trerotola o Rojas—. Hay frescura, fruta fresca
y colorida. Naturaleza viva. Nada es tomado muy en serio, como pasa con la crítica
de libros o de plástica, que son encaradas a cara de bulldog, cosa que vengo
denunciando hace años.
País raro. No sé si contamos con un
cine magnífico. Pero contamos con una revista de cine magnífica.
No hay comentarios:
Publicar un comentario