La Fuente, de Marcel Duchamp. La obra original ha desaparecido, pero abundan réplicas en los museos. Firmada como R. Mutt, no sabemos si esta fuente es de Marcel. Aunque parece, esto no es una pipa. |
Se han descubierto nuevas versiones del celebérrimo cuento de Cortázar, Continuidad de los parques. El brevísimo relato narra cómo un hombre lee su propia muerte y, nosotros, leyendo ese relato, de alguna forma encarnamos en ese hombre. Básicamente se trata de un juego de espejos entre la realidad y la ficción, por un lado, y de la ficción dentro de la ficción (metaficción), por el otro, donde además hay un tema amoroso, que siempre creí innecesario. En una nueva versión se modifica sólo una línea. Donde dice ¨… lastimada la cara por el chicotazo de una rama¨ ¨, ahora leemos ¨… lastimada la cara por la caligrafía de un puñal¨. En otra se suprime el episodio amoroso, y en lugar de una mujer, aparece un ¨camarada¨. No es mucho, pero, para un relato que es breve como un suspiro de enano, es demasiado. (Las nuevas versiones ascienden a cinco).
Por estos días se están barajando
multitud de interpretaciones sobre lo que supuestamente habría acontecido. Todas
ellas pecan de la obviedad más pura: querer responder a un interrogante
literario con más literatura. Por ejemplo la opinión de Deborah Milbert, que conjetura que el cuento fue intervenido por el autor muchas veces simplemente para sacarle lustre; o la opinión de un obviólogo facilista como Jairo Méndez, que
arriesga que Cortázar en un principio habría intentado un relato político.
Entiendo que la respuesta está
afuera de la literatura, en La muerte de
Marat, el famoso cuadro de David.
Sabemos que la señorita Corday quería evitar el
derramamiento de más sangre por parte de los revolucionarios franceses. Fue hasta la casa de Marat. Abrió la puerta, sabía que siempre estaba sin llaves. Los perros no ladraron. El mayordomo la interceptó. Se hizo
anunciar como portadora de una lista de gente que debía ser ejecutada.
Tenía conocimiento que el gran verdugo de la revolución pasaba sus horas confeccionando este tipo de listas
negras sumergido en la bañera. Recorrió de memoria las habitaciones hasta
el baño. El revolucionario la atendió, sumergido. Ella le hundió el
cuchillo, se entregó a la justicia y poco después
murió en la guillotina, esa máquina que le había dado fama a su víctima.
¿Por qué el mayordomo dejó que Marat reciba a una señora
en la bañera? Hoy sabemos que Corday fue amante de Marat y que muy
probablemente sus intenciones habrían estado más en vengar cuestiones amorosas que en cuestiones
políticas. También tenemos el testimonio del mayordomo, que asegura que Corday realmente tenía una lista para entregar. El sirviente añadió que hubo una discusión antes de la fatalidad.
David pintó el retrato de su amigo muerto en la
bañera y ella es omitida de la tela. Sin embargo, en la
lista que Marat sostiene en la mano figura claramente el nombre de la asesina: ¨Corday¨, que acompaña otro nombre, el de su víctima. La pregunta siempre creó paradojas: ¿La lista es la que le entregó Corday o es la que estaba escribiendo Marat? Bajo los nombres propios hay un
texto que reza; ¨es suficiente que yo sea muy desafortunada (malheureux) para tener derecho a tu benevolencia¨
La tela fue inmediatamente muy famosa y muy
celebrada por los revolucionarios. Discípulos de David hicieron copias y las
distribuyeron por toda la república.
Prontamente declinó el terror entre los
franceses y los amigos de Marat tuvieron problemas. También sus discípulos,
quienes probablemente sólo rendían pleitesía a su maestro reproduciendo sus
obras. David prefirió callar, salvar su vida, postergar su arte. Todas las
versiones de La muerte de Marat que
no fueron a la basura fueron escondidas.
Con el advenimiento de Napoleón las pinturas
volvieron a la luz. Se sancionó a una del montón como la original, la que
habría realizado el maestro, aunque sabemos que David sólo quería ya olvidar a Marat y que se acomodaba rápidamente a las nuevas amistades (por ejemplo,
pintando cuadros de Napoleón y obligando a sus discípulos a reproducirlos. Con
el tiempo también olvidaría con prontitud al corso). En una de las tantas versiones leemos ¨desafortunado¨ (malchanceux) en lugar de ¨desafortunada¨ (malheureux). En otras desaparece el nombre de la asesina y en otras la del asesinado.
Hoy no sabemos a ciencia cierta cuál es la
pintura original de David. Los estudiosos
examinan la tela desde muchos enfoques, pero particularmente desde las letras
que contiene la lista. Grafólogos de todo el mundo se han esforzado por
dilucidar el misterio.
Pero hay otro misterio: si la lista que
contiene el nombre de la asesina es obra de Corday o de Marat. En el primer
caso, la señora se adicionó a una lista de guillotinados y, efectivamente, fue
guillotinada. En el segundo caso, Marat habría incluido en la lista el nombre
de su verduga. En cualquiera de los dos casos hay un juego especular entre
víctima y victimario. (Y por supuesto, hay una tercera posibilidad,
intelectualmente menos estimulante: que la lista la hubiese confeccionado el
mismo pintor, según las contingencias de la política.)
Sabemos que Cortázar frecuentó la versión de la
obra que está en una pared de Versalles. También sabemos que esa versión es una entre tantas y que Cortázar lo sabía. Entendemos que Cortázar se pudo inspirar en las versiones de La muerte de Marat para escribir más de una versión de su cuento. Y arriesgamos que, por lo tanto, Cortázar bien pudo haber escrito lo que acabamos de contar.
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