En este año que concluye se ha
estrenado El elegido, película
española sobre el asesinato de Trotsky, que nunca llegó a la Argentina. Por lo
tanto, lo que sigue es una crítica sobre un film que no he visto. Intentaré justificarme.
La historia real no es ningún secreto, pero los pocos artistas que se le han
animado han sido políticamente correctos con un caso que, sin alterar las
cosas, es muy difícil de presentarlo con corrección.
León Trotsky llega a México por la
mediación del muralista Diego Rivera, que había sido expulsado del Partido
Comunista. Es lógico que se alineara con el enemigo mortal de Stalin. Le da
casa y abrigo. Frida Kahlo, la mujer de Rivera, al punto, se convierte en
amante de León.
Pero Stalin quiere matar a Trotsky, no
importa lo lejos que esté. Sus servicios de inteligencia tantean al muralista
David Alfaro Siqueiros, que se ofrece entusiasmado para la carnicería de una
sola persona. Siqueiros y otros veinte, llegan armados hasta los dientes en una camioneta, disparan
sobre la casa del revolucionario no menos de cien veces el 24 de mayo de 1940.
Trotsky está adentro con su mujer, pero obra un milagro y sobreviven. (En la
casa también está su nieto que roza los 11 años y que se despierta por los
balazos, pero eso no le importa al muralista ni a sus secuaces).
Stalin está como loco. Han fallado.
Se recurre al plan B. los servicios tenían el contacto de una mujer fanática de
la URSS. Es
española, vive en España y tiene un hijo español que ha luchado por la
república en la guerra civil española: Ramón Mercader. Ramón es incapaz de
decirle que ¨no¨ a la mamá. La madre lo empuja hasta México. Por orden de sus
superiores, o sea de su mamá y de los agentes de la NKVD soviética, le imponen
que enamore a Sylvia Ageloff, la secretaria de Trotsky para así poder
infiltrarse en la casa, en el caso que fracase el plan A. Finalmente lo tiene
que hacer. Ramón la enamora a Sylvia. Se hace el amigo del ruso y cuando este se da vuelta le clava
un guadañazo. (Bah, es una pica, pero intento ser expresivo). Sylvia, al verse
usada, intenta suicidarse, pero fracasa. Como ciudadana estadounidense, tendrá
que pasarse el resto de su vida explicando en su país que es inocente. (Es
inocente del asesinato, pero no puede negar haber sido una activa militante de la Cuarta Internacional ).
Finalmente tenemos el caso de
Rivera. Él, y la sobrevalorada Frida, queriendo reingresar al Partido
Comunista, declaran que sólo le abrieron las puertas de México a Trotsky con el fin de tenderle una emboscada, que materializó la mamá de
Mercader por mediación de su hijo. Aunque suene raro, pudo bien ser así. Hoy se
sabe que la camioneta que usaron en el primer atentado Siqueiros y su pandilla
era propiedad de Rivera.
Por supuesto, en la historia real hay varios puntos
interesantes para tratar en una ficción.
1) Un intelectual brillante, terco,
soberbio y sanguinario con apariencia de mosquita muerta. Como su asesinato se da en pleno contexto de la Segunda guerra mundial,
bien se podría tratar la posición antisionista y antibritánica del judio León,
que por los tiempos de su muerte, tal vez por puro odio a Stalin, era funcional
a los intereses de Hitler. (No es una novedad. El Movimiento judio Leji, de
Abraham Stern, por la misma época, operaba en el mismo sentido. Por otra parte, Trotsky sostenía esta posición ya antes del pacto de no agresión germano-soviético).
2) Un artista de gran mérito, idealista
y fanático; pero también un asesino consumado que podría ser presentado como un
enorme cobarde que actúa junto a una banda de gángsters para matar a un tipo
solo.
3) Una madre fanática, manipuladora y dominante
que lleva a su hijo a enamorar para matar por sus ideales, (los de ella,
claro), y un hijo que, en el fondo, cuenta con un solo ideal: su mamá.
4) Un amor falso y una mujer engañada
miserablemente. Sería interesante presentarla como una idealista que no puede
sobreponerse a sus sentimientos personales,
siempre nocivos para cambiar el mundo.
Alguna vez intenté escribir
(reescribir) la historia desde el punto de vista de Sylvia, demonizando a
Siqueiros y despreocupándome de Trotsky. (Aunque me interesaba subrayar,
brevemente, las debilidades de un
intelectual que va perdiendo progresivamente inteligencia práctica a medida que
se limpia las manos de sangre). Ahora resulta que hay una película que, espero,
no haya tenido las correcciones morales y los lugares políticamente
correctos del arte de masas que supone
el cine.
La película, que no vi,
pero me la contaron, pone el acento en la historia de amor entre Ramón y
Sylvia. No es extraño; el amor siempre vende. Según infiero, Trotsky es presentado con la ambigüedad no propia del arte, sino del que no sabe que decir. Me cuentan que el tema de Rivera-Frida-Siqueiros está
tratado tangencialmente, seguramente porque ya ese tema fue el objeto de películas
cercanas en el tiempo, donde Hollywood hizo todo lo posible por vender sin
ofender a nadie.
Bueno, no voy a ver El elegido. No tengo ganas de procurármela
y mucho menos de sentarme a consumirla después de haber visto el trailer y de
haber escuchado sobre ella. Eso si: todos los ingredientes en torno a la muerte
de León van a seguir alimentado un montón de futuros films, novelas y hasta
poemas. Yo creo que con los años se va a convertir en una especie de clásico,
un tema que va a ser tratado de manera recurrente, más aún de lo que ya lo es. Y si yo todavía no contribuyo al fondo común del tema es
porque estoy buscando la forma de molestar a la mayor cantidad de personas
posibles, de ofender en el alma, de clavar una pica en el estúpido lugar común
de las mayorías. A la gente no hay que darle lo que quiere; a la gente hay que revolucionarle
la butaca. Y a los intelectuales y a los artistas hay que demostrarles que son
gente. Nada más que eso; gente, con sus virtudes y sus defectos. Lamentablemente,
Lars Von Trier hay muy pocos.
Trailer: El Elegido 2016
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