Me interesa la tribuna, los
trapos, los paraavalanchas. Conozco los cánticos de casi todos los clubes. Mi sueño de pendejo era ser Popey, el
diariero, He-man, el abuelo; esas
estrellas coloridas que el fútbol te da. Con el tiempo yo cambié, pero ellos me
siguieron interesando. Vinieron Bebote, Rafita, los hermanos Schlenker. Me
sorprendí a mí mismo leyendo todo lo que de ellos se publicaba. Llegué a
comprar libros. Ellos me dominaban y me dominan. Tal vez nunca—ahora
lo sé— pueda cumplir mi sueño.
Voy
a comentar brevemente tres libros que devoré como un niño que va a la cancha
con su padre y que se la pasa mirando a la tribuna mucho más que al verde césped.
Un niño que quería aguantar.
Yo no soy como esos (Pablo
Carroza): Se trata de la historia de Los borrachos del tablón, la barra cobarde
de River. Es un libro mal escrito, pero interesante. Nos cuenta, por ejemplo,
el romance de Moria Casan con William Schlenker (uno de los implicados en el
asesinato de Gonzalo Acro, quien fuera custodio de la golfa mediática), así como
la relación entre las prostitutas vip del staff de Moria con los barras, los
entretelones de Videla, Massera y Lacoste como socios ad honorem de River, el
fabuloso negocio de los Borrachos del tablón con el descenso al Nacional B.
Pero, sin dudas, lo más interesante es el tema social: los hermanos Schlenker
vienen de una familia de clase alta. Esto desmiente la necesidad de ser un
lumpen para liderar una barra. De hecho la mayoría de los jefes de barra
tienen origen de clase media. Pero los Schlenker son otra cosa. Son ricos. Mataron,
apuñalaron, se fueron a las manos, robaron, castigaron y cobraron. Pero no lo
hicieron por necesidad. Lo hicieron por pasión y tal vez por el placer del
poder. El racismo de sus declaraciones, el racismo de las declaraciones de su
madre, la abogada Balmartino, que escribió un libro impresentable, el clasismo
despreciable que segregan. Dan asco. (Y son admirables.)
La doce (Gustavo Grabia). A
diferencia de Carroza, Grabia sabe escribir y eso lo hace, obvio, más legible.
Como en algunos pasajes del libro anteriormente comentado acá también hay
relaciones políticas con los barras. Pero en este caso estas relaciones son más
complejas y quedan más al desnudo. Acaso no diga más que lo que cualquier
lector atento de diarios ya haya leído, pero olvidó. Esta el casamiento de
Rafael Di Zeo, líder de la doce, con la secretaria privada del gobernador Felipe
Solá con la asistencia de decenas de políticos y
estrellas con nombre y apellido. Y también están las relaciones de la barra con
Macri. Ya con esto es suficiente. Sin embargo, lo que
más me sorprendió del libro es comprobar que los jugadores, en efecto, dan la
vida en la cancha y hasta llegan a salir campeones si la barra los amenaza o
los faja. Son métodos que funcionan. Aunque el autor no se expida, queda muy claro a partir de sus anécdotas.
La vergüenza de todos (Pablo
Llonto). Muchos quizás recuerden a Pablo Llonto por sus intervenciones en 678,
el programa K. Pero créanme, no es ningún boludo. La vergüenza… es un librazo con todas las letras. Por supuesto, excede en mucho a lo
estrictamente futbolístico. Están el atentado a Juan Alemann, el asesinato del
general Actis, presidente del Ente
Autárquicio Mundial 78 a manos de montoneros que laburaban para Massera,
las bombas que estallaban pero no hacían ruido en los medios, la guerra de baja
intensidad entre el ejército y la armada… Sin embargo, lo que más me quedó en
las retinas es un tema que Llonto no desarrolla. En un pasaje comenta que
Menotti, técnico de la selección de entonces, solía decir que durante su juventud en Rosario frecuentaba a Juan Ingallinella como una forma de demostrar
que era comunista y que siempre lo había sido. El autor nos informa que
Ingallinella era un conocido comunista. Pero no va más
allá. Resulta que este rosarino fue el desaparecido más famoso de la época de
Perón. Desapareció el 16 de junio de 1955, como parte de las represarías por el bombardeo a Plaza de Mayo. Lo que Menotti estaba dando a entender, según mis cálculos,
es que él tenía un amigo comunista que estaba desaparecido (por Perón), que es algo que muchos recordarían en los 70. Menotti es un gran DT. Y un ser de mierda.
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