domingo, 24 de marzo de 2019

Las cosas tienen que pasar


Los servicios de inteligencia son el pan nuestro de cada día. No hay país que no los tenga. (Y cuando hablo en plural me refiero a varios por país).  Son como las líneas de bandera,  el petróleo nacional o la fabricación de material bélico... Sin embargo, Aerolíneas Argentinas, YPF y Fabricaciones Militares ya no son lo que eran. Funcionan mal y carecen del prestigio de otros tiempos. Sostengo en las siguientes líneas que los servicios – los servis o ¨la casa¨ para los amigos— no son ajenos a este tobogán de la historia. Además, me expido sobre ciertos mecanismos que utiliza la inteligencia y que no son ningún secreto para ilustrar sobre la situación actual. Desde ya dejo en claro que no se trata de apreciaciones morales sobre los servicios. Si en algún pasaje señalo que el sistema de espionaje funcionaba ¨bien¨, eso no equivale a un juicio ético.
En el famoso reportaje que le hiciera Reato a Videla, el ex presidente de facto aseguró—lo cual es bastante obvio—que los servicios jugaron un papel muy relevante en los años de plomo y que eso se debió en gran medida a la estrategia francesa que se aplicó: la desaparición de personas. En efecto, como eso se debía hacer más o menos a espaldas de la sociedad civil, el mismo secretismo otorgó a los servis un rol destacado y siniestro. Tanto prestigio tenían por los años setenta que llevaron a cabo la Operación Charly en América Central, con acuerdo de los Estados Unidos, e increíblemente, contra los intereses del Tío Sam, maniobraron para llevar a cabo el golpe de García Meza en Bolivia en 1980 y, por supuesto, la guerra de Malvinas. Sobre este último conflicto se puede leer Una cara de la moneda, el libro de The Sunday Times, para confirmarlo. En el final del capítulo VII se afirma que las potencias se anoticiaron de lo que realmente iban a hacer los argentinos con un margen de tiempo escaso. En el VIII se describe como el gobernador de las islas, Rex Hunt, se quedó ¨pasmado ante la amplitud y la exactitud del espionaje¨. Eran tiempos de gloria para los servis.
Diez años después, en 1992,  una bomba voló la embajada de Israel en Argentina. Casi al toque, en 1994, otra bomba terminó con la Mutual Israelita (AMIA). Las investigaciones, las verdaderas y las mentirosas, comenzaron con prontitud. Las mentirosas fueron las únicas que prosperaron, al menos por un tiempito. Esto estaba sentando un precedente. Como aclara Tato Young en sus libros, a los servis no se los miden por las verdades. Pero al menos se les exigen que las mentiras se sostengan en el tiempo.
En 1999, en un almuerzo de Mirtha, donde también estaba su entonces amiga Carrió, Cristina dijo lo siguiente:
¨ (…) en este país donde se hizo tanta inteligencia en la época de la subversión (que los servicios de inteligencia) hubieran tenido tanta impericia (con el tema de la AMIA), tanta negligencia, es inaceptable.¨ 
Cristina estaba diciendo algo que se dice todavía hoy en voz baja. Los servicios estaban perdiendo calidad.
Cualquier lector atento de libros de historia entiende que casi todo lo que pasa ya lo saben los servicios, algunos periodistas y los mandatarios con anticipación. Según la biografía de Menem de Gabriela Cerruti, cuando Carlos fue anoticiado del inminente alzamiento carapintada de Seineldín, dejó que las cosas siguieran su curso y, por supuesto, pidió que se siga investigando absolutamente todo. Cerruti entiende— yo creo que bien— que la idea era escarmentar con balas a los alzados y de esa manera capitalizar mejor el desmonte del ejército y la política de indulto a los genocidas. Pero lo que Gabriela no explicita es justamente lo más importante del asunto: Las cosas tienen que pasar. Es necesario que las cosas pasen para que el espionaje pueda chequear los alcances de lo que se está investigando y toda la gente que está implicada en un asunto X. ¿Y si nada pasa?  ¿Si pasa el tiempo y no pasa nada? Eso puede ser señal de que algo anda mal. Puede ser señal del triunfo de las mentiras, del triunfo de las estratégicas hegemónicas, del triunfo de la posverdad. Pero también puede ser que se esté incubando algo… y que estén dejando que se incube. (Si necesita otro ejemplo elocuente de este mecanismo perverso de dejar que las cosas pasen para sonsacarle toda la información al enemigo  lo invito a leer la  biografía de Santucho de María Seoane y en especial el capítulo que le dedica al ataque del ERP al regimiento de Monte Chingolo; una joyita. Si necesita otro ejemplo elocuente de cuando estas operaciones salen mal puede animarse a leer la biografía del Coti Nosiglia de Gallo y Guerrero  o cualquier libro serio sobre La Tablada. Los libros son ¨peligrosos¨ porque hablan de las cosas que la tele, la radio y los diarios no suelen hablar. No hay secretos. Todo está escrito.)
En los 90 los servicios empezaron a ser más berretas. Lo mismo que Aerolíneas, YPF y tantas cosas más. No fue igual con los teléfonos, que llegaron a todas las casas, para alegría de los usuarios y de la SIDE. En la era K los servicios se fueron a la mierda. Pero al menos durante la gestión muchas personas se curaron de ingenuidad. Salieron a la luz—Nissman de por medio—tejes y manejes inconfesables, enfrentamientos internos, lacras que todos los políticos conocían y trataban en secreto. ¿Y hoy? Un famoso político dijo, como al pasar: ¨Carrió se dio cuenta de que el país no solo se abrió al mundo para recibir sus mercancías. Si los servicios de afuera funcionan mejor que los nuestros, ¿por qué no abrirse?¨ Bueno, durante el G20 se terminaron de abrir, muy en la línea de apertura neoliberal. 
No hay secretos. Cualquiera que lea atentamente los  libros de Gilbert, un ex KGB en nuestras tierras,  o los de Martín Sivak o los varios publicados sobre las oscuras labores de Verbitsky podrá tener información que poca gente digiere, incluso después de haber leído esos libros.
No están sirviendo para nada: ni para contribuir con el esclarecimiento de las cosas ni para afianzar las mentiras. Aunque sí ciertamente para dejar implicada una Jaitt o unos iraquíes o para operar en el secretismo de la energía nuclear telúrica.  (Eso sí: son una canilla abierta al despilfarro.) La pregunta que surge es incómoda. ¿Debe haber servicios? La respuesta: Debe haber servicios de la misma manera que debe haber policías, gendarmes, veterinarios y maestras jardineras. Pero tienen que servir para algo. Amén.
Bibliografía
Son todos libros mencionados en el cuerpo del texto de manera directa o indirecta.
Ver minuto 8:40 sobre las palabras de Cris:






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