Elegimos a la víctima:
la vecina de enfrente. Sabemos que el camión pasa a las 22, así que diez
minutitos antes le recogemos la basura. La metemos en nuestra casa y revisamos
absolutamente todo lo que contiene la bolsa. No subestimamos nada. Consideramos hasta ese trozo de lechuga que pende del hilo dental.
Procedemos de
idéntica manera por un mes. Manoseamos todas las porquerías, nos ensuciamos hasta los codos. Barbijo no debemos tener. Vergüenza, claro está, menos.
Enumeramos,
mensuramos, inferimos patrones, frecuencias, cambios de dieta, de hábitos, de
gustos, de chongos. Finalmente llegamos a conclusiones.
Es extraño. La
gente no sabe tanto de sí misma como la basura que tira. En esa basura están
todos sus secretos y sus olvidos, la parte más material, brutal e inconsciente
de un ser humano. Yo en un mes sé más de la vecina que la vecina misma. Puedo
apretarla, extorsionarla, conmoverla, enamorarla… Ella se está cuidando de lo que publica por Facebook.
No lo sabe, pero yo ya soy ella.
Lo que acaba de leer es un cuento de terror. Pero si quiere más sobre el tema basura en este blog: La basurología
No hay comentarios:
Publicar un comentario