jueves, 22 de diciembre de 2011

El Vinchuco (Cuento)

Así como hay biografías noveladas, esto se podría llamar Biografía cuenteada. De este tipo tengo varias en este blog (Rico y bueno, Las cruces y los cruces del comunismo, Mirando un árbol atentamente, etc) Todo lo que cuento suscedió casi así como lo cuento

El Vinchuco
(El bruto que sabía más que los doctores.)

            Gerardo era retraído,  silencioso, desconfiado y chaqueño. Trabajábamos juntos y a mí me desagradaba bastante trabajar con él. Había descendido desde el norte hacía veinte años. Nunca se sintió cómodo en la ciudad.  Su reserva me asustaba un poco. Tenía un antecedente por abuso sexual. Nuestras compañeras estaban un poco más asustadas que nosotros, como era de esperar. Nadie lo quería.
            Un buen día Gerardo se me empezó a acercar. Al comienzo mantenía con él charlas insípidas y aburridas. Pero algo me quería decir Gerardo. Lo presentía ¿Por qué me había elegido? Lo que más me molestaba era que los otros compañeros me señalaran como el compinche de semejante individuo. No obstante, mi diplomacia siempre fue muy fértil, y echa raíces en las personas más obtusas.  Lo peor era que el tiempo pasaba y Gerardo no decía lo que tenía que decir. Mantuve esa conducta de proximidad lo más que pude porque ya me estaba ganando la curiosidad y porque los otros, no menos intrigados, esperaban el momento en el que yo ventilara las confesiones del ingrato compañero.
Gerardo no era muy perspicaz. Si hubiese conocido al género humano, si hubiese sido una persona observadora, a mi no me hubiera contado estas cosas. Yo no soy un delator, un difamador, un chismoso ni nada de eso. Quiero decir que no destaco en esas materias. Lo que pasa es que cuando alguien me dice algo muy interesante no solo lo divulgo a mis amigos, también lo publico en un blog en internet para que lo lea cualquiera. Nunca pensé que Gerardo fuese capaz de decir algo tan interesante.
            Ese día se me acercó, pero demasiado. Iba a soltar la confesión de su vida. No estaba nervioso ni mucho menos. Yo creo que estaba excitado.
__ José, — comenzó — acá todos hablan de minas y de dinero. Es de lo único que saben hablar. Pero te voy a decir una cosa, de minas no saben nada… De dinero tampoco.
            En esto mucho de razón tenía: los compañeros no sabían hablar de otra cosa que de conquistas, dinero y campeonatos. Y se mentían de unos a otros con una desprolijidad asombrosa. Nadie era fiel, nadie era pobre, nadie decía la verdad. A Gerardo jamás se le ocurrió pensar que las mujeres hablaban más o menos de lo mismo. Ellas solo existían para…
__ Mirá—continuó—yo sé mucho de la vida porque me hice de abajo, a mí nadie me enseñó nada, y ni leer y escribir sé. Pero hay algo que no aprendés en las universidades, son cosas que te da la vida… Me crié en el chaco. Tuve una juventud feliz… Veo que estás sorprendido, José. Es así: mi juventud está cargada de anécdotas reales, no de las mentiras que dicen estos papanatas. Cuando queríamos coger agarrábamos una Toba y adentro. Ellas no se quejan, no tienen a quien quejarse. El forro yo no lo conozco. Nadie en mis pagos lo conoce… ¡¿Por qué me mirás así?! Te voy a explicar todo y después me vas a entender… La plata era un problema, pero un día llegó el gobierno y dio subsidios para muchas cosas. Los que tenían chagas recibieron un sueldo para toda la vida. Casi todos tenían chagas en mi pago. Los que no tenían fueron al médico por primera vez en sus vidas, y así muchos descubrieron que tenían la enfermedad. Se pusieron muy contentos y empezaron a cobrar. Acá la gente no tiene ni idea de lo que es mil quinientos pesos en mi pago; una fortuna. No tuve suerte, no me encontraron nada. Me deprimí mucho… No me pongas esa cara que todavía no terminé… Yo recién había entrado en la adolescencia y no conocía mujer. Las mujeres me empezaron a despreciar porque era pobre, porque tenía que ganarme la vida trabajando porque no estaba enfermo. Porque esa enfermedad te va matando de a poco, en treinta o cuarenta años, y ni te das cuenta de que la tenés. El gobierno se hace cargo de tu enfermedad y es como si ellos quedaran contagiados… Bueno, como te iba diciendo, las mujeres son pocas en esos lugares, y el desprecio es general. No te podés esconder ni cuando estas soñando, porque todos saben de todos y la mentira tiene patas muy cortas y nadie se va a arriesgar a una mentira. Tenía ganas de morirme… Yo no era el único. Uno de mis primos, que estaba tan triste como yo, se presentó un día en mi casa con una sonrisa amplia de esas que son comunes entre los tobas. “Me salvé, hermano”, me dijo, “¡¿Por qué me mirás así?! Ya sé lo que pensás: desde que llegaron los médicos y desinfectaron el pueblo las vinchucas se fueron a vivir al cielo. Pero te juro que estoy contaminado. Ya fui al médico y me lo confirmó. Tenés que ver la cara que puso el tipo. «La verdad que no me lo explico», decía, como pensando en voz alta «Hemos matado al insecto, o al menos eso es lo que yo creía. ¿Cómo es posible? Sabemos de gente que ha sido contagiada por cerdos y por perros portadores de la enfermedad. Sobre todo los perros, ellos entran en las casas y duermen en la cama de sus dueños… Así que usted no tiene perro… Otra forma de contraer la enfermedad es por la lactancia. Disculpe la pregunta, pero su mujer esté quizás embarazada o haya sido madre recientemente… Así que usted no tiene mujer… La verdad es que no me lo explico»  Y le expliqué lo que te vengo a contar ahora: Lo primero que se me ocurrió fue buscar una vinchuca, y ni muerta encontré. Al que si encontré fue a tío Eusebio. Eusebio tiene sus años, y el diablo sabe más por viejo que por diablo. Me lo explicó muy fácilmente. «Así que fuiste al médico. Los médicos saben, pero callan… No todas las vinchucas son portadoras, porque ellas también se contagian como nosotros. Solo las hembras lo son, y no en todos los casos. De modo que conseguirte una vinchuca nada te garantiza. Los únicos de los que podés estar seguro que están contagiados son los humanos, porque van al médico… Es, aunque no lo dicen, una enfermedad venérea… Pero a las tobas no hay que hacerles exámenes. Ellas tienen desde que nacen. Buscá que estén con sangre, y listo. O fijate de dejarlas sangrando.» Eso fue lo que me dijo Eusebio”, dijo mi primo, Y lo seguí en todos sus consejos… ¿Por qué me mirás así?
__ Es que estás un poco cambiado.__ Le dije. Y nunca más le dirigí la palabra.
            Todavía me da asco recordar la cara de Gerardo, especialmente ese deseo ingobernable en sus ojos de ser aprobado por sus actos. Creo que esperaba el aplauso. Yo ya lo veía un poco chato, con alas y antenas: un vinchuco
            Gerardo era un pobre tipo, un poco victima de su medio y un poco victimario por cuenta propia. No pienso exculparlo, pero me gustaría agregar algo:

La ciencia médica suele ocultar ciertos aspectos de sus conocimientos para evitar males mayores. La discriminación de seres humanos es un buen ejemplo en este sentido. No me quedé con la palabra de mi inmundo compañero; estuve averiguando. El vinchuco tiene razón en todo, salvo—claro – en los consejos.
En cuanta página de internet me metí se afirma que el chagas no se contagia entre humanos. A renglón seguido se habla de la lactancia como forma de contagio o del peligro que implican los perros. Las vinchucas actúan sobre cualquier mamífero, y todo mamífero es peligroso, y el Humano es, que yo sepa, un mamífero. ¿Es tan improbable que alguien pruebe la leche humana de su mujer? ¿Eso no es acaso contagio de humano a humano?
Pero por más que buscaba no daba con lo de la transmisión sexual. Hasta que di con una página australiana traducida, osea, con la página de un país sin el mal y que por lo tanto no tiene que ser políticamente correcto. Porque la política tiene su injerencia en la medicina, al menos en señalar lo que se divulga y lo que no se divulga. Siempre recuerdo el ejemplo del presidente Roca. Le llevaron una estadística sobre los males producidos por el consumo excesivo de carne vacuna, en especial por el colesterol y los males cardiovasculares subsecuentes, que era un tema novedoso por entonces. Roca prohibió hablar del tema. Si los argentinos se volvían menos carnívoros los más perjudicados serían los mismos argentinos.  Con el chagas pasa otro tanto. Son medidas preventivas con las cuales yo estoy de acuerdo.
                                                                                  Diciembre de 2011
¡Ah! La página australiana es:


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