Moreno
no quería ponerse en contra a grandes sectores de la sociedad que eran muy católicos. ¿Está mal?
Cuando
se hace política se tiende a la censura. Y no es lo mismo hacer política desde
el llano que desde las alturas. Sarmiento es un ejemplo ilustrativo. En 1845 lanza
el Facundo. Cuando más de 20 años
después, en campaña por la presidencia, le ofrecen publicarlo de nuevo, el genial
pelado pone una condición: que se censuren un par de capítulos. No quería
malquistarse con los sectores alsinistas porteños, aliados en la fórmula
presidencial. ¿Estaba loco?
Tanto Moreno como Sarmiento hacían
bien. La política es el arte de lo posible, y hay veces en que no se puede
decir ciertas cosas.
Estos ejemplos son solo una muestra
exigua de algo que se dio y se da permanentemente, acá y en cualquier lado.
Entonces, no siempre está mal la
censura. Pensemos en la que se da en estos días. Notará usted que no hay ningún
caso de un hombre muerto o maltratado por su mujer. Esto obedece a una decisión
conciente desde arriba. Este gobierno, como el anterior, mantiene una política
pública—en realidad una política de medios— donde se intenta imponer una
conducta masculina favorable hacia las mujeres—si, todas, incluidas Vidal y Cristina,
que sacan provecho—. En este contexto, es obvio que de las miles de noticias
potenciales que tienen los medios en el escritorio, se van a filtrar algunas
para que no lleguen al público. Pero no solo eso, en la campaña se van a
inventar noticias, como siempre, se van a exagerar otras, y, por supuesto,
también se van a ventilar hechos reales y sumamente repudiables de femicidios. Más
aún, en otro orden de cosas, no vamos a ver programas tipo Mujeres Asesinas, que batían records de audiencia hace 10 años. ¿Y?
¡Y está bien! ¡Está muy bien que así sea! El fin justifica los medios, y los medios (de comunicación) justifican los fines.
Hoy el verdulero, indignado, me dijo
que es terrible, que cada vez matan más mujeres. Asentí. No solamente porque es
políticamente correcto, sino porque estoy haciendo política. Hay causas que todos
deberíamos defender y que no tienen bandera, ni género. Y para defender esas
causas necesitamos de cierta censura. Y si alguien me ofreciera publicar estas
líneas en un diario, me negaría rotundamente o le cortaría algunas oraciones.
De los próceres también se aprende.
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