domingo, 30 de julio de 2017

Turismo urbano II: Palermo por cuatro

Eso: flexibilización al mango

La tarde nos reunió en Godoy Cruz 1686, Palermo. Saimon  había prometido una sorpresa. No fue claro;  sedujo con palabras como ¨innovación¨, ¨tecnología¨, ¨emprendimiento¨ y speeches del tipo ¨el mejor laburo del mundo¨, ¨lo que se viene¨, ¨tengo sed de más¨,  ¨el alcohol no flota¨, ¨se van a caer de culo¨. Pero ni en el más atrevido de nuestros pronósticos  hubiéramos imaginado…
            ¿Cómo explicarlo? Vos llegás a una de esas casas de Palermo Soho que perteneció a Aníbal, el personaje loser de Juan Carlos Calabró, pero que han reacondicionado como para un winner total. Abre la puerta una hermosa mujer y te recibe con un beso: ¨yo soy Greta¨. Otra hermosa mujer, casi tomándote de la mano, te dispara: ¨acompáñame¨  y a renglón seguido te deja en un pasillo oscuro  al pié de una escalera coronada por una puerta: ¿la oficina de Saimon? Los primeros que bajan son unos flacos sudados en exceso y con la corbata floja. Por lo que hablan entendés que han jugado al ping- pong. Se cruzan con Greta y uno la manosea;  son amigos. Luego la manosea el otro. Luego te invitan a que  la manosees. Por supuesto, no es en serio, son compañeros de trabajo y vos sos nadie, aunque ya te han incluido de algún modo: ellos son los winner y vos sos Aníbal.
Finalmente baja Saimon. Es mi amigo,  un pibe de barrio, sonrisa gardeliana-bergaraleumanniana, de absoluta confianza, intachable. Henry y yo lo seguimos. Cruzamos una habitación llena de gente que, se adivina, está super al pedo. (No recuerdo exactamente qué hacían, pero era como si estuviesen releyendo mensajes viejos en el celu.)  Luego entramos en una habitación con ventanas a la calle donde alguna vez seguramente durmió alguien, más tarde se improvisó un kiosquito y a la postre remataron los cambios con estas dos mesas de bar y esta barra con mucha onda que ahora veíamos. En las mesas había cuatro personas, dos de ellas eran bellezas junto a algo parecido a diminutos vasos verdes. Extrañamente, atrás de la barra no había botellas ni nada que se le parezca; había eso que ahora por contrato no puedo ventilar. En adelante lo llamaré Eso. Lo más que puedo hacer por usted, querido lector, es copiar lo que dice como promoción la página web:

¨Una propuesta de negocios, innovadora y revolucionaria. (Censurado) se propone como el nuevo sistema de bar para uso doméstico con propuestas divertidas para la preparación de infinitas variedades de (censurado) . Es un producto Argentino fabricado en el país y cuenta con solicitudes de patentes en los principales países del mundo […]
Estamos seleccionando empresarios visionarios para la apertura de nuevas Boutiques (Censurado)¨

            Delante de la barra está Cristian, simpático, sumamente informal, todo en él destila alcohol, calle, noche y… Eso. La escenografía es realmente impactante. Hay decenas de Esos tras la barra, elípticos, chiquitos, coloridos. Crístian le pregunta a Saimon si ya nos ha adelantado algo del proyecto, las oportunidades, los atajos… Saimon contesta vagamente, dejando todo en manos de Cristian, que comienza su amistoso discurso aclarando que Saimon no pudo haber contado más que generalidades porque ¨por contrato¨ no podía entrar en detalles. Realmente me sorprende comprobar que, en efecto, Saimon, gran amigo, me ocultara cosas. Una belleza corre tras la barra y recupera el celular que había dejado cargando. Henry anuncia que quiere ir al baño. La señorita lo acompaña. Cristian pregunta retóricamente si yo sabía que los negocios hoy se hacen de otra manera, que estamos entrando en un mundo nuevo, pero nuevo de verdad, con una logística diferente, donde la materia gris es el capital más importante. Sólo los elegidos interpretan esa metamorfosis, afirma; sólo ellos van a prosperar y los que se queden en el camino verán pasar el tren a mil por hora, agrega Saimon. Digo estar de acuerdo en  todo porque no quiero pasar por tonto, desagradecido o mal amigo. Tengo una visión, Gianni Lunadei y Federico Luppi  vuelven a hablar. Regresa Henry. Cristian me alienta a que yo le explique lo hablado. Tímidamente me rebelo: ¨vos me querés empezar a probar como vendedor¨. Se ofende: ¨acá no hay vendedores, somos simplemente un grupo de amigos¨. Me rebelo de nuevo: ¨ ¿Quién es el jefe?¨ Para mi sorpresa me contesta Saimon: ¨Acá no hay jefes, o mejor dicho; todos somos jefes¨ A lo cual redondea Cristian: ¨somos un equipo. El individuo aislado no es nada. La inteligencia colectiva es el mundo que se viene. O se trabaja en equipo o se muere¨. Y afloja con un chiste: ¨Lo único que hacemos individualmente es jugar al ping-pong, porque ya probamos por parejas y no funciona.¨ Saimon intenta cerrar: ¨Si, Jóse, yo vengo a trabajar contento¨ Lo cual es censurado por su colega: ¨No, Saimon, acá no trabajamos, nos divertimos¨ Ansioso, apuro: ¨ ¿Y nosotros dónde entramos?¨ Siniestramente, Cristian cruza una mirada cómplice, pero no con Saimon, sino con las bellezas  que están sentadas en una de las mesas. (En otras palabras, no solo no había jefes ni vendedores, tampoco había clientes.) Vienen con dos vasos verdes. Tomamos. ¨Parece café¨, dice Henry. ¨Es café¨, aclara Simón. Cristian remata poniendo unos papeles sobre la barra: son los contratos que debemos firmar para poder tener el privilegio de tomar Eso. La firma incluye un ¨abono de ingreso al club¨; un monto como para cargar la SUBE hasta fin de año. Pagamos.  Firmo y juro por mi madre mantener el secreto. Otro tanto hace Henry. Para sellar el pacto nos sirven Eso. Fue un brindis. Todo legal.
            Smartdrink es un ejemplo elocuente de la flexibilización laboral. Es como una puesta en escena donde los actores cumplen un rol, pero mañana pueden cumplir otro. El lugar no es un bar, ni una discoteca, ni un café literario, ni una oficina, ni un cabaret, ni un club, pero parece todas esas cosas juntas. (La gente siempre ve lo que quiere ver). Nadie manda; alguien lidera. No hay horarios: se trabaja siempre que puedas, dentro de las 24 horas, y te pagan siempre  que puedan y siempre que consigas amigos. Nadie te suspende, simplemente ¨te dan franco¨. Si querés volver tenés las puertas abiertas, pero como en el mundo del revés: vas a tener que pagarles el café y la mesa de ping-pong a tus amigos, que van todos los días a jugar. Lo bueno del juego es que siempre conocés gente nueva, porque los amigos del club rotan: así como algunos deciden no volver por tiempo indefinido otros ocupan ese lugar, de onda. No vi gente mayor, no tienen futuro. El producto no se puede usar más de una vez para su uso principal, pero puede terminar como maseta o como un juguete para tu pibe. No se bebe ni se toma: ¨se gestiona¨. Y si no te gusta no se devuelve; ¨se vuelve a compartir¨.            
                  Debo decir que me pareció una idea genial. Hablo en serio. El producto es todo lo rico que te podés imaginar y tiene los efectos del Soma de Huxley o del Garombol. Pero en el mismo producto está la flexibilización: cada persona debe, con un poco de pericia, aprender a preparar Eso. Es como si uno fuera su propio barman. Los amigos son racionales y sabrán gestionar. Para ser ducho en el tema uno debe probar varias veces, comprar hasta aprender, comparar los resultados, cambiar de táctica. Y cuando uno aprende, no puede parar, porque es como una batería interminable de sabores y una fábrica de paraísos artificiales.
Es todo lo que tengo permitido decirles. Para más información diríjanse al local. Sé que al lector le quedará la duda: ¿Soy sincero o simplemente te estoy vendiendo algo? Repito: no hay vendedores, yo soy tu amigo.
                                                     
El balcón del Che

El Che era miembro de una familia de clase media-alta, como casi todos los revolucionarios, y en otro lugar ya he hablado de su ilustrísimo linaje. Gracias a la plata de papá poseemos gran cantidad de fotos del Che en su juventud, anteriores a su fama, a sus ataques de masoquismo y  a su martirio buscado. En una de ellas—que a mí me encanta—lo vemos tendido en un balcón de la calle Aráoz 2180, como soñando. Sabido es que, además de Che, su apodo era El Quijote. Según el biógrafo Pierre Kalfon, Guevara amaba al personaje de Cervantes, y está visto que el sobrenombre era acertado desde el momento en que ambos estaban locos y eran idealistas; ni más ni menos que yo mismo cuando en mi primera juventud quería salir a cambiar el mundo. Afortunadamente—para el mundo—no tenía ni un centavo.
Con nostalgia nos dirigimos con Henry— y con Eso en las venas— a la casa del Che, donde por cuatro años se la pasó leyendo hasta que se le secó el cerebro. Por extraño que parezca, cuando el Che era joven su casa se encontraba en un barrio mejor que el actual, porque esa  zona de Palermo hoy está ocupada por sectores medios y no medios-altos. Eso sí, el lugar era el mismo que en los noventa habíamos conocido: un edificio de apartamentos lleno de balcones  inocuos emplazado en el mismo lugar donde alguna vez estuvo el del revolucionario. Por suerte dos de las ochavas de Aráoz y Paraguay son edificaciones antiguas que seguramente el Che hoy mismo podría reconocer, esas ochavas que daba vuelta regularmente para ir caminando por Paraguay hasta la facu de Medicina, donde estudiaba. 
         Pero algo había cambiado desde nuestra última visita. Sobre las persianas de los negocios del zócalo hay cuidados dibujos que lo recuerdan. En la esquina hay una placa en la vereda que anuncia al famoso vecino de otros años. Ya no es como en la época de Menem, los vecinos ahora saben quién vivió allí. Tal vez no sepan mucho: una vecina afirmó ante nuestra pregunta: ¨en esa esquina mataron a un subversivo¨. Al igual que otras veces tocamos el Primero A para saber si quien allí vive sabe que está todos los días ocupando el sagrado espacio que alguna vez… Una mujer contestó  haciéndose soberanamente la boluda, pero se notaba que sabía. No obstante lo cual, su curiosidad la empujó hacia el balcón. Cuando miramos para arriba nos encontramos con una cara asustada, horrorizada: la pobre doña veía a dos con anteojos, yo con barba, mirando hacia el balcón, su balcón, el balcón del Che, con la cámara en la mano. No llegó a decir nada. Corrió hacia el interior. Y, ante la duda, nosotros también nos fuimos, corriendo, como dos adolescentes en los noventa.
                                              
La muerte de Prats

Corrimos hacia otro sector de Palermo, más caro, mucho más caro. Puntualmente a República Árabe Siria 3351, que en los años setenta aun se llamaba Malabia y hoy es su continuación. El general Prats y su esposa vivieron allí. El general, como se sabe, había sido el jefe del ejército chileno y fue desplazado por Pinochet. Legalista de pura cepa, pensó que en la Argentina de Isabel—en principio una democracia—se iba a sentir seguro. Bueno… el 30 de septiembre de 1974 pusieron una bomba en su auto. Logró arrancar, salió del garaje y él y su mujer volaron por los aires justo cuando el auto se encontraba sobre la vereda que ahora tiene una placa que conmemora el hecho. Pero he aquí un dato curioso. La placa es de diseño muy similar a la otra, la del Che. En esta se lee la fecha en que fue puesta: 2008. Gracias a ello, podemos conjeturar que la placa de Guevara fue puesta también por el Kirchnerismo. Esto no sería nada si no fuera porque fue en ese tiempo en que se avanzó judicialmente con la investigación y, lo más importante, fue en ese momento en que se persiguió a Isabel para, según mi análisis (ver  aquí ) limpiar el camino presidencial de Cristina, dado que en la memoria colectiva la presidenta mujer de… aun era sinónimo de la mujer de Perón para mucha gente.

Los platos de Isabel

 Por lo tanto nos dirigimos a la casa de Isabel, en Migueletes 789. Al igual que la de Guevara, hoy se ha convertido en un edificio de unos nueve pisos. El portero se llama Luis, y es un tipo de lo más simpático. Cuenta que en el barrio no muchos saben quién habitó ese lugar. Él lo sabe porque lleva dos décadas como portero y no somos los primeros que venimos, aunque la señora nunca volvió. Como zócalo comercial hoy hay un negocio que vende vajillas, casi una ironía ver tantos platos vacios  justo donde ha pasado esa inútil copera. Según la biografía de Sáenz Quezada, la familia de Isabel habitó la casa hasta el final, pero ella tenía un motivo para no regresar: odiaba a su familia. Por supuesto, ninguna placa la conmemora. El portero atribuye la omisión al hecho cierto de que aún vive. Y puede ser así.

Tour anterior: Turismo Urbano 1: Nazis




domingo, 25 de junio de 2017

Las obras gemelas de Minoru Yamasaki

             
El 11 de septiembre de 2001 generó una encendida  polémica  posmoderna cuando el músico y esteta  Karlheinz Stockhausen declaró que el atentado a las torres era la obra de arte más grande de la historia. Desde este humilde lugar yo mismo entré en la batalla cuando en 2011 subí un viejo escrito al inaugurar este blog  [Stockhausen y las torres gemelas]
                Ahora vengo a ocuparme del autor de las torres, no para ponderar las gemelas, sino para demostrar ciertas coincidencias entre estas y una obra de Minoru Yamasaki injustamente olvidada: el complejo Pruitt Igoe. 
                En  los años de posguerra  Estados Unidos vivía un boom económico. Pero esa prosperidad no cayó pareja en su geografía. La ciudad de San Louis, en Missouri, era de las que iban de mal en peor.  La industria se retiraba y la pobreza crecía, especialmente entre los negros, que eran víctimas de la segregación racial. De esta manera, la misma segregación racial se cristalizaba claramente en una segregación espacial (barrios para negros, colectivos para negros, colegios para negros, baños para negros)  y así se podía tener identificados a los pobres por su color y el lugar que ocupaban. Sin embargo, la cosa se complicó cuando los blancos (al menos los que no eran pobres) empezaron a reparar en el crecimiento desmedido de la pobreza y en un hecho inminente: el fin de la segregación asomaba a la vuelta de la esquina.
                Entonces decidieron llamar a Yamasaki, un norteamericano nacido en Seattle, pero que no era ni blanco ni negro. El arquitecto y urbanista barrió con un área amplia del centro de la ciudad y la llenó con torres en monoblock. Era una obra que seguía los lineamientos de la arquitectura moderna, algo así como nuestro Lugano 1 y 2. Treinta y tres torres en total, rodeadas de parque, con todos los servicios y división estricta de funciones. Se esperaba la afluencia de todas las razas, incluso se pronosticó que los blancos, que ya se estaban suburbanizando, volverían con este emprendimiento al centro de la ciudad.
Pruitt Igoe, el 16/3/1972
                Todo fue un fracaso. El nuevo barrio, que bautizaron para la posteridad como Pruitt Igoe, se llenó de negros y los mismos negros de la ciudad estigmatizaron a las torres por su altísima tasa de delincuencia. Menos de 17 años después de su inauguración, el 16 de marzo de 1972, el complejo residencial fue dinamitado. Era el comienzo del fin de la arquitectura moderna. El evento fue filmado con varias cámaras, transmitido por televisión y una década después pasó a formar parte de uno de los documentales de culto del siglo XX: Koyaanisqatsi (1982), casi una genial partitura de Philip Glass puesta en imágenes.[i]
Hoy casi pasa desapercibido el caso del complejo residencial Pruitt Igoe de San Louis. Si atendemos a Samuel Huntington, y suponemos que la caída de las gemelas se puede entender como el fin de la posmodernidad, estaríamos ante un arquitecto cuyas obras consagran el fin de dos períodos, y que además lo hace con la caída de sus propias construcciones. Por último, y no es menor, se debe rescatar que ambos eventos fueron registrados y son dos obras de arte (Stockhausen mediante).

Enlaces:
Película Koyaaniskatsi (1982).  A partir del minuto 4:30 podemos ver el complejo y luego su voladura.   https://www.youtube.com/watch?v=KApGIJnyh3o

Pruitt Igoe 


La torre Rainier, en Seattle, su ciudad natal y una de sus últimas obras. Se encuentra en una zona sísmica.







[i] La película  opone la maquina urbana al campo, y hace evocar claramente el film  The City (1939), escrito por Lewis Mumford.

martes, 20 de junio de 2017

Belgrano, y lo que nadie te va a contar

¨Porque si yo hubiera sido ustedes le hubiera cortado la pija a Peter"  (De Peter Malenchini a los tataranietos de Belgrano)       
        

Yo debo ser el único tipo que este 20 de junio, día de la bandera, sale a recordar un hecho notable sobre Belgrano: el abuso sexual que sufrieron sus tataranietos a manos del siniestro docente Peter Malenchini.
¿Y tal vez usted se pregunte qué tiene que ver Belgrano, el prócer, con sus descendientes? Y tiene que ver mucho: busqué y busqué y no encontré ninguna referencia a la filiación de las víctimas con su ilustre predecesor. Lo supimos aquellos que vimos el informe del canal América aquel 2004. Pero hoy ya nada queda de eso, sólo la memoria… y un  libro interesantísimo. 
                El periodista Nicolás Cassese  escribió El secreto de San isidro. En el mismo título está una parte de la explicación: además de la familia Belgrano (Juan Carlos Belgrano y Luis María Belgrano) están implicadas otras familias de nivel socioeconómico altísimo que, salvo en el momento de conocerse el suceso por los mismos implicados, guardaron y guardan un silencio atroz sobre el tema. Es algo que queda entre ellos.
                No obstante lo cual, hay otro motivo, que es el que me interesa: la preservación de la imagen del prócer, sobre quien siempre hubo sospechas de homosexualidad. Por supuesto, entiéndaseme bien, no es que esas cosas se hereden, pero, por una parte, la ignorancia vulgar haría una asociación automática entre ambas cosas y, por otra, los milicos no querrían saber nada con esa posibilidad.[i]
                Ante la duda se han borrado todos los archivos que mostraban la relación filial de las víctimas de Malenchini con el héroe. Si usted googlea como palabras claves ¨Malenchini, nietos de Belgrano¨ o cosa parecida, va a encontrarse con páginas desactivadas, o sea, borradas, incluso de medios periodísticos prestigiosos. ¿Casualidad?
Esto no quiere decir que no haya memoria, individual en este caso, mía o de Cassase. Yo recuerdo la cámara oculta, inhallable, que en su día vimos muchos. Recuerdo perfectamente a Malenchini ir al encuentro de sus ex alumnos contento de haber sido invitado a una cena; recuerdo a los descendiente de Belgrano, rozando los cuarenta años, con mucha valentía acusando al pedófilo, con el asunto ya prescripto para la justicia por el paso del tiempo; recuerdo a Peter defenderse de las acusaciones al punto de justificar los abusos ¨porque yo los quería mucho, chicos¨. Pero lo único que me queda es el recuerdo y un libro ya agotado.     
La obra de Cassese es muy interesante, especialmente porque cuenta lo que puede silenciar la alta sociedad de San Isidro,  Un ejemplo es el mismo libro: fue publicado en 2013, a casi una década del asunto y en voz baja.
                Me resta aclarar algo que es sumamente necesario, porque la gente suele ser sensible a estos temas y muy prejuiciosa. Yo en ningún momento digo en las líneas que preceden que ocultar el tema de Malenchini esté bien o esté mal. Los familiares del prócer deben tener buenos motivos, al igual que otros interesados, en mantener bajo llave el asunto. Además, con respecto al pasado legendario, a mí  me importa un carajo lo que hizo en la cama el general. Para desmitificarlo prefiero salir a volantear El enigma Belgrano de Tulio Halperín Donghi. ¿Entonces por qué me interesa recordar el tema? Es muy sencillo. A mí me lee muy poca gente. Eso tiene sus ventajas. Queda entre nosotros.

FUENTES (Es lo que hay…)
Nicolás Cassese, El secreto de San Isidro, Capítulo 1





[i] Conocida es  la historia que relató Gregorio Araoz de La Madrid. San Martín amonestó a Dorrego por burlarse de la voz aflautada que tenía Belgrano. (A tal punto hoy esto es difundido que hasta Zamba, el pibe de Paka Paka, se pronuncia al respecto) Me encantan esos aspectos de la historia que hoy se dan a conocer, y que hacen creer a muchas personas que humanizar a nuestros héroes es lo mismo que desmitificar nuestra historia.

jueves, 15 de junio de 2017

Machos en la universidad


Mariano sigue la carrera para la licenciatura en ecología. Inquieto ante un inminente parcial, decidió hablar, una vez más, con el capo, el rector, aquel que todo lo sabe. El capo, que tenía más doctorados que dedos en las manos, lo recibió sin muchas ganas.  Como buen biólogo, como buen ecólogo, su despacho no presentaba ni una hormiga, ni un papelito en el suelo.
   
CAPO — ¿Qué necesitas,… ehhhh?
MARIANO—… Mariano
CAPO— ¿Qué necesitás, Mariano?
MARIANO— Necesito que me aclare un punto sobre la materia... no me sale la palabra... esa de los caracteres...
CAPO-- Herencia de los caracteres adquiridos. 
MARIANO—… Esa. ¿Siempre se transmiten los genes de los machos alfa?
CAPO— Mariano, imagínate un harén de búfalas. Hay muchos machos que quieren reproducirse. Pero entre ellos destacan claramente dos búfalos, los más grandes, los más apuestos. Se pelean para tener derecho a copular. Todo se reduce a una cuestión energética. Podemos decir que en una escala de uno a diez ambos están en diez. Tienen todas las pilas cargadas. Los otros pobres machos, esos que no se van a pelear por las hembras, están re calientes, pero las pilas les llegan a cinco en relación a los alfas. Entonces los capos se pelean, se dan con todo. El vencedor simula penetrar al vencido, una metáfora en el reino de los búfalos. Pero resulta que en la pelea ha consumido cinco puntos en la energía que llevaba. En otras palabras, el vencedor ha quedado con la misma carga energética que el resto de los otros búfalos, aquellos que no han peleado. Él copulará con dos o tres hembras. Más no va a poder, porque habrá consumido todas las pilas. El resto de las hembras, que son muchas, serán servidas por los otros, los betas, los gamas, los deltas.
MARIANO— …
CAPO—Ahora bien, no es la primera vez que venís. Quisiera saber si los textos no se entienden o tal vez los profesores no se hacen entender… También debo decir que no sos el único. Fabián, creo que se llama así, viene seguido. Yo me pregunto porqué no hacen como el resto de los alumnos, que estudian y se queman las pestañas leyendo. La memoria juega un papel fundamental. Hay palabras que vas a tener que adquirir aunque te cuesten. Vos y Fabián están consumiendo mucha energía en pasar por este despacho. Además, noto que no les va mejor en la carrera que a los otros.

                Por si la dudas el capo resolvió hablar con el titular de la materia Herencia de los caracteres adquiridos. Lo hizo frente al curso. Fue duro, y el otro se defendió, pero nadie se lo tomó muy en serio. Casi una metáfora.

martes, 30 de mayo de 2017

Mi Menem



Soy cholulo en un solo caso: con los políticos. No lo puedo evitar. Si cruzo una vedette en la calle, un futbolista, un actor, una estrella, sigo de largo. Es más; odio a quienes se detienen ante ellos. Me parecen unos mediocres. Pero… ahhh, los políticos, los de enserio, los grosos… Pierdo la cordura. No pido un autógrafo, no. Pido que me miren. Con eso estoy contento. Siento que construyen la historia. Y ya no estoy en condiciones de pensar si para bien o para mal. Me derrito.
                Le he dado la mano a dos presidentes; uno en ejercicio y otro después de su mandato. Pero, si bien disfruté ambos encuentros, voy a relatar el cruce que tuve con Menem. Mis amigos saben que siempre cuento la anécdota porque es como una droga para mí.
                La intención no es un puro cholulaje. Me atrevería a decir que es un testimonio de la personalidad de un presidente de nuestro país que quedó retratado muy bien a partir de su encuentro conmigo. (Y perdonen la modestia.)
                Corría el año 1993. Yo hacía la colimba en el Regimiento de infantería 1, Patricios, en el barrio de Palermo. Era Tambor de Tacuarí en la banda militar. Nuestro objetivo era cubrir al jefe del estado mayor del ejército, que en ese entonces era Martin Balza. A Balza lo veíamos siempre. A Menem lo veíamos cada vez que estaba con Balza, lo cual era bastante seguido. Yo temblaba cada vez que venía el presidente; era la investidura, qué se yo.  Me meaba encima. Claro, él pasaba y yo y mis compañeros éramos como postes, éramos la nada misma. Yo soñaba con que me mirara, me hablara, me penetrara, y en el mejor de los casos, que me alabara. 
                Un día se me dio. En aeroparque bajaban del avión Menem y Balza. Por ser uno de los soldados más altos estaba en primera fila. Nos dieron una orden: cuando los salude el presidente le dan la mano y le dicen ¨buen día señor presidente¨.  Con Balza ya sabíamos: ¨buen día, mi general¨. Teóricamente era fácil.
                La puerta del avión se abrió. Saludaron a los oficiales, luego a los suboficiales. Después veníamos nosotros. Yo me cagaba encima. Me sorprendió que caminaran muy distendidos, casi divertidos. Aunque temblaba, el trámite fue sencillo; dije lo que debía decir y di la mano como correspondía. Él miró mis ojos fugazmente y yo miré los suyos, que eran muy hermosos. Pensé que ya había pasado lo peor y que solo restaba recordar no lavarme la mano derecha nunca más.
                Al lado mío había un soldado a quien habíamos apodado Fisu. Balza se paró ante él. Muy jocoso le dijo: ¨¿qué tiene ahí en el brazo?¨. Fisu en el brazo, asomando bajo la camisa corta,  tenía tatuado al gato silvestre (no el periodista, sino el dibujo animado). Mi compañero, como casi todos los que estábamos con el tambor a cuesta, militaba en  una banda de rock y se había tatuado al gato con una guitarra. Hoy en día es casi una vulgaridad tatuarse, pero en 1993 los tatuajes eran cosa rara, y más en un soldado. Si entrabas en la colimba era porque no tenías tatuajes. Así que no era difícil inferir que Fisu se había hecho el tatuaje estando bajo bandera. Imagino que mi compañero tembló, pero su voz fue firme: ¨Es un gato con su guitarra, mi general¨. Menem, atrevido, le levantó la manga de la camisa y exclamó: ¨ ¡El gato Silvestre!¨y agregó con énfasis, ¨Me encanta el gato Silvestre¨. Entonces pasó lo inesperado. Carlitos volvió sobre sus pasos y me encaró. Con dulzura me dijo: ¨ ¿A usted le gustan los tatuajes?¨. Queridos hermanos, juro que para mí el mundo se había detenido. Saqué fuerzas de donde pude y contesté sin pensarlo: ¨Si, señor presidente¨. Menem me ordenó: ¨Bueno, hágase un tatuaje del gato Silvestre¨.
                En ese momento no estaba en condiciones de pensar. Pero ya sólo conmigo mismo pude evaluar la anécdota.
                Balza medía como dos metros. Charly era petiso. Naturalmente el general lo obligaba a caminar detrás suyo, aunque sea medio paso.  Pero eso no fue lo que más le molestó a Menem. Lo que le molestó fue que Balza tomara la iniciativa al censurar un soldado, aunque sea jocosamente. Fue por eso que Menem me habló. Lo hizo retroceder al general con sus dos metros  y minimizó el tema del tatuaje con un chiste. Su mensaje era claro: ¨Yo mando, yo tomo la iniciativa¨. Y me usó a mí para ilustrar al general.
                Sigo sin lavarme la mano derecha. Y tal vez  algún día me haga un tatuaje del gato Silvestre.


               

domingo, 28 de mayo de 2017

Borges y la muerte de Aldo Moro

Para Patricia, colega romana que reconocí en las calles de Claromecó

...yo sentía que el mundo es un laberinto, del cual era imposible huir, pues todos los caminos, aunque fingieran ir al norte o al sur, iban realmente a Roma...
(Jorge Luis Borges. La muerte y la brújula)


Pongo a disposición del lector mis razonamientos sobre un tema no cerrado: la muerte de Aldo Moro, quien fuera en dos ocasiones primer ministro de Italia y hoy es un símbolo de las teorías conspirativas. No pretendo dar con los autores materiales o intelectuales, de eso ya se encargaron otros. Mi objetivo es más humilde, aunque ciertamente más novedoso (y perdónenme la soberbia): indagar en las implicancias espaciales y temporales del asesinato y sugerir la posibilidad de que los autores del mismo se hayan inspirado en un cuento de Jorge Luis Borges.[i] 

El 9 de mayo de 1978 las Brigadas Rojas matan a Aldo Moro, luego de mantenerlo cautivo por 54 días. Meten el cadáver en la baulera de un Renault 4 y dejan el auto en Via Caetani, en pleno centro de Roma. Los secuestradores son quienes dan indirectamente la alarma sobre el vehículo. Cuando la policía encuentra el cuerpo, cubierto con una frazada y aún caliente, la noticia es tapa en todo el mundo.

Moro había estado maniobrando una alianza entre la Democracia Cristiana, de la cual era líder, y el comunismo italiano. Aparentemente esto generó algún tipo de conflicto al interior de su partido. Una vez secuestrado (para lograrlo mataron a todos sus custodios), los miembros de la Democracia Cristiana y del Partido Comunista tuvieron que decidir qué posición tomar ante los hechos. Negociar con los terroristas, que pedían un montón de cosas a cambio,  era un síntoma de debilidad. No negociar era condenar a Moro a mejor vida. Finalmente decidieron, como los monos, cerrar los ojos, los oídos y la boca, y que sea de Aldo Moro lo que dios quiera.

…Y entonces fue cuando el ex primer ministro apareció adentro de un auto. Todos pusieron el grito en el cielo. Se habló de crueldad, de sadismo; se habló, claro, como acabo de hacer en estas líneas, de estrategias de alianza que Moro propició, de la hora y hasta de los minutos que el cadáver llevaba en el auto. Pero nadie se engañó con el reloj más importante, el cadáver aparecía en el mismo momento en que en la sede de la Democracia Cristiana se debatía sobre el asunto de Moro. Y, más aún, hubo una ignorada mente fría que advirtió un hecho notable: el auto con el cuerpo había sido dejado a mitad de camino de las sedes de ambos partidos. Alguien había pensado en el espacio.

Este descubrimiento tomó vuelo. El  mensaje que las Brigadas Rojas  daban con la estratégica maniobra era claro: ¨esto les pasa por no negociar¨.  ¿Pero había otro mensaje en el tiempo y en el espacio? ¿Estas sutilezas, así como la fina logística del secuestro, podía ser obra de unos cuantos terroristas de izquierda?

Hoy se sabe que las Brigadas Rojas no actuaron en solitario y que muy probablemente fueron el mascarón de proa o los soldados ejecutores de una  organización masónica llamada Propaganda Due, más conocida como P2, cuyo líder, Licio Gelli,  gustaba llamarse, ¨el titiritero¨. Me veo obligado a hacer una pequeña reseña de la Propaganda Due para que se entiendan las líneas que siguen.

El año pasado  Carlos Manfroni publicó una historia de la Propaganda Due. Aunque sus conclusiones urden una trama conspirativa tan extensa que mueve al escepticismo, lo cierto es que la obra está muy bien documentada y en esencia es fiable. En ella vincula de modo plausible a la P2 con los asesinatos de Aldo Moro, de Roberto Calvi, la extraña muerte del Papa Juan Pablo I y el atentado en la estación de Bolonia, donde murieron 85 personas. Si bien estos hechos ya habían sido vinculados con la P2, Manfroni va más lejos, al vincular a la logia con los líderes de varios movimientos extremistas como Montoneros (o las ya citadas Brigadas Rojas). Así llega a la conclusión de que la P2 estuvo implicada en el golpe argentino de 1976, en la guerra de Malvinas y en el robo de las manos de Perón. ¿Quieren más? Vincula a su vez a estos con el líder libio Gadafi y por lo tanto con varios atentados, alguno de los cuales deja librado a la imaginación del lector. Es mucho, pero es muy seductor. Lo cierto es que desde 1981, cuando el juez Thomas Griesa (sí, el mismo) descubrió una lista de miembros de la Propaganda Due  que incluía a López Rega, a Lastiri y a Massera, (por no hablar de los vínculos carnales que tenía Juan Domingo Perón con el titiritero Gelli), las pruebas son suficientemente contundentes como para analizar detenidamente las implicancias espaciales y temporales de la muerte de Moro.


¿De dónde sacaron la idea de dejar el auto estratégicamente entre las dos sedes partidarias? ¿De dónde la de fabricar en el tiempo, como veremos, un criptograma? Una posibilidad es que se les haya ocurrido. Posible, pero no interesante. Otra posibilidad sería que hayan recordado un cuento de Borges, autor cuya fama llegaba por entonces hasta la estratósfera y que había visitado Roma, con gran suceso, sólo unos meses antes, en 1977.

El célebre cuento se llama La muerte y la brújula. Como explicar un cuento breve y lleno de riquezas es una falta de respeto, sólo voy a relevar del mismo lo que nos es pertinente. En el mismo hay dos órdenes de simetrías: espacial y temporal, que se corresponden entre sí. En una primera teoría,  un triángulo equilátero queda conformado en el espacio tras la sucesión de tres crímenes. En otras palabras, en cada ángulo del triángulo se produce un asesinato. A su vez, estos tres crímenes se dan en una simetría temporal, a saber: 3 de diciembre, 3 de enero y 3 de febrero, mediando 31 días entre cada uno. A último momento el investigador del cuento nota un error: el número mágico no es el 3, es el 4. No se trata de un triángulo equilátero, sino de un cuadrado (un rombo), donde están incluidos los 3 ángulos anteriores (y los crímenes anteriores). Por lo tanto, en el cuarto ángulo se deberá producir otro asesinato, que termina siendo el asesinato del mismo investigador. Además, como en el calendario hebreo los días se inician al atardecer, todos los crímenes se han cometido, bajo esta lógica, el 4 y no el 3 de los meses ya referidos. La victima (el investigador), finalmente, antes de morir, les sugiere a sus asesinos otra estrategia. No hace falta, les indica, construir un triángulo; basta con una línea recta. En un extremo se da un crimen, en el opuesto otro. El tercer crimen se comete a mitad de camino de ambos. El cuarto a mitad de camino entre un extremo y el punto del medio.

En este escrito, por limitaciones de la realidad, me voy a contentar con tomar como número fetiche el 3, no 4, de modo que trataremos sobre triángulos y rectas con un punto medio; no con rombos y segmentos subdivididos.

El espacio


Sin muchas esperanzas, aprovechando la tecnología del Google map, familiarizado con el plano de Roma, pasé una línea recta sobre el lugar de vía Caetani donde dejaron a Moro para ver si podía vincular la sede del obispo de Roma (la basílica de San Juan de Letrán), con la basílica de San Pedro, en el Vaticano. No lo hice al azar. Lo que enlacé fue el crucero de la nave de la primera con el vértice de la cúpula de la segunda, o sea, lo que la lógica indica. Noté con asombro (con gran asombro) que la línea recta efectivamente pasaba sobre via Caetani, exactamente por el lugar donde dejaron el Renault 4.  Pero no sólo eso, la línea, que mide 4.650 metros, cruza el lugar donde dejaron el auto a 2.230 metros de San Pedro y a 2.420 metros de San Juan de Letrán. Esto es, si 2.325 es el número mágico que marca la mitad del trayecto, sólo es un error de 95 metros sobre 4.650. Casi nada, como se ve en el siguiente mapa[ii]:



A pesar del asombro que me causó mi descubrimiento, no me engañaba. Simplemente podría tratarse de una casualidad. Revisé qué relación podría tener la basílica de San Juan de Letrán con Moro. Leí lo siguiente en la edición del 14 de mayo de 1978 del diario El País de España.

Roma dio ayer el último saludo a Aldo Moro. Jamás un político que no fuera jefe de Estado tuvo un funeral tan solemne. Fue la primera vez en la historia del papado que un pontífice presidió el rito fúnebre y, fuera del Vaticano, de un laico. (…)Este gesto de Pablo VI fue acogido por la prensa como una señal de « reconciliación » en un momento tan dramático para Italia, que podría llevar a una guerra civil. (…) La radio italiana, para que de algún modo el cuerpo de Aldo Moro estuviera presente en la basílica de San Juan, transmitió durante la ceremonia una serie de servicios desde Torrita Tiberina, el pueblecito, a cincuenta kilómetros de Roma, donde fue enterrado en silencio el cuerpo del líder democristiano (…)

En otras palabras, el velorio de cuerpo ausente de Aldo Moro se celebró en San Juan de Letrán, la verdadera basílica del obispo de Roma. Fue el 13, cuatro días después.[iii]

Por otra parte, la relación entre vía Caetani y la Basílica de San Pedro era más cristalina: la muerte del sucesor de Pablo VI, Juan Pablo I. Más adelante volveremos sobre este tema.

Ya tenía algunas pistas. Sin embargo, Borges, en quien creía ciegamente, no había tratado solo con rectas, sino también con triángulos. En lugar de resignarme me revelé. Exploré el mapa de la ciudad de mil maneras, lo imprimí, lo di vuelta, lo soñé. Temí que el acertijo se me escapara.

El tridente, Roma. Con sus iglesias simétricas
Por suerte sabía de la historia de Roma  y  las intervenciones urbanas que  había tenido que afrontar. Luego de la edad media la Ciudad Eterna se había convertido en un laberinto de calles. Los Papas habían abandonado la ciudad y se habían instalado en Aviñón, más o menos equidistantes de París— adonde se había desplazado el eje del poder— y  de Roma. En 1348 la peste empezó a comerse al continente y un año después, mientras la gente moría, un terremoto barrió el centro de Italia y derrumbó  una pared del Coliseo, quedando tal como lo vemos hoy. Con los años, el Tiber reclamó su lugar natural y sus sedimentos enterraron gran parte de las viejas construcciones, especialmente las que se encontraban debajo de las colinas. Parecía un signo del fin del mundo. Cuando volvió Su Santidad, a finales del siglo XIV, el pueblo lo aclamó. Pero los franceses aclamaron a otro hombre como Papa, y hubo un tiempo con dos Papas e incluso hasta con tres Papas. Esto terminó en 1417, cuando la cosa volvió a la normalidad. Sin embargo, Roma estaba devastada. Había que empezar de cero. El prestigio de la iglesia no podía mermar.

Una de las operaciones urbanística que emprendieron los jefes de la iglesia fue desenterrar los obeliscos egipcios que se encontraban bajo siglos de barro. Luego los emplazaron en sitios prominentes. El primer sitio que tuvo destinado un obelisco resucitado fue la Piazza del Popolo.

Otra de las operaciones urbanísticas de aquel entonces fue unir sitios destacados de la ciudad con líneas rectas. La mayoría de las líneas rectas, o más o menos rectas, que nos devuelve hoy el plano de la ciudad, fueron intervenciones llevadas a cabo durante el Renacimiento y el Barroco. La más famosa quizás sea la conocida como ¨el tridente¨, esas tres calles que parten desde la Piazza del Popolo, donde se abría desde antiguo una puerta sobre la muralla Aureliana. El tridente no fue planeado de una sentada, se dio así. La idea era unir el acceso norte de la ciudad (la puerta y la Piazza del Popolo) con dos lugares referenciales: la Piazza Navona, con una vía, y la basílica de Santa María la Mayor, con otra vía. El eje del centro, la famosa vía del Corso, ya existía.

El prestigioso sitio Urban Network, muestra así las intervenciones que se hicieron entonces:



Perezosamente recordé que muchas ciudades, como Buenos Aires, La Plata, y especialmente Washington, tienen en su trama figuras masónicas. Entre esas figuras, por supuesto están el compás y la escuadra, el obelisco y  el triángulo equilátero.  Roma podía tener, a pesar de su antigüedad, este tipo de figuras. Busqué en la web y me encontré con esto:



Sin embargo, cuando me detuve a mirar el plano me quedó claro que había un símbolo  masónico que saltaba a la vista, especialmente la estructura de compás y escuadra, iguales a las que se ven en Washington, hechas o completadas en el siglo XIX, con la masonería en su cima. Entre estas estructuras, que se me ocurren obvias, está el tridente. En efecto, el eje que cierra la escuadra del tridente por el sudeste es de tiempos modernos. En todos los casos, el compás (en rojo) se abre en un ángulo de 50 grados.




Había encontrado tres juegos de escuadra y compás. ¿Y eso era útil? Me sentía más como un albañil que como un investigador. (Masón viene de una palabra que significa ¨albañil¨ y eso me hizo recordar el cadáver de Roberto Calvi, miembro de la P2 y traidor a la organización, conocido como ¨el banquero de Dios¨ por su incidencia en el banco Vaticano, encontrado muerto en 1982 colgado de un puente del centro de Londres, con ladrillos en sus bolsillos). También, como un albañil, me la pasaba midiendo.[iv]

Y entonces se me ocurrió que tal vez la Piazza del Popolo tuviera algo oculto, un secreto. Debía medir la distancia entre la plaza, puntualmente su obelisco, y via Caetani. El resultado fue de 1.830 metros. Luego medí instintivamente la distancia que media entre dicho obelisco y el obelisco de la plaza de San Pedro. No salía de mi asombro. La distancia era la misma:  1.830 metros.  Con gran entusiasmo—y algo de preocupación—, cerré el triángulo uniendo la Plaza de San Pedro con via Caetani. El resultado: 1.960 metros. Se abrió ante mí un triángulo equilátero casi perfecto:




El tiempo

Ahora bien, de las múltiples muertes que se sabe tuvo algo que ver la logia Propaganda Due,  ¿cuál era la que seguía en la secuencia? Aldo Moro fue muerto y encontrado el 9 de mayo de 1978. El 26 de agosto es elegido Juan Pablo I como nuevo Papa. Muere 33 días después, el 28 de septiembre. Hoy casi todos coinciden en que fue asesinado, y las miradas apuntan a la Propaganda Due. Por lo tanto, median 142 días entre la muerte de Moro y la del Papa.

Siguiendo La muerte y la brújula de Borges, y suponiendo que también siguieron ese camino los perpetradores de semejantes crímenes, me pregunté obligadamente qué habría acontecido en la Piazza del Popolo 142 días después de la muerte de Juan Pablo I, para satisfacer la simetría temporal y ajustarla a la espacial. Eso me llevaba al 17 de febrero de 1979. Busqué en esa fecha y también en las inmediatas anteriores y posteriores. La cantidad de muertos es tal que me encontré con un problema por exceso, no por defecto, unos 3 o 4 por día. Había de todo: políticos menores, policías, empleados administrativos… Tal vez no me fue fácil precisar geográficamente cuál de ellos fue muerto en la Piazza del Popolo o en sus inmediaciones, pero el espíritu de la época aportaba numerosos candidatos. Repitiendo lo que anota El país de España por aquellos tiempos: ¨un momento tan dramático para Italia, que podría llevar a una guerra civil.¨

Acaso tenía que ir hacia atrás en el tiempo para obtener simetría con algún nombre y apellido inapelable. Si retrocedía 142 días desde la muerte de Moro me iba a encontrar con la visita de Borges a Roma. ¿Ese diciembre estuvo Jorge Luis en la Piazza del Popolo?  Era sumamente tentador hacer encajar a Jorgito en la ecuación, pero me contuve. Una búsqueda amplia me dio pocos datos, la distancia temporal y la falta de digitalización de la mayoría de los diarios italianos atentaban contra mi investigación de modo permanente. [v]

Me estaba volviendo loco ante la necesidad que tenía de encajar algo en el tiempo que justificara mis razonamientos anteriores. Estaba perdido en mi propio laberinto.  Sin embargo, vi una luz al final del túnel, si Borges no era tan consistente en sus fechas (hay errores en ese mismo cuento), yo tampoco tenía que ser tan exigente conmigo mismo.[vi]


A modo de conclusión

Me cansé de explorar. Me venció la certeza de que quienes se encargaron de estas cosas son los dueños de los cielos, y de que yo sólo nunca podré bajarlos a tierra. Lo máximo que se puede hacer es encarar, como intenté en estas líneas, una tarea descriptiva, siempre parcial, enumerando  cosas dispersas. Es como armar un rompecabezas con fichas que faltan o están repetidas.

Sé que la investigación puede parecer poco consistente. Incluso sé que sin fe por parte del lector todo se reduce a una serie de coincidencias y casualidades. Pero lo realmente importante no es resolver el caso de Aldo Moro. Lo importante es saber que hay alguien, o algo, que seguramente está fabricando criptogramas muy sofisticados en el tiempo y en el espacio, para pocos, para muy pocos. 

Y por último siempre estará la posibilidad de confeccionar una ficción con estos datos reales. Es lo que Jorge Luis solía hacer. Aunque en este caso parece que armaron la realidad con un cuento suyo. 



BIBLIOGRAFÍA y sitios consultados:

Sobre la muerte de Aldo Moro:
MANFRONI C. (2016) Propaganda Due. Buenos Aires, Sudamericana
Madrid MOSCA C. ROSSANA R. (2008)  Brigadas Rojas. Entrevista a Mario Moretti, Madrid, Akal.
La Vanguardia:
El confidencial:
Sobre Juan Pablo Primero
Sobre el tridente, del sitio Urban Networks:
Borges y sobre Borges e Italia:
Algunos artículos que mencionan el lugar donde dejaron el auto, entre las dos sedes partidarias:
Masonería:
Iglesia Santivo alla Sapienza:
Otras entradas sobre Borges en este blog
Sobre el obelisco vaticano
http://www.hotelesderoma.es/que-ver-roma/secreta-mauro-cannella/los-obeliscos-de-roma/
Atentado a San Juan de Letran, 1993
http://elpais.com/diario/1993/07/28/internacional/743810401_850215.html
Conversor de calendario de gregoriano a hebreo
Conversor de calendario gregoriano a musulmán












[i] En El caso Moro, Leonardo Sciascia ya trabajó el aspecto borgiano de este crimen, pero con otro cuento. Extraño, extrañísimo, me pareció comprobar que el autor relacionara el tema de Aldo Moro con  Pierre Menard, autor del Quijote. También analiza las cartas de Moro desde el cautiverio,  pero pasa por alto La muerte y la brújula. Algo sobre este libro en la edición del diario Clarín del  17/8/2011, https://www.clarin.com/rn/literatura/Aldo-Moro-Leonardo-Sciascia-El-caso-Moro_0_Bk0NHAnvXe.html
[ii] La realidad no posee punto medio de un segmento de recta que sea perfecto. La realidad no es ideal. Por eso mismo no se da la perfección nunca, siempre hay unos metros de realidad que perjudican el ideal. El auto, con el mensaje, fue dejado a 150 metros de una sede partidaria y a 200 de la otra. En esa diferencia de 50 metros no se buscaba, creo, enriquecer el mensaje. Probablemente tenían definido el lugar exacto para satisfacer la equidistancia, pero muy probablemente el lugar donde debía ser estacionado el auto estaba ocupado por otro auto y muchos otros  habría en sus inmediatas proximidades. También los tiempos de desplazamiento fallaron. (Mario Moretti, líder de las Brigadas Rojas, cuenta en un famoso reportaje, que dejo en esta bibliografía, los contratiempos que surgieron en el camino). No obstante lo cual, el mensaje se entendió lo mismo, metros más, metros menos.

[iii]  Si tenemos en cuenta que en el cuento el investigador está interesado en el Tetragramatón, las cuatro letras que esconden el nombre de Dios, debemos  indicar el dato referido,  que Aldo Moro son dos palabras con 4 letras; que, por qué no, el Renault 4
[iv] Entre otras cosas, descubrí que entre la Piazza del Popolo, más exactamente desde su obelisco egipcio, hay la misma cantidad de metros hasta la Piazza navona que hasta santa María la Magiore: 1.280 metros, caminando.

[v] Empecé a hacer cálculos holgazanes que poco o nada tenían que ver con Moro. En el año 1.417 volvió la iglesia a unificarse bajo un Papa; en 1517, Lutero empieza a dividir la iglesia; en 1617… nada; pero en 1717, se funda la francmasonería… Muchas vueltas di. Recordé la Era de los Mártires (también llamada de Diocleciano), un calendario cristiano anterior al nuestro, que arranca en nuestro año 284. En ese calendario el año 1717 coincide con el 2001. Fui a ver con la ayuda de un conversor de calendarios en la web cuál era el año 2001 en el calendario musulmán y resultó ser el  22 de Jumada de 1422. Borges, insistentemente en La muerte y la brújula habla de simetrías. ¿Y acaso no hay simetrías en 1717?, ¿y acaso no hay simetrías en 22 Jumada de 1422?

[vi] Jorge Luis comete un error en su cuento. Si, puede sonar osado, pero es así, y ese error me ayudó a resolver el enigma. No el enigma de Moro; no el enigma de Juan Pablo I, sino un enigma más visceral, y en cierta forma, personal. Veamos.

Deambulando por otros sistemas calendarios recordé que Borges mata al investigador un 2 de marzo a la noche, (lo cual se infiere porque viaja la noche del primero.) Como ya es de tarde, según el calendario judío, como apunta él mismo en el cuento, nos encontraríamos en realidad en el 3 de marzo. De esta manera Borges consigue, casi,  simetría entre números, pero no simetría temporal. En efecto, los crímenes se darían sucesivamente el 4 de diciembre; 4 de enero; 4 de febrero y 3 de marzo. Por lo tanto, el investigador debería de morir el 3 a la noche para satisfacer la simetría numérica, porque sería el 4 de marzo judío. ¿Pero qué tenermos en cuanto a la simetría temporal? Para que se cumplan 31 días desde el 3 de febrero (4 de febrero judío), sin atender a un posible año bisiesto, nuestro investigador debiera de morir el 6 de marzo.

Por supuesto, esto no es criticable, no por nada el autor dice del investigador en un pasaje: ¨la realidad (…) apenas le interesaban ahora¨. Por lo tanto el error es del investigador, no de Borges.

Sin embargo, me quedé pensando en ¿por qué Borges no utilizó directamente el calendario hebreo? Se trata de un calendario lunar, donde los meses y los años transcurren un poco más rápido. Por ejemplo, los sucesivos 4 de diciembre, enero y febrero de 1977 y 1978 se traducirían como  24 de Kislev; 25 de Tevet  y 27 de Shevat del año 5738.

Movido por la idea más relajada de ver si había algo entre las fechas donde se supone habría actuado la P2, traté de notar que relación había entre la cantidad de días que median entre algunas de esas fechas insignes. Ya sabemos que la diferencia entre Moro y Juan Pablo I es de 142 días. Bueno, me encontré que, salvo en el caso de las dos matanzas, las de Ezeiza y Bolonia, que da exactamente una cifra redonda, muchas de las otras fechas se acercan a la centena. Esto es una simple curiosidad, y por eso mismo anoto esto en una nota marginal. Dejo el cuadro para curiosos.


Distancia temporal entre
Número de días
Diferencia para la centena
Asesinato de Aramburu (1 junio 1979)
Asesinato de Aldo Moro (9 mayo 1978)
2.899
(-1)
Asesinato de Aramburu
Asesinato de Roberto Calvi (17 junio 1982)
4.399
(-1)
Asesinato de Aldo Moro
Asesinato de Roberto Calvi
1.501
(+1)
Masacre de Ezeiza (20 junio 1973) Golpe de estado (24 marzo 1976)
1.008
(+8)
Mazacre de Ezeiza
(20 junio 1973)
Mazacre de Bolonia
(2 agosto de 1980)
2.600
(0)
Muerte de Juan Pablo I (28 septiembre 1978)
Robo de las manos de Perón
(29 junio 1987)
3.196
(-4)
Muerte de Juan pablo I (28 septiembre 1978)
Guerra de Malvinas (2 abril 1982)
1.309
(+9)
Mazacre de Ezeiza
(20 junio 1973)
Guerra de Malvinas (2 abril 1982)
3.208
(+8)